Utilizamos cookies propias y de terceros, para realizar el análisis de la navegación de los usuarios. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí.

ACEPTAR

 

titulo La Esferomaquia El futbol por iniciativa popular

por Vicent Masià

miembro de La Futbolteca

Hace unas semanas atrás recibimos en el buzón de la web un interesante correo digital suscrito por el periodista lucense Denís Iglesias Llamas en el cual se nos solicitaba, como reconocido medio implicado en cuestiones futbolísticas a nivel nacional, dar nuestra valoración y, de paso, explicación acerca de la génesis y evolución que ha tenido en España la implantación de las Sociedades Anónimas Deportivas y, por último, las consecuentes derivas sociales y económicas originadas a raíz de su fracaso.

La solicitud, presentada en forma de entrevista bajo el título de “El fútbol por iniciativa popular: una alternativa emergente a las Sociedades Anónimas Deportivas”, consta de un total de veintidós preguntas que, realizadas en su día con carácter particular, ahora, vista la extensión de las respuestas y su dimensión, contando siempre con la aprobación tanto de Denís como de nuestro director, Vicent Masià, quien se ha encargado personalmente de cumplimentarlas, vemos aquí reproducidas.

 

ENTREVISTA

1. En un artículo publicado en La Futbolteca Sociedades Anónimas Deportivas: Luces y sombras usted hablaba de las “luces” y las “sombras” de las Sociedad Anónima Deportiva.  Se cumplen 21 años después del surgimiento de las primeras S.A.D., ¿han sido más las sombras o las luces?

España siempre ha sido un país muy reglamentarista con excelentes juristas e históricamente se ha demostrado que sabemos afrontar con buena dosis de teoría los posibles conflictos que conlleva la vida, incluido el deporte.  Otra cosa es la práctica y, con ella, la labor policial que debe ejercer la Administración. En este sentido todo son sombras y las luces brillan por su ausencia.

2. En 1989, el Gobierno comienza a gestar a futura Ley del Deporte para dar solución a los males económicos que arrastraba el deporte español. ¿Cómo se llegó a esa situación?

La Ley del Deporte fue gestada por la Administración del Estado para ordenar un mundo cada vez más complejo donde la expansión de la actividad física tanto a nivel particular como en grupo, a nivel público como privado, necesitaba de una actualización y de unas normas más apropiadas a la época.

La situación económica  de muchos clubs, preocupante como siempre, no fue el objetivo prioritario, pero sí un aspecto importante que necesitaba una mayor atención por parte de la Administración. Las deudas de los clubs, tanto profesionales como amateurs y en especial los de fútbol,  estaba descontrolada y empezaba a ser tan considerable que amenazaba la supervivencia de muchos de ellos, siendo que desde diversos sectores se hacía presión para que el Estado dejara de mirar hacia otro lado y, al menos, se implicase en adoptar algún tipo de medida que cortase tan preocupante sangría. Si era una solución o no, el tiempo la daría o quitaría.

3. ¿Qué cambios trajo consigo la aplicación de esta ley?

La Ley del Deporte dotó a todas las disciplinas deportivas de una mejor consideración social, obligó a impartir el deporte como asignatura obligada en los grados educativos además de asegurar que todos los centros tuvieran instalaciones apropiadas, pero sobre todo lo conexionaba con la sociedad para promocionar su práctica como un derecho y un bienestar para todas las personas, aún aquellas que tuvieran alguna discapacidad.

Dentro de la Ley del Deporte, de paso, el legislador pretendía solucionar una serie de dificultades que habían surgido en la anterior regulación. La nueva Ley deja de aludir al régimen de responsabilidad de los administradores deportivos de la forma que los hacía la anterior, derivando la acción de responsabilidad por el cumplimiento de infracciones graves y muy graves del también nuevo régimen de la Ley del Deporte. En definitiva, la Ley del Deporte lo que hace es ampliar la legitimación para interponer la acción de responsabilidad del C.S.D. y de la L.F.P. correspondiente (fútbol, baloncesto, balonmano, etc.,), para exigir determinadas auditorías a quien proceda y, en el supuesto de detectarse anomalías, poder proceder a la acción de responsabilidad de los administradores siguiendo las normas  del régimen general de la Ley de Sociedades de Capital.

4. ¿En qué consistió y qué supuso el Plan de Saneamiento de 1985?

Tras la llegada de los socialistas al Gobierno, una de las prioridades que tenía la Administración era atajar, en la medida de lo posible, el problema de las grandes deudas acumuladas por los clubs profesionales como consecuencia de la imparable espiral de gastos en la que se habían metido debido a la enorme sobredimensión del coste de los jugadores profesionales. Para ello, el C.S.D. en representación del Gobierno y la L.F.P., en representación de los clubs profesionales, acordaron un plan de saneamiento sin la presencia de la R.F.E.F. que no fue invitada, mediante el cual se iba a destinar el 2,5% de lo recaudado cada semana en las quinielas para subvenciones. Los números, hechos en base a un cálculo supuesto de 1.500 millones semanales de las antiguas pesetas, durante el primer año fue bastante bien, pero el descenso de apuestas como resultado de la instauración de la lotería primitiva, dejó paulatinamente esa cifra inicial en 1.000 millones para terminar en cerca de 500, números que abortaron un plan que parecía interesante.

Dicho plan, de haberse pactado y ejecutado varios años antes, quizás hubiese reducido en gran parte la deuda colectiva de los clubs profesionales, pero su fracaso  acabó poniendo la primera piedra para redactar poco tiempo después la Ley del Deporte de 1990 que trataba de enmendar defectos del pasado.

Con todo, la R.F.E.F. tampoco ayudó demasiado, y rompiendo un acuerdo previo entre C.S.D.-L.F.P. por el cual se pretendía reducir la cantidad de clubs profesionales, en la temporada 1987/88 la Segunda División B, dependiente de la R.F.E.F., pasaba de contar con veintidós clubs a contar con ochenta, un número excesivo y poco razonado que incrementaba las posibilidades de fiasco para clubs profesionales, semiprofesionales y amateurs.

5. El Secretario de Estado para el Deporte por aquel entonces, Javier Gómez-Navarro, apostó incluso por cerrar la Liga como la N.B.A., tal y como indica en su artículo. ¿Qué otros modelos se pusieron sobre la mesa?

El plan estrella del C.S.D. y de la L.F.P. era sanear todo lo más posible los clubs profesionales para luego, pasados unos años, proceder a una conversión de todos ellos en S.A.D. La estrategia puesta sobre la mesa se basaba en varias acciones como eran recortar los gastos, administrar con racionalidad los presupuestos, hacer crecer los clubs dentro de un orden y reorganizar su estructura eliminando lo superfluo apostando por lo importante. No hubo más modelos, al menos de dominio público.

Durante aquellos años la N.B.A. empezaba a colarse por los televisores de muchos españoles. Aquel formato de Liga cerrada donde, al parecer, los clubs no pasaban por excesivos problemas económicos y, al contrario, parecían expandirse con la conquista de nuevos mercados, no fue ajeno a la mente de muchos periodistas como tampoco a la de Gómez-Navarro, quienes dejaron caer en alguna ocasión la posibilidad de cerrar la Liga con una veintena aproximada de clubs. Lógicamente dicho formato era inviable en España por nuestra cultura y por nuestra idiosincrasia, muy alejada de cerrar puertas en lugar de abrirlas.

6. La ley abrió una dualidad en la que el F.C. Barcelona, Real Madrid C.F., C. At. Osasuna y Athletic Club quedaron fuera. ¿Fue una decisión acertada? ¿Se debería revisar su condición?

Bajo mi punto de vista, sin ser experto en la materia, siempre he creído que a todas las personas se les ha de juzgar por igual y dárseles las mismas oportunidades. Luego que cada uno se desarrolle según sus posibilidades y aptitudes. Lo mismo para el deporte profesional. Crear dos mundos como se hizo y de la forma en que se hizo, rompió el principio de igualdad que debe prevalecer para todos, aunque los males tradicionales del fútbol español y la competitividad no se vieron excesivamente condicionados por la Ley. No obstante, y ya nos han dado recientemente un toque desde Europa en 2014, revisar su condición y equipararla al resto sería un buen gesto por parte de los afectados para tener, al menos, la misma consideración.

7. ¿Cómo ha afectado a la historia de los clubes la obligatoriedad a convertirse en S.A.D. para militar en el fútbol profesional?

Pasados ya una cantidad de años relevante desde su aplicación, beneficios casi ninguno o muy pocos. Perjuicios, muchos. La obligatoriedad de convertirse en S.A.D. para los clubs deudores, aunque marcada con una teórica buena fe para eliminar las deudas contraídas, supuso un esfuerzo sin parangón para todos los implicados quienes tuvieron que buscar recursos hasta debajo de las piedras para cumplir con las exigencias. Luego, las cuotas obtenidas con el reparto accionarial, dejaron los clubs en manos de unos pocos en la gran mayoría de los casos cerrando cantidad de puertas a futuros gestores perfectamente capacitados. Ser S.A.D., aunque sea un requisito obligatorio, no es sinónimo de buena gestión ni transparencia y clubs como la U.E. Llagostera, demuestran que siendo club deportivo (asociación civil) también se pueden hacer bien las cosas. A otros les ha ido mucho peor.

Visto el fracaso que ha supuesto el modelo S.A.D. pasando la deuda colectiva a 5.000 millones de euros en comparación con los 172 millones de 1992 y la obligatoriedad de transformar los clubs que acceden al fútbol profesional en S.A.D., desde hace algunos años se está argumentando la posibilidad de eliminar dicha obligatoriedad creando una nueva Ley o reformando la existente. Los españoles no aprendemos: si se crea una buena Ley como es la Ley del Deporte de 1990 y no funciona, no es por culpa de la Ley, sino de los clubs que la evaden y de la Administración que no la hace cumplir ni sanciona a los que la incumplen. La permisividad de la Administración con los clubs que adeudan cantidades astronómicas a Hacienda o a la Seguridad Social, todo un regalo del cual no nos beneficiamos los ciudadanos, convierte una Ley buena en una Ley inútil. Un lujo incomprensible.

8. ¿Qué valoración hace de la legislación que se aplica sobre las entidades futbolísticas españolas? ¿Es muy diferente la situación con respecto a otros países de similar estructura?

La legislación española no es muy diferente de la aplicada en Inglaterra o Italia, países con un potencial futbolístico a nivel profesional por el momento muy similar al nuestro. En cambio sí es algo diferente de la francesa donde tienen un sistema muy peculiar gracias al cual las asociaciones civiles que practican deporte, en el momento superan durante varios años consecutivos una determinada cantidad económica para sufragar los costes de los profesionales, están obligadas a crear una asociación deportiva que requiere de una gestión independiente. Eso implica que existe una co-gestión, es decir, una junta directiva que gestiona la plantilla profesional y otra que gestiona la plantilla amateur, de modo que ante una posible quiebra de los profesionales o imposibilidad de mantenerlos, el club puede conservar su lado amateur con su denominación, historia y símbolos distintivos como escudo y colores. Un recurso muy interesante que, de aplicarse bien en España, podría evitar la desaparición de clubs históricos.

9. ¿Cuándo empezó a gestarse el concepto de S.A.D. en España? ¿Dónde y cuándo nace esta concepción?

La legislación deportiva en España siempre ha ido a remolque de las decisiones tomadas en otros países donde el deporte estaba mejor considerado y donde el profesionalismo era bien visto. Al profesionalismo le costó mucho implantarse y todavía en los años veinte se discutía si era la salida óptima o en cambio el fútbol era un espacio solo reservado para amateurs. Una vez aceptado llegó el Campeonato Nacional de Liga hecho a medida para los clubs profesionales y, por lo tanto, una fuente de ingresos segura con torneos a disputar a doble vuelta entre todos los participantes, pero la creación de competiciones europeas en los años cincuenta, el deseo de ser mejores y las ganas de llegar a la cúspide requerían de los mejores profesionales y, con ello, de más recursos para pagar sus salarios.

Esta carrera por entrar en competición europea o por llegar a Primera División, llevó a muchos clubs a acumular grandes deudas como resultado de las grandes inversiones depositadas en jugadores que, a menudo, estaban sobrevalorados en sus traspasos y en los emolumentos que debían percibir, arrastrándose a la ruina, incluso a la desaparición. A mediados de los años ochenta la Administración se propuso crear herramientas para controlar los gastos de los clubs y la Ley del Deporte de 1990, a través de la transformación de los clubs profesionales en S.A.D. parecía la solución idónea frente a otras formas jurídicas menos maduras como la asociación y la fundación.

España, como siempre, llegaba tarde, pues en Inglaterra ya existían S.A.D., aunque no tan evolucionadas, desde 1921 cuando nosotros todavía andábamos en el semiprofesionalismo o en el profesionalismo marrón, mientras que países de nuestro entorno adoptaron este modelo de gestión en 1981, caso de Italia, o 1984, caso de Francia. Hasta que no vimos cómo actuaban nuestros vecinos ante problemas parecidos y cómo las deudas se nos iban de las manos, fuimos incapaces de reaccionar pese a la gravedad de la situación.

10. Año 1992. El Real Murcia C.F. no consigue reunir el capital necesario para transformarse en S.A.D. y desciende a Segunda División B. Año 1996. El Sestao Sport Club disuelve la S.A.D. y desaparece tras 80 años de historia, al ser incapaz de afrontar las deudas. ¿Fueron estos los primeros grandes varapalos de la nueva situación administrativa de los clubes?

El Sestao Sport Club, SAD desapareció con una deuda de 137 millones de pesetas, pero no fue esta cifra su puntilla sino su incapacidad para sufragar un aval que por entonces era una obligación imperativa que luego, afortunadamente, sería suprimida por una disposición transitoria en 1999. Pimentoneros y verdinegros fueron, cada uno de ellos por circunstancias particulares, parte de los primeros perjudicados, pero no serían los únicos ni serán los últimos. En el camino el reguero de afectados se extiende a más clubs profesionales como el Club Atlético de Marbella, SAD, el maltratado Real Burgos C.F., SAD, entidad que se vio arrastrada a desfilar durante años por los juzgados y los casos de clubs sin apenas trayectoria profesional que tuvieron su momento de gloria como C.P. Mérida, SAD, C.F. Extremadura, SAD, S.D. Compostela, SAD o C.P. Ejido, SAD

En el caso particular del Real Murcia C.F., la Administración perseguía que todos los clubs afectados llegasen a meta juntos. Los pimentoneros no lo consiguieron, pero perfectamente se les podría haber concedido una prórroga sin perjuicio deportivo. En cualquier caso, los clubs profesionales no son liquidados o desaparecen por convertirse en S.A.D., sino por las deudas contraídas por sus accionistas. En el caso de los clubs deportivos, que son asociaciones civiles, por los actos de sus socios. Cuando hay una buena gestión y no existen deudas, el futuro de un club, sea deportivo o S.A.D., está prácticamente asegurado.

11. ¿Puede tratarse un club de fútbol como si fuera una empresa más? ¿Qué valores llevan asociados?

Un club de fútbol no es sólo un club deportivo o una S.A.D., es mucho más. Los clubs proyectan al exterior conciencia de grupo, pertenencia a una sociedad local, provincial, regional o nacional con todas las implicaciones culturales, sociales, religiosas y políticas que conlleva. Todo esto se resume en un sentimiento que puede ser compartido o no por otras personas del entorno.

El fútbol profesional puede y debe ser tratado como una empresa, pero siempre teniendo en cuenta que sus resultados influirán en el estado de ánimo de muchas personas y en su sentimiento de pertenencia a un colectivo o comunidad con similares valores. En función de los éxitos o fracasos obtenidos y consecución o pérdida de las metas que se tracen, los aficionados se sentirán más o menos identificados con el club apreciando o condenando la gestión del club [empresa].

12. ¿La situación económica ha cambiado la perspectiva de los aficionados respecto a las deudas de los clubes? ¿Están menos consentidos que antes?

No. Las crisis económicas suelen ponernos a los ciudadanos en alerta siempre ante el Gobierno de la nación y a la defensiva ante los abusos que se pueden cometer de índole monetario procedentes de en quienes depositamos nuestra confianza para gestionarnos. El mundo del deporte se halla en otra dimensión, afecta al sentimiento, la pasión y la emoción, por lo cual un incremento de la deuda no se verá nunca con los mismos ojos perdonándose, incluso, algunos excesos siempre y cuando no sean irreparables. En este aspecto el fútbol nunca ha cambiado y crisis ya se han padecido muchas.

13. ¿Qué rol juegan los abonados en las S.A.D.? ¿En qué se diferencia del papel que ejercían y ejercen los socios en otras entidades?

Ninguno. Son meros aficionados que pagan una determinada cuantía económica y acuden al estadio cada vez que hay partido. Carecen de voto y su voz poco importa en las decisiones importantes que toma la S.A.D. Su papel respecto del que ejercen los socios minoritarios provistos de pocas acciones es prácticamente el mismo.

En los clubs deportivos (asociaciones civiles) el socio tiene voz y voto. En este sentido el papel en los clubs tradicionales es determinante y no sólo se le escucha, sino que de su decisión depende el que el club tome una u otra iniciativa.

14. ¿Cómo ha afectado al desarrollo de los equipos la entrada de grandes inversores?

En España muy poco, o nada. Los dos clubs grandes, exentos de convertirse en S.A.D., siguen marcando grandes diferencias con el resto y en el segundo grupo por orden de importancia donde entrarían Club Atlético de Madrid, SAD, Valencia C.F., SAD y Sevilla F.C., SAD, su transformación en S.A.D. no ha supuesto reducir la desventaja respecto a los dos dominadores de la Liga. Los únicos beneficiados son clubs sin tanta repercusión histórica como Villarreal C.F., SAD y Getafe C.F., SAD, ambos bien gestionados  y con empresarios españoles solventes al frente que han trasladado su buen hacer a clubs que, con viejas fórmulas, estarían varias categorías más abajo.

Los grandes inversores no han llegado a España y los pocos que han puesto dinero, ha sido para tapar agujeros o asumir avales que los socios mayoritarios eran incapaces de cubrir. Los realmente grandes han ido directamente a la Premier League inglesa donde las expectativas de negocio son mucho mayores y donde no hay clubs deportivos en la élite que les supongan un freno. El inversor busca, como es lógico, rentabilidad y a poder ser lo antes posible. España no la ofrece.

15. ¿Es mayor que nunca la distancia entre los abonados y sus clubes?

Depende de cómo se mire. Un abonado es para una S.A.D. alguien a quien se le puede vender un producto para obtener ingresos, en este caso un abono. Para el abonado, el club es un sentimiento y, en muchas ocasiones, poco o nada importa el trato que se le proporcione desde el club siempre y cuando deportivamente se esté satisfecho y económicamente el abono no le resulte demasiado caro. Entre medias, y para que no exista demasiada distancia entre unos y otros, los clubs ponen a disposición de los socios y abonados páginas web donde se reflejan toda la actualidad de los clubs y datos que pueden serles interesantes y refuercen sus egos. Pero nada más. Las operaciones financieras y grandes decisiones les quedan al margen.

16. ¿Cómo valora la aparición de equipos por iniciativa popular, gestionados de modo democrático como el Unionistas de Salamanca C.F., Xerez Deportivo F.C. ó la S.D. Logroñés, entre otros?

Todos los clubs son democráticos por sí mismos. No hay clubs no democráticos como tampoco hay clubs ilegales si la actividad que practican, en este caso fútbol, es legal. El que una S.A.D. esté gestionada por uno o varios socios mayoritarios y un club deportivo por socios que han ganado unas elecciones en las urnas o como única candidatura presentada, no significa que unos no sean democráticos y los otros sí. Los clubs deportivos están obligados por Ley a regirse mediante juntas directivas y, alcanzadas las categorías profesionales, a transformarse en S.A.D. regidas también por juntas directivas. La Ley del Deporte de 1990 contempla clubs deportivos y S.A.D., y si esta Ley parte de principios democráticos, en consecuencia todo lo que derive de ella es igualmente democrático.

Los clubs que usted indica y califica como aparecidos por iniciativa popular no son un modelo nuevo ni algo revolucionario, son los clubs deportivos tradicionales de toda la vida que todavía siguen en pie gestionados por sus socios y que, igualmente, surgieron por iniciativa popular. Adoptar una denominación nueva en este caso no obedece a una posible tercera vía, algo que no contempla la Ley del Deporte de 1990 que considera sólo a clubs deportivos y S.A.D., sino a una simple cuestión de mercadotecnia con profundo trasfondo político para atraer aficionados descontentos con una vía no satisfactoria en el pasado. Todos los clubs, sean deportivos o transformados en S.A.D., se constituyen por iniciativa popular, la que emana del pueblo o parte de él. En ese aspecto no hay diferencias, hay que tener los conceptos muy claros y no cabe llevarse a confusiones, engaños o malas interpretaciones: un club deportivo es una asociación civil con personalidad jurídica que no puede ser etiquetada como democrática por el simple hecho de que participen muchos socios, al igual que una S.A.D., siendo una sociedad deportiva también con personalidad jurídica, no puede calificarse como no democrática por ser gestionada por pocos socios. La democracia no es una cuestión vana que se pueda reducir a un simple ejercicio de números, sino algo más profundo que requeriría una larga explicación aquí no oportuna.

En cuanto a los tres clubs mencionados en la pregunta, todos ellos son claramente clubs deportivos nacidos como respuesta por parte de los aficionados a consecuencia de fracasos en clubs S.A.D. de reciente desaparición o dejados en el rincón del olvido por su deficiente gestión en cada una de las respectivas localidades de origen de cada uno de ellos. Si alguno de ellos prospera y llega a categoría profesional, no le quepa la menor duda que por Ley deberán transformarse en S.A.D., y no por ello dejarán de ser democráticos.

17. ¿Es posible un fútbol con otro modelo de negocio que el vigente?

El modelo de gestión es desde hace muchísimos años siempre el mismo, pero con ligeros matices en función de la época, modismos y tiempos que se corran. No le demos más vueltas. El fútbol funciona como una interrelación entre socios, aficionados y jugadores quienes, regulados por unas normas de obligado cumplimiento impuestas y consensuadas por un organismo elegido por todos ellos [federación], generan teniendo como fin la práctica común de un deporte [fútbol] una serie de transacciones económicas para su desarrollo que, dependiendo de la capacidad de cada uno de ellos, les ponen en un escalafón que puede ir desde la última de las categorías regionales hasta la primera de las nacionales.

Cada ocasión que se ha pretendido alterar esta interrelación entre fuerzas ha terminado siempre del mismo modo: en un rotundo fracaso. Pasó con el profesionalismo marrón, pasó con el pretendido amateurismo que propugnaba el C.S.D. tras la guerra cuando se pretendía terminar con el profesionalismo y pasa ahora con todos los jugadores aficionados que necesitan cobrar dinero en negro para poder subsistir o, al menos, no perder más de lo que ponen. Cualquier método que aporte remuneración económica a sus protagonistas, siempre y cuando sea legal, es bueno y será bienvenido. Sin dinero, el fútbol competitivo no se sostiene. No lo olvidemos.

18. ¿Cómo ha afectado la intervención pública en los clubs?

La intervención pública, más que a los clubs ha afectado a la sociedad que la escoge y mantiene con sus impuestos. Los ciudadanos entregamos por Ley una porción de nuestros ingresos a las instituciones públicas para que nos administren lo mejor posible según una serie de programas que nos dejan elegir a votación cada cuatro años, teniendo la posibilidad de renovar nuestra confianza en ellos o, en cambio, depositarla en otros si lo que han hecho no nos ha gustado. Eso es la democracia.

Lo que nunca perseguimos es que ese dinero, por decisiones políticas de algunos que no constaban en el programa, desvíen por interés suyo y no de los ciudadanos ese dinero a entidades privadas como clubs deportivos o S.A.D. en horas bajas por su mala gestión, para cubrir grandes agujeros financieros o, simplemente para que determinados clubs reúnan un potencial económico que sin ayudas públicas serían incapaces de lograr por méritos propios. Eso es inmoral, máxime con la situación desesperada que atraviesan muchas familias a las que parte de esos presupuestos les vendrían muy bien.

En el mundo actual muchos clubs de fútbol de categoría regional reciben grandes sumas de dinero a fondo perdido por parte de las autoridades municipales casi por norma o por capricho de algunos ediles, resultando perjudicados otros clubs relacionados con otras disciplinas por ser minoritarios y a pesar de llegar en ocasiones a estar en competiciones de mayor categoría. Yendo más arriba y subiendo el escalafón político, incluso algunas instituciones públicas de carácter regional a través de partidas procedentes de presupuestos televisivos de cadenas autonómicas, destinan contratos multimillonarios que engrosan artificialmente las cuentas de los clubs profesionales en cuanto esas cantidades estaban predestinadas a  otros fines, creándose una gran desestabilidad en esos entes públicos que pueden causar su cierre como recientemente ya ha ocurrido en la Comunitat Valenciana.

Al contribuyente todo esto le ocasiona mucha rabia contenida y frustración, pues no es justo ni ético que el Gobierno de una comunidad autónoma o ayuntamiento destine los caudales públicos para financiar a una asociación deportiva privada como un club de fútbol. Desde el punto de vista deportivo, estas medidas tampoco ayudan a que los campeonatos sean equilibrados ni todos los participantes salgan en igualdad de condiciones, pues habrá organismos políticos que se vuelquen más como otros menos, contribuyendo con ello a que existan grandes diferencias presupuestarias.

La intervención de los organismos públicos, bien entendida y bien aplicada, es una herramienta importantísima que debe ser empleada con sentido común para fomentar la práctica deportiva y ayudar a aquellas asociaciones que necesiten un complemento financiero siempre y cuando estén prestando un servicio a la ciudadanía del cual esta se beneficie. Todo lo que sea excederse de este principio conducirá a una segura malversación de fondos públicos y a un desequilibrio entre los probables beneficiarios. Sí a la intervención pública, pero con cabeza.

19. En Inglaterra e Italia han surgido equipos bajo la fórmula del Public Company o Azionariato Popolare (accionariado popular en España), en los que el voto de cada socio vale lo mismo. Aficionados del C.F. Ciudad de Murcia, SAD decidieron seguir este ejemplo tras la venta del club. ¿Es operativo este modelo?

En primer lugar hay tener bien claro que en el mundo anglosajón el concepto “público” no tiene la misma interpretación que en España. Mientras aquí público significa que un organismo, ente o sociedad está organizado, financiado o depende de cualquier administración estatal, autonómica o municipal, en esos países significa que la organización emana de las entidades que proceden del pueblo, es decir, aquellas de iniciativa privada y no aquellas que parten de la Administración. Un ejemplo lo vemos en los public school, colegios totalmente privados los cuales, pese a su parecido denominativo, no han de confundirse con los colegios públicos españoles.

En el Reino Unido, estado que nos lleva mucha ventaja desde hace décadas en temas asociacionistas, el profesionalismo surgió a finales del siglo XIX y ya en la temporada 1888/89 dispusieron de su primer Campeonato de Liga para clubs profesionales. A principios de los años veinte del siglo XX, la experiencia acumulada hizo que algunos clubs se transformaran en Public Limited Company -nuestra Sociedad Anónima de siempre- para gestionarse mejor, siendo que la inmensa mayoría han subsistido con este formato mientras poquísimas han tenido que cerrar puertas. Este modelo de gestión en el cual el club se reparte entre accionistas y algunos de ellos, mediante acumulación de acciones, acceden al poder, no siempre ha sido compartido y lógicamente, como pasa en todas partes, también ha tenido detractores. Los descontentos con los Public Limited Company, frustrados con que el poder residiera en aquellos que más acciones acumulaban y las decisiones que estos tomaban, hace unos años optaron por constituir los Public Company, o sea, nuestros Clubs Deportivos, en los cuales reza el principio de una acción, un voto, pero donde no se contempla la acumulación de  más de una acción para evitar grupos de poder.

En el Reino Unido, el paso de Public Limited Company  a Public Company es un regreso al modelo tradicional de Club Deportivo, regreso que en Italia ha sido denominado Azionarato Popolare. Aquí en España, como siempre hemos de mirarnos a algún espejo, se ha traducido como Accionarado Popular siguiendo el ejemplo italiano, pero lo que hay que tener en cuenta es que una tuerca, gire a izquierdas o a derechas, se mire como se mire siempre es una tuerca y termina roscando.

Cualquier modelo es válido si cumple con las expectativas de los socios y su filosofía. No existen modelos buenos ni malos, sino clubs a los que se les puede aplicar un modelo u otro, pero nunca -y es de sentido común-  alguno que vaya totalmente en contra de sus principios o aspiraciones. Clubs profesionales bajo formato S.A.D. como Valencia C.F. o Sevilla F.C. por poner algunos ejemplos, funcionan prácticamente igual que clubs deportivos elitistas de gran calado social como Real Madrid C.F. y F.C. Barcelona, siendo sus respectivas juntas directivas quienes toman las decisiones. La diferencia entre unos y otros, groso modo se reduce a que mientras en los primeros la junta es responsabilidad del mayor accionista o grupo de accionistas, en los segundos sale de un plebiscito realizado cada cierto tiempo entre todos los socios quienes eligen una candidatura con su respectivo equipo de gobierno, amén de la diferencia fiscal, más acentuada para las S.A.D. y más relajada para los clubs deportivos.

Los clubs deportivos surgidos en Inglaterra, Italia o España que dicen operar a través del titulado como accionariado popular, son todos ellos asociaciones humildes que un día decidieron identificarse con este modelo por interés publicista o bien clubs recientemente constituidos por aficionados desencantados con experiencias negativas sufridas en clubs profesionales. Ninguno ha alcanzado cualquiera de las categorías profesionales en sus respectivos países y como sumo, su tope ha sido el fútbol semiprofesional. En el momento que alguno de ellos consiga por méritos deportivos acceder al fútbol profesional, tanto sus respectivos dirigentes y aficionados se darán cuenta de que deben replantearse su “modus vivendi” y buscar otro tipo de organización.

20. ¿Cómo se explica el caso del C.F. Reus Deportiu, S.A.D.?

Los socios del C.F. Reus Deportiu decidieron en 2001, siguiendo el ejemplo de otros clubs, transformarse en S.A.D. creyendo de buena fe que era una fórmula óptima para convertirse en un club profesional y, con ello, aspirar a corto plazo a estar en una categoría igualmente profesional como la Segunda División A donde como club convencional nunca habían militado. Dejando el club en manos de profesionales y no de los socios de toda vida, pronto quedó patente que no se cumplía con las expectativas trazadas y las tan temidas deudas, de repente afloraron dejando ver que una buena gestión no dependía del sistema elegido, sino de la capacidad de los gestores.

En 2010, en un caso sin apenas precedentes, quedó disuelta la S.A.D. -que no el club- por voluntad de los propios accionistas, volviendo el mando a los socios quienes al cabo de cuatro años, escuchada una nueva propuesta de conversión en S.A.D. formulada por otro gestor, decidieron en 2014 libremente, sin presiones y sin obligación por parte de la Ley al no tratarse de un club en categoría profesional, transformarse en S.A.D. como apuesta válida. Si en esta nueva oportunidad aciertan con la conversión, la S.A.D. será positiva, y si no, tiempo habrá para ver cómo se solucionan las cosas.

21. ¿Existe alguna S.A.D. que pudiera entenderse como ejemplo de buena gestión?

Lamentablemente en el mundo del fútbol nadie o casi nadie está facultado para dar ejemplo al resto. De lo que sí se puede hablar, en cambio, es de clubs que intentan hacer una buena gestión y evitan traspasar líneas sagradas o, en su defecto, hacerlo lo menos posible y con la menor cuantía económica para no comprometer su futuro inmediato ni hipotecar a quienes tomen el testigo. El fútbol, gestionado como una empresa, no tiene demasiados secretos y sólo aplicando cualquiera de los fundamentos que un empresario al uso emplea en su empresa debería ser cátedra suficiente para que todo marchara bien. Sin embargo el fútbol tiene un embrujo especial que trastorna el buen hacer de muchos presidentes que llegan con la vitola de buenos gestores. La fama, el sentirse reconocido, salir en la prensa, en la televisión, acudir a galas, ser importante y tener la posibilidad de hacer feliz a muchos aficionados, en muchas ocasiones acaba pervirtiendo las buenas costumbres de algunos presidentes quienes, olvidándose de todo lo que aprendieron de donde procedían, se embarcan en gastos innecesarios, realizan fichajes sobrevalorados y dilapidan un presupuesto que no es suyo sino de una asociación llegando incluso a endeudarla durante años.

Cuadrar un presupuesto con gastos e ingresos de modo que el balance final resulte equilibrado es muy difícil en el fútbol y todas las S.A.D. deben dinero sea poco o mucho, además de los cuatro clubs exentos de convertirse en S.A.D. desde hace ya un par de décadas.

Dicho todo esto uno de los pocos clubs que podría acomodarse a la pregunta es la S.D. Eibar, SAD, una entidad cuya filosofía es ser un club de fútbol antes que una empresa hecha para hacer dinero cuyos dirigentes tradicionalmente y, con mucho empeño, se han dedicado a gastar lo que tenían y no lo que no tenían.

22. ¿Cuáles son los principales retos que afronta el fútbol español?

La lista de deberes es muy grande y dudo mucho que se puedan cumplir todos, siquiera la mitad. Con que se pudieran llevar a cabo alguno de forma satisfactoria, ya se daría un gran paso adelante.

En el debe del fútbol español constan varios temas urgentes de complicada y difícil solución que pasan por reajustar definitivamente el reparto de los derechos televisivos, muy desequilibrados y que benefician sobremanera a Real Madrid C.F. y F.C. Barcelona reduciendo drásticamente las posibilidades de un campeonato de Liga competitivo, además de restar posibilidades de venta colectiva del paquete liguero a cadenas privadas de otros países que podrían aportar importantes sumas de dinero.

Reto también es eliminar la inadmisible permisividad por parte de la Administración respecto a los clubs a la hora de exigir sus pagos a Hacienda y la Seguridad Social. Va en contra de cualquier lógica crear una Ley con el propósito de evitar que las deudas se disparen para luego, pasados unos años y después de mucha manga ancha, plantearse modificar esa Ley porque no sirve o crear una nueva, en cuanto sólo hacía falta exigir su cumplimiento. La Administración debería tomar cartas en el asunto de forma seria y contundente creando una especie de Consejo de Vigilancia de forma conjunta con la L.F.P. para, al menos, controlar los gastos de los clubs profesionales advirtiéndoles, en el supuesto que rebasen una serie de límites financieros que se puedan considerar como peligrosos, de que pueden ser descendidos de categoría o penalizados con puntos en la clasificación final al término del campeonato.

En esa línea también son revisables parte de las artimañas que se han establecido desde la Administración en el pasado reciente para evitar la desaparición de muchos clubs por deudas. La más importante es la Ley Concursal de 2003. Gracias a esta medida de gracia, muchos clubs han encontrado un filón para desprenderse de gran parte de las deudas contraídas por sus gestores acudiendo al Concurso de Acreedores –antigua suspensión de pagos-. Las quitas, algunas cercanas al 85% de lo adeudado, retrasos en los pagos o incluso renuncias al cobro por parte de los acreedores, han supuesto un balón de oxígeno para muchos clubs, pero también una especie de transigencia con los malos gestores. Sería recomendable derivar la responsabilidad hacia los administradores de los clubs y aplicar urgentemente mecanismos de control en lugar de tanto mecanismo regulador. La regulación sin control conduce inevitablemente al endeudamiento y en ese aspecto el fútbol español es líder.

La normativa que obliga a un club a transformarse en S.A.D. debe ser revisada en algunos de sus capítulos como el de la fórmula para establecer el capital mínimo que debe ser cubierto por el club inmerso en dicho trámite. No es de recibo que un club saneado y sin deudas deba ver comprometido su futuro al determinársele una cuantía muy alejada a la que sería aconsejable. Los baremos actuales no tienen ni pies ni cabeza y resultan incomprensibles al proceder de medias y porcentajes calculados sobre clubs que atraviesan circunstancias económicas muy desfavorables. No se debe castigar a los clubs saneados, sino ofrecerles ventajas que optimicen su transformación en S.A.D.

Ir a un estadio para ver un encuentro de fútbol es más caro en España que en cualquier país europeo. Encuentros de otras Ligas, incluso encuentros internacionales de competiciones europeas como la Liga de Campeones y la Liga Europa resultan más asequibles para el bolsillo del aficionado de fuera de nuestras fronteras que para el de aquí, siendo la entrada más cara allí equivalente a algunas de las más baratas de nuestro campeonato doméstico. Eso es inasumible para muchos aficionados en paro, sin grandes recursos o padres de familia que quieren colmar la ilusión de sus hijos yendo todos juntos a ver jugar a su equipo. Pero también es contraproducente: a más precio, más cemento en las gradas.

Los horarios y fechas que fijan las televisiones para algunos de los encuentros tampoco son demasiado favorables para que acudan los aficionados. No es lo mismo un sábado que un domingo, o un viernes que un lunes, como tampoco es lo mismo un encuentro a las 22:30 que a las 20:00 o 20:30 en día laboral para quienes trabajan o para quienes se encuentran en edad de estudiar sean menores o mayores de edad. Las televisiones pagan, y pagan bien para hacer negocio, pero no hay que dejar de lado al aficionado que acude al estadio. Sin aficionados no hay club.

La violencia dentro o fuera de los estadios debe ser perseguida, reprendida y castigada. Un estadio debe ser un lugar de encuentro para personas que se ven sana y sentimentalmente representadas por una misma personalidad jurídica: el club, no para personas que se refugian en la masa para acometer actos que, de forma particular, nunca serían capaces de ejecutar a sabiendas de que son reprimibles. El club debe proyectar unos valores donde el deporte y el civismo deben tener un asiento preferencial. No debe haber espacio posible para la violencia física, xenófoba, de género o de opción sexual, como tampoco hacia el estamento arbitral o jugadores de los equipos contrarios, siendo deber de los clubs evitar que proliferen y en caso alguno mirar hacia otro lado como hasta ahora para no verse comprometidos. Proteger lo punible no hace mejor a quien lo permite.

El campeonato de Liga de Segunda División consta de demasiados participantes. Han pasado ya los suficientes años desde que se amplió transitoriamente para no haberle dado todavía una solución convincente y adecuada. Veintidós participantes son demasiados para el segundo nivel nacional, alargándose y eternizándose demasiado un torneo al que le sobran varias jornadas de competición. Es conveniente reducirlo, como también sería oportuno reducir el número de participantes en Segunda División B. Los números no engañan y tanto en asistentes a los estadios como en clubs arruinados, el suspenso es generalizado. Algo no funciona y no es de sentido común perpetuarse en un sistema que presenta  tantas deficiencias.

La Segunda División B, que pese a su nombre es en realidad el tercer nivel nacional, la auténtica Tercera División, es una categoría semiprofesional donde se juntan tres o más mundos muy diferentes entre sí, cada uno con sus características; de un lado el de los clubs profesionales que por causas deportivas han dado un traspié viniendo desde arriba, de otro, el de los clubs semiprofesionales que por causas económicas y falta de suficiente afición no pueden convertirse en S.A.D. y, finalmente, el de los clubs modestos que por méritos deportivos o por quedárseles pequeños sus respectivos grupos de Tercera División -el cuarto nivel-, gracias al sistema competitivo pueden acceder a esta categoría. Luego, si estiramos de la manta, obtenemos el grupo de los equipos dependientes de clubs profesionales, los denominados equipos “B”, formados por gente joven en pleno inicio de su carrera deportiva.

La R.F.E.F., responsable de esta categoría, tiene bajo su control un coctel explosivo al que considera como amateur o semiprofesional, pero al que se le exigen muchas de las atribuciones del fútbol profesional. Una categoría donde se mezclan fichas profesionales y amateurs, donde algunos de los desplazamientos son considerables ocasionando grandes gastos a los clubs y donde muchos jugadores trabajan al margen del fútbol, no puede mantenerse como hasta ahora. Los clubs que militan en esta categoría necesitan un plan de financiación vital que sufrague al menos los gastos originados por sus desplazamientos, uno de los principales problemas con que se encuentran en sus presupuestos y la fórmula mágica, si se pretende seguir con el formato actual con cuatro grupos de veinte participantes o con otro distinto, pasa por obtener dinero, aunque sea en un mínimo porcentaje, procedente del paquete de la venta de derechos televisivos de los clubs profesionales.

La R.F.E.F. y la L.F.P., gestores de todo este negocio llamado fútbol, deben entender que han de trabajar de forma conjunta y no por separado para no matar la gallina de los huevos de oro y que, si se pretende tener un fútbol saneado y por intereses deportivos bien estructurado, la Segunda División B como parte fundamental de todo el tinglado estructural ha de ser mimada y protegida financiándose y organizándose de otro modo para quienes pasen por allí no caigan arruinados y, en lugar de un premio deportivo, su paso por esta competición suponga empezar a cavar su propia tumba.

 

© LaFutbolteca.com. Marzo 2015.