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titular HF Las fusiones

por Vicent Masià

 

Existe en nuestro fútbol y, desde hace más de un siglo, un término que de forma justa y apropiada se emplea para describir el estado alcanzado por dos o más clubs tras efectuar una unión por mutuo acuerdo: fusión. Este concepto, presente primero en el mundo de la física, luego en el empresarial y más tarde trasladado al deporte a principios del s. XX por su afinidad, fue una herramienta frecuentemente utilizada por los clubs de fútbol desde la introducción de este en España, siendo habitual su mención por periodistas en medios escritos y por directivos y aficionados en medios coloquiales, una figura que acabará incorporándose a los reglamentos de la RFEF de forma oficial en sus primeras ediciones para catalogar y refrendar la unión de varios de sus asociados que hasta la firma del pacto eran independientes.

Esta fórmula que a los ojos de los dirigentes federativos queda bastante clara, consta y es corroborable en cualquier reglamento futbolístico como salida pactada y consensuada entre varias sociedades que desean unir sus respectivos destinos en uno solo, a los ojos de los directivos tampoco ofrece dudas pues saben de su utilidad y más aún, de su legalidad, recurriendo a ella cuando es factible. Sin embargo, cuando bajamos de escalón y pasa a oídos de los aficionados, históricamente queda demostrado que su incomprensión es absoluta a excepción de unos cuantos casos, perdiéndose estos en un mar de dudas en el cual las interpretaciones aparecen en cualquier esquina pudiéndose escuchar y leer todo tipo de respuestas, unas más acertadas, otras menos, pero todas con criterios distantes a lo que especifica el reglamento federativo, el único facultado para estos temas. Obviamente tales interpretaciones tienen una causa: la desinformación, no por cuenta de la Federación quien posibilita su conocimiento de forma abierta, sino por parte de los propios aficionados quienes rehúsan de lo que especifican los escritos sin base alguna y prefieren recrearse en especulaciones infundadas que nunca pueden justificarse tales como que una fusión es siempre sinónimo de surgimiento de una nueva sociedad y no de continuidad de las existentes, ¿dónde está esto escrito?, ¿en el azar, en el capricho?, una idea que como veremos más adelante es preciso ser matizada y explicada con mayor detalle para evitar nuevos errores que se repitan hasta la saciedad.

Los reglamentos de la Federación Española y federaciones territoriales han sido creados para armonizar una gran multitud de clubs, siendo su cumplimiento de carácter obligatorio por todos los asociados, sin excepción, no existiendo otros alternativos. Para facilitar su conocimiento son de dominio público y cualquiera que desee conocerlos puede acceder a ellos sin trabas navegando en la red o en nuestra web, donde hemos considerado oportuno reproducirlos.

Las primeras fusiones

El origen de las fusiones nace a la par de los primeros años del siglo pasado cuando algunos de los clubs recién fundados empiezan a tener problemas financieros, de número de jugadores o de terreno en donde desarrollar sus actividades. La carencia de futbolistas en algunos clubs es acuciante, la mayoría en edad universitaria, sin recursos o con limitaciones de cualquier índole para continuar, sumándose otros inconvenientes como la falta de campos, en su mayoría privados y una infraestructura indispensable para trasladarse a otras poblaciones donde poder enfrentarse a rivales. Por si fueran pocas trabas, hay que recordar que aquellos futbolistas eran completamente amateurs, no cobraban, costeaban su propio uniforme y mayoritariamente trabajaban en oficios propios de su tiempo, resultando harto complicado el que se trasladasen en masa a localidades distantes geográficamente incluso en las inmediaciones de su lugar de origen. La unión era en muchos de ellos la única salida posible para seguir practicando el deporte que tanto amaban y no era extraño en absoluto ver como dos sociedades unían su futuro bajo una misma bandera. Estas fusiones producidas en clubs relativamente importantes de capitales provinciales o ciudades medias, cierta raigambre social, con algo de tradición y discutible montante económico, se producían sin apenas inconvenientes y no pasaban desapercibidas a la prensa de las grandes ciudades, siendo muy común el ver anunciados estos cambios en diarios o semanarios, algo que con los clubs de localidades de menor rango era difícil rastrear al existir menos información. Sin embargo cuando la fusión era de dos sociedades, digamos con mayor peso específico y gran masa social, la unión era más tensa y había que delimitar las pertenencias de cada uno y qué aportaban de forma individual al conjunto, entrando una apreciación hasta la fecha no contemplada por no haberse producido con anterioridad como era la lealtad respecto a la fecha de fundación de los integrantes.

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La fecha de antigüedad

La fecha de antigüedad con el paso de los años se convirtió en un icono sagrado que recordaba a todos los socios de un club, fusionado o no, cuándo habían sido fundados y desde cuándo estaban en este mundo. Renunciar a esta fecha para todos ellos era impensable y nadie daba su brazo a torcer por considerarla innegociable. Coetáneamente surgían las primeras federaciones regionales como lo fueron la catalana, madrileña, gallega y valenciana, asociándose muchos de estos clubs a dichos organismos, un ente superior que implantaba un orden y normativa a cumplir necesarios para el buen desarrollo de competiciones y litigios que pudiesen surgir entre ellos, siendo unos de los requisitos para asociarse el declarar en qué campo jugaban, cuál era su uniforme titular, los nombres de los jugadores, profesión de estos y dirección social del club, a los que se sumaba la exigencia de presentar una documentación donde se certificase desde cuando existían o si lo estaban, de su inscripción en el registro de sociedades.

Con la aparición de las fusiones empezó a forjarse un debate sobre qué fecha debía constatar en la inscripción federativa del club resultante, si la original en la que fue fundado o la del pacto realizado con otro club al fusionarse. Inscribir la del pacto era lo mismo que renunciar a su antigüedad y pasado deportivo, algo totalmente incierto puesto que en momento alguno habían desaparecido ni era su pretensión y reflejar la de los componentes de la fusión al unísono para que ninguno se sintiese herido en su orgullo era inviable, además de falto de sentido común. En estas circunstancias estábamos cuando surgió la figura de Ricardo Cabot, un abogado catalán residente en Barcelona cuyo club del que era presidente y fundador, el Catalonia F.C., se había fusionado con el Salud Sport Club pasando por estas vicisitudes. Cabot había sido llamado a formar parte en 1913 de la nueva Federación Catalana y tras legislar exitosamente los estatutos y reglamentos de esta institución, fue requerido por la Federación Española poco después para hacer lo mismo con los de este organismo nacional que entre por unas y otras carecía de ambos. Cabot, hombre curtido y profesional, reparó en este detalle del que tenía experiencia y para solucionar el problema de las antigüedades dispuso para la Federación, al igual que había hecho con la catalana, un artículo que reconocía la fecha de antigüedad de un club fusionado en la más antigua de los clubs participantes, una decisión plausible que hacía justicia con la realidad, contentaba a todos y no admitía discusiones.

La Federación toma cartas en las fusiones

Los años fueron transcurriendo y el artículo permanecía inamovible, surgiendo en 1927 el edicto federativo que exigía a todos los clubs asociados estar debidamente registrados, además de otras consideraciones legislativas que no afectaban a este principio. Sin embargo, a finales de los años veinte y como consecuencia del profesionalismo, la Liga recién creada y las competiciones regionales, los clubs fueron paulatinamente endeudándose y empezando a no pagar puntualmente sus cuotas a la Federación, un punto en el cual este organismo era intransigente y no podía permanecer inflexible puesto que de su correspondiente abono dependía su futuro y su correcto rendimiento. La Federación persiguió a los endeudados e intentó expulsarlos de su seno, consiguiéndolo en la mayoría de los casos o al menos propiciando que se produjesen fusiones en las cuales se liquidaban las deudas. La política federativa dio un giro pronunciado y desde entonces prohibió a cualquier sociedad mantener deudas con las federaciones territoriales respectivas, siendo apercibidos los infractores de expulsión de la sociedad, multa, inhabilitación de empleo del nombre del club durante varios años y sanción de por vida de los dirigentes para volver a ocupar puestos con cargo. El artículo redactado por puño y letra de Ricardo Cabot cambió ligeramente su contenido y quedó así definido:

“De los clubs y asociaciones deportivas:

El club/asociación resultante de la fusión podrá denominarse como desee y será inscrito en el Registro de Entidades Deportivas de su región/país con el nuevo nombre si su denominación es distinta a la de los clubes/asociaciones fusionados, debiendo estarse en cada caso a lo que proceda en virtud de la normativa administrativa aplicable. El club/asociación resultante de la fusión se subrogará en todos los derechos y obligaciones de los anteriores y, en cuanto a su situación competicional, quedará adscrito a la categoría del que la tuviere superior y conservará la antigüedad federativa del primer inscrito en la región/país.”

El reformado artículo era tajante y concluyente, obligando a cualquier fusión a pasar por caja y liquidar todas sus deudas antes de recibir la autorización federativa para poder efectuarse legalmente. Además era benevolente, pues permitía al club resultante elegir entre conservar el nombre original de uno de los componentes o emplear uno nuevo. No cabe decir que cualquier club endeudado no podía fusionarse con otro/s mientras no saldase sus deudas y que en caso opuesto, no sólo no podría fusionarse sino que sería apartado de la competición. Esta apreciación significó la muerte deportiva de muchas sociedades cuyas deudas eran imposibles de abonar, teniendo sus dirigentes que ir a parar de forma velada a otros clubs saneados arrastrando a parte de las plantillas y empezando un nuevo camino en un club diferente al suyo pero acorde a la ley. Igualmente propició la aparición de nuevas sociedades que sin deudas iniciales irrumpían en las federaciones territoriales conservando el espíritu de las recién desaparecidas, aunque lógica y legalmente eran otras, un punto que muchos dirigentes actuales encubren intencionadamente en los historiales de sus clubs y disimulan con confusas pinceladas que enmarañan y tratan de ocultar un hecho real que supuso el fin de un club antecesor de cuya historia se han apropiado descarada y fraudulentamente.

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El objetivo de una fusión

Los caminos que pueden llevar a realizar una fusión por un determinado números de clubs, generalmente dos sociedades aunque en raras ocasiones sean más, son muy variopintos y entre las causas más comunes encontramos algunas como el deseo de conseguir una entidad potencialmente superior económica, social y deportivamente, la más frecuente sin duda, el rescate de una sociedad sin problemas económicos hacia otra que sí los tiene, la incorporación de un club con una cantera formada y estructurada en un club importante que carece de ella o la ha descuidado, la obligatoriedad de compartir un mismo terreno de juego, bien sea privado o municipal, el fallecimiento del principal sustentador económico de una de las sociedades y el desamparo que sufre ésta, un infortunio en forma de catástrofe natural, una desgracia como una confrontación bélica y en contadas ocasiones, la decisión caprichosa de uno o varios políticos, particulares o si se da las circunstancias, militares, que quieren elevar su ego dirigiendo clubs ya constituidos aportando su propio grano de arena.

Una vez producidas las causas, son los dirigentes de los clubs afectados los que contactan entre sí para establecer una serie de pautas o condiciones en las cuales se debe basar la unión para no incomodar a ninguna de las intervinientes creando un hipotético malestar innecesario y contraproducente. Estos acuerdos son estudiados y debatidos hasta el milímetro y una vez consumado el consenso entre los directivos de los clubs se procede a votar por separado en junta extraordinaria dicho paso, a su aprobación o no y a la firma del trato si procede. Es fundamental e importantísimo saber que una fusión no siempre contempla el que unos de los componentes continúe su historial, lo hagan las distintas partes o ninguna de ellas, es decir, la decisión de dar continuidad a un proyecto iniciado años antes tras la unión o por el contrario, iniciar uno nuevo, depende siempre de la voluntad de las partes que intervienen, reservándose estas el derecho de proceder en un sentido u otro aunque lo más común en el noventa por cien de las ocasiones sea seguir con el proyecto más antiguo.

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El peligro de las interpretaciones

Fusiones en nuestro país han existido muchísimas y cada una de ellas con unos criterios distintos acordados previamente entre los clubs, pero siempre dentro del elenco de posibilidades que recogen los reglamentos de las federaciones territoriales y la nacional, acogiéndose y ciñéndose a lo que marca la Ley pues quien las incumple queda fuera. Otro tema muy distinto es como las encaran los aficionados, qué opinan de ellas, cómo las consideran y si verdaderamente las entienden. Para un determinado grupo de aficionados poco o ligeramente interesados en estos temas legales, una fusión siempre significa que se le da continuidad al más antiguo de los clubs implicados, mientras que para otros, en las mismas condiciones, significa todo lo contrario, o sea que es un club nuevo. A estas dos corrientes o formas de pensar hemos de decirles que ni una cosa ni la otra y que nunca se debe incurrir en el gravísimo e irresponsable error de generalizar y abogar en un sentido u otro, un error muy común del que tampoco se libran otros aficionados que sí desean fervientemente indagar en estos aspectos. Para saber si el club resultante de una fusión es nuevo o uno ya existente hay que acudir al registro de sociedades, al propio club o en su defecto a la federación territorial afectada quienes nos los aclararán si el empleado de turno está por la labor, aunque existen otros medios que no vamos a reproducir en este artículo para no entrar en detalles estrictamente profesionales que nos confirman una decisión u otra.

Lamentablemente y después de un siglo de existir las fusiones en nuestro fútbol, existen algunas lagunas en medios comunicativos que nos han privado de indagar mucho más de lo que quisiéramos en determinados casos, aunque obedecen más al cómo que al resultado o solución final. En otros casos existen discrepancias respecto a las fusiones de ciertos clubs que por cuestiones formativas y de entendimiento de quienes investigan, o de opacidad por parte de la prensa en ciertos momentos políticos, todavía resultan conflictivos conllevando a tomar determinaciones que son totalmente erróneas y que al ser publicadas sin los datos y apreciaciones correctas, aumentan las confusión de quien los consulta, algo sumamente peligroso.

Conocer los intrínsecos de un club fusionado es vital para saber su historial, sus orígenes, principios, recovecos y todo lo que haga falta, con lo cual dependiendo de la información que dispongamos y su autenticidad seremos capaces de aproximarnos a la realidad si no estamos ya a lomos de ella. Cualquier paso en falso, empeño u obstinación en optar por vías ajenas a las históricamente contempladas en los reglamentos es perjudicial para el fútbol español y para nosotros, claramente rechazable.

© Vicent Masià. Octubre 2011.

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