por Ferràn Esteve
miembro de La Futbolteca
Nadie puede dudar a estas alturas que en los últimos quince o veinte años el fútbol español ha mantenido una destacada presencia a nivel europeo fundamentada en sus dos principales clubs, Real Madrid CF y FC Barcelona, pero también gracias a ese gran séquito de grandes clubs que, aún alejados económicamente de las dos superpotencias, pese a su manifiesta desventaja han sabido jugar sus bazas y dar zarpazos de merecidísima gloria con algún que otro título europeo para satisfacción de sus seguidores.
Si el Real Madrid CF se adjudicó la Liga de Campeones en las ediciones 97/98, 99/00 y 01/02, el FC Barcelona no fue menos e igualó sus registros durante la era Guardiola adjudicándose los entorchados de 05/06, 08/09 y 10/11, todo ello sin olvidar el destacado papel de un no recompensado Valencia CF que se quedó con la miel en los labios de forma consecutiva en las finales de 99/00 y 00/01.
Esto en cuanto a la Liga de Campeones, pero si nos vamos al otro gran torneo continental, la Liga de Europa, hallaremos por el camino otro gran ramillete de éxitos cosechados por la segunda línea en importancia de clubs españoles: Valencia CF en 03/04, Sevilla FC en 05/06 y 06/07, con la particularidad de jugarse el título frente al RCD Espanyol de Barcelona, quedando más cercanos en el tiempo los triunfos del Club Atlético de Madrid en las campañas 09/10 y 11/12, esta última en lucha fratricida frente al Athletic Club bilbaíno. Todo ello sin olvidarnos de aquel maravilloso y sorprendente Deportivo Alavés de la temporada 00/01 que tan buen recuerdo dejó en nuestra memoria.
A nivel de selecciones absolutas tampoco nos podemos quejar y recientemente, todavía lo somos, hemos conquistado nuestro mayor título a nivel internacional: la Copa del Mundo de 2010 que nos acredita como el mejor país futbolísticamente hablando de todo el universo. Continentalmente España brilla con luz propia con el doblete europeo de 2008 y 2012, pero, ¿va a seguir esta tendencia así?
El fútbol español es una muestra calcada de la realidad que sus habitantes viven y, como esta, repite sus pautas con un mimetismo abrumador donde los éxitos y los fracasos, la abundancia y la escasez, atañe a los clubs de forma directa sin distinciones.
Los clubs españoles, en su gran mayoría, han dejado y están dejando de ser aquellos que apenas hace unos años atrás hinchaban pecho y dejaban constancia de su gran poderío en Europa. La maldita crisis económica que la coyuntura internacional de un mundo totalmente capitalizado y la falta de luces de unos gobernantes patrios inmersos en la mediocridad más absoluta dentro de sus pobres ideales nos ha envuelto con sus fuertes brazos como una robusta tenaza que constriñe a la inmensa mayoría de los ciudadanos y, por extensión, a los clubs de fútbol.
Sociedades deportivas como el Real Madrid CF y el FC Barcelona, como los multimillonarios lo hacen de la mayoría de los ciudadanos de a pie, gracias a la crisis cada vez se alejan más y más económicamente de sus adversarios en el campeonato de Liga doméstico, creándose una ruptura sustancial en la equidad de las fuerzas futbolísticas.
La España de 2013 y pronto 2014 no es la misma de hace diez años atrás. Los tiempos han cambiado y las reglas, aunque son iguales para todos, no afectan a todos por igual. La competitividad de la Liga nacional es casi nula y los dos grandes parecen ser más grandes que nunca, resultando tan solo la presencia de un destacadísimo Club Atlético de Madrid la ilusionante promesa que abriga un halo de ruptura en medio de la hegemonía merengue y blaugrana.
Los clubs de segunda línea y los más modestos de nuestra Primera División se han instalado a lomos de una furibunda crisis que amenaza con acrecentar de forma irremediable la gran distancia que les separa de los blancos y blaugranas, aunque algunos de ellos, como el Valencia CF, aparte de los azotes de la economía global han sufrido en sus carnes la ruinosa gestión de unos dirigentes oportunistas que no dieron la talla ni el cayo, pero que a cambio si dejaron un aparente vergel en un auténtico solar lleno de deudas hasta el gorro.
La crisis se ha cebado con la medianía y los clubs más modestos de la élite nacional siendo su más directo reflejo el éxodo masivo de jugadores nacidos en nuestro país a otras Ligas con tradicional pujanza y especial atracción para países exportadores de futbolistas. La España importadora de futbolistas de alto y mediano nivel de la que siempre nos hemos vanagloriado está en franca bancarrota y esa tendencia interrumpible casi secular, se ha invertido. España ya no es un país importador de grandes estrellas como en el pasado, al menos no tanto, habiendo pasado reciente pero inexorablemente, a ser una nación exportadora.
Sin embargo esta realidad tan tangible y a la vez contrastable por los datos, parece haber sido silenciada colectivamente por la prensa y también, sorprendentemente, por directivos, entrenadores y los propios futbolistas. El nivel de la Liga española, pese a que muchos mantengan lo contrario y nos lo intenten hacer creer a través de la prensa escrita y televisada, ha descendido notablemente y no es, ni muchísimo menos, comparable al de hace un lustro atrás. La Liga española ya no es la mejor del mundo.
Y para muestra un botón, o en este caso un montón de botones. Este último verano, continuando y ampliando la tendencia iniciada unas temporadas atrás, la venta de jugadores españoles de renombre ha superado significativamente al de las grandes adquisiciones que normalmente ocupan días y días las tiradas de los periódicos.
Mientras Neymar cubría las expectativas blaugranas y jugadores como Illarramendi, Isco y Bale las del Real Madrid CF, el resto de clubs importantes se han visto obligados a deshacerse de jugadores franquicia con gran peso en la plantilla que marcaban diferencias con los de abajo y les acercaban a los de arriba.
El jugador español, salvo honrosas excepciones, siempre se ha manifestado como un futbolista de casa, hogareño, muy alejado de cualquier insinuación que supusiera un cambio de aires y el traspaso de fronteras para marchar a un club que no fuese de aquí. El fútbol español, con sus diversas competiciones, era una inagotable fuente que cubría todas sus necesidades deportivas y económicas, rehusándose a emprender cualquier iniciativa que le alejase de su familia y de un fútbol que conocía a la perfección e interpretaba como el mejor entre los mejores.
Esta percepción ha cambiado definitivamente. Los dos grandes tienen cubiertas sus plantillas y no caben más, mientras el resto de clubs españoles, pese a que cumplen con unos generosos pagos, no pueden satisfacer las exigencias de algunos de nuestros más destacados jugadores ni, por supuesto y en medio de una virulenta crisis, competir con clubs de otros países mucho mejor gobernados y que han sabido lidiar un toro tan bravo como el económico con sus cíclicos achaques.
Los clubs españoles se han empobrecido respecto a los clubs de siempre del orbe occidental europeo residentes en el Reino Unido, Alemania o Italia, los de más tirón, pero también respecto a algunos clubs de fútbol y economía tan emergentes como Rusia, Turquía o países del este que antes no contaban entre los lugares de destino de las grandes figuras. Incluso los países asiáticos parecen, a tenor de los movimientos documentados, irradiar una atención en nuestros jugadores.
En la memoria colectiva quedan muy lejos las experiencias de Luís Suárez y Joaquín Peiró en el Internazionale milanés, las más próximas de Gaizka Mendieta, Ricardo Gallego, Iván de la Peña, Víctor y Martín Vázquez quienes abrieron la brecha tras muchos años sin presencia de españoles en el extranjero y las más recientes de Álvaro Arbeloa, Xabi Alonso, Núñez, Pepe Reina o Fernando Torres por el fútbol inglés y el sempiterno Raúl González por el fútbol alemán.
Algunos de estos jugadores -todos los más próximamente mencionados-, siguen todavía en activo, y aunque varios gozan hoy en día de una estancia deportiva en España, han sentado un precedente que ha sido seguido de un nutrido grupo de futbolistas de diverso talle, porque el éxodo no afecta tan solo a jugadores de élite o prestigio, sino a jugadores de la medianía, jóvenes con notable proyección como Iago Aspas o Deulofeu y muchos que, ante la amenaza de quedarse sin jugar, tuvieron que buscarse un plato de comida en otras Ligas menos conocidas.
La enfermedad se extiende y talentos en edad juvenil, incluso infantil, marchan hacia las islas británicas a cambio de un simple cambio de residencia unidos a cheques millonarios que garantizan un buen futuro para sus padres. Para una familia media o con pocos recursos, tener un hijo futbolista talentoso es una bendición y, aunque el precio que haya de pagarse es alto haciéndose frente a un idioma y costumbres desconocidas, además del oportuno aislamiento social, quizás el esfuerzo valga la pena al garantizar unos ingresos seguros de otro modo inalcanzables. Dentro del estamento futbolístico no sólo los jugadores, tengan la edad que tengan, resultan afectados, pues la hemorragia parece no tener anticoagulantes que la detengan y la marcha de entrenadores, preparadores y técnicos cualificados empieza a ser significativa.
La exportación de futbolistas no es una buena noticia para el fútbol nacional, más bien al contrario, es un síntoma inequívoco de que nuestro campeonato no es atractivo como lo era antes y lo peor, nuestra capacidad económica para retener a las estrellas nacionales e internacionales que mantengan el nivel ostentado durante décadas se ha devaluado patentemente. El aficionado pierde con el descenso de competitividad, los ingresos de los clubs se resienten y el espectáculo, uno de los principales fines de este deporte, sufre una fuga talento que no es fácil de suplir. Y es que cuando la élite deportista de un país empieza a emigrar, cuán importante debe ser la crisis que en este habita.
Pero, ¿cuáles son los destinos elegidos por los españoles? La ley de la oferta y la demanda varía según los países, el nivel de sus clubs y la categoría de los jugadores que se precisen, de modo que aquellos más talentosos tienen en el mercado de la Liga inglesa su mayor escaparate. Una cuarentena de ellos juegan en las islas, entre los que destacan varios internacionales con la selección absoluta como Jesús Navas, David Silva y Álvaro Negredo en el Manchester City FC, Juan Mata y Fernando Torres en el Chelsea FC, Nacho Monreal y Santi Cazorla en el Arsenal FC o Roberto Soldado en el Tottenham Hotspur FC.
La Liga italiana es la siguiente en importancia, algo más de una decena, destacando la presencia de Fernando Llorente en el Juventus FC, Raúl Albiol y Pepe Reina en las filas del SSC Napoli, o la de Borja Valero y Joaquín Sánchez en la ACF Fiorentina. Casi a la par de la italiana, la Liga alemana recoge también a una decena de futbolistas, destacando entre todos la figura de Javi Martínez en el poderoso FC Bayern München. Sin embargo, al margen de la Liga inglesa, países como Grecia y Chipre les superan ampliamente en número con veintiséis y veinte jugadores respectivamente, existiendo en la vieja Europa alrededor de una quincena de Ligas que brindan a nuestros jugadores una oportunidad de seguir demostrando su calidad.
Fuera del continente, países exóticos hasta hace pocos años como los asiáticos China, Hong Kong, Tailandia, Corea del Sur, Azerbayán o Qatar han tendido las redes al productivo fútbol español, algo inimaginable hace apenas un par de décadas, aunque no son los únicos. En nuestras antípodas, destinos sumamente alejados como Nueva Zelanda a la cabeza y Australia nos dan la bienvenida, siendo el continente americano una puerta todavía por explorar donde escasos efectivos están haciendo el camino inverso al que tradicionalmente centenares de jugadores sudamericanos han hecho hacia España en busca de gloria.
Lamentablemente la sangría española no tiene visos de solución a corto plazo y aunque sería deseable que todos nuestros principales mimbres jugasen en la Liga española como hasta ahora siempre ha sido, mucho me temo que la plena recuperación tanto económica como futbolística de talentos y jóvenes promesas tardará mucho en producirse, si es que se consigue.
© LaFutbolteca.com. Diciembre 2013.