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por Ferràn Esteve

miembro de La Futbolteca

Ayer viernes día 11 de abril, organizado por la Real Federación Española de Fútbol y teniendo como marco de acogida el atractivo Kursaal donostiarra aprovechando el Centenario de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, estalló «la bomba» del año en medio del colofón final del IV Congreso del Fútbol Aficionado iniciado el jueves. Y digo bomba con pleno conocimiento de causa porque sólo así se puede calificar el resultado de un cónclave donde han participado alrededor de doscientos congresistas en representación de las diecinueve federaciones autonómicas inscritas en la Federación Española para hallar soluciones a los problemas que presenta el fútbol amateur y semiprofesional, pareciendo a todas luces peor el remedio que la enfermedad.

La propuesta del presidente de la Comisión Gestora de la Federación Española, Marcelino Maté, teóricamente consensuada por técnicos «especialistas» que habían estudiado a través de distintas comisiones el futuro de la Segunda División B y Tercera División, una vez planteada a los congresistas causó estupor y sorpresa entre la mayoría de los asistentes por la radicalidad de los cambios hasta el punto de plantear uno de ellos, el navarro Juan Antonio Cabrero, presidente del Peña Sport F.C., de Tafalla, que dudaba abiertamente de su viabilidad y si los afectados iban a percibir algún tipo de ayuda económica. Si la pregunta era lógica para alguien que defiende los intereses de su club, como debe ser, menos lo fue la respuesta porque, ante la incomprensible reacción de los asistentes, todos mudos ante un planteamiento tan dañino en el cual se ponía en juego su inmediato futuro, el presidente de la Comisión Gestora en una declaración bochornosa para tan trascendente decisión grabada ante las cámaras vino a decir que, no solo discrepaba de que hubiera incremento en los gastos y salieran los clubs modestos perjudicados, sino se preguntaba en voz alta si era realmente necesario votar la ponencia mostrando su preocupación más por una imagen de ficticia unidad de cara al aficionado que del tema en cuestión. Así, como suena.

Cerrado el apartado de preguntas y observaciones, de mala gana por parte de la Comisión Gestora que no tenía previsto someter a plebiscito sus resoluciones al considerar que eran perfectas al haber sido tratadas por presuntos profesionales, se procedió a votar la ponencia a mano alzada contándose con el voto negativo del presidente tafallés y tan sólo dos abstenciones, resultado que no satisfizo a Marcelino Maté quien mostró su disgusto abiertamente al considerar que todos los presentes debían bailarle el agua.

Tan revolucionaria e inadecuada propuesta, pendiente todavía de ser aprobada en la Asamblea General de la RFEF, en el supuesto de recibir luz verde sería implementada en la temporada 19/20 y dejaría el panorama futbolístico español del siguiente modo:

Qué va a pasar

Las consecuencias que puede ocasionar la implementación de esta profunda y revolucionaria reestructuración del fútbol nacional nunca se sabe a ciencia cierta hasta dónde pueden llegar, pero a bote pronto, sin realizar un análisis exhaustivo pero teniendo en cuenta hechos y decisiones de similar trascendencia tomados en el pasado que resultaron contrarios a lo calculado, sí es previsible que las van a haber y más negativas que positivas.

Para empezar, visto el panorama lo único positivo es que la Primera y Segunda División A, ambas categorías profesionales y gestionadas por la LFP, no se tocan. Menos mal. En lo negativo, todo lo demás, que no es poco. ¿Alguien ha pensado en medio de toda esta movida que se va a ocasionar una inflación en el mercado de jugadores? ¿Alguien ha pensado que sólo los clubs de la élite nacional salen beneficiados? ¿Cree alguien que a los grandes clubs les va a interesar tener un equipo dependiente en Cuarta, Quinta o Sexta División? Seamos serios.

Si el despropósito al que quiere someter la RFEF al fútbol español sale adelante y en la temporada 19/20 se aplica lo acordado por la Comisión Gestora, este próximo verano todos los clubs van a tener que rascarse el bolsillo de lo lindo para reunir las mejores plantillas dentro de sus posibilidades y así, a priori, tener más posibilidades de mantenerse como están, incluso mejorar en escasos ejemplos. Si todos piensan en lo mismo y a todos les afecta el qué va a pasar, lo obvio es que todos quieran cazar a las mejores piezas por lo que el incremento de los jugadores cotizados y el general es seguro. ¿Quién va a querer perder la categoría o incluso dos? Tonto el último.

Si originar una inflación, además teniendo conciencia de ello, es ya motivo de preocupación en un país tan castigado económicamente como es España, asombroso por no utilizar otros epítetos resulta conocer en boca del presidente de la Comisión Gestora que la reestructuración que se pretende imponer ha sido ideada y consensuada por expertos. ¿Expertos en qué?, me pregunto. ¿Acaso no saben esos expertos el daño que van a ocasionar en un sector tan ya de por sí maltrecho y castigado como es el fútbol modesto? ¿Han pensado en las consecuencias?

Y por favor, sean más originales en sus propuestas y no copien de otros países denominaciones tan poco representativas e impersonales para las nuevas categorías como Serie 1 o Serie 2. Sean valientes y llamen a las cosas por su nombre: Primera División, Segunda División, Tercera División, Cuarta División, Quinta División y Sexta División. Sólo así los aficionados entenderán dónde compite su club sin necesidad de realizar innecesarios cálculos mentales.

Veamos a continuación por categorías, además de lo ya comentado, cuáles podrían ser los pros y contras:

Segunda División B

La creación de una nueva categoría no es una buena noticia. De hecho es mala y sólo beneficia a los clubs con grandes presupuestos de siempre quienes tienen la opción de situarse arriba para tratar de ascender, a los que descienden de Segunda División A para acomodarse en la nueva Serie 1 no teniendo que competir con clubs modestos y, cómo no, a los equipos dependientes de los clubs elitistas, siempre a la sombra pero con presupuestos considerables.

Desde el punto de vista económico, los grandes clubs se aseguran al menos no perder demasiado dinero y luchar contra clubs presuntamente de su talla, prometiéndose hacer taquillaje y tener la Segunda División A al alcance de la mano. En cambio para los modestos, si consiguen clasificarse, va a ser un palo; no es lo mismo hacer desplazamientos a nivel regional o hacia comunidades autónomas próximas que ocupar toda la geografía nacional. Los costes de los viajes, distancias, autobús, pernoctaciones en hoteles y comidas se disparan urgiendo un incremento en las partidas destinadas a estos fines. Si no cambian mucho las cosas y los modestos empiezan a recibir ayudas monetarias, esta categoría puede convertirse en una trampa para muchos de ellos ocasionándoles un tremendo agujero en sus finanzas y, aún peor, un excesivo endeudamiento que termine en desaparición.

Deportivamente, es evidente que la creación de una nueva categoría entre la Segunda División A y la Segunda División B con formato de grupo único con veinte clubs eleva el nivel de esta competición, pero para aquellos que no logren clasificarse y tengan aspiraciones puede ser un mazazo considerable. Además, cerca de cincuenta clubs van a perder su nivel actual y descender al que será cuarto nivel nacional, algo que sin duda no será plato de buen gusto para todos los perjudicados.

Tercera División

La debacle para esta categoría regional que hoy en día es el cuarto nivel nacional es de proporciones bíblicas. La inmensa mayoría de sus clubs van a perder sin comérselo ni beberlo dos categorías de golpe y en los despachos, no sobre los terrenos de juego. La creación de la Serie 1 en Segunda División B y de la Serie 1 en Tercera División, llevará a muchos a ocupar el sexto nivel y a alejarse del fútbol semi-profesional encontrándose en un mundo regional sin atractivos además de sufrir un gran perjuicio moral. Para muchos aficionados que aspiran ver al club se su localidad compitiendo en el tercer nivel, la actual Segunda División B, si hasta ahora lo tenían difícil a partir de ahora puede ser casi una misión imposible.

Taquillas, número de socios, obtención de sponsors y atractivo deportivo de cara a los aficionados van a ser capítulos que perderán enteros considerablemente, quedando muy dañados clubs modestos que, sin haber sido protagonistas de grandes hazañas, en cambio son históricos por haber aguantado décadas en activo manteniendo viva la semilla del fútbol en sus respectivas localidades de origen.

La creación de una Serie 1 por encima de la Serie 2 en Tercera División aleja a los clubs que ocupen dicha categoría, quinta a nivel nacional, del fútbol elitista de las categorías superiores pero, por si fuera poco, les condena a elevar sus presupuestos considerablemente al quedar insertados en grupos que abarcan grandes extensiones geográficas. La Serie 1 de la futura Tercera División será como una falsa Serie 2 de Segunda División B donde los gastos podrán ser similares a los de la categoría inmediatamente superior para sufragar los costes por desplazamiento pero sin las ventajas deportivas de esta, resultando sin ningún género de dudas una de las grandes damnificadas de las medidas que desea aplicar la RFEF.

 

©LaFutbolteca.com. Mayo 2018.