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titular HF Origenes futbol espanol

por Vicent Masià

 

Los diferentes pueblos que tan distintos en superficie y tan iguales bajo la piel conformamos España, históricamente hemos demostrado que de forma individual somos capaces de alcanzar grandes logros, pero de forma colectiva todavía nos queda mucho que aprender. Nuestra peculiar idiosincrasia que un día nos llevó a reunir un imperio donde no se ponía el sol, también fue capaz de arruinarlo a través de dirigentes poco cualificados cuando no decisiones poco acertadas o sumamente egoístas que no beneficiaban al grupo, sino al individuo. La lenta pero imparable caída del imperio español en manos de pésimos rectores fue un incalculable lastre que nos hizo ser invadidos en principio militarmente por los franceses recién estrenado el s.XIX, para final y económicamente por estos y británicos a partir de su segunda mitad. Los escasos recursos del gobierno, ávido de dinero para cubrir el déficit del estado, amortizar la deuda pública e invertir en infraestructura, promovieron la ejecución de dos desamortizaciones casi consecutivas, las de Mendizábal en 1836 y Madoz en 1855, siendo esta última quien más recaudación conseguiría a costa de expropiar grandes posesiones nacionales en manos del Estado, del clero, de las órdenes militares y las comunes de las localidades, desprendiéndose de todas ellas al mejor postor.

España demandaba una inmediata industrialización para seguir el ritmo de las grandes potencias y no quedar rezagada. La inversión en siderurgia para producir acero precisaba de carbón como combustible, el transporte de carbón de un área a otra requería ferrocarriles y los barcos de vapor ideados para transportar grandes tonelajes consumían carbón debiendo ser construidos con hierro y posteriormente acero, cerrándose así un ciclo para el cual no estábamos preparados. Para afrontar este reto con un mínimo de garantías, el Estado crea en 1856 la Ley de Sociedades de Crédito y su inmediata consecuencia es el origen de tres magnas instituciones: la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español, con capital francés y constituida para dar cobertura al déficit presupuestario español a través de adquisiciones de deuda pública y la financiación de empresas del sector público, entre ellas la Compañía de Camino de Hierro del Norte de España. En segundo lugar la Sociedad Española Mercantil e Industrial, con capital alemán y fundadora de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante, mientras tercera sería la Compañía General de Crédito de España, con capital francés y partícipe en la Compañía del Ferrocarril Sevilla-Jerez de La Frontera y Cádiz, además de algunos ferrocarriles catalanes. Todas las compañías tuvieron que importar locomotoras a vapor británicas, las mejores sin duda del mecado y con ellas a técnicos y personal experimentado para construir los tendidos, quedándose algunos de ellos a vivir en nuestro país donde establecían su residencia.

1868 y la Ley de Bases

Durante este proceso de venta del patrimonio 1868 fue un año clave, pues en el mes de marzo se promulgó una Ley de Bases que autorizaba la concesión de minas a perpetuidad tanto a interesados nacionales como extranjeros, todo ello a cambio de un pago cuantitativo al Estado en algunos casos negociable. El capital francés y sobre todo británico que venía actuando de forma encubierta invirtiendo grandes sumas en participaciones de empresas nacionales dirigidas por testaferros locales para esquivar las medidas arancelarias del Estado, caso de las principales navieras vizcaínas y de las barcelonesas y sevillanas en menor escala que se sumaban a las compañías de ferrocarril, vio una oportunidad inmejorable para invertir directamente e instalarse en un país que le era tradicionalmente ajeno y en el cual había bastante que ganar. A diferencia de los franceses, los británicos llevaban muchos años de adelanto y sus empresas, superiores en recursos y en número, gozaban de una gran experiencia que en España tuvo el camino abonado para su despliegue. Entre 1868 y 1872, en caso de no existir con anterioridad, los grandes capitales británicos arropados por líneas de crédito asequibles avaladas por el sector bancario, tuvieron tiempo más que suficiente para organizarse, unirse y crear grandes empresas que optaran al caramelo español, siendo a partir de 1873 cuando el desembarco del contingente industrial es masivo. En este año se instalan, o en algunos casos se refuerzan, algunas empresas que por su carácter dinámico y grandes proporciones serán vitales tanto para el desarrollo económico de las áreas de residencia como para el deporte como más adelante veremos.

1873, llegan las grandes empresas

Vigo. Llega a la ciudad, que apenas cuenta con 15.000 habitantes, la Eastern Telegraph Company Ltd., un consorcio británico fundado apenas un año antes que tenía como misión unir telegráficamente mediante el tendido de cable submarino la localidad de Portcurno, situada en el extremo suroeste de la costa de Inglaterra, con Vigo y desde aquí con Lisboa. Los británicos traen su propia flota y sus técnicos, estableciéndose en la localidad y formando una pequeña colonia que poco a poco irá creciendo convirtiéndose en todo un símbolo vigués.

Barcelona. La capital catalana, con 272.000 habitantes, es elegida sede por la naviera británica de origen escocés McAndrews & Company Ltd. para establecer una base operativa desde la cual conectar con los principales puertos mediterráneos y a través del Canal de Suez, recién estrenado, con India. La empresa ayuda con su presencia a aumentar el volumen de mercancías del puerto barcelonés, siendo una plaza muy importante para la importación de maquinaria británica y exportación de manufacturas y productos catalanes, además de servir como escala para los productos británicos que van dirigidos a Oriente o proceden de aquella remota zona. Allí mismo constituye una filial, José Roca y Compañía, consolidando un imperio en España que tiene otras ramificaciones y que dará como resultado la presencia de una considerable colonia británica en la ciudad condal la cual se incrementa con los compatriotas que sirven a la industria textil.

Sevilla. La ciudad hispalense cuenta con 143.000 habitantes y un puerto fluvial que desde 1959 mantiene contactos con la naviera Robert McAndrew & Company Ltd. a través de su testaferro John Cunningham. Ambas navieras aúnan esfuerzos y en 1861 crean Miguel Sáenz y Compañía, estableciendo una línea marítima con Liverpool. En 1872 llega a la ciudad Edward F. Johnston, quien toma el timón de McAndrews & Company Ltd. en Sevilla y es además sirve como vice-cónsul.

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Bilbao. Con algo más de 38.000 habitantes, la capital vizcaína es sede desde hace bastantes años atrás de importantes navieras que tienen participación anglo-bilbaína. La conectividad con Newcastle, Southampton y Portsmouth es frecuente, así como Liverpool, reforzándose la relación con los británicos a través de la siderurgia, sector importantísimo en el cual la maquinaria procedente del archipiélago es básica.

Riotinto. El consorcio británico Rio Tinto Company Ltd. consigue de manos del gobierno la concesión para la explotación de las minas de cobre sitas en la localidad, produciéndose la llegada de muchos ciudadanos de esta nacionalidad en busca de fortuna a la par que técnicos para su dirección. Se crea un barrio típico inglés para albergar esta población a similitud de las existentes en las islas, exclusivista y de acceso denegado para la población autóctona.

Huelva. La capital onubense que cuenta con 18.000 habitantes se convierte en el puerto por donde las extracciones de Riotinto tienen salida. La dirección de Rio Tinto Company Ltd. se establece allí formando su propio barrio y dando un empuje a la actividad local de la cual saldrá ampliamente beneficiada, convirtiéndose la colonia británica en su verdadero motor con una presencia omnipresente en toda la economía e incluso a nivel político dejando patente su influencia.

Los británicos y sus costumbres

Los británicos instalados en España vinieron en plena época victoriana con todo lo que ello suponía. Desde la cima del mundo y con un imperio real en el cual reinaban económica y políticamente, su integración en un país decadente como el nuestro que estaba sumido en plena descolonización y lleno de deudas fue una quimera. Allí donde se instalaban en masa, Riotinto primero, Huelva o la barcelonesa Sant Vicenç de Torelló más tarde, edificaban sus propios barrios y se distanciaban de la población autóctona, trayéndose todo lo indispensable desde su procedencia y desdeñando lo aquí existente. Su relación directa con los españoles fue practicamente nula y tan solo en lo laboral y lo político, a causa de sus intereses, había trato al existir trabajadores o técnicos nativos con capacidad de mando. Con el paso de los años y el nacimiento de una nueva generación, su integración progresó ligeramente, convirtiéndose a resultas de sus intereses en una sociedad determinante para la toma de decisiones políticas y negocios que aportasen rendimiento económico.

Sin embargo esta sociedad tan hermética y cerrada, a diferencia de la española más extrovertida y abierta, reunía una serie de cualidades que no solo la hacían diferente, sino única por el particular contenido de las actividades que en grupo realizaban. El residir en un país ajeno y con costumbres extrañas a su visión de la vida y cómo debía ser esta según su pretendida superior óptica, posibilitaron la creación de lugares sociales en los cuales poder reunirse compartiendo sus tradiciones como si del Reino Unido se tratase: los clubs. Los clubs inicialmente fueron casas cedidas por sus propietarios para el desarrollo de actividades de grupo, además de un punto neurálgico en los cuales la comunidad departía sus vivencias diarias y mantenía diversas relaciones sociales entre sus componentes. Una de las principales actividades era la lúdica, piedra angular para combatir el ocio en la cual los británicos eran maestros disponiendo de una serie de recursos entre los cuales los deportivos solían ser los favoritos entre la población masculina, acaparando un repertorio hasta entonces desconocido en España. Deportes como el lawn-tennis, cricket, rugby, polo, remo y en menor medida un todavía no definido fútbol, formaban parte de su amplio fondo de armario y la práctica ocasional con motivo de fiestas o celebraciones era común a todos ellos.

La consolidación de los British Club

El asentamiento de la población británica, siempre ligada a una empresa o empresas fuera cual fuera su actividad económica, supuso la consolidación de estos clubs quienes adquirieron lenta o hasta en alguna ocasión, rápida e inexorablemente, proporciones más grandes a medida que se incorporaban más personas y se ampliaban las actividades del grupo. Tal fue el nivel que alcanzaron algunas agrupaciones en pocos años que el ritmo de gastos empezó a dispararse considerablemente y a precisar de una organización más eficaz. No bastaba con tener un local de reunión cedido por uno de sus integrantes, sino que se demandaba una gerencia con diversos cargos que administrasen al resto, una aportación participativa equitativa de cada uno de los interesados para manutención y adquisición de las propiedades y un local social acorde a su nivel: se creaba una sociedad.

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En el caso de España el primer club del que se tiene constancia por escrito es el Club Inglés de Riotinto, vinculado a la Rio Tinto Company Ltd. y creado en 1878. La misma compañía creará en 1889 pero en la ciudad de Huelva otro club, el Huelva Recreation Club, surgiendo a la par y en torno a esa misma fecha el Sevilla Foot-ball Club primitivo y el Club Inglés de Málaga cuyo nombre y directiva no han trascendido todavía, aunque no sería desdeñable la existencia de uno en Jerez de la Frontera anterior a todos los mencionados por la crónica fechada en 1870 sobre algunas prácticas deportivas en la ciudad, actividades exclusivas y restringidas a los británicos. El suroeste español parece llevar la iniciativa en este sentido en cuanto a la formación de British Club se refiere y gracias a las aportaciones que constan en prensa, pero ciudades como Vigo, Bilbao o Barcelona, quedan tan solo por un par de años a nivel periodístico rezagadas al no existir testimonios sobre su existencia en 1889 o 1890 que las equiparen al suroeste, una tarea aún pendiente en la hoja de ruta de los historiadores.

Los inicios del fútbol asociación en España y la prensa

Hablar de fútbol moderno en 1863, fecha en la cual se crea la Football Association y compararlo al de hoy en día tal y como lo conocemos es una cuestión sumamente aventurada por la evolución que este deporte ha sufrido, sobre todo en sus primeros años de existencia. Ya en 1882 se acordó crear la International Football Association Board para regularizar y unificar las reglas con las cuales se debía disputar un encuentro, hasta entonces algo dejado al libre albedrío en las cuatro federaciones británicas, pero no sería hasta 1886 cuando este órgano empezó a consensuar su trabajo. En la España decimonónica de la década de los años setenta el fútbol que se pudo practicar en alguna localidad debió de ser algo accidental y más que probable protagonizado por un escaso número de jugadores, además de algo circunscrito a un ambiente privado, sin apenas reglas y distante de lo que ocurría en el archipiélago por su naturaleza todavía indefinida. Tan solo tenemos documentado un pasaje y se rememora a noviembre de 1870 cuando en la ciudad de Jerez de la Frontera acontece un encuentro en el cual según atestigua la prensa ‘gozarán los aficionados a porrazos de un rato de football’, es decir, siendo realistas y no dejándonos arrastrar por el corazón, debió de tratarse de football rugby y no football association o como diría un cronista del onubense diario La Provincia en 1888 refiriéndose al recién reglamentado fútbol, ‘la particularidad de este deporte es que no se juega con las manos o a paletas, sino con los pies, incluso en casos apurados con los hombros o con la cabeza’.

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Retomando la cronología pasamos a la década de los años ochenta. En esta fase las empresas con capital y personal británico ya están asentadas en nuestro país y sus trabajadores y directivos, ‘staff’, familiarizados con su entorno. Los primeros barrios coloniales se han edificado como el de Bella Vista en Riotinto (1883), mientras en Huelva reside el staff, estando los ciudadanos británicos más dispersados en Vigo, Sevilla, Barcelona y Bilbao, donde carecen de zonas residenciales exclusivistas y viven junto al resto de vecinos autóctonos en medio de una aparente integración.

Sin embargo, ¿qué ocurre con el fútbol, su práctica y quienes lo llevan a cabo? Todas estas interrogantes son difíciles de responder y aunque todo apunta a que Riotinto es la cuna, lo cierto es que el resto de ciudades mencionadas también pueden anotarse ese tanto, si se le puede denominar tanto, porque al fin y al cabo no lo hacemos nosotros, sino ellos – los británicos -. Para dar una respuesta lo más fiel posible a lo ocurrido hemos de partir de varias premisas: a) la prensa interesada es quien con sus crónicas da crédito a hechos futbolísticos acontecidos en esas fechas, b) existen hechos que ocurrieron no reflejados en prensa porque no eran de interés para esta, c) no todos los clubs practicaron fútbol desde sus inicios ni todos los británicos llegaron a España sabiendo jugar, y d) al tratarse de clubs británicos, sociedades privadas, costumbristas y alejadas de la población autóctona y sus leyes, apenas dejaron constancia de sus vicisitudes en la mayoría de los casos.

El papel de la prensa en nuestra investigación es fundamental, básica y el mejor vehículo que nos conduce al pasado, con la clara e insalvable desventaja de que dependiendo de dónde sea nos encontraremos con más, menos o ninguna información. En ciudades como Huelva su aportación es meritoria dado que la amplia colonia británica suscita interés, está en una situación privilegiada y goza del beneplácito de las fuerzas vivas locales al ser su mayor fuente de ingresos, convirtiéndose en fuente de saber para quien indaga incluso en otros clubs pertenecientes a otros lares. En cambio en ciudades como Vigo, Sevilla, Bilbao o Barcelona las colonias británicas son minoritarias y la próspera burguesía local, al nivel de estas y además autóctona, sobre todo en las tres últimas, requiere mucha más atención que las procedentes de otros países. Esta situación cambiará levemente en la década de los años noventa cuando se creen en Bilbao y Barcelona periódicos deportivos que sí tengan sensibilidad a estos menesteres.

En cuanto a los testimonios orales estos son susceptibles a error y documentación legal generada por el Estado no existe porque ninguna de estas sociedades se registró como ordenaba la Ley de Sociedades de 1887 hasta bastantes años después y empezado el s.XX. En medio de este pajar hemos de buscar las agujas y aunque a veces pinchan de inmediato, en otros casos pasan desapercibidas y todavía no se han encontrado. La prensa es pues quien de momento pone o quita fechas, quien confirma hechos con pruebas y quien abre sospechas con indicios. Vamos a probar pues.

Los pioneros

Con todos los datos que manejamos en la actualidad, salvo aparición de nuevas exhumaciones, el primer club británico en jugar a fútbol según las reglas de la IFAB sería el Club Inglés de Riotinto, cuya práctica se iniciaría alrededor de 1886 si nos atenemos a que es la fecha cuando la IFAB emite su reglamentación universal. Aunque existe el testimonio de Daniel McMillan Young quien asegura haberlo practicado desde 1881 en Riotinto, este diferiría reglamentariamente del legalizado. De este Club Inglés de Riotinto, recreativo y polideportivo, nacería el Riotinto Foot-ball Club, pero con toda probabilidad sería posterior a 1889 dado que el propio Young asegura en su testimonio que el Huelva Recreation Club fue el primero en justificar su situación a diferencia de los clubs de Sevilla y Riotinto que lo harían poco después.

El segundo club británico sería el Huelva Recreation Club, sociedad recreativa y polideportiva nacida el 23 de diciembre de 1889 quien también debió de jugar con antelación, probablemente desde 1886 con las reglas IFAB y frente a los clubs de Riotinto y Sevilla. El tercero de esta serie sería el Sevilla Foot-ball Club, fundado con anterioridad al 25 de febrero de 1890 y con unos socios que practicaban el fútbol desde hacía varios años atrás, concretamente cada Navidad y casualmente frente a los clubs británicos de Riotinto y Huelva, lo que nos retrotrae nuevamente a 1886, aunque siguiendo los patrones de Riotinto y Huelva quizás debió de emerger de un Club Británico. Según la prensa sería el primer club británico en suelo español dedicado a la práctica de fútbol exclusivamente. Cuarto en cuestión y sin más dato que el aparecido en prensa tras la disputa de un encuentro frente al Huelva Recreation Club sería el Club Inglés de Málaga, ciudad que contaba con una importante colonia originaria del Reino Unido y que ante la falta de seguimiento por parte de la prensa malagueña nada sabemos.

Tras los clubs andaluces, continuando en el tiempo y siguiendo lo aparecido en prensa hemos de trasladarnos a Bilbao. En 1892 es publicitado un encuentro protagonizado por el Club Atleta de Astilleros del Nervión en un cartel escrito íntegramente en español, el Athletic Club formado por británicos originariamente del cual desconocemos fecha exacta de fundación y si con anterioridad existía un Club Británico con intereses recreativos o si jugaban al fútbol. Probablemente así fuese a tenor de que la empresa siderúrgica nació en 1888. Cambiando de provincia pero siguiendo en el norte nos trasladamos a Barcelona. La ciudad condal cuenta con una sociedad integrada plenamente con socios españoles, el Real Club de Regatas fundado en 1881, la primera sociedad netamente española en jugar a fútbol quien el 25 de diciembre de 1892 disputa un encuentro en el Hipódromo de Bonanova. No es el único club que existe y a principios de 1893 ya está el Club Inglés con quien se enfrenta en varias ocasiones. Desconocemos si el Club Inglés se funda antes de 1893, pero desde luego está organizado, resultando de una gran parte de estos y de unos pocos regatistas la Sociedad de Foot-ball Barcelona en otoño de ese año. A finales de década y concretamente en 1899 nacerán el Foot-ball Club Catalá y el Foot-ball Club Barcelona, las dos primeras sociedades españolas dedicadas inicial y exclusivamente al fútbol registradas legalmente en España. Finalmente y cerrando este periplo por el norte llegamos a Vigo, ciudad portuaria donde a expensas de la Eastern Telegraph Company Ltd. nace el Exiles Cable Club en fecha desconocida y quien protagoniza un encuentro en enero de 1895, mientras la empresa asegura en sus informes aunque sin documentación, que en 1893 ya existía y que desde años antes jugaban al fútbol en el Relleno.

Si en la península sucedieron así las cosas, no debemos de olvidarnos del origen del fútbol canario, maltratado y abandonado en la distancia por casi todos los historiadores. Fueron también los británicos sus impulsores, sobre todo en la isla de Gran Canaria y concretamente en el Puerto de La Luz, en cuya construcción participaron compañías como la Swanston & Company Ltd., financiaron entre otros Thomas Miller o establecieron empresas como la Grand Canary Coaling Company Ltd., surgiendo en 1894 el Grand Canary Foot-ball Club al abrigo de la ya numerosa colonia británica.

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Los Higienistas

‘Mens sana in corpore sano’ es la famosa cita de Juvenal y aunque originalmente se refería a la necesidad de equilibrio entre espíritu y cuerpo, pronto fue tomada por la corriente higienista del s.XIX como propia y transformada como equilibrio pero entre mente y cuerpo. Militares, gimnastas y sobre todo educadores fueron sus máximos defensores, divulgando entre sus alumnos una enseñanza entre la cual el cultivo del deporte era una asignatura indispensable para lograr una perfecta armonía entre mente y cuerpo. Gracias a esta doctrina ciudades sin puerto y sin colonia británica ante la falta de motivos para atraerla, consiguieron introducir un deporte que empezaba a despuntar en el Reino Unido y a convertirse en una enseñanza casi obligatoria en las escuelas del archipiélago. Badajoz y sobre todo Madrid fueron las más beneficiadas, pues si en la primera el profesor de educación física Luciano Sampérez hizo un magnífico trabajo en el Gran Gimnasio, en la segunda tal labor recayó en dos centros de magisterio, el Instituto Libre de Enseñanza y el Liceo Francés, ambos precursores del fútbol en la meseta y que dieron origen en 1897 al Sky Foot-ball Club y Association Sportive Francaise respectivamente, ramificándose el primero de ellos en Madrid Foot-ball Club avanzado 1899.

Los marineros británicos

Si dentro de todo este encaje de bolillos que conforman las distintas ciudades españolas que tuvieron el privilegio de ver surgir el fútbol existe un nexo común que las una, ese es el papel que realizan los marineros británicos. Curtidos por el mar y expuestos a un oficio en el cual la naturaleza actúa sin compasión y a sus anchas, la presencia de los marineros en nuestra tierra cuando atracaban tanto para embarcar como desembarcar manufacturas, máquinas, enseres o lo que se preciase, solía habitualmente ir acompañada de largos periodos de ocio en el cual la diversión era el plato fuerte. Una de sus pasiones, sobre todo en tierra firme y entre la juventud, era jugar a fútbol bien entre ellos mismos divididos en dos bandos o frente a jóvenes autóctonos de cada puerto si la ocasión se terciaba. A menudo la situación predominante era la primera, pero con el paso del tiempo la segunda fue adquiriendo relevancia y aquel extraño deporte fue sumando admiradores que tomados sus primeros apuntes y baños futbolísticos en la playa o inmediaciones al puerto, posteriormente comenzaron por voluntad propia a ejercer aquello que habían aprendido originando sin saberlo una afición que se convertiría en toda una pasión.

Pero si esto sucedió con los chavales que se agolpaban en los puertos para verles jugar y si había suerte, ser invitados para formar parte de aquel tan atrayente juego, lo mismo pasaba con aquellas ciudades provistas de clubs británicos bañadas por el mar o por el río que disfrutaban de un puerto marino o fluvial. Todos ellos esperaban oportunamente que llegase un barco con marineros dispuestos a desafiarles en un duelo o ‘match’ y así el Huelva Recreation Club amparado en el Seaman’s Institute, el Sevilla F.C. en la McAndrews & Company Ltd. – una compañía que con diversas sedes en España su flota actuó como embajadora futbolística – , el Exiles Cable Club o el Athletic Club de Astilleros pudieron mantenerse vivos ante la falta de rivales en sus inmediaciones, a excepción de la S.F. Barcelona que sí los encontró en casa o muy cerca de ella.

Los otros pioneros

Emplazada en el valle del río Ges, la localidad barcelonesa de Sant Vicenç de Torelló se convirtió en 1895 en el gran rival junto al Club Inglés de la S.F. Barcelona. La empresa escocesa de hilaturas J&P Coats Ltd. había erigido en la partida de Borgonyá de esta pequeña localidad una colonia textil a imitación de las edificadas en el Reino Unido que dispuso de instalaciones deportivas y club recreativo para sus socios. De este nació la Asociación de Foot-ball Torelló, de la cual posteriormente algunos jugadores militarían en el F.C. Barcelona. Dentro de la misma provincia encontramos movimiento en Manresa, aunque sin apenas datos, siendo en la gerundense Palamós donde destaca la figura de Gaspar Matas, quien a título personal y tras haber estudiado en el Reino Unido fundará en 1898 junto a otros compañeros el Palamós Foot-ball Club.

Otra zona importante en el desarrollo del fútbol será la Región de Murcia y especialmente la localidad de Águilas. La construcción de la línea férrea Lorca-Águilas-Baza por la compañía británica The Great Southern of Spain Railway Company Ltd. y de su puerto para la exportación de minerales procedentes de Lorca, el norte de Almería y la zona granadina de Huéscar-Baza hizo que muchos ciudadanos de este país estuvieran de paso por la región atraídos por su actividad. Uno de ellos, el escocés John Gray Watson, en 1893 ya realizaba pinitos futbolísticos junto a algunos locales, saliendo reforzada su práctica a partir de 1896 cuando el aguileño Ginés García Abellán regresa de Escocia e introduce a sus amistades en este deporte naciendo en los albores de 1900 el Águilas Foot-ball Club del cual John Gray es su principal impulsor capitalista. Coetáneas a estos movimientos son las ciudades de Lorca y Cartagena, ambas con registros de fútbol en el último lustro del s.XIX, embriones de lo que serán sus primeros clubs nacidos nada más empezar el nuevo siglo.

© Vicent Masià. Noviembre 2011.

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