por Vicent Masiá
miembro de La Futbolteca
La ciudad de Lorca, situada al sureste de la Región de Murcia y con una población que supera los noventa mil habitantes, es conocida en todo el país por su prestigiosa Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional donde destacan las cofradías del Paso Azul y del Paso Blanco, su castillo, el conjunto monumental de su casco antiguo repleto de edificios barrocos, recientemente por el terremoto ocurrido en 2011 y, anecdóticamente, por su extenso término municipal con 1675 kilómetros cuadrados que es el segundo a nivel nacional en extensión tras el de la ciudad de Cáceres.
Sin embargo, desde que el fútbol llegara a la ciudad en 1900 de la mano del súbdito británico de padre español, Manuel José Pelegrín y Dunn, Lorca puede contar con un nuevo atributo para aumentar su fama como es ser la localidad española donde más clubs representativos han existido, entendiéndose como representativo aquel club que goza del seguimiento generalizado de la mayoría de aficionados y ocupa deportivamente el nivel más elevado dentro de las diversas categorías en las que se organiza el fútbol nacional.
Y es que Lorca, tercera ciudad en número de habitantes de la Región de Muria tras la capital provincial Murcia y la ciudad departamental de Cartagena y con una influencia que se extiende a muchas localidades de las provincias limítrofes de Almería y Granada, a lo largo de algo más de un siglo no ha sabido mantener en vida un club modélico, único donde concentrar las aspiraciones deportivas locales, siendo las causas de dicho fenómeno varias aunque todas con un trasfondo común: la voluntad subyacente en el subconsciente del lorquino de equipararse en la medida de lo posible a Murcia y Cartagena, al menos con sus clubs.
Aunque Lorca siempre ha mantenido por cuestiones geográficas y sociales una especial rivalidad con la vecina Águilas a nivel futbolístico, siendo numerosos los enfrentamientos entre los clubs más representativos de ambas localidades a través de encuentros amistosos, torneos, cuando no partidos oficiales del Campeonato de Liga, lo cierto es que la ciudad siempre ha deseado desligarse de esta particular lucha y militar en superiores categorías para no restringirse al fútbol regional, traspasando los límites que marcan las fronteras artificiales y compitiendo de tú a tú con clubs de las regiones colindantes o de todo el panorama nacional.
Competir futbolísticamente con Murcia y Cartagena es totalmente lícito, cómo no, pero el precio a pagar puede ser demasiado alto, incluso para una localidad con el peso de Lorca aunque en ocasiones, como en esta temporada 2016/17, la ciudad del sol cuente con un club en Segunda División mientras los máximos representantes de Murcia y Cartagena militan en Segunda División B, una categoría por debajo.
Los anhelos de Lorca para estar lo más arriba posible, deseo compartido por muchas otras localidades y con comportamientos similares como Almería y Cartagena, ambas con un extenso repertorio de clubs representativos al igual que los lorquinos, no siempre son compatibles con la realidad económica y, dependiendo de ella, se tendrán opciones de ocupar un puesto elevado, andar cerca o tener que conformarse con una plaza en una categoría más baja.
El historial del fútbol lorquino es bien significativo y está lleno de ejemplos que corroboran, uno a uno, lo descrito en este artículo de modo que tras la ilusión y esperanzas depositadas siempre detrás de la creación de un nuevo club, al cabo de un tiempo, cuando éste ha alcanzado una plenitud o techo deportivo, por causas fundamentalmente de índole financiera les acompaña un colapso que termina en desaparición.
Las pautas seguidas por el fútbol de la ciudad del sol son siempre las mismas hasta la fecha y, si bien es relativamente sencillo constituir un club y subir peldaños progresiva y prácticamente sin oposición dentro de las categorías regionales hasta acomodarse en la Tercera División, para ascender a Segunda División B el esfuerzo es significativo y para mantenerse más difícil todavía. No digamos ya si el reto es competir en Segunda División.
Alcanzada la Segunda División B, un tercer nivel nacional que comporta prestigio pero también unos gastos enormes en desplazamientos, pago de fichas de jugadores profesionales, emolumentos del trío arbitral y un sinfín de pérdidas al contarse con masas sociales y taquillajes escasos, por lo tradicional en el fútbol lorquino llega el momento crítico, ese instante mágico grabado en el subconsciente colectivo del ADN local en el que los directivos de turno, sean quienes sean, se plantean seguir en la categoría como un equipo del montón o arriesgar poniendo capital para alcanzar la Segunda División.
Muchos de ellos fracasan en el empeño y, aburridos por invertir dinero y no obtener recompensa, terminan hastiados bajando el presupuesto y, con ello, el nivel deportivo formando plantillas poco competitivas que pierden la categoría descendiendo a Tercera División. En el mejor de los casos, otro directivo potentado o grupo de directivos vuelven a invertir poniendo dinero del bolsillo y el club regresa a Segunda División B, pero en ocasiones, las menos, se fragua el milagro y estando en Segunda División B se da el salto a la Segunda División.
La Segunda División no tiene nada que ver con la Segunda División B en términos económicos y profesionales. El fútbol profesional es otra cosa e implica y exige un potencial económico elevado, una gestión y estructura modélica, mantener una plantilla con una remuneración acorde a la categoría mientras que los gastos de viaje se disparan siendo la disponibilidad para llegar a cualquier punto de la península total como también a los dos archipiélagos, incluso a las ciudades autónomas norteafricanas si se presenta la ocasión.
Tradicionalmente el fútbol lorquino a través de sus diversos representados se ha estrellado en esta categoría siendo su techo natural y, a un ascenso glorioso e ilusionante con una temporada prorrogable a otra, en la segunda comparecencia se ha naufragado y terminado con el equipo perdiendo la categoría. Luego, cúmulo de las altas inversiones realizadas, pagos insatisfechos y deudas pendientes, el club no ha resistido los frentes económicos abiertos y ha ido descendiendo categorías hasta acabar en Categoría Regional, punto totalmente inverso a la Segunda División donde ha terminado sus días desapareciendo.
C.F. Lorca Deportiva y Lorca Deportiva C.F., SAD son algunos ejemplos de clubs que han alcanzado la cima de la Segunda División para caer estrepitosamente hasta desaparecer ampliamente endeudados, pero a menor escala y teniendo como techo la Segunda División B o la Tercera División, han existido multitud de clubs que han experimentado en sus carnes esta idiosincrasia que rodea y merodea el fútbol lorquino.
Tantas veces ha ido el cántaro a la fuente que, incluso para un ciudadano lorquino, a no ser un erudito en la materia, le es imposible o muy difícil recordar de memoria las vicisitudes de cada proyecto cuando no confundirse entre tanta denominación y variedad de siglas, algunos muy similares donde la diferencia se encuentra en la actividad del club, yendo delante o detrás del nombre como ocurre en los casos de C.F. Lorca Deportiva y Lorca Deportiva C.F., dos denominaciones para dos clubs distintos. Rayando la complejidad extrema, hoy compite en Segunda División B un club constituido en 2012 denominado C.F. Lorca Deportiva, idéntico nombre al del club constituido en 1969 y desaparecido en 1994 que vistió los mismos colores y lució el mismo escudo con el que nada tiene que ver aunque todo parece indicar lo contrario.
Lorca a efectos futbolísticos es un caso particular por las características que imprimen en sus clubs sus ciudadanos y excepcional por la dimensión alcanzada por su pléyade de clubs notorios con logros destacables en el panorama nacional. Para facilitar al lector el seguimiento del fútbol lorquino y sus clubs más representativos, véase a continuación una amplia tabla descriptiva con los pormenores de cada sociedad.
©La Futbolteca. Octubre 2017.