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Titular HF Los escudos del Real Madrid CF (III Parte)

 

por Vicent Masiá

 

» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (I Parte)

» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (II Parte)

 

A vueltas con el morado

A lo largo prácticamente de un siglo, el Real Madrid C.F. ha llevado en su escudo una banda cruzada de izquierda a derecha y de arriba abajo morada que un día, por no se sabe qué causa oficial, tornó en azul repentinamente y así permanece en nuestros días. El color morado, icono del madridismo durante décadas, ha sido foco de varias interpretaciones todas ellas cargadas de diversas razones sin conseguir imponerse netamente una por encima de otra; que si de origen masónico, que inspirado en el Pendón de Castilla, que si vinculado al Estandarte Real monárquico, que si implementado con el advenimiento de la Segunda República. Todo especulación y ninguna certeza.

Explicar en este artículo con total convencimiento porqué el color morado fue el elegido para maridar con el blanco es, fallecidos los socios fundadores del club hace muchísimos años atrás, algo demasiado aventurado y si ellos nunca manifestaron públicamente qué razón les motivó a tal decisión, menos voy a ser yo quien retire el tupido velo y descubra algo que la vida se llevó. Lo que sí voy a intentar hacer es romper algunos falsos mitos, exponer algunos errores que perduran demasiado y parece ser nunca desaparecen, y ampliar con más datos otras opciones que podrían tener relación con este color.

El pendón rojo carmesí del Reino de Castilla

Surgido como entidad política autónoma en el siglo IX bajo la fórmula administrativa de condado vasallo del Reino de León, según estudios llevados a cabo por la Armada Española el color inicial de los condes castellanos fue el escarlata (rojo), constando así en diversos episodios históricos de los que se conservan reseñas escritas. En 1170, con el ascenso al trono de Alfonso VIII, el Reino de Castilla que había adquirido esta consideración en el siglo XI, definió su símbolo identificativo como una bandera de rojo carmesí sobre la cual se dispondría un emblema parlante, el castillo de oro, siendo a partir de entonces la bandera castellana unívoca: castillo de oro (amarillo) almenado de tres almenas, mamposteado de sable (negro) y aclarado de azur (azul) sobre paño de gules (rojo).

El Pendón de Castilla, insignia militar que consistía en una bandera más larga que ancha y generalmente roma o con dos puntas en la pendiente, se convertirá en uno de los símbolos más recurrentes del antiguo Reino de Castilla, siendo mencionado posteriormente por eruditos, novelistas y poetas quienes evocarán tiempos pasados de gloria.

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Más tarde, ya en 1230, el rey Fernando III de Castilla heredará el Reino de León, quedando ambos territorios unidos con el nombre de Corona de Castilla pero siendo respetados los derechos de ambos reinos. Para simbolizar la unificación de las dos Coronas, Fernando III reunirá las dos banderas en una sola mostrando una bandera cuartelada que, hoy en día, ostenta la Comunidad Autónoma de Castilla y León.

En la actualidad, después de transcurridos más de mil años de historia, no existe ni una sola prueba que testifique el color morado de la enseña castellana estando, al contrario, el color rojo carmesí presente en multitud de escudos policromados antiguos, en la heráldica de los sepulcros de personajes ilustres, retablos de iglesias, sellos monárquicos, códices y pendones históricos conservados en localidades pertenecientes a la vieja Castilla.

Del rojo carmesí al morado

Al margen de que una tela o paño teñido de rojo carmesí con el paso del tiempo y su normal envejecimiento a través de los siglos torne en morado pudiendo ocasionar confusión en el observador, en el siguiente capítulo veremos cuál es el origen de la atribución del morado al Pendón del Reino de Castilla, cómo se propagó un error durante siglos y cómo dicho error se convirtió en uno de los más grandes registrados en la vexilología europea que, todavía en el siglo XXI, no ha sido erradicado por completo creando apasionadas discusiones en foros futbolísticos y de cualquier índole.

Para empezar con esta confusión hay que remontarse al año 1634, fecha en la cual Felipe IV promulga el Real Decreto de 10 de septiembre por el cual se crea la Coronelía de Guardas del Rey, un tercio con una dotación entre dos mil quinientos y tres mil veteranos soldados, reenganchados y caballeros de noble cuna para poner fin a los enemigos de la Corona que seguirá al rey cuando salga de campaña militar pero, en tiempos de paz, ejercerá como tercio operativo preparado e instruido para la guerra, sirviendo de escuela de oficiales sin abandonar en cualquier caso España. Nombrado coronel Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conocido como Conde-Duque de Olivares, dicho tercio vestirá con casaca abierta en sus laterales y mangas también abiertas de color amarillo, adornada por el galoneado jaquelado en rojo y blanco. En el pecho y en la espalda, llevarán las armas de la Corona y en las mangas, la Cruz de Borgoña roja. En 1640, la Coronelía de Guardas del Rey, por orden real, adquiere el nombre de Regimiento de Guardas del Rey.

Tras el fallecimiento del Infante Baltasar Carlos en 1646, hijo de Felipe IV y heredero del trono, el tercio es disuelto y su fuerza traspasada al monarca quien se hará cargo de su mantenimiento, acompañando al rey en las campañas militares de Cataluña, región que solicita la ayuda de Francia en rebelión contra la monarquía que se resolverá con el acuerdo conocido como Paz de los Pirineos, en 1659, y en la guerra frente a Portugal que se alargará durante veintiocho años. En 1662 Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV con la actriz María Calderón, decide en plena campaña militar y con el Regimiento en Portugal, suprimir las prerrogativas de la Guardia Real y lo convierte en Tercio Ordinario de Infantería, cambiando en 1664 a Tercio de Castilla.

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Considerado como el regimiento más antiguo de España, en 1664 cambia a Tercio de Castilla y en 1668, producto del traslado de su sede a tierras andaluzas, a Tercio de Infantería Provincial de Sevilla, recibiendo en 1693 el título de Tercio Morado Viejo, no por ser el color del estandarte del Conde-Duque de Olivares que en realidad fue carmesí y nunca morado como en muchas ocasiones se mantuvo erróneamente, sino al adoptar este color como predominante en su indumentaria oficial. Este cambio, aplicado en tiempos de Carlos II, el último de la Dinastía de los Austrias, será el homenaje de este tercio a un obispo de la época de Fernando III de Castilla quien se encargó de reclutar a gran parte de los soldados del rey, adoptándose el morado como color en lugar del púrpura, más apropiado, adecuado y reglamentario que caracteriza al fajín y solideo que identifica a este elevado rango eclesiástico. El color púrpura, heredado de la tradición romana que concedía una toga de dicho color a los nuevos dignatarios, en heráldica medieval significará justicia, soberanía y majestad real.

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En 1707 Felipe V decreta la disolución de las tres Guardias Reales de los Austrias: la Guardia Española, la Guardia Tudesca y la Guardia Borgoñona, fusionándolas en una sola que recibe el nombre de Real Guardia de Alabarderos y hará costado a la Real Guardia de Corps creada en 1704. A la hora de adjudicar las banderas y estandartes a dichos cuerpos, el Señor de los Cameros propondrá a Felipe V que sea el morado el escogido expresándose en los siguientes términos:

“…Con la ocasión de estar ajustado el vestuario del Regimiento de Guardias Españolas y ser preciso decir al mercante los colores y señales que han de tener las banderas, yo sería de dictamen que la bandera de la Compañía Coronela fuese morada, que es color de Castilla, con un castillo en medio y flores de lis en el campo, sobre la que espero resolución de Su Majestad en este punto.”

Como vemos, el Señor de los Cameros yerra al considerar el morado como color de Castilla en cuando este fue siempre rojo carmesí, error promovido quizás por su falta de instrucción, deficiente asesoramiento o ciega confianza en las expresiones populares.

Ese mismo año de 1707, a la par que se adjudica el color morado a la bandera de la Real Guardia de Alabarderos, Felipe V decide cambiar el nombre del Tercio Morado Viejo con sede en Sevilla por el nuevo de Regimiento de Infantería de Castilla, originándose una nueva confusión como ahora veremos similar a la padecida por el Señor de los Cameros. Y es que el pueblo llano, ajeno a las correctas denominaciones, argots y simbología mantenidas por la heráldica que se ocupa de estudiar el significado de las imágenes y figuras de los escudos de armas y de la vexilología, que hace lo mismo pero con las banderas, se referirá a este antiquísimo tercio como el de los «Morados de Castilla», creándose por asociación en el imaginario colectivo el falso concepto de que el morado representa a Castilla en cuando este color simplemente fue elegido arbitrariamente por este tercio en 1693 por otros motivos antes explicados.

La Comunería y el color morado

En el mes de septiembre de 1821 se fundó, con carácter secreto, la Sociedad de los Caballeros Comuneros, conocida también como Los Hijos de Padilla, un movimiento paramasónico a espaldas del régimen monárquico dominante repleto de liberales exaltados que procedían de distintos oficios entre los que se reconocen juristas, periodistas, economistas, militares y diferentes eruditos.

Distantes en cierta medida de la masonería radicada en Francia y, sobre todo, en el Reino Unido, repleta de una sobrecargada parafernalia ritualística y simbológica con la que la mayoría de los comuneros no comulgaban, las logias comuneras, más sencillas pero no exentas de ciertos rituales de iniciación, juramentos y ritos, fueron bautizadas como «torres», existiendo en Madrid alrededor de varias decenas con algo más de diez mil miembros en su totalidad que pretendían cambiar la sociedad de la época y enterrar el absolutismo mostrado por los Habsburgo y los primeros Borbones.

Los Caballeros Comuneros, inspirado su nombre en el levantamiento armado que tuvo lugar en varias ciudades de Castilla frente al emperador Carlos I a principios del siglo XVI, mal informados, reivindicaban el morado como color de Castilla, llevando hombres y también mujeres una banda cruzada morada en el pecho durante el transcurso de sus reuniones, color distinto al azul ostentado por la masonería de la cual le separaban, además del potencial económico, muy superior el de los elitistas masones frente a la pequeña y baja burguesía de los comuneros donde también participaban estudiantes y clases populares, el secretismo, siendo rígidamente serio en el caso de los masones y anecdótico en el de los comuneros como era de esperar en una sociedad tan numerosa.

Enfrentados masones y comuneros entre sí en varias ocasiones produciéndose denuncias en un sentido y otro, en el fondo compartieron objetivos frente al absolutismo y el catolicismo, desatándose en mitad de los años treinta decimonónicos varias campañas anticlericales que dieron como resultado el asesinato de frailes, quema de iglesias y conventos, además de un enconamiento entre los sectores monárquicos y católicos frente a los masones y liberales.

Las consecuencias de esta campaña anticlerical supuso el nacimiento de sociedades secretas opuestas al liberalismo, desapareciendo la comunería hacia 1845 diluida al pasar un nutrido grupo a formar parte de los partidos políticos de corte republicano que fueron poco a poco emergiendo mientras, un grupo mucho más reducido, se integró en organizaciones ocultistas de obediencia masónica.

El estandarte real carmesí cambia a morado

El estandarte del Rey de España es la enseña personal del monarca español. Este estandarte, confeccionado en el pasado con tejido fuerte y hoy en día generalmente con fibra sintética por sus propiedades de gran resistencia, suele izarse en los Reales Sitios y habitualmente para anunciar la presencia del Rey en cuarteles de los Ejércitos de Tierra, Aire, buques y embarcaciones de la Armada.

Implementado por los Reyes Católicos por vez primera para todo el territorio nacional en el lejano siglo XV, tanto la dinastía de los Austrias como la de los Borbones en sus primeros reinados bajo Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII adoptaron como fondo de sus respectivos estándares el rojo carmesí, permaneciendo este color de forma invariable hasta la proclamación de Isabel II como Reina de España en 1833.

Durante la coronación de la nueva reina, el Estandarte Real fue modificado por los liberales del Gobierno, la mayoría de ellos masones, pasando del antiguo rojo carmesí al morado con la errónea excusa de que este último color era el del Pendón de Castilla, consiguiendo el movimiento masón con esta jugada hacer llegar su color identificativo hasta las mismas entrañas de la monarquía.

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Los sucesores de Isabel II, su hijo Alfonso XII y nieto Alfonso XIII, siguieron con el Estandarte Real de color morado coincidiendo el inicio del reinado de Alfonso XIII con la legalización ante la Administración del Madrid F.C. La nueva junta directiva madridista, con personas muy valiosas, gran inteligencia y ordenada alrededor de los hermanos Padrós, aprovechó toda su influencia para granjearse la amistad de la Casa Real y catapultar, con el inestimable apoyo de su imagen, la futura vida del club hacia el éxito, congeniando con el joven rey a través de gestos tan simples como lucir el color morado del Estandarte Real en su escudo original y luego, como ya veremos, en el escudo de 1903, en la bandera del club y en los escudos diseñados a partir de 1925.

El empleo del color morado como rasgo diferencial del Madrid F.C. será una elección perfecta puesto que, dependiendo de quién lo vea, lo vinculará a su ideología interpretando que representa al color de la masonería, al color de la monarquía, al idealizado morado del Pendón de Castilla, incluso en tiempos de la Segunda República a una de las tres franjas que dan lugar a la bandera tricolor cubriendo con ello todos los espectros políticos imaginables.

El morado de la Segunda República

Cuando el martes 14 de abril de 1934 las calles y plazas de Madrid, al igual que sucedió en muchísimas otras ciudades y localidades españolas, concentraron a miles de personas movilizadas frente a la monarquía en medio de un ambiente totalmente festivo, ante la ilusionada multitud varios grupúsculos ondearon una bandera tricolor que era desconocida para la inmensa mayoría de los españoles. Aquella bandera con franjas horizontales del mismo ancho compuesta en su parte superior por el color rojo, el amarillo en el centro y el morado en el inferior, por la importancia que adquirió en aquella tan señalada fecha parecía ser la llamada a sustituir a la bicolor reconocida por Isabel II tras Real Decreto de 13 de octubre de 1843, una bandera de carácter nacional y no monárquico pues la monarquía empleaba sus propios símbolos, que tenía su origen en la bandera de guerra elegida por Carlos III mediante concurso aprobada con el Real Decreto de 28 de mayo de 1785.

Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos quarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima; y el Gallardete en las mismas tres listas y el Escudo a lo largo, sobre Quadrado amarillo en la parte superior. Y que las demás Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismo colores, debiendo ser la lista de enmedio amarilla y del ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las partes dividida en dos partes iguales encarnada y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros Pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde el primero de año de mil setecientos ochenta y seis; en la América Septentrional desde principio de julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año mil setecientos ochenta y siete. Tendréis lo entendido para su cumplimiento.

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Los colores rojigualdos de la enseña nacional originada en 1785 eran los favoritos para ganar el concurso por su gran relación histórica con el Guión Real mantenido por los Reyes Católicos, rojo y el del emperador Carlos I, amarillo, coincidiendo a su vez con los representativos de las enseñas tradicionales de la Corona de Aragón formada por los reinos de Aragón, Baleares, Valencia, las Dos Sicilias (reinos de Nápoles y Sicilia) y Principado de Cataluña, pero también con los colores de las banderas de los antiguos reinos de Castilla, de castillo de oro sobre fondo carmesí y Navarra, de cadenas de oro sobre fondo rojo, con lo cual de las doce propuestas que presentó Antonio Valdés y Fernández Bazán, Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, Carlos III lo tuvo muy fácil para inclinarse por una pues la mitad cumplían con ese favoritismo.

Sabidos los colores sólo faltaba elegir su disposición, decantándose Carlos III por la rojigualda con dos fajas rojas y una en el medio amarilla para la insignia de la Armada y su gallardete que casi de inmediato, ante el temor de que en alta mar el rojo se adueñase del amarillo, fue modificada quedando la faja amarilla el doble que las rojas mientras que, para la flota mercante, era reservada la misma pero sobre fondo amarillo quedando en cinco fajas rojigualdas. La bandera de guerra, ondeante en buques, puertos y guarniciones militares, destacaba sobre el azul del mar y del cielo por su gran visibilidad por lo que, poco a poco, consiguió una gran popularidad entre marinos, marineros y personas vinculadas a los oficios del mar, pasando a todo el territorio durante la Guerra de la Independencia frente a Francia cuando fue enarbolada por el pueblo.

Convertida en bandera nacional y no sólo de guerra por Isabel II por lo cual todos los españoles al fin tenían una bandera en la que reflejarse no como hasta entonces amparados por banderas monárquicas, todas las unidades militares del reino pasaron a exhibir la rojigualda en sus respectivos pabellones alcanzándose con dichos colores la Primera República, breve periodo en el que durante los cerca de dos años que duró, 1873 y 1874, se suprimieron los símbolos monárquicos pero permaneció invariable la insignia española pese a que en algunos sectores había gran interés en introducir su bandera partidaria con faja morada.

Según Emilio Castelar, cuarto y último presidente de la Primera República tras los gobiernos de Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall y Nicolás Salmerón, la bandera con la faja morada conocida como «republicana» había nacido de forma arbitraria en la Universidad de Barcelona al fusionar los colores de tres facultades pero la falta de popularidad y consenso de la tricolor entre los propios republicanos de todo el estado, con una elevada presencia de masones contrarios a la monarquía, les impidió implementarla como nueva bandera nacional socavando la voluntad de muchas voces sectarias que la defendían a ultranza.

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Salvado este primer intento de hacerla desaparecer, el uso de la bandera rojigualda se generalizó en todo el territorio en lo que restaba de siglo XIX, disponiéndose en 1908 mediante Real Decreto que en los días de Fiesta Nacional, 12 de octubre, ondease en todos los edificios públicos. A partir de ese momento los colores rojigualdos traspasaron la frontera gubernamental y se extendieron a actos lúdicos como las corridas de toros, actos deportivos y fiestas populares donde se llenaban las calles y plazas con cientos de pequeñas banderitas que colgaban de los balcones e iluminaciones. En 1927, de nuevo tras un Real Decreto, la rojigualda se impuso definitivamente en todos los frentes al suprimirse el pabellón civil de cinco fajas elegido por Carlos III para la marina mercante, ondeando desde entonces en toda clase de buques ya fueran militares, mercantes o de pesca.

Sin embargo, cuando la bandera nacional de todos los españoles parecía haberse institucionalizado hasta el último de los rincones, era de dominio público y casi todos parecían respetarla haciéndola suya, los graves errores de la monarquía apoyando la dictadura de Miguel Primo de Rivera quien disolvió las Cortes y prohibió partidos políticos y sindicatos, propiciaron el resurgimiento de movimientos de tendencia republicana tanto de izquierdas como de derechas que, de forma sigilosa pero bien orquestada, entre 1929 y 1931 fueron minando en todos los medios la confianza en Alfonso XIII causando el derrocamiento de la monarquía tras años de dura represión.

El cambio de régimen político llegaba repleto de buenas intenciones y palabras para el pueblo llano que el tiempo daría o quitaría razón, quedando claro desde el principio que había necesidad de cambiar muchas cosas y una de ellas, aunque meramente simbólica pero no exenta de importancia, según las nuevas autoridades era imponer en la bandera nacional su color, el morado.

Fracasado el intento durante la Primera República de cambiar los colores de la bandera nacional, en esta segunda ocasión no se iba a desaprovechar la oportunidad y, a pesar de que el morado era irrefutablemente partidista, no respondía a una aspiración popular porque la faja morada era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles pudiendo, además, originar conflictos dividiendo a la población, como así sucedió, al final no hubo marcha atrás y la tricolor resultó triunfante reemplazando a la bicolor.

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Ahora bien, para realizar un cambio de estas proporciones con todo lo que implicaba, el Gobierno provisional republicano debió preparar el terreno concienzudamente y no cabían ni se permitían posibles fallos. Necesitado de armarse de razones y justificar el uso de la tricolor, grupos dirigidos de partidistas republicanos llenaron las calles y plazas de las principales ciudades durante la instauración de la República el 14 de abril presentándose muchos de ellos con la faja morada en sus banderas. Daba igual si la disposición era morado-rojo-amarillo o rojo-amarillo-morado, lo importante era arrastrar a las masas y mentalizarlas de que esos colores iban a representarles en la nueva enseña nacional. Tras aprovechar el impacto inicial, izar la bandera tricolor resultó más sencillo y, en el fondo, quedaba la excusa de que el morado había nacido del pueblo cuando todos sabemos perfectamente, para qué nos vamos a engañar, que el pueblo jamás pinta nada y simplemente obedece. Veamos pues cómo responsabilizó la nueva bandera el Gobierno provisional mediante decreto de 27 de abril de 1931:

«El alzamiento nacional contra la tiranía, victorioso desde el 14 de abril, ha enarbolado una enseña investida por el sentir del pueblo con la doble representación de una esperanza de libertad y de su triunfo irrevocable. Durante más de medio siglo la enseña tricolor ha designado la idea de la emancipación española mediante la República. En pocas horas, el pueblo libre, que al tomar las riendas de su propio gobierno proclamaba pacíficamente el nuevo régimen, izó por todo el territorio aquella bandera, manifestando con este acto simbólico su advenimiento al ejercicio de la soberanía. Una era comienza en la vida española. Es justo, es necesario, que otros emblemas declaren y publiquen perpetuamente a nuestros ojos la renovación del Estado. El Gobierno provisional acoge la espontánea demostración de la voluntad popular, que ya no es deseo, sino hecho consumado, y la sanciona. En todos los edificios públicos ondea la bandera tricolor. La han saludado las fuerzas de mar y tierra de la República; ha recibido de ellas los honores pertenecientes al jirón de la Patria».

Y ahora veamos cómo también desde el Gobierno provisional se añade un nuevo factor para refrendar el cambio al atribuir el origen del color morado al color tradicional de Castilla mediante redacción publicada el 28 de abril de 1931:

«Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre [en referencia a Castilla], nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España».

Bueno, llegado a este preciso punto como autor del presente artículo, declarándome totalmente neutral y limitándome a actuar como un simple observador de los hechos sin perjuicio ni beneficio, bajo mi opinión entiendo que: El color morado nació en las sociedades secretas siendo la masonería la principal y este color el elegido e identificativo para reconocerse sus miembros. El morado, como resultado de la mezcla de los colores primarios azul y rojo, sincretiza la unión política entre los bandos azul (derecha) y rojo (izquierda) de modo que, según proceda o interese, la jerarquía de esta fuerza se mostrará partidaria de un bando u otro, de los dos al unísono o contra los dos si hace falta defender un interés común.

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El color morado, desconocido a principios del siglo XIX y surgido en la década de los años veinte decimonónicos, fue conquistando terreno en tierras de Castilla al tomar falsamente cuerpo de una pieza tan sensible para sus habitantes como el antiguo Pendón de Castilla cuando en realidad, y ha quedado suficientemente demostrado por expertos historiadores, siempre fue rojo o carmesí. La suplantación encubierta del rojo carmesí por el morado fue introducida lenta pero incesantemente a través de poetas, literatos, eruditos, políticos y militares quienes apoyaron sin reservas la autenticidad del morado, llegando la influencia hasta la misma corte de Isabel II quien consintió el cambio del Estandarte Real rojo de sus antepasados o antecesores en el cargo a morado.

Atribuido a los Comuneros, aquellos capitanes que se levantaron en armas entre 1520 y 1522 frente al emperador Carlos I para defender lo que ellos entendían como privilegios de la Corona de Castilla y de quienes se llegó a decir que emplearon un pendón morado como estandarte, investigaciones recientes han demostrado que las huestes de Padilla, Maldonado, Bravo, Girón, López de Ayala, etc., lucieron una cruz roja para distinguirse de la cruz blanca que llevaban las tropas imperiales, lo cual rompe otro mito.

La bandera tricolor con faja morada de la cual se dijo que se admitía como tradicional de Castilla, en realidad nunca lo había sido y este lugar le correspondía al rojo o su variante carmesí. Mucho menos esta bandera salía del pueblo, una sociedad bastante preocupada por llevar un plato caliente a casa para comer que en ocuparse de conocer el color del antiguo Pendón de Castilla del que apenas nada sabía. Pero si realmente hay algo que no cuadra en toda esta historia del morado y su presunta relación con el antiguo Reino de Castilla, éste es el escudo que se fijó en medio de la faja amarilla. Dice su descripción:

«Escudo cuartelado en cruz: primero, de gules y un castillo de oro, almenado de tres almenas, y donjonado de tres torres, la del medio mayor; cada una también con tres almenas, el todo de oro, mazonado de sable y adjurado de azur; segundo, de plata y un león de gules, coronado de oro, armado y lampasado de lo mismo; tercero, de oro y cuatro palos de gules; cuarto, de gules y una cadena de oro puesta en orla, en cruz y en sotuer: entado en punta, de plata y una granada al natural mostrando sus granos de gules, sostenida, tallada y hojada de dos hojas de sinople. Acostadas, una a cada lado, las dos columnas de Hércules, de plata, con la base y el capitel de oro, liadas con una lista de gules, cargada con el Plus ultra de oro».

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Como podemos observar, el Gobierno republicano contradiciendo sus postulados y argumentos en los cuales venía manifestando que el color morado representaba al Reino de Castilla y, en base a ello, permutó la faja inferior de la bandera nacional, sorprendentemente conserva en el cuartel castellano el fondo de gules histórico en lugar de cambiarlo a morado, acción que, por su inconsistencia, pone en entredicho todo lo expresado alrededor de dicho color. Pero todavía queda más; en el cuartel que representa al Reino de León, al león se le mutila la corona real, una decisión arbitraria injustificable por cuando éste símbolo va intrínsecamente unido a la historia de este reino y, por respeto, debe como mínimo conservarse.

Sobre morados y púrpuras

La historia del Real Madrid C.F. estuvo desde su origen hasta los últimos años del siglo XX ligada en mayor o menor medida y, según distintas épocas, al morado y a los colores púrpuras siendo estas tonalidades sustituidas por el azul en un fulgurante proceso iniciado por Lorenzo Sanz y continuado por Florentino Pérez que nunca fue generoso en detalles y explicaciones. Todo lo contrario.

Sobre el morado y su vinculación con la heráldica, la vexilología y la política se ha hablado bastante, de hecho gran parte de este artículo se refiere a este color y su relación con el Real Madrid C.F. Sin embargo, debido a que la familia de los púrpuras es muy extensa y muchos son los nombres que se dan a sus distintas coloraciones en función de la luminancia recibida, creo que es necesario profundizar algo más en su conocimiento y poder así entender mejor porqué el club madrileño empleó varias tonalidades dentro de esta gama y no se limitó a una sola.

Para empezar tenemos que el púrpura, denominación introducida en España en el siglo XIII, es un color o familia de tonos que se encuentra entre el rojo y el azul, concretamente entre el violeta y el carmesí. Coloquialmente para referirse a él se emplean sinónimos como morado, violeta, lila, malva, magenta o cárdeno según la apreciación de cada persona produciéndose constantes mezclas y confusiones que, por otra parte, están suficientemente aclaradas en catálogos o libros especializados. Estas denominaciones, todas ellas con diferente etimología, han desarrollado a lo largo de los siglos un significado propio por lo que, en principio, no debería existir mezcla entre ellos.

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Relacionado con culturas antiquísimas, el púrpura se remota a tiempos de hinduismo donde el Dios planetario Shani, equiparable a Saturno y regente astrológico del planeta del mismo nombre, tenía ese color y se le atribuía el sábado como su día tal cual sucedía en Tailandia donde los nacidos ese día pueden hacer del púrpura su color. De las regiones cercanas al Indo pasó siglos después a Asia Menor y al Levante Mediterráneo donde los pueblos fenicios y cananeos lo siguieron empleando como color religioso, constando en los textos bíblicos el púrpura azulado junto al púrpura rojizo, el púrpura escarlata y el dorado por mandato divino como tintes para las telas a usar en el Tabernáculo y la ceremonias.

En la misma región, el judaísmo por mandamiento de la Torá, observa que los flecos y colgantes que se emplean en los mantos para el rezo que cubren la cabeza deben teñirse de púrpura azulado como remembranza de Dios, obteniéndose el tinte de un caracol típico de la zona. De tierras palestinas, fruto de las relaciones comerciales, pasó a las tierras griegas y a las islas del Mar Egeo donde el púrpura siguió teniendo una consideración excepcional, contagiándose siglos después los romanos quienes lo reservaron en la época republicana para los más cualificados generales a quienes se les permitía llevar sus túnicas teñidas íntegramente de este color. Senadores, pretores y cónsules sólo podían lucir algunos detalles purpúreos en sus togas mientras que, ya en la época imperial, su uso quedó restringido en exclusivo al emperador.

Herederos del Imperio Romano, la Iglesia vinculó el púrpura al Papa y sus cardenales durante sus inicios hasta la caída de Constantinopla en el siglo XV, momento tras el cual la obtención de tintes devino a ser imposible pasando primero los cardenales a vestir de carmín y luego, casi un siglo después, el Papa a vestir de blanco por influencia de los dominicos. En cuanto a los arzobispos y obispos, por debajo en la escala eclesiástica, vistieron una mezcla de grana e índigo. Posteriormente, bajo el reinado de Elizabeth I durante el siglo XVI, sólo la familia real podía vestir prendas en púrpura quedando la nobleza limitada a pequeños detalles en sus indumentarias.

Procedente del latín «mōrum», es decir, mora o fruto del moral, el morado es un color púrpura o púrpura azulado, oscuro, que tuvo su entrada en España a mediados del siglo XV. Desde el punto de vista de la heráldica, el uso del morado se limitó siempre a las naciones anglófonas siendo incluso su concurso muy reservado, extraordinariamente elitista hasta que, circunstancialmente y por intereses políticos, pasó a otras naciones europeas donde tuvo diferente fortuna.

En vexilología su progresión en España fue a la par que la heráldica, infrautilizada, introduciéndose sorprendentemente en la Casa Real en tiempos de Isabel II gracias a la actuación de los partidos vinculados a la masonería de gran influencia británica. Paralelamente, su fama fue creciendo a raíz de una confusión continua como consecuencia de la observación de paños viejos y deteriorados a la intemperie de origen carmesí tal cual sucede con la leyenda en torno al Pendón morado de Castilla, enseña que llegó a trascender en la bandera de la Segunda República española donde su última faja, oficialmente morada, fue coloreada generalmente en violeta.

Influencia del color morado en otros clubs

Aunque muchos historiadores han demostrado que el color morado nunca tuvo un espacio en el histórico Pendón de Castilla, durante casi dos siglos este color sustituyó al rojo carmesí original y disfrutó de una deferencia especial en el corazón de muchos castellanos hasta el punto de conquistar un puesto preferente a la hora de representar a este pueblo peninsular. Convertido y aceptado como el color de Castilla, el morado identifica todavía hoy con gran éxito a partidos regionalistas, movimientos políticos, sociales, culturales como también deportivos siendo tomado como propio y diferenciable de otros pueblos que, bajo el formato de comunidades autónomas, emplean otros colores con suma predilección por el rojo en sus distintas tonalidades.

HF Los escudos del Real Madrid CF 51

Implementado el fútbol dentro de todo el territorio español en plena vigencia del color morado, este deporte no se vio ajeno a su uso siendo pionero en este sentido el Madrid F.C. desde su origen pero no el único. La estela sembrada por los madridistas fue seguida por otras sociedades a posteriori, cada cual con su personalidad, aplicándose al escudo y al uniforme diversas variantes empleando rayas combinadas con otros colores o siendo simplemente monocromas donde el morado tenía el papel de protagonista en exclusivo.

En este sentido, limitándome a explorar el área geográfica que ocupan las actuales comunidades autónomas de Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha dejando al margen antiguos territorios con pasado castellano como Cantabria y La Rioja, teniendo en cuenta sólo aquellos clubs que han militado en Categoría Nacional encuentro a Real Valladolid C.F., histórico club con muchos años en la élite profesional y plaza en Primera División, al C.D. Guadalajara con reciente presencia en Segunda División y a los habituales «terceras» La Bañeza F.C., C.D. Becerril, C.D. Cristo Atlético, de Palencia y C.D. Palencia Balompié, habiendo otros clubs en activo o desaparecidos que también hacen o hicieron uso del morado como C.D. Cuenca, S.D.C. Coyanza, de Valencia de Don Juan, Castilla F.C. y Madrileño C.F., ambos de Madrid, Torrejón C.F., de Torrejón de Ardoz, C.D.F. Tres Cantos, C.Atl. Palencia, C.D. Fábrica Nacional de Palencia, C.P. Monteresma, de Palazuelos de Monteresma y los dos clásicos clubs de la capital palentina con pasado glorioso Palencia C.F. y C.F. Palencia.

El color morado, palpable igualmente en numerosos clubs de la regional castellana, sigue dando personalidad a los clubs de estas tierras y siendo recurso habitual para muchas sociedades de nuevo cuño o también como segundo uniforme si el primero, y oficial, es distinto, habiendo logrado con el paso de los años ganarse un respeto que permanecerá en el ideario colectivo muchos más.

 

© Vicent Masiá. Mayo 2018. 

 

Bibliografía y hemerografía

40 años del Real Madrid C.F. 1900-1940. Manuel Rosón. Ediciones Alonso (1940).

El liberalismo exaltado: la Confederación de Comuneros españoles durante el Trienio Liberal. Marta Ruiz Jiménez. Editorial Fundamentos (2007).

http://iniciativasocialvientosdelpueblo-unionpatrioticarepublicana.over-blog.es/article-breve-historia-de-la-bandera-de-la-republica-116306820.html

http://lafutbolteca.com/guia-escudos-y-uniformes/

http://www.ejercito.mde.es/unidades/Madrid/ihycm/Actividades/Ciclos-Divulgativos/vexi-historia-bandera.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Banderas_de_Espa%C3%B1a

https://es.wikipedia.org/wiki/Morado

https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%BArpura

Libro de oro del Real Madrid 1902-1952. Federico Carlos Sainz de Robles. Ediciones Ares (1952).

Madrid-Sport. Semanario deportivo.

Símbolos de España y de sus regiones y autonomías. Emblemática territorial española. Juan José Sánchez Badiola. Editorial Visión Libros (2010).

www.abc.es/cultura/20140202/abci-bandera-republicana-general-rojo-201402012039.html

www.asc-castilla.org/castilla/historiasup/heraldica-de-castilla/el-morado-qdeq-castilla-una-sucesion-de-confusiones/

www.ecorepublicano.es/2014/06/la-tricolor-breve-historia-de-la.html

www.hemeroteca.abc.es

 

 

 

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