por Vicent Masià
A principios de 1902 la ciudad de Madrid empezaba a despuntar dentro del panorama futbolístico español y al fin conseguía, con mucho esfuerzo, equiparar su nivel con dos ciudades que hasta ese momento parecían, a tenor de los comentarios y noticias periodísticas, tener un nivel deportivo un tanto superior: Barcelona y Bilbao. La constatación de este hecho fue obra fundamentalmente de dos hermanos, Juan y Carlos Padrós, dos comerciantes textiles que junto a otros compañeros de aventura habían creado a finales de 1899 una sociedad que en el futuro iba a ser una de las más importantes del mundo, el Madrid Foot-ball Club. Escindidos del Sky Foot-ball Club, entidad surgida en 1897, los hermanos Padrós mantenían con su empeño de forma oficiosa la entidad merengue hasta que el 6 de marzo de 1902, en medio de una ciudad gobernada por el alcalde Alberto Aguilera, decidieron legalizar la sociedad en la cual habían depositado todas sus esperanzas deportivas y sueños de grandeza. Era una gran fecha y en correspondencia a su importancia debía ser refrendada por un gran acto, un evento en el cual avisar al resto de sociedades futbolísticas con más renombre en el país que allí estaban ellos y además, dispuestos a dar guerra. Presidido por Juan, su hermano Carlos se dedicó a buscar un motivo que justificase tal deseo y astuto como era de inmediato lo encontró en torno a la figura del por entonces S.A.R. el Príncipe de Asturias, D. Alfonso. El joven Borbón, huérfano de padre, iba a prestar juramento de la Constitución en obediencia a la decisión de las Cortes de sustituir en la regencia a su madre, S.M. la Reina D.ª María Cristina y en conmemoración a estos sucesos se tenía previsto la celebración de diversos festejos que casualmente coincidían con las fiestas patronales.
Un concurso nacional
Los hermanos Padrós ya tenían justificante para su idea pero faltaba materializarla siguiendo el plan establecido. Decididos como eran, lograron audiencia con el alcalde Aguilera y obtuvieron de este, no sin gran trabajo, la cesión de un trofeo consistorial que constaba de una copa de plata labrada por el orfebre italiano Marabini y la promesa de incluir dentro de los festejos un concurso de fútbol del mismo estilo que la Copa Macaya que se disputaba en Barcelona desde hacía años. El paso siguiente era conseguir un terreno de juego apto para congregar a los curiosos que pudiesen darse cita y como sucediese con sus anteriores tentativas, todo les vino de cara y la cesión de una de las pistas del Hipódromo de la Castellana quedó apalabrada. La intención de ambos hermanos claramente pasaba por que acudiesen a tal concurso no sólo los clubs madrileños existentes, sino las mejores sociedades del país, sobre todo las tan renombradas bilbaínas Vizcaya Athletic Club y Bilbao F.C., junto a las barcelonesas Club Español de Foot-ball, F.C. Barcelona e Hispania Athletic Club, conjuntos que ostentaban a sus espaldas la etiqueta de imbatibles.
Para captar la atención de estos, los hermanos Padrós amparándose en la cobertura que les ofrecía el Madrid F.C., se encargaron de redactar unas bases que fueron publicadas en prensa y transmitidas a estos clubs, además de otras sociedades como el Sport Club Català y el Universitari F.C., ambos de Barcelona, que aquí reproducimos:
Concurso de Madrid 1902
Bases
‘Concurso organizado por el club Madrid F.C. cuyo premio consiste en una copa de plata cedida por el Excmo. Ayuntamiento de Madrid’.
1ª. Podrán tomar parte, en este concurso, todas las sociedades españolas de Foot-ball Association, inscribiéndose hasta el 1º de mayo, para lo cual podrán dirigirse al presidente de la sociedad Madrid F.C., calle de Alcalá, 48, Madrid.
2ª. Al inscribirse la Sociedad, presentará la lista del equipo con un número ilimitado de suplentes.
3ª. El premio quedará propiedad legítima de la Sociedad que lo obtenga.
4ª. Se jugará por series, sorteándose los equipos dos a dos, y por este procedimiento será vencedor el que gane la última serie.
5ª. En caso de empate, el juez árbitro podrá prolongar el partido por tiempo de 15 minutos.
6ª. Los partidos se jugarán por cualquier tiempo, sin no hay acuerdo en contra por parte de los capitanes respectivos.
7ª. Los jueces se nombrarán de común acuerdo entre los capitanes de los equipos litigantes. En caso de que estos no lleguen a un acuerdo, será el Jurado el que lo haga. El juez árbitro, tendrá obligación de dar cuenta al Jurado en acta firmada por él y los dos capitanes respectivos, y no se aceptará ninguna reclamación pasadas las cuarenta y ocho horas.
8ª. Diferencias y reclamaciones de cualquier índole, tienen que hacerse por escrito al Jurado, que se reserva el derecho de resolver.
El fútbol en España, un deporte en pañales
La respuesta a esta convocatoria fue la que cabía esperar en un país en el cual el fútbol era todavía un deporte en estado embrionario que se estaba expandiendo a un ritmo muy lento. De la zona norte en Galicia no existía ningún club medianamente organizado y tan sólo había equipos en Vigo formados por británicos de la compañía del cable, mientras en Asturias el hueco era mayor y la ausencia casi total, lo mismo que en Cantabria. Sólo había fútbol en Vizcaya y Guipúzcoa, sobre todo concentrado en la capital vizcaína donde residían las potentes sociedades Bilbao F.C., originada oficiosamente en 1898 y Vizcaya Athletic Club, fundado en 1901, acompañados del guipuzcoano Irún F.C. y quedando Navarra relegada a la práctica en colegios pamploneses. En la meseta el fútbol quedaba restringido al área de Madrid y la proliferación de sociedades era muy reciente dando señales de vida el propio Madrid F.C., el New F.C., nombre adoptado en marzo por el Sky F.C. tras la escisión que había originado el Club Español de Foot-ball y las más humildes Association Sportive Francaise y Sociedad Gimnástica Española, que tenía una sección de fútbol entre algodones. Regiones enteras como Aragón, La Rioja y las dos Castillas eran ajenas a este deporte y en Extremadura la labor la había iniciado Luciano Sampérez en el Gran Gimnasio de Badajoz.
En la costa mediterránea el fútbol sí estaba desarrollado, sobre todo en Cataluña, región en la que Barcelona se llevaba la palma con multitud de sociedades como el F.C. Barcelona, Sport Club Catalá, Hispania Athletic Club, Club Español de Foot-ball, Universitari F.C., Irish F.C., Condal, etc., existiendo también clubs en localidades de la provincia como Sabadell, Vilafranca i La Geltrú y Torelló, además de en las limítrofes como el Palamós F.C. en la provincia de Girona o el Tarragona F.C. en la provincia del mismo nombre. Hacia el sur el fútbol era menos significativo y en Valencia quedaba reducido a encuentros entre marineros británicos y jóvenes del marítimo barrio del Cabanyal, mientras en Alicante y Elche apenas se recordaban algunos testimonios de ver a extranjeros jugando en la playa. En Murcia parecía más arraigado y Águilas era su principal foco con el Sport Club Aguileño nacido en 1900 o Lorca, la ciudad del sol, con el Lorca F.C.
En el sur para hablar de fútbol era necesario desplazarse hasta Huelva donde desde 1889 existía el Huelva Recreation Club, sociedad decana del fútbol español y pionera junto al también onubense Riotinto F.C. en el crecimiento de este deporte, pero también existía un foco en la capital andaluz, Sevilla, donde los ingleses en 1890 ya habían dado muestras de existencia al disputar varios encuentros frente a los onubenses aunque, eso sí, sin llegar a consolidarse como club.
En los archipiélagos el balompié estaba en pleno desarrollo de modo que en el balear era de muy reciente constitución el Club España, de Palma, una sociedad ligada al Círculo Ciclista de la capital mientras que en el canario, donde el fútbol había sido implantado con antelación, era más notorio sobre todo concentrado en las capitales provinciales de Santa Cruz de Tenerife donde existían el Club Británico, formado exclusivamente por ingleses y el Club Añaza, por tinerfeños, y de Las Palmas, donde se recordaban encuentros del Gran Canary F.C. y Las Palmas F.C., dos nombres quizás para una misma sociedad integradas igualmente por británicos. La situación económica de estas entidades distaba mucho de lo que el Concurso de Madrid requería y ninguna de ellas, principalmente por razones económicas y sobre todo por la gran distancia en el caso de los canarios, aceptó si quiera la más remota posibilidad de acudir a la cita.
El desafío entre vascos y catalanes
Con estas premisas pocas eran las sociedades que podían concurrir al Concurso de Madrid, las unas porque estaban compuestas por jugadores totalmente aficionados escasos de recursos e imposibilitados de ausentarse de sus domicilios durante varios días y las otras porque además de estos inconvenientes les separaba la distancia. Las posibilidades de éxito se limitaban a clubs madrileños, vascos y catalanes, los más poderosos y únicos candidatos reales a aceptar el guante que se les había lanzado, pero no iba a ser fácil, ni mucho menos. En mitad de marzo los clubs de Bilbao habían recibido notificación por parte del conjunto francés de Burdeos, Burdigala, de disputar una serie de encuentros para medir fuerzas, aceptando ambos pero con la condición de no presentarse por separado sino de forma conjunta mediante un combinado, selección de los mejores jugadores de Vizcaya A.C. y Bilbao F.C. Los galos aceptaron y el combinado bilbaíno bajo el nombre de Club Vizcaya se impuso 1-2 en tierras francesas y 7-0 en Lamiako. Esta noticia causó un gran revuelo y los presidentes de los clubs bilbaínos, Carlos Castellanos por parte del Bilbao F.C. y Juan Astorquía por parte del Vizcaya A.C., crecidos por tan magníficos guarismos, empezaron a retar al campeón catalán, el F.C. Barcelona, para realizar una serie de encuentros para ver quien era el mejor de España. Hans Gamper, presidente de los barcelonistas, aceptaba el reto de buen gusto y tan sólo faltaba concretar fecha y hora para despejar dudas. La redacción de las bases del Concurso de Madrid y su posterior publicación, además de comunicación privada por parte de Carlos Padrós a todos ellos invitándoles a acudir, hizo que este torneo de repente fuese el más indicado para sus intenciones y todos ellos en principio aceptaron.
El concurso en peligro
La fecha límite de inscripción era el 1 de mayo y apenas una semana antes otras sociedades como el Club Español de Foot-ball de Barcelona y New F.C. de Madrid habían dado su conformidad, de modo que a pocas fechas de disputarse el evento seis eran los clubs que a priori iban a enfrentarse: Madrid F.C. y New F.C. por Madrid, Vizcaya A.C. y Bilbao F.C. por Vizcaya y F.C. Barcelona y Club Español de Foot-ball por Barcelona. Dos clubs por cada una de las provincias que en esos momentos eran las más importantes de España a nivel futbolístico y que se disputaban la supremacía a nivel nacional. Ninguno de estos clubs se había enfrentado nunca a los de otras provincias y su memoria quedaba reducida a los duelos entre clubs de la misma localidad, un hecho que resultaba francamente atractivo para el desarrollo de la prueba.
Cuando todos se las prometían felices, sin embargo todo quedó frustrado el martes 29 de abril, apenas dos días antes del cierre del plazo de admisión, cuando los clubs bilbaínos notificaron mediante telegrama urgente al F.C. Barcelona que no iban a acudir al certamen madrileño. Hans Gamper montó en cólera por todo el trabajo perdido en el montante de la operación y presto llamó a Carlos Padrós indicándole que los azulgranas desestimaban acudir pese a las ganas que tenían de batirse especialmente con el Bilbao F.C., el teóricamente rival más fuerte de los clubs bilbaínos. No obstante, Gamper quería mantener buenas relaciones con los vizcaínos y acudiendo a la prensa advirtió a ambos que su campo quedaba abierto a que lo visitasen cuando quisieran y que Barcelona les iba a recibir con los brazos abiertos. Ante tal situación extrema, Carlos Padrós reaccionó de inmediato viendo que su concurso, ese en el que llevaba dos meses implicado todo el día, podía ir al traste en apenas cuarenta y ocho horas, dando una moratoria hasta el 5 de mayo para tratar de convencer a bilbaínos y barceloneses de que desistieran de su actitud y volvieran a implicarse en el certamen puesto que de su presencia dependía el éxito o el fracaso. Buen negociante pareció resultar Padrós, puesto que en los días siguientes todas las sociedades implicadas en el problema parecieron reconsiderar sus posturas y el 2 de mayo aceptaron acudir a Madrid. Sin embargo para llegar a ese acuerdo, como siempre sucede en una negociación, ambas partes tuvieron que ceder y los clubs bilbaínos, quizás temerosos de perder su supuesto favoritismo y teórica preponderancia en el fútbol español, sólo aceptaron con la condición de acudir mediante la fórmula de combinado tal y como lo habían hecho en marzo ante el Burdigala francés. El F.C. Barcelona no tuvo más remedio que consentir tal maniobra para que el torneo siguiese adelante pese a que suponía un mayor reto al enfrentarse no a uno de los mejores conjuntos de la época, sino a un combinado de los dos mejores, algo que no cuadraba en su idiosincrasia y que suponía una modificación significativa de lo que es la deportividad y sus valores.
13 de mayo. Empieza el espectáculo
Con estas el Concurso de Madrid se inició definitivamente el 13 de mayo con cuatro clubs: Madrid F.C., New F.C., Club Español de Foot-ball y F.C. Barcelona, más un combinado bilbaíno denominado Vizcaya-Bilbao o Bizcaya Team según la fuente que la prensa resolvió simplificándolo en Club Bizcaya. Dado que eran número impar los contendientes, cinco en lugar de los seis que se esperaban, se efectuó un sorteo para reducir el número de aspirantes a conseguir la copa de modo que quedasen reducidos a cuatro y tras unas semifinales se disputase la gran final. El sorteo deparó que Club Bizcaya y Club Español de Foot-ball se viesen las caras en la previa ese día inicial a las nueve de la mañana, resultando vencedores los bilbaínos quienes se impusieron cómodamente por 5-1 dejando a los barceloneses eliminados. La primera de las semifinales se disputaría también esa misma fecha, pero a las once de la mañana, una vez finalizada la eliminatoria previa y con los concurrentes F.C. Barcelona y Madrid F.C. Los azulgranas ganaron con algunos problemas más a los madridistas, 3-1, que los bilbaínos habían tenido con sus paisanos, siendo los primeros finalistas. Quedaba por definir quién iba a ser el segundo finalista. El sorteo había deparado que el vencedor de la eliminatoria previa se enfrentase al New F.C., esto es, el Club Bizcaya, llevándose a cabo el partido el día siguiente 14 de mayo con el impresionante resultado a favor de los bilbaínos de 8-1. Sólo restaba disputar la gran final y a ella acudían los dos máximos favoritos, aunque uno de ellos reforzado ventajosamente al tratarse de un combinado. El encuentro se resolvió el 15 de mayo a las cuatro de la tarde cuando los bilbaínos doblegaron a los barceloneses por 2-1, tantos de Astorquía y Cazeaux por uno del azulgrana Parsons. Tras finalizar el encuentro y ante la mirada atenta de todos los espectadores que se habían dado cita, se hizo entrega de la copa que había diseñado el orfebre Marabini y donado el Ayuntamiento de Madrid al Club Bizcaya, vencedor del concurso. Para cerrar el evento y aunque en las bases del torneo no venía especificado, se jugó el 16 de mayo un partido de consolación entre las sociedades Madrid F.C. y Club Español de Foot-ball, la denominada Copa Gran Peña, yendo a las vitrinas madridistas al imponerse por 3-2.
Consecuencias del Concurso de Madrid
Este Concurso de Madrid celebrado en 1902 en virtud a la jura de la Constitución por parte de S.M. el Rey D. Alfonso XIII, a pesar de que no era un Campeonato de España de fútbol ni fue promocionado con tal finalidad, si puede ser considerado como el punto inicial o piedra de toque tras el cual los principales clubs españoles iban a tomar conciencia de la necesidad de crear un torneo de estas características para dilucidar con otras reglas y otras especificaciones más elaboradas quién podía ser el mejor club del país. Tras la conclusión del Concurso de Madrid el eco de este torneo, a pesar de sus aciertos y errores, que los había habido y muchos, se expandió por toda España y como detonante o revulsivo, nacieron bien en ese mismo año o en 1903, gran cantidad de sociedades que sentaron definitivamente un deporte que hasta la fecha era casi desconocido. En Santander se fundaron en 1902 el Cantabria F.C. y poco después el Santander F.C., mientras en 1903 surgía en Gijón el Gijón Sport Club, en Oviedo el Oviedo F.C., en San Sebastián el S.S. Recreation Club, en Valencia el Club Español de Foot-ball, en Cartagena el Cartagena Foot-ball, el Huelva Recreation Club se registró como Club Recreativo de Hueva, en la capital aragonesa surgió el Zaragoza F.C. y así hasta un sinfín de clubs.
Pero no sólo afectó a la promoción de nuevas sociedades, sino que fue tomado como ejemplo de los problemas que acarreaba la desunión de los clubs, cómo se debía de afrontar un campeonato y qué tipo de errores no debían ser permitidos. Después del concurso los clubs catalanes viendo que los inconvenientes surgidos en Madrid eran los mismos que una y otra vez repetía la Sociedad Gimnástica Española, organismo que hasta la fecha les regía, decidieron crear su propia federación particular dedicada al deporte que en exclusividad practicaban, naciendo el 12 de noviembre de 1902 la Asociación de Clubs de Foot-ball, con limitación al ámbito barcelonés y en 1907 convertida en Federación Catalana de Clubs de Foot-ball. En Madrid el ejemplo catalán fue seguido al pie de la letra y a principios de 1903 surgía la Agrupación Madrileña de Sociedades de Foot-ball, también conocida como Unión Madrileña de Clubs de Foot-ball Association que presidía Carlos Padrós.
La presencia en Madrid de varios presidentes de sociedades importantes con motivo de la realización de este torneo no fue aprovechada sólo por Carlos Padrós y por el Madrid F.C. para darse a conocer a nivel nacional, sino que hubo alrededor de este acontecimiento más personas implicadas que tenían otras ideas quizás aún más amplias y poderosas. Entre los actos oficiales y los encuentros, Ceferino Rodríguez Avecilla, presidente del Club Español de Foot-ball de Madrid, contactó con Hans Gamper, Carlos Castellanos, Juan Astorquía y Josep María Miró con el fin de crear una asociación española de clubs y defender conjuntamente los intereses de estos tal y como empezaba a suceder en otros países europeos. Esta iniciativa que recibió el nombre de Unión de Clubs, pretendía convertirse en la primera Federación Española de Clubs de Foot-ball, además de ser la encargada de organizar el Campeonato de España, una iniciativa que no llegó a cuajar por la falta de miras de la época y las rencillas que de inmediato surgieron entre Rodríguez Avecilla y Carlos Padrós, ambos con casi las mismas pretensiones, pero demasiados eran dos gallos para el mismo corral.
© Vicent Masià. Abril 2011.