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por Vicent Masià

miembro de La Futbolteca

 

Hace ya unos cuantos años atrás el carismático Luís Aragonés respondió a un periodista, en medio de una rueda de prensa, que el fútbol es “ganar, ganar y ganar, y ganar y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar… y eso es el fútbol, señores“.

Tan machacona y repetitiva frase, a pesar de que al bueno de Luís no le faltaba por supuesto pizca de razón, sin embargo, vista la historia y la realidad, llevarla hasta su última consecuencia es extremamente complicado y, salvo raras excepciones, casi una utopía. Ganar en el fútbol o en cualquier disciplina es el fin de cualquier deportista y, aún a pesar de la famosa frase del Ethelbert Talbot -mal atribuida al barón Pierre de Coubertin- “lo importante no es vencer, sino participar”, es más que patente adivinar que con participar no basta y con perder, menos todavía. Nadie, absolutamente nadie, quiere o se conforma con la derrota. La derrota no entra en los planes del deportista, no es su motivación y, por lo tanto, hará todo lo que esté buenamente en sus manos para evitarla, bien mejorando a base de entrenamiento, mentalización o competitividad.

Las palabras de Luís son una excelente muestra del espíritu ganador que envuelve a cualquier deportista y un resumen más que completo de por qué y para qué juega un futbolista: para ganar. Emplear hasta doce veces la palabra ganar en una misma frase no es una casualidad, ni tampoco puede catalogarse como una genialidad, es simplemente un honor a la verdad, la verdad del deportista que, además de practicar deporte, es competitivo.

Esta reflexión, no obstante, trasladada al mundo real del fútbol de alta competición donde bajo un formato de Liga con encuentros a ida y vuelta dirimen una veintena de clubs en lucha por la obtención de un título como premio, sean profesionales, semi-profesionales o amateurs, aplicando la lógica implica muchas dificultades porque, generalmente, todos los deportistas afectados son ganadores a priori y, unidos bajo una misma bandera -la de sus respectivos clubs-, ninguno de ellos va a querer dar su brazo a torcer aunque, obviamente y siempre en condiciones normales, no todos van a poder vencer en todos los encuentros del campeonato ni tan siquiera, en el mejor de los casos, imponerse a la gran mayoría de sus adversarios sin sufrir alguna afrenta por el camino en forma de dolorosa derrota.

El honor de ganar a todos los rivales en un mismo torneo no es moco de pavo y, aunque suena bien a los oídos, su consecución es harto difícil, pero no imposible pues ya sucedió en una ocasión por milagroso e inaudito que parezca. En el recuerdo queda una hazaña, porque de hazaña hay que etiquetarla, el gran campeonato disputado por el C.D. Ourense en la ya lejana en el tiempo temporada 1967/68 cuando, alojado en el Grupo I, el conjunto gallego se impuso a sus quince rivales en todos los encuentros, tanto en los de casa como en los realizados a domicilio, un record dificilísimo de igualar y, al cual hasta la fecha, ningún otro club en cualquiera de las categorías nacionales ha podido aproximarse.

En su sustitución y debido a la complejidad de tal desafío, el mayor logro al que puede un club hoy en día optar siendo realistas, es el de mantener su casillero de derrotas a cero, un reto igualmente harto complicado si se tienen en consideración la gran cantidad de circunstancias que paralelamente han de darse cita para su plena consecución. Obtener la imbatibilidad, o sea, quedar invicto tras la finalización de una Liga entera, ya sea mediante la combinación de victorias y empates a partes iguales o bajo el dominio de una de las dos -tradicionalmente las victorias superarán a los empates- y, además, con holgura, es un reto al alcance de muy pocos y, prueba de ello, es que en esporádicas ocasiones se da lugar.

No es sencillo, por supuesto, ni una vez finalizado el torneo, ni durante su disputa ni, cómo no, antes de empezar su desarrollo, averiguar o adivinar por qué causas un equipo ha resultado imbatido o va a ser invencible. Nadie sabe antes de iniciarse un campeonato de Liga qué resultados va a dar la plantilla confeccionada, cómo se van a desenvolver los fichajes recién incorporados, cómo van a reaccionar los jugadores veteranos y si el entrenador, sea conocido o por descubrir, será capaz de gobernar la nave con buen atino en el manejo del timón.

En el caso de considerar un equipo ganador como aspirante a ser invicto -no todos lo serán y pocos pueden aspirar a tal rango-, durante el transcurso de la temporada cualquier lesión de uno o varios jugadores determinantes puede ser fatal, lo mismo que una decisión tomada desde el banquillo puede resultar negativa en cuanto no era precisamente ese el plan del técnico. Eso sin contar con el papel de los contrincantes, algunas de cuyas plantillas tendrán en mente similares objetivos y harán lo imposible sobre el terreno de juego para arrimar el ascua a su sardina, o el de los árbitros, parte fundamental en este juego de cuyas decisiones, afortunadas o no, todos dependerán. Desde el punto de vista extradeportivo se deben tener en consideración factores influyentes como tener al día el cobro de las mensualidades, una buena sinergia con la afición y, en muchas ocasiones la diosa Fortuna. Y es que sin una gran dosis de suerte, pese a la inmejorable predisposición de todo lo concerniente, no se puede agarrar con las manos el éxito. Cualquier balón al poste o travesaño del rival, lesión de su estrella, tarjeta roja que le deje en inferioridad numérica, incluso un golpe de viento que desvíe una trayectoria muy comprometida, puede ser decisivo para resultar invicto a lo largo de una temporada. Todo suma.

Explicar al detalle por qué un equipo termina un campeonato imbatido y por qué cada jornada los once jugadores elegidos no pierden sobre el campo, es sumamente complicado. Son demasiadas las circunstancias positivas tanto deportivas como extradeportivas las que han de reunirse para su desempeño y tan pocas las que, en un momento dado y bajo un prisma negativo, pueden dar al traste para su logro, que dar una respuesta convincente y razonada se antoja pura especulación. Pero el hecho es que, nos sorprenda o no, ahí está y cuando se produce nos causa una gran alegría y una respetuosa admiración por todo lo que hay detrás. Imaginemos a los directamente beneficiados -el club y sus jugadores- y pongámonos en su piel. Debe ser una satisfacción enorme sentir que se ha hecho historia.

Hasta aquí he comentado la extrema dificultad que implica finalizar invicto y todo el halo de circunstancias que han de hacerlo posible, pero para hacernos una idea exacta de hasta qué nivel es un mérito extraordinario, veamos cuántas veces se ha alcanzado y quiénes han sido sus protagonistas dentro de un abanico liguero que, en su número de participantes, va desde un mínimo de dieciséis clubs hasta uno de veintipocos en el que, curiosamente, los elegidos siempre lo han conseguido estando inmersos en Tercera División, ya siendo el tercer escalafón nacional, caso del Rayo Vallecano de Madrid SAD y C.D. Ourense SAD como el cuarto, caso del Málaga C.F. SAD y Tomelloso C.F. Fuera de esta selección, otros clubs fueron invictos dentro de sus grupos, pero aquí simplemente los mencionaremos por ser grupos ligueros de menos de dieciséis participantes, amén de excluir fases intermedias, finales y promociones. Estos fueron: Racing Ferrol F.C., Club Patria Aragón y Sporting Club, de Canet (1929-30); Club Atlético Osasuna (1931-32); Zaragoza F.C. y Hércules F.C. (1932-33); C.D. Torrelavega y Gerona F.C. (1933-34); Deportivo Alavés y Constancia F.C. (1940-41); U.D. Melilla (1956-57); y U.D. Mahón (1966-67).

Rayo Vallecano de Madrid, SAD

El madrileño club del popular barrio de Vallecas fue la primera entidad en suelo nacional que fue beneficiada con la gracia de no perder ni un solo encuentro en Liga. Era la temporada 1964-65 y los franjirrojos, tras haber militado cinco campañas en Segunda División, afrontaban su cuarta comparecencia consecutiva en el Grupo XIV de Tercera División perteneciente a la Federación Castellana, un grupo donde se reunían clubs de la capital y su provincia, así como de las provincias aledañas a la villa y corte castellanoleonesas y la integridad de las castellano-manchegas de hoy en día para sumar dieciséis participantes.

La A.D. Rayo Vallecano, este era su nombre en aquellos instantes, atravesaba desde el inicio de la década de los años sesenta una gran crisis económica a consecuencia de su pérdida de la categoría de plata y el abandono sufrido por parte de su presidente Esteras Navalpotro, habiendo quedado rota su estrecha vinculación de dependencia con otro club vecino, el Club Atlético de Madrid, a quien no le interesaba una filiación con una sociedad de Tercera División. Vallecas era conocido por ser territorio de franca adhesión colchonera y Juan Roiz, nuevo presidente rayista, llamó a las puertas de las principales autoridades provinciales y de la Federación Castellana en pos de ayuda, resultando el esfuerzo infructuoso al igual que con el Club Atlético de Madrid de Vicente Calderón.

Gracias a un consejo prestado por el Gobernador Civil de Madrid, Jesús Aramburu Olarán, Juan Roiz tragó saliva y dotado del gran desparpajo que ocasiona el estar desesperado, se entrevistó contando con la venia gubernativa con la ejecutiva del Real Madrid C.F. estando Santiago Bernabéu al frente, consiguiendo pese a la oposición del directivo madridista Raimundo Saporta, que el conjunto merengue se hiciese cargo de todos los gastos rayistas durante la temporada a cambio de que cuando el equipo amateur blanco -la A.D. Plus Ultra- jugase en Vallecas, el diez por cien de la taquilla ingresara en la cuenta franjirroja, mientras que en el resto de encuentros de Liga el treinta por cien iría a las arcas de Chamartín.

El acuerdo fue sellado con un apretón de manos entre Santiago Bernabéu y Juan Roiz del que la entidad rayista resultó ampliamente beneficiada, puesto que cubría su presupuesto anualmente y podía hacer una plantilla óptima para poder intentar ascender a Segunda División. La Tercera División de los años sesenta era el tercer nivel futbolístico nacional y la A.D. Rayo Vallecano luchó baldíamente durante las temporadas 1961-62, 1962-63 y 1963-64 resistiéndosele el objetivo pese a andar muy cerca de este en las tres ocasiones. A la cuarta, 1964-65, fue la vencida y los franjirrojos consiguieron el merecido ascenso y de qué manera.

Con Juan Roiz Morante en la presidencia y Pedro Eguiluz en el banquillo, el club confeccionó una gran plantilla donde se contaba con la presencia de jugadores de la talla de Picot, Martín Pérez, Flores, García, Corcuera, Dalmau, Chufi, José Luís, González, Juanito, Segovia, Zapater, Frutos, Murilla, Sánchez y Felines entre otros, consiguiendo dominar el campeonato de cabo a rabo con veintiséis victorias y tan solo cuatro empates. En el aspecto anotador tampoco anduvo mal la cosa y ofensivamente se sumaron ciento dos goles, por catorce en contra.

Tras proclamarse campeón de Liga quedaba un complicado paso, ascender a Segunda División, objetivo que se alcanzó de forma sobresaliente al eliminar a Jerez C.D. y U.D. Salamanca en la Promoción, siendo la derrota por 2-1 en Jerez de la Frontera, la única derrota cosechada en toda la campaña. Como complemento de tan históricos logros, la directiva rayista gratificó la ayuda prestada por varias personalidades y así el sábado 3 de abril de 1965 recibía en el restaurante Biarritz la insignia de oro y diamantes del club, además del título de Presidente de Honor el Gobernador Civil, Jesús Aramburu, por los servicios prestados durante varios años. En cuanto a la figura de Santiago Bernabéu, este no fue menos e igualmente fue condecorado con la insignia de oro y diamantes, además del título de Socio de Honor, todo ello en un acto celebrado el domingo 13 de junio de 1965 a las once y media de la mañana en el Estadio de Vallecas donde se tributaba homenaje al club rayista mediante un enfrentamiento contra el F.C. Girondins de Bordeaux. El conjunto de Vallecas salió reforzado con las estrellas Puskas y Gento, contando además con tres prometedores jugadores que habían ascendido recientemente a la primera plantilla merengue como eran Serena, De Felipe y Sanchis, una excelente ayuda que le sirvió para imponerse 2-0 a los franceses.

Club Deportivo Ourense, SAD

La historia del C.D. Orense -así se denominaba en aquel momento- de la temporada 1967-68 es un cuento precioso, casi perfecto, pero con un final infeliz. El conjunto gallego presidido por Florencio Álvarez inició la campaña con un objetivo muy claro: ascender. Esa la prioridad y atrás quedaban un par de ediciones frustradas donde los rojillos no habían alcanzado exitosamente la categoría de plata. El Grupo I de Tercera División contaba con dieciséis participantes, todos gallegos, aunque los aspirantes al título era muy pocos al margen de los orensanos, tan solo S.D. Compostela, Fabril S.D. y C.D. Lugo podían ser una amenaza.

El inicio del torneo fue muy serio por parte del C.D. Orense imponiéndose con relativa holgura a cuantos rivales se le ponían al frente. Lógicamente no todos los encuentros ofrecían los mismos guarismos y en más de una ocasión el 0-1 fue el resultado final, pero el ímpetu rojillo se mantuvo acorde a la calidad de la plantilla y al término de la primera vuelta se había conseguido una marca importante: quince victorias en quince partidos. Las expectativas en vistas a la segunda vuelta eran prometedoras y, a pesar de que los orensanos sabían que eran el rival a batir, en cada encuentro ponían toda la carne en el asador para salirse con los dos puntos en disputa dentro del zurrón.

A medida que el campeonato iba avanzando, jugadores, directivos y afición conformaron una gran piña que parecía llevar al equipo sobre andas en pos de la consecución del ansiado título para después, ya en la Promoción, dar el toque final con el deseado ascenso. Sin embargo la fortaleza de la plantilla hacía presagiar cotas más altas y en el imaginario de cada uno de los futbolistas empezó a mascullarse una exigente obsesión: concluir el torneo sin perder un solo encuentro y, a ser posible, imponerse a todos sus rivales desde el principio hasta el fin. La primera parte había ofrecido un resultado espectacular y romper esa tendencia suponía una mancha que podía ensombrecer una trayectoria que podía ser de record. ¿Por qué no seguir con lo empezado?

Disputadas ya más de tres cuartas del torneo, los orensanos se trasladaron a la ciudad de Vigo a falta de cuatro jornadas para el final con la mente puesta en seguir su impresionante record. El rival era el Club Rápido de Bouzas, un humilde plantel que luchaba por no descender y el desarrollo del encuentro, ante una hinchada local que alentaba a su equipo, fue realmente complicado por el temor de perder su primer punto en Liga y regresar a O Couto con su primer empate. Al final todo se resolvió positivamente y con un justito 0-1, los rojillos resoplaban a gusto por el triunfo. La meta quedaba más cercana y toda la prensa nacional se hacía eco de la extraordinaria racha de los muchachos dirigidos por el técnico Fernando Bouso.

El paso siguiente era el C.D. Lugo en casa, rival al que se impusieron por 2-1 con un gol obtenido en el minuto noventa en el que el portero lucense y el balón terminaron alojados dentro del marco y que el árbitro concedió ante las airadas protestas de los visitantes, llegando al penúltimo encuentro también en O Couto, en esta ocasión frente a un conocido, el Club Atlético Orense, un club fundado en 1956 como independiente bajo la denominación A.D. Couto que en 1966, tras haber sido tercero en Liga, pasó a formar parte de la estructura del C.D. Orense aunque, de cara a la Federación Gallega, seguía siendo autónomo. El duelo estaba servido y todo apuntaba a una fácil victoria del primer equipo como así fue, imponiéndose el líder por un contundente 5-0.

Tan solo restaba un partido de Liga y todo quedaba pendiente de un hilo. El encuentro se las traía y el rival era el mejor oponente, la S.D. Compostela, segundo en la tabla y con una derrota en su casillero, precisamente la que le había infligido el C.D. Orense en O Couto durante la primera vuelta por 2-1. Los compostelanos, que jugaban arropados por su público en casa, les tenían ganas y aunque fuese en el último minuto y de penalti, querían imponerse a los rojillos zanjando cuentas con ellos: de un lado siendo el único conjunto en vencerles y, de otro, quebrar una inmaculada trayectoria que mantenía en vilo a todo el país. El encuentro disputado en el Campo de Santa Isabel fue inenarrable y la tensión se podía cortar con el filo de una navaja hasta que los orensanos se adelantaron 0-1 en el marcador, manteniendo tan escaso pero trascendental margen hasta el pitido final. El C.D. Orense había logrado la hazaña, un record estratosférico con un pleno de treinta victorias en treinta encuentros que todavía nadie ha sido capaz de igualar.

Sin embargo el desenlace de la temporada 1967-68 no fue justo a tenor del esfuerzo realizado durante el torneo liguero doméstico. En la Promoción le esperaban conjuntos muy fuertes que, aunque habían sido derrotados en sus respectivos campeonatos, mantenían intactas sus aspiraciones. En la primera eliminatoria el rival fue el C.D. Condal, de Barcelona, imponiéndose los rojillos por 2-0 en casa y perdiendo el encuentro de vuelta por 2-1 en la ciudad condal en lo que suponía su primera derrota de la temporada y un serio aviso de que el ascenso no iba a resultar un paseo en barca. En la eliminatoria final el oponente era un descarado C.D. Ilicitano que había sorprendido en el Grupo IX y que en la primera eliminatoria había superado al Real Avilés C.F., tratándose los alicantinos de un conjunto joven pero con mucha calidad. El encuentro de ida disputado en O Couto terminó en tablas, 0-0, dejándose las espadas en alto para la vuelta en el Estadio de Altabix, recinto donde los orensanos cayeron por 2-1 y donde su sueño se vio truncado de la peor de las maneras.

En el mérito del C.D. Orense cabe una gesta casi irrepetible después de ver cómo es el fútbol actual y la obtención de cien tantos a favor por unos raquíticos ocho en contra. El esfuerzo orensano fue compensado parcialmente al final de la temporada cuando Juan Antonio Samaranch, cabeza de la Delegación Nacional de Deportes, entregó a los gallegos una placa de plata en favor del Mérito Deportivo, aunque en la consciencia de los rojillos pesaba un gran llanto por la no consecución de un ascenso por el que lucharon Roca, Esnaola, Oñate, Lozano, Paredes, Varela, Astigarraga, Bermejo, Márquez, Pito, Lolín, Ángel, Pombo, Segra, Túñez, Buján, Cortés, Pataco, Carballeda, Conde, Puente, Pazó y Guitián.

Málaga Club de Fútbol, SAD

El inicio de la década de los años noventa había sido durísimo para el fútbol malacitano y su máximo exponente a nivel nacional, el C.D. Málaga, víctima de una nefasta administración desaparecía en el verano de 1992 dejando huérfanos a los aficionados locales de un club histórico que tantos éxitos había cosechado. La solución inmediata a tan gran desastre se encontró en casa, potenciándose un Club Atlético Malagueño que en la temporada 1992-93 se proclamó campeón del Grupo IX de Tercera División ascendiendo a una Segunda División B donde en la campaña 1993-94 lamentablemente no se dio la talla y que terminó regresando al pozo del cuarto nivel nacional.

El batacazo malacista fue considerable y concluido el torneo era necesario revitalizar el club para volver a empezar con buen pie. Dos empresarios, Federico Beltrán y Fernando Puche, inyectaron dinero en la entidad blanquiazul y antes de empezar la temporada 1994-95, el antiguo Club Atlético Malagueño era transformado en Málaga C.F. SAD. No había que perder tiempo y con una nueva estructura, se depositó toda la confianza deportiva en manos del técnico Antonio Fernández Benítez “Antonio Benítez” quien, con buen acierto, rescató para la plantilla a antiguos jugadores del desaparecido C.D. Málaga como Angelo y Añón que reforzaron más si cabe una nómina de jóvenes promesas que se habían formado en el club.

El Grupo IX de Tercera División, formado por clubs de las provincias andaluzas de Almería, Granada, Jaén y Málaga, más la ciudad autónoma de Melilla, contó durante la incipiente temporada 1994-95 con veintiún participantes, aunque la diferencia cualitativa entre los teóricamente aspirantes al título y los menos favorecidos era notable. De entre todos ellos el Málaga C.F. era desde el principio el gran favorito, pero una cosa es la teoría y otra bien diferente, la práctica.

Para acometer el torneo y optar al título o como mínimo a una de las cuatro primeras plazas que dan opción a disputar la Promoción, el técnico malagueño se rodeó de una basta plantilla donde figuraban jugadores como Burgos, Dani, Ángelo, Añón, Bravo, Iván, Juanma, León, Ríos, Santi Verdú, Victoriano, Richard, Moreno, Maulichi, Guillermo, Armando, Álex, Basti, Kiko Aranda, Pineda, Sergio, Carmona, Servia y Toño que, como se desprende de los resultados, realizaron un trabajo extraordinario.

El campeonato de Liga tuvo la emoción de ver en la parte de arriba a dos clubs debatiéndose por el liderato como el Málaga C.F. y el marbellí C.D. San Pedro, pero a medida que fueron pasando las jornadas, pronto se supo que el rival a batir era el conjunto blanquiazul y que sus jugadores iban a vender muy cara la derrota sobre el terreno de juego. Finalizada la primera vuelta, los muchachos de Antonio Benítez se encaramaron en lo más alto permaneciendo invictos, un éxito que reforzó su moral de forma contundente de cara a la segunda vuelta donde mantuvieron su estatus y remataron el trabajo consiguiendo el objetivo del título de forma brillante con treinta y una victorias y nueve empates, además de anotar noventa y nueve tantos a favor por trece en contra.

Por el camino los malagueños no tuvieron piedad con algunos de sus rivales y entre sus víctimas quedaron el Atlético Estación, quien recibió un doloroso 9-0 y la P.D. Garrucha, quien se llevó nada más y nada menos que un severísimo 14-0. En cuanto a los goleadores, el Málaga C.F. estuvo muy bien representado con el acierto de Kiko Aranda con veinticinco goles, Basti con diecinueve y Toño, con dieciséis.

Conseguido el título de campeón de Liga, la Promoción se convirtió en el verdadero objetivo de los blanquiazules. El grupo resultante -por entonces el sistema adjudicaba el ascenso a categoría superior al primero de cada uno de los grupos asignados por razones geográficas-, determinó como rivales a C.D. Isla Cristina, Jerez C.F. y Puertollano Industrial C.F., siendo las expectativas a priori positivas a juzgar por la entidad de los tres clubs. Sin embargo el desarrollo de esta fase no fue en absoluto fácil y el C.D. Isla Cristina estuvo a una gran altura, presentando una gran batalla a los blanquiazules, sobre todo después de vencerles en la localidad onubense por 2-0. Gracias a un empate de los gualdiazules en Puertollano, el único punto que cosecharon los manchegos, el Malaga C.F. pudo cantar el alirón y ascender a una Segunda División B que se le había puesto muy complicada.

Tomelloso Club de Fútbol

No tan conocido como los clubs anteriores, el cuarto club en haber permanecido una temporada entera invicto, es el Tomelloso C.F. Fundado en 1979 como Atlético Tomelloso, la entidad castellano-manchega había tenido un crecimiento deportivo rápido y, tras escalar varias categorías, con mucha habilidad tuvo la fortuna de estrenarse en Segunda División B durante la temporada 1988-89 permaneciendo en esta hasta la temporada 1993-84, es decir, seis campañas consecutivas inserto en una categoría tan difícil que hablaba muy bien de su gestión.

El club de Tomelloso contaba en aquellos tiempos con una directiva muy decidida y con haberes económicos suficientemente importantes como para ser cabeza de león en el Grupo XVII de Tercera División y una más de las tantas sociedades que, de forma discreta, pasan por la división de bronce de vez en cuando.

El decepcionante fin de campaña que había supuesto el no poder ascender a Segunda División B en la recién finalizada temporada 1994-95 tras haber sido subcampeón de Liga por un solo tanto de desventaja a favor del Club Hellín Deportivo y la eliminación en la Promoción al ser superado por el Vélez C.F., habían marcado al club y las aguas andaban un tanto revueltas dimitiendo el presidente Ambrosio Armero y ocupando su puesto el, hasta el momento relaciones públicas, Higinio Ponce.

Antes de empezar la temporada 1995-96, la directiva que presidía Ponce tomó conciencia de que el club debía denominarse como clásicamente lo habían sido sus precedentes, adoptando el nuevo nombre de Tomelloso C.F., pero en el aspecto deportivo todo seguía igual y las aspiraciones eran, como ya se había demostrado antes, llegar lo más lejos posible en Liga para luego superar la Promoción y ascender a la categoría de bronce.

Para cimentar la estructura se incorporaron nuevos directivos y en el banquillo se instaló un técnico que prometía optimismo, Manolo Chico, quien se alojaba en la casa tras una positiva etapa anterior. Tras las lógicas bajas de cada año, Chico y la directiva incorporaron a jugadores de renombre para apuntalar el proyecto como Olmedo, Pinto, Niza, Aparicio y Edu que en pretemporada no dieron sensación de mejorar lo anterior, aunque eso sí, la falta de acoplamiento jugaba a su favor.

Durante los primeros encuentros de Liga el equipo anduvo un tanto renqueante, pero a medida que el campeonato iba transcurriendo se vio cada vez más a un Tomelloso C.F. bien armado en defensa y fuerte en ataque que encadenó una racha de siete victorias consecutivas que le llevaron en volandas hasta el liderato, consiguiendo con su fútbol atraer a la afición que deseaba ver con sus propios ojos cómo jugaba su equipo.

Terminada la primera vuelta el conjunto castellano-manchego seguía invicto y las taquillas del Estadio Municipal local empezaban a recaudar buenos dividendos que reforzaban la economía de la sociedad. Los partidos se iban sucediendo uno tras otro y llegados a febrero, la entidad merengue era la única en todo el país en permanecer invicta dentro de las distintas categorías nacionales tras haber perdido esta condición el extremeño Jerez C.F. La noticia causó impacto a nivel futbolístico y las cámaras de una televisión privada como Canal+, muy en boga por aquellos tiempos, fijaron sus lentes en un equipo que asombraba. Por suerte la fortuna quiso acompañarles y en el encuentro del reportaje se consiguió seguir con la racha tras empatar un partido agónico que se perdía 0-2 ante el Villacañas C.F.

Esto reforzó la moral de los tomelloseros y en los encuentros siguientes la mentalidad pasó de ser líderes a intentar por todos los medios seguir sin perder un solo encuentro. El desafío fue grande y oportunidades para caer derrotados las hubo, pero la fortaleza del equipo superó cualquier adversidad y al final de la temporada el Tomelloso C.F. se mantuvo invicto y, de paso, consiguió entonar el alirón proclamándose campeón de Liga con una diferencia holgada respecto a su más directo perseguidor, el C.D. Manchego.

La guindilla final a tan redonda temporada era, por supuesto, ganarse el ascenso a Segunda División B clasificándose como primero de grupo en la tan siempre traicionera Promoción. Lamentablemente para las aspiraciones del club castellano-manchego salió, una vez más, cruz y el conjunto granadino Guadix C.F. fue quien, sin contar demasiado en las apuestas, se llevó el premio con total merecimiento tras sacar un punto de su visita a Tomelloso y conseguir derrotarles en el partido de vuelta demostrando que, a pesar de parecer increíble, quedar invicto en un torneo regular no es sinónimo de llevarse una Promoción de calle.

 

© LaFutbolteca.com. Enero 2014.