por Vicent Masià
“Mi club”
Todas las personas desde que nacemos en una localidad y empezamos a crecer, tenemos la tendencia de ver siempre el mundo que nos rodea desde nuestra óptica, madurándola y matizándola por la influencia de nuestro entorno familiar, escolar, de amistades, barrio, ciudadano, regional ó estatal. Esta subjetiva y tan personal forma de ver las cosas siempre va acompañada de un elevado sentimiento de posesión hacia todo nuestro entorno, adueñándonos directa o indirectamente de muchas cosas con las que nos hemos criado o convivimos a diario que pasan a formar parte de nosotros. Así de este modo cuando nos referimos al colegio donde estudiamos hablamos de ‘mi colegio’ o ‘mi instituto’, cuando hablamos de la calle donde vivimos o del barrio donde residimos indicamos ‘mi calle’, ‘mi barrio’ y por extensión ‘mi pueblo’, ‘mi ciudad’, ‘mi región’ o ‘mi país’ si se presenta. En el aspecto laboral mencionamos ‘mi empresa’, ‘mi jefe’, ‘mi compañero/a’ y así todo lo que recordamos o solemos tocar con la punta de los dedos cada día. Este sentimiento de posesión o forma figurativa de expresarnos en realidad no es cierto en un elevado tanto por cien de los casos y difícilmente podremos demostrar que la calle es nuestra, que el colegio es nuestro, que la ciudad es nuestra o menos aún que el país es nuestro. Todos esos edificios educativos, laborales, de viviendas o tierras donde vivimos son un bien material que compartimos con muchas otras personas, siendo la cantidad de estas muy variable y pudiendo llegar a ser millones, pero lo que siempre hemos de tener en cuenta es que a pesar de considerarlos como nuestros y formar parte de nuestro imaginario de posesiones, no lo son.
En el mundo del fútbol desde que somos pequeños o no tan pequeños y adquirimos conciencia de lo que son las cosas, los que nos consideramos aficionados a este maravilloso deporte (no todos lo aprecian, ni gusta a todos como muchas otras tantas cosas), con el paso del tiempo acabamos tomando partido por un determinado club que nos atrae bien porque es de nuestra localidad, bien porque es el más importante de nuestra provincia o región ó porque simplemente nos gusta su uniforme, sale todos los días por televisión hasta hartar, es el más famoso del momento o su historial bien lo quisiéramos para nuestro club en el caso de tomar partido por más de uno. Cuando nos hacemos de un club, generalmente, salvo excepciones muy contadas, pensamos que es para toda la vida y tal como hacemos con todo lo comentado anteriormente, pasa a ser nuestro club sin haber puesto un euro, sin ser socios, ni accionistas ni nada que nos ate material o económicamente a este, pudiendo una vez cumplida cierta edad hacernos con un abono o si se nos presenta la ocasión y hay dinero para ello, convertirnos en accionistas si se trata de un club SAD. Pero eso sí, sea cual sea el grado de compromiso que tengamos, aunque en realidad no lo sea, el club es nuestro y nadie ni nada lo puede dañar o arrebatar.
Pervivencia de un club
Toda esta reflexión que es una perogrullada, si la trasladamos al fútbol y lo que pensamos sobre lo que es un club, o más concretamente, a nuestro club de siempre, veremos que históricamente no en todos los casos se sigue el mismo patrón, que en muchas ocasiones la historia y acontecimientos acaban rompiendo nuestros esquemas poniendo las cosas por desgracia en su sitio y haciéndonos despertar del sueño. ¿Y todo ello porqué? Pues sencillamente porque los clubs de fútbol no son imperecederos, no duran toda la vida y su pervivencia depende de una serie de factores que han de mantenerse siempre en activo, sin fallar uno solo de ellos para garantizar una continuidad.
Las sociedades deportivas, en nuestro caso los clubs de fútbol, son entidades que nacen un día determinado cuando un grupo de personas se reúne mediante una asamblea, eligen una junta directiva y se inscriben en el registro de sociedades. Estas personas actúan como socios pagando una cuota para hacer usufructo del club en el caso de ser clubs deportivos básicos o elementales, aunque desde 1990 y en base a la Ley del Deporte, algunos de ellos se han transformado en sociedades anónimas deportivas cuya pertenencia es de una sola persona o grupo de personas. Para la subsistencia de estas entidades todo ha de rodar a la perfección: tener dinero, una masa social, una gerencia, un terreno de juego propio o en usufructo, una plantilla y sobre todo una afición capaz de crear generacionalmente personas que muestren interés en tomar el testigo de lo que van dejando los anteriores. Si uno o más de estos ingredientes falla, siendo lógicamente unos más importantes que otros, sobre todo el económico, la estabilidad y continuidad del club zozobra pudiendo quedar su estructura afectada seriamente y ocasionando la retirada del club de la competición en el mejor de los casos o dañada irreversiblemente hasta el punto de producir su extinción definitiva. La retirada o extinción finalmente será decisión de los socios y se elegirá en función de la gravedad de los condicionantes y la facultad del propio club en ser capaz de solventarlos.
La extinción de un club
¿Cuáles pueden ser los factores que provoquen la retirada o desaparición de un club? En primer lugar el económico: la mala gestión de una entidad conduce a un endeudamiento progresivo que llegada a cierta cantidad le impide conseguir avales y satisfacer las deudas con Hacienda, Seguridad Social ó jugadores y cuerpo técnico, aunque históricamente han existido otros como sanciones económicas ejemplares por parte de la RFEF o la falta de recursos en caja por no haber liquidez ante una muy escasa masa social. En segundo término está la ausencia de liderazgo a la hora de confeccionar una directiva que releve a una dimitida, no existiendo socios que se presenten a unas elecciones ni candidatos que deseen dar continuidad al club por las causas que fueren, mayormente monetarias. En tercer lugar estaría la dejadez por parte de los propios socios quienes hayan podido perder el interés en seguir manteniendo un club en activo y permanezcan en espera de tiempos mejores o de un nuevo grupo de personas que deseen retomar el club con más ilusión. Estos tres factores serían los más habituales, pero también se pueden incluir otros no tan frecuentes como la retirada de una empresa que patrocina el club, la retirada de un organismo social, cultural o religioso, el fallecimiento de un mecenas que pone su fortuna a disposición de la sociedad, la falta de unas instalaciones donde poder entrenar o jugar y antiguamente los impedimentos de los propios socios que eran a la vez jugadores y no podían pagar los largos desplazamientos a otras localidades que se hacían eternos por la falta de medios y les alejaban de sus puestos de trabajo. Lamentablemente otros desaparecieron engullidos por la Guerra Civil o por acontecimientos políticos distintos a este suceso y sobre todo una gran cantidad quedó en el camino porque desde el principio su viabilidad era casi imposible.
Muchos de esos clubs que desaparecen dejan una gran huella en los aficionados, imborrable en algunos casos, sobre todo si se trata del más destacado o único en su respectiva localidad, mientras otros quedan latentes en el tiempo tras haberse retirado de las competiciones oficiales manteniéndose sin la menor actividad pero sin dar el paso de la disolución. Es un error muy común entre muchos aficionados considerar a un club como extinto o desaparecido sólo por el mero hecho de no competir oficialmente, en cuanto ese club no ha sido disuelto ni dado de baja en su federación y permanece en activo disputando encuentros amistosos ocasionalmente. También es otro error pensar lo mismo del segundo de los casos cuando un club, además de no competir oficialmente, carece de directiva y no presenta actividad. Ese club no se encuentra liquidado, sino en estado vegetativo o en la nevera como congelado en el tiempo a la espera de que algunos aficionados monten una directiva y lo den de alta en la federación para poder competir, caso que de producirse lo hará empezando en la última de las categorías.
Para que un club sea considerado extinto o disuelto ha de cumplir una serie de requisitos ineludibles que podemos reducir a cuatro: a) cuando reúne los previstos por la Ley y en sus propios estatutos donde se ha de convocar una asamblea extraordinaria en la cual se apruebe su extinción, b) más modernamente puede ser liquidado por resolución judicial si se trata de una SAD, c) si el club en concreto decide disolverse para integrarse en la estructura de otro mediante fusión por absorción y d) por las demás causas de extinción previstas en el ordenamiento jurídico vigente.
La continuidad
Llegado este punto, obviamente la afición por el fútbol entre los aficionados sea cuales sean las causas que originen la extinción de una sociedad, no desaparece ni se disuelve en el aire como si nada hubiese ocurrido, sigue latiendo. ¿Y qué hacen esos aficionados que han quedado desprovistos de su club por una deficiente gestión, falta de líderes o resolución judicial? Pues en el mejor de los casos y si hay dinero para ello, crear rápidamente un nuevo club donde unificar su ilusión y auspiciar un proyecto lo más parecido al anterior pero partiendo de cero. Para ello redactarán nuevos estatutos, elegirán un uniforme y escudo, buscarán un campo donde jugar y con una directiva se presentarán en la sede de la federación territorial correspondiente para dar de alta la nueva sociedad. Este paso que normalmente se produce a las pocas fechas de la extinción de un club o incluso en ocasiones en plena agonía del que va a ser finiquitado, también suele realizarse al cabo de unos años si no hay nadie dispuesto a cargar con tal responsabilidad, pero no es un paso nuevo ni reciente, existe desde que el fútbol se instaló en España y multitud son las localidades que han vivido tal experiencia.
La refundación y sus aplicaciones
Cuando este hecho se confirma y más si el nombre y colores elegidos coinciden en gran parte o totalmente con el desaparecido hasta el punto que se confunden y son casi indistinguibles, los aficionados y sobre todo los periodistas si la noticia es de alcance, hablan de ‘refundación’, un término que tradicionalmente ha gustado y calado en muchos aficionados por extensión pero que en realidad es inadecuado como ahora veremos.
Refundar tiene básicamente dos acepciones: una primera que significa reorganizar la estructura de un organismo, entidad, institución o sociedad para que vuelva a funcionar con normalidad y una segunda que es modificar las directrices planificadas para obtener una meta porque el objetivo ha cambiado y el interés es otro distinto. Ambas son en teoría aplicables al fútbol, pero con una importantísima salvedad: sólo se pueden aplicar a un club vigente si se encuentra en ese trance, pero no a un club de reciente cuño que sustituye a otro extinto. Es decir, será aplicable a aquellos clubs que en un determinado momento de su historia atraviesan por una crisis institucional o no y necesitan autoinventarse modificando sus estatutos, nombre e incluso uniforme como si empezasen un nuevo camino, caso del Tenerife Sporting Club-Club Deportivo Tenerife, Illuro Sport Club-Club Deportivo Mataró, Foot-ball Bétulo Club-Foot-ball Club Badalona, Sociedad Deportiva Villajoyosa-Villajoyosa Club de Fútbol, Santana Club de Fútbol-Linares Club de Fútbol, etc y también será aplicable a aquellos que han cesado su actividad durante un periodo de tiempo indeterminado y transcurrido este la reanudan como si nada hubiese pasado, casos de los clubs que permanecieron inactivos durante parte de la Guerra Civil y posguerra, reanudando sus funciones en los primeros años cuarenta cuando se normalizaron social y deportivamente.
Un caso curioso en el que existe una clara refundación es el del C.F. Reus Deportiu, un club fundado en 1909 como Sport Club de Reus que alojó bajo su estructura a varias secciones deportivas mediados los años diez para convertirse en una entidad polideportiva bajo el nombre de Reus Deportiu y que a finales de los años cuarenta casi le cuesta la desaparición al situarse las secciones deportivas como más importantes que la de fútbol, motivo por el cual tuvo que dividirse en dos retomando el camino mantenido entre 1909 y 1917 cuando era solo un club de fútbol. Este replanteamiento de su futuro, cambio de objetivos, de estatutos y de denominación es una refundación en toda regla y en ningún caso se trata de un nuevo club puesto que ya existía desde 1909 y el mero hecho de refundarse no implica extinción. De lo contrario, ¿alguien puede presentar el acta de disolución de la entidad Reus Deportiu o de constitución del ‘hipotético’ nuevo C.F. Reus Deportiu?
Refundaciones de los clubs transformados en SAD
Desde 1990 y en virtud a la nueva Ley del Deporte que fue elaborada para soliviantar en parte una situación casi insostenible y en gran medida para encauzar todo lo que envuelve al deporte español, los clubs profesionales, mayoritariamente de fútbol y de baloncesto, tuvieron que adecuarse a la nueva normativa y transformarse en sociedades anónimas deportivas para cumplir con los preceptos legislativos. Para cumplir con este trámite, los hasta entonces clubs deportivos que eran dirigidos por sus socios, tuvieron que refundarse y cambiar sus estatutos, de régimen pasando a ser empresas, variar profundamente su organigrama emitiendo acciones y modificar la titularidad del club quien pasaba de manos de los socios a un único accionista, varios o si había suerte, a una multitud. Queda claro que sí hubo refundación porque eran clubs vigentes, no extintos y sus metas y objetivos habían sufrido profundas modificaciones pareciéndose en algunos aspectos bien poco a lo que habían sido hasta ese instante.
Refundaciones mal aplicadas
Si volvemos al inicio del artículo y recordamos el sentido de posesión que desarrollamos las personas cuando nos referimos a todo aquello que cotidianamente nos rodea atribuyéndonoslos como propio, es casi inevitable que muchos aficionados y periodistas tengan la tentación de hacer lo mismo con los clubs nuevos, confundiendo al extinto con el nuevo como su fuesen un único club por ser sus seguidores los mismos y por ser de la misma ciudad, jugar en el mismo estadio y lucir los mismos colores. Para estas personas no hay línea de separación posible, el sentimiento que le produzca tanto uno como otro, desaparecido o nuevo, será el mismo y no reparará ni se atenderá a razonamientos a la hora de diferenciar una entidad de otra, teniendo como fecha de fundación la del más antiguo y catalogándolos a ambos como ‘su club’ se llame como se llame. Esta errónea y equívoca forma de interpretar los hechos conduce a muchos a considerar el nacimiento de un nuevo club que toma el testigo de uno anterior disuelto como una ‘refundación’, en cuanto la realidad es otra muy distinta y el término adecuado sería ‘fundación’ a secas, puesto que el nuevo club no tiene jurídicamente nada que ver con el anterior y no se puede hablar de refundación por ser precisamente nuevo y partir de cero sin historia.
El paradigma del mal empleo del término refundación son los clubs de la murciana localidad de Lorca. Quizás sea la ciudad que más clubs ha tenido encadenando uno tras otro tras experimentar épocas brillantes con otras no tanto. Muchos, no todos por supuesto, han visto refundaciones cuando nacía un club tras desaparecer el anterior, con la coincidencia de que siempre era el titular o más importante de los existentes. Pues no, no hubo ni una sola refundación y todos y cada uno de ellos jurídicamente son distintos del antecesor formando una cadena en la que encontramos a Lorca Foot-ball Club, Lorca Sport Club, Lorca Fútbol Club/Lorca Club de Fútbol, Club Deportivo Lorca, Club de Fútbol Lorca Deportiva, Lorca Deportiva Club de Fútbol y Lorca Club de Fútbol, siendo en la actualidad el ‘Lorca’ un club fundado en 1996 en la pedanía murciana de Sangonera bajo el nombre de Sangonera Atlético C.F. quien en 2010 y gracias a un cambio de domicilio se instaló en la ciudad del sol para adquirir el nombre de Lorca Atlético C.F.
Reciente o históricamente se han dado casos de clubs nuevos que han empleado el nombre de un desaparecido y han ahondado más en el problema produciendo una gran confusión en aquellos que tenían dudas, caso del Burgos C.F., S.D. Compostela SAD ó Terrassa F.C. SAD por poner unos ejemplos. Originariamente los tres nacieron hace bastantes décadas y tras un periplo deportivo se extinguieron por causas económicas. Los tres han tenido un sustituto, unos con más celeridad que otros, pero lo tres sustitutos fueron catalogados en su día como ‘refundaciones’ cuando no lo eran porque jurídicamente eran distintos y en nada tenían que ver con los otros pese a su misma denominación. Es más, el Burgos C.F. actual solicitó permiso a la RFEF para emplear el nombre del antiguo puesto que este dejó deudas sin liquidar y en el caso de la nueva S.D. Compostela el club que subyacía era la S.D. Campus Stellae que gozaba de permiso del magistrado para emplear ese nombre tras adquirirlo en subasta, al igual que haría poco después el Terrassa Olímpica 2010 SAD para emplear el nombre del desaparecido Terrassa F.C.
Por último y para concluir, tampoco son refundaciones los cambios realizados por los clubs que en su día fueron filiales independientes y debido a la Ley del Deporte tuvieron que disolverse para quedar integrados en la estructura de los clubs principales bajo la forma de equipos dependientes. Estos clubs que gozaban de directiva, presupuesto y todo lo que implica ser un club autónomo, al convocar asambleas extraordinarias y firmar su liquidación, fueron dados de baja en la RFEF pasando a formar parte de los clubs profesionales que se habían transformado en SAD y aunque les fue respetada su plaza en la categoría última en la que compitieron, no se les puede considerar como refundados porque eran ya extintos.
© Vicent Masià. Noviembre 2011.