por Vicent Masiá
Cuando a finales de la década de los años ochenta el fútbol español andaba sumido en una enorme deuda que preocupaba tanto a los socios de los clubs deportivos profesionales, a cualquier ciudadano en general con domicilio en nuestro país, así como al Gobierno del Estado, la decisión del Gobierno de aquellas fechas para dar vida a una Ley del Deporte que, mediante algunos de sus capítulos, obligase a los clubs deportivos profesionales a abandonar su forma jurídica originaria de asociación sin ánimo de lucro para transformarse en S.A.D., en todos los medios de comunicación se aplaudió la medida y dio a continuación cancha como si fuese una receta milagrosa capaz de terminar con el gran mal de la deuda.
Aquel mágico elixir que, en forma de Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte iba a ser una bendita solución teniendo como brillante pócima la nueva forma jurídica de S.A.D. en la cual los titulares lo son a través de la aportación de capital social mediante acciones no respondiendo con su patrimonio, sino con el capital aportado, se nos vendió tan estupendamente que casi todo el mundo creyó que, al tenerse una responsabilidad limitada, quienes controlaran las acciones jamás iban a caer en la maldita tentación de gastar lo que no era suyo y, además, malversar fondos sin perjuicio alguno.
Tampoco entre 1991 y 1992 nadie se atrevió a decir públicamente que, mediante una disposición adicional recogida en la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte cuatro clubs deportivos como Real Madrid C.F., F.C. Barcelona, Athletic Club, de Bilbao y Club Atlético Osasuna, de Pamplona no serían obligados a transformarse en S.A.D. sembrando una acusada diferenciación fiscal que, en el futuro, crearía dos mundos separados saliendo beneficiados los clubs deportivos y perjudicados los clubs S.A.D.
Menos aún, tampoco a principios de los años noventa nadie pensó que, veinte años después, a la Comisión Europea le llegarían denuncias de que en España había unos pocos clubs profesionales que pagaban un porcentaje fiscal menor que la inmensa mayoría por el hecho de haber conservado y habérseles permitido su forma jurídica de asociaciones sin ánimo de lucro creando un conflicto con el Gobierno de la Unión Europea resuelto, posteriormente, favorablemente para los cuatro implicados gracias al servicio jurídico del F.C. Barcelona quien jugó muy bien sus cartas.
Y, para rematar, nadie en aquellos años imaginaba siquiera que el Gobierno español debería crear la Ley 27/2014, de 27 de noviembre, del Impuesto sobre Sociedades para equilibrar el margen fiscal que separaba a clubs deportivos de clubs S.A.D., igualmente profesionales, debiendo iniciar el anteproyecto de una nueva Ley del Deporte a consecuencia de, no sólo no haber cortado, sino aumentado el sangrante endeudamiento que emprendieron los clubs S.A.D. como también, afectados por la misma enfermedad, los clubs deportivos.
EL MUNDO CAMBIANTE DE LOS CLUBS S.A.D.
Obligados a comernos con patatas las S.A.D. que terminaron cambiando el paradigma de gran parte de los clubs de fútbol profesionales para muchos años, transcurrido ya un tiempo más que considerable de aquellos días en lo cuales todos los clubs transformados en S.A.D. quedaron, en buen número, muy repartidos entre accionistas que antes habían sido socios o simpatizantes siendo todos españoles, llega el momento de hacer una valorización pormenorizada de quién controla hoy en día las acciones de los clubs S.A.D. que sobrevivieron a 1992 o se incorporaron más tarde figurando en las categorías profesionales de Primera y Segunda División correspondientes a la temporada 2019/20.
Para empezar, basta decir que la sociedad actual no es la de hace treinta años atrás, el mundo ha cambiado a mejor en unos casos y a peor en otros siguiendo sin resolverse cuestiones básicas que, de hacerlo, mejorarían y mucho el porvenir de la humanidad y que, en un mundo globalizado donde las fronteras sociales y distancias son cada vez más cortas, inversionistas de cualquier parte han aterrizado en Europa atraídos por el negocio que les significa el fútbol siendo España un país preferente por la excelencia de sus campeonatos de Liga profesionales.
Si como se decía, un poco más arriba, los clubs S.A.D. comenzaron su andadura con un capital muy repartido entre sus respectivos accionistas y además, casi el cien por cien depositado en manos de españoles, con el paso de los años aquella bonanza imperante entre los primeros accionistas ha cambiado profundamente variando su semblante al comprobar que, al menos en gran parte de ellos, un elevado porcentaje de las acciones han pasado a pertenecer a unos pocos, incluso a uno, desapareciendo por completo el sentimiento de formar parte o tenerla en un proyecto futbolístico desarrollado en común con otras personas que comparten los mismos intereses y colores.
El agrupamiento de acciones en manos de unos pocos accionistas ha terminado originando grupos de poder con distintos resultados, pudiendo haberlos con relativo éxito mientras otros, enfrentados entre sí, han derivado en intestinas luchas de poder. En otros casos, muy comunes, el club ha pasado a ser cuestión de un solo propietario permitiéndole a este hacer lo que le venga en gana según sus intereses que, en ocasiones, no tienen por qué coincidir con los del club.
En este sentido son pocos los clubs en los que, dentro de sus Estatutos, se impuso un artículo donde se limitaba el número de acciones en posesión, caso de la Real Sociedad de Fútbol S.A.D., de San Sebastián, Sociedad Deportiva Éibar S.A.D. o Real Club Deportivo de La Coruña S.A.D., tomándose generalmente como ejemplo el modelo seguido en el Reino Unido, Italia o Francia donde también los clubs S.A.D. han experimentado una evolución como la española. Otros países, como Alemania por ejemplo, se ocuparon de blindar los clubs S.A.D. aplicando la regla del 50+1, es decir, obligando a que el 51% de las acciones de los clubs transformados en S.A.D. quedaran en manos de los alemanes impidiendo así que, patrimonios históricos deportivos de sus respectivas ciudades, fuesen a parar a inversores extranjeros con otros intereses.
ENTRADA DE CAPITAL EXTRANJERO
Tirando de este hilo, la introducción de capital extranjero en el fútbol español ha ido creciendo lenta pero progresivamente en los últimos años existiendo en la actualidad un total de once de los treinta y ocho clubs S.A.D., de ellos cinco en Primera División y seis en Segunda División, pertenecientes a inversores más allá de nuestras fronteras, procediendo este capital de lugares tan remotos como países norteamericanos, árabes o asiáticos donde se registran grandes fortunas privadas que proyectan, a través de nuestro fútbol, cuán poderosos son empleando los clubs que adquieren como juguetes para entretenerse.
Personas a título individual o en representación de grandes grupos empresariales pertenecientes a países de diferentes culturas muy ajenos a nuestra forma de ser tan exóticos como China, Singapur, Catar o Arabia Saudí han aterrizado en España para conseguir lo que nosotros no hemos sabido mantener y defender, siendo con alta probabilidad la avanzadilla de nuevas hordas que, debido a nuestra inoperancia y tendencia a malgastar el dinero que es de muchos, seguirán adquiriendo en propiedad clubs S.A.D. hasta que, pronto sean la mitad y, luego, la mayoría. De nuestro buen hacer depende.
EL REPARTO DE LA PROPIEDAD
Siendo que el fútbol profesional español contempla dos formas jurídicas distintas como son los clubs deportivos, considerados como asociaciones sin ánimo de lucro y los clubs S.A.D., tratados como empresas mercantiles, unidos todos bajo el manto de la Primera y Segunda División y todos como profesionales, vamos a ver a continuación cómo se pueden agrupar en función de quiénes son sus propietarios y cómo está repartido el capital social.
Clubs deportivos: como asociación deportiva sin ánimo de lucro, son aquellos en los que la propiedad recae en los socios del club estando su gobernabilidad en manos de una Asamblea General compuesta por todos los socios que han de reunirse, como mínimo, una vez al año. De esta Asamblea General se elegirá una Junta Directiva compuesta por un número indeterminado de socios que gestionará el club por un tiempo convenido. En este grupo constan cuatro clubs, todos ellos en Primera División, como son el Real Madrid C.F., F.C. Barcelona, Athletic Club, de Bilbao y Club Atlético Osasuna, de Pamplona. Representan el 9,52% de los clubs profesionales españoles.
Clubs S.A.D.: como empresas mercantiles, son aquellos en los que la propiedad recae en los accionistas estando su gobernabilidad en manos de una Junta de Accionistas compuesta por todos los accionistas. De esta Junta o Asamblea, se elegirá un Consejo de Administración que gestionará el club por un tiempo indeterminado. En este grupo, donde constan treinta y ocho clubs, podemos hacer una subdivisión en función de cuántos accionistas y número de acciones sumen los miembros del Consejo de Administración obteniendo:
a) Mayoritarios: son aquellos en los que más de la mitad del capital social está en posesión de un consorcio de empresas, una empresa o particular reuniendo, en algunos casos, casi la totalidad de las acciones. Representan el 61,9% de los clubs profesionales y 68,42% de los clubs S.A.D. compitiendo once en Primera División y quince en Segunda División. Poseedores de la mayor parte de las acciones, su poder es total dominando por completo en Consejo de Administración donde no tienen oposición.
b) Repartidos: son aquellos en los que el capital social está repartido coexistiendo grandes accionistas con accionistas minoritarios, incluso accionistas con tan solo una o dos acciones. Representan el 21,42% de los clubs profesionales y 23,68% de los clubs S.A.D. compitiendo tres en Primera División y seis en Segunda División. Agrupados sus accionistas en diversas facciones, el grupo mayoritario suele componer la mayor parte del Consejo de Administración teniendo algo de oposición y manteniéndose en el poder durante bastante tiempo hasta su sustitución a consecuencia de una crisis.
c) Atomizados: son aquellos clubs en los que el capital social está bastamente repartido no superando ningún accionista un máximo del 5% del total, registrándose incluso casos en los que este porcentaje no debe superar el 2% o, en extremos, el 1%. Representan el 7,12% de los clubs profesionales y 7,89% de los clubs S.A.D. compitiendo dos en Primera División, Real Sociedad de Fútbol S.A.D., de San Sebastián y Sociedad Deportiva Éibar S.A.D. y uno en Segunda División, el Real Club Deportivo de La Coruña S.A.D. Su complejidad para gobernar obliga a crear grupos con intereses comunes que, a menudo, ocasiones muchos cambios en la composición de los Consejos de Administración.
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (I Parte)
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (II Parte)
©Vicent Masiá. Noviembre 2019.
por Vicent Masiá
Continuemos ahora con los clubs profesionales de Segunda División, los más numerosos:
CLUBS DE SEGUNDA DIVISIÓN
ALBACETE BALOMPIÉ S.A.D.
Constituido el de agosto de 1940 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1992 coincidiendo con la temporada de estreno en Primera División, desde su constitución el club manchego venía siendo un club humilde que, dependiendo de quién lo presidiera, estaba en una categoría u otra presentando grandes altibajos.
En los años ochenta el club se estabilizó en Segunda División B disfrutando de un par de incursiones en Segunda División, siendo la última exitosa al ascender a Primera División donde encadenó cinco temporadas consecutivas. Sin embargo, la atomización en el reparto accionarial convirtió al club blanco en ingobernable sufriendo varias crisis que, con el cambio de siglo, a punto estuvieron de provocar su disolución. Salvados por la Comunidad de Castilla-La Mancha en primera instancia y en 2011 por el futbolista Andrés Iniesta al hacerse con un 20% de las acciones, con la desvinculación de éste en 2017 hubo que buscar un inversor a la carrera.
En julio de 2017 el empresario libanés Georges David Kabchi Zachia, titular de la empresa Skyline International dedicada a la gestión de hoteles de lujo con gran aportación de capital catarí, adquiere el 96,04% de las acciones convirtiéndose en el propietario con el objetivo de mantenerse en el mundo profesional.
AGRUPACIÓN DEPORTIVA ALCORCÓN S.A.D.
Constituido el 20 de julio de 1971 y transformado en S.A.D. el 31 de agosto de 2011, la implementación de la Ley del Deporte se produjo estando el club alfarero en Regional Preferente cuando todavía era una sociedad que intentaba hacerse hueco en la Tercera División madrileña. Después de unos años intermitentes, en la temporada 00/01 se estrenó en Segunda División B donde permaneció diez temporadas consecutivas hasta llegar al fútbol profesional en 2010.
Con el establecimiento de la S.A.D., el club queda en manos del empresario del transporte José Expósito quien controla el 97% de las acciones en un proceso irregular que termina en 2012 con un expediente por parte de la L.F.P. A raíz de ello la Fundación A.D. Alcorcón se responsabiliza del 61,3% de las acciones mientras otro 20% son de autocartera. Apenas transcurridos dos años, en enero de 2014 el empresario belga Roland Duchatelet, propietario de varios clubs profesionales de fútbol europeo, compra el 81,3% de las acciones del club madrileño empezando un ciclo en el cual los alfareros continúan en Segunda División y, dentro de su humildad, mantienen sus cuentas saneadas. En junio de 2019 el inversor estadounidense David Blitzer, propietario de la empresa Best Navy S.L y varios clubs profesionales dedicados a distintos deportes, adquiere el 81,3% de las acciones del club a Roland Duchatelet pasando a ser el nuevo máximo accionista con el proyecto de seguir dentro del fútbol profesional.
UNIÓN DEPORTIVA ALMERÍA S.A.D.
Constituido el 26 de julio de 1989 y transformado en S.A.D. el 20 de junio de 1996 coincidiendo con el final de su temporada de debut en Segunda División 95/96, su fundador y presidente Guillermo Blanes fue el primer máximo accionista con el 51% del capital social teniendo un camino lleno de altibajos con participaciones en Tercera División, Segunda División B y Segunda División A. En 2003 el empresario aguileño Alfonso Martínez Gabarrón adquiere mediante una ampliación de capital el 40% de las acciones convirtiéndose en el segundo máximo accionista tras Blanes al que, en 2004, compra su paquete accionarial llegando al 91% del total.
Con Alfonso Martínez el club consigue ascender a Primera División al término de la temporada 06/07 disfrutando de dos ciclos alternos con varias temporadas entre la élite y llevando la ilusión a la afición almeriense hasta que, cansado de tantos años al frente de la sociedad anuncia que busca inversor. En agosto de 2019 el empresario saudí, Turki Al-Sheik, adquiere el 96% de las acciones que poseía Alfonso Martínez Gabarrón y pasa a ser el nuevo máximo accionista de un club que, de las últimas seis temporadas, cuatro las había cerrado con pérdidas.
CÁDIZ CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido en mayo de 1908 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 cuando el club gaditano competía en Primera División bajo la presidencia de Manuel Irigoyen, la falta de liquidez provocó que el ayuntamiento local se hiciese con la mayor parte de las acciones para salir del apuro. En 1993 la mayor parte de las acciones pasaron a la empresa Cádiz Promociones Deportivos que dirigía Juan Manuel González Díaz, entrando el club en unos derroteros que le llevaron hasta Segunda División B y a acumular una deuda de tres millones y medio de euros.
Al llegar Antonio Muñoz Vera en 1995 se intentó ascender a Segunda División pero, después de tres intentos fallidos, el club andaluz fue vendido al Grupo A.D.A. perteneciente al empresario barcelonés Antonio Asensio que corrió la misma suerte además de provocar el encierro de la plantilla y no pagar las nóminas. En 2001, tras la venta fallida a la sociedad Zalinde, el club amarillo es recomprado por Antonio Muñoz iniciándose una recuperación deportiva que le lleva a Segunda División al término de la temporada 02/03 y a Primera División donde participa una sola temporada, la 05/06. A los dos años se cae en picado hasta Segunda División B con una gran deuda mientras se intenta vender el club a Arturo Baldasano hasta que éste ve el estado de las cuentas.
De nuevo en poder de Antonio Muñoz, al término de la temporada 08/09 se asciende a Segunda División pero su estancia se reduce a un concurso regresando a Segunda División B donde le aguarda un Concurso de Acreedores. Venido por enésima vez, en 2012 el grupo italiano Sinergy se hace con el control pero sin hacer frente a sus obligaciones económicas. En diciembre de 2013 la empresa Locos por el balón S.L. dirigida por Quique Pina, se hace con el 49,5% del capital social del club amarillo bajo la promesa de regresar al fútbol profesional, hecho que ocurre al término de la temporada 15/16 cuando se asciende a Segunda División.
REAL CLUB DEPORTIVO DE LA CORUÑA S.A.D.
Constituido el 2 de marzo de 1906 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 después de haber regresado a Primera División, los socios del club coruñés hicieron hincapié de que, en sus Estatutos, debía haber un artículo que prohibiese a cualquier socio poseer más del 1% de las acciones. Esta medida, que atomizó el accionariado y fue derogada en 2007, no impidió que, en la mejor época de su historia, se ganase una Liga, dos Campeonatos de España, tres Supercopas y una Intertoto con unas plantillas plagadas de estrellas fichadas a base de talonario cobrando grandes sueldos.
No obstante y, a pesar de ser un fuerte rival para Real Madrid C.F. y F.C. Barcelona durante unos años, a partir de 2007 el club entró en caída libre y en 2013 no tuvo más remedio que acogerse a la Ley Concursal con Augusto César Lendoiro al cargo durante veinticinco años. Con 160 millones de euros de deuda, Lendoiro deportivamente llevó al cielo a los blanquiazules y, tras su marcha forzada en 2014, económicamente casi al infierno por su pésima gestión.
En cuanto a la distribución del capital social, este sigue muy repartido entre un buen número de socios y empresas siendo la gallega Estrella Galicia, con el 1,62% de las acciones, el mejor situado de un club que aspira a seguir en el fútbol profesional y, a poder ser, en Primera División que es donde se mueve más dinero.
ELCHE CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 28 de agosto de 1922 y transformado en S.A.D. el 25 de marzo de 1997 con Diego Quiles, fundador de la empresa Kelme, como máximo accionista, el club franjiverde compitió durante un buen número de temporadas en Segunda División al acecho de, en algún día, poder ascender a Primera División. Paralelamente a estos años en los que se sumaron grandes pérdidas aumentándose la deuda, en 2011 la Fundación Elche C.F. pasa a controlar el 54,73% de las acciones tras solicitar varios créditos avalados por el Instituto Valenciano de Finanzas.
A principios de 2019 José Sepulcre Coves, titular del 7,56% de las acciones y presidente entre 2005 y 2015 durante una época de esplendor deportivo que llevó al club ilicitano a participar dos temporadas en Primera División rematado con un bochornoso descenso administrativo a la categoría de plata en 2015 por no cumplir con el límite financiero, mediante una ampliación de capital, aumenta sus acciones hasta el 70% superando a la Fundación que pasa del 54,73% a un reducido 7% ante la imposibilidad de ésta para hacer frente a los créditos solicitados años atrás. Para el futuro se esperan acciones judiciales en un club que intenta sobrevivir dentro del mundo profesional.
EXTREMADURA UNIÓN DEPORTIVA S.A.D.
Constituido el 21 de agosto de 2007 y transformado en S.A.D. el 30 de julio de 2018, el club de Almendralejo nació con el difícil objetivo de sustituir a un club como el desaparecido C.F. Extremadura S.A.D. que tan lejos llegó. Poco a poco, pero con las ideas firmes, los azulgranas fueron escalando categorías hasta alcanzar, en un segundo ciclo, la Segunda División B en 2016.
Tras un par de temporadas en el tercer nivel nacional, en 2018 se consigue ascender al fútbol profesional donde se emprende la conversión en S.A.D., paso en el que Manuel Franganillo se queda el 51% de las acciones mientras el 49% restante pasa a manos de Luis Oliver. Club en franca expansión social y deportiva, en la actualidad es el primer club de fútbol de la región en importancia con una sólida estructura.
CLUB DE FÚTBOL FUENLABRADA S.A.D.
Constituido el 5 de junio de 1975, su transformación en S.A.D. quedó aprobada el 23 de junio de 1999 cuando el club llevaba poco más de un lustro compitiendo en Segunda División B y, con anterioridad, había permanecido durante un periodo de tiempo similar en Tercera División. Con el empresario Ramón Fernández Pérez, poseedor del 40% del accionariado, el club se debatió entre la Tercera División y Segunda División B sin más aspiraciones hasta que en 2015 la empresa china QBAO que por entonces patrocinaba a la Real Sociedad de Fútbol S.A.D., de San Sebastián, empezó a tantear la posibilidad de hacerse con el destino del club madrileño.
Afortunadamente para sus intereses las negociaciones no fructificaron y, en gran parte, por la bienaventurada intromisión del joven empresario local Jonathan Praena Sánchez quien, preocupado por el futuro del principal club futbolístico de su ciudad, deseó adquirir el principal paquete de acciones y comandar un proyecto que pretendía llevar a los azulones al fútbol profesional. Después de poner el club patas arriba y dotarlo de una infraestructura empresarial con las áreas bien definidas, al término de la temporada 18/19 el C.F. Fuenlabrada S.A.D. ascendió a Segunda División donde compite en la actualidad mientras la cúpula de QBAO fue acusada en su país de origen de fraude fiscal.
GIRONA FUTBOL CLUB S.A.D.
Constituido el 25 de julio de 1930 y transformado en S.A.D. el 30 de julio de 2009, el club rojiblanco fue desde su nacimiento una entidad amateur que se movió en gran parte de su historia en el tercer nivel nacional, bien en Tercera División o Segunda División B, teniendo una época de esplendor en los años cuarenta y cincuenta cuando militó en Segunda División.
Con épocas malas como la sufrida a finales de los años noventa, a partir del año 2005 su futuro empezó a cambiar tras la llegada de dinero siendo impulsado el club catalán a Segunda División en 2007 y a Segunda División en 2008, convirtiéndose en S.A.D. al concluir la temporada 08/09 con Josep Gusó y Josep Rofes en máximos accionistas al reunir el 72% del capital social. En julio de 2010 el 64% de esas acciones pasa a manos de la empresa Unió Esportiva Girona S.L. participada por Ramón Vilaró, Joaquim Boadas y, sobre todo, Josep Delgado quien aporta la mayor parte del capital.
En marzo de 2015 se firma un contrato de venta del 96% del capital social a la empresa británica T.4.C. Sports por dos millones de euros que son transferidos pero, apenas tres meses después, concretamente en junio, el Girona F.C. S.A.D. es definitivamente vendido al Grupo T.V.S.E. Futbol de capital francés que controlan Jean Louis Dutaret y Samir Boudjemaa quienes adquieren el 88,6% de las acciones y desean hacer un rápido negocio.
T.4.C. Sports denuncia a Josep Delgado quien finalmente, por otros motivos, es detenido y entregado a la policía polaca por delitos en aquel país. Deportivamente, tras rozar el ascenso a la primera categoría nacional en una ocasión, en agosto de 2017, coincidiendo con su ascenso a Primera División, el club es comprado por el City Football Club, consorcio propietario de varios clubs profesionales y el Girona Football Group que dirige Pere Guardiola, hermano del famoso entrenador, adquiriendo cada uno la mitad del 88,6% del capital social. Los gerundenses participan dos temporadas consecutivas entre la élite hasta que al término del curso 18/19 descienden a Segunda División donde compiten en la actualidad.
SOCIEDAD DEPORTIVA HUESCA S.A.D.
Constituido el 31 de marzo de 1960 y transformado en S.A.D. el 4 de agosto de 2009, el club altoaragonés fue desde su nacimiento una modesta sociedad deportiva que alternó la Tercera División con la Segunda División B sin conseguir destacar demasiado a consecuencia de su escaso poder económico.
Con la entrada de Armando Borraz en 2005 el club empezó a crecer consiguiendo en 2008 ascender a Segunda División reforzado con la gestión de la Fundación Alcoraz donde José Antonio Martín Otín «Petón» y Agustín Lasaosa llevaban la voz cantante. Con la profesionalización de su infraestructura y una buena cartera de jugadores, los azulgranas se acomodaron, no sin sufrimiento, en la categoría de plata con un breve paso por Segunda División B hasta que en 2018 dieron el salto a Primera División, sueño que duró una sola temporada. Convertido en S.A.D. en 2009, la Fundación Alcoraz es la máxima accionista controlando un 66% del capital social del club, además de ser un entramado profesional cuya gestión está dando muy buenos resultados.
UNIÓN DEPORTIVA LAS PALMAS S.A.D.
Constituido el 22 de agosto de 1949 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 en un delicado momento en el cual el club grancanario acababa de descender a Segunda División, gracias a la intervención del Cabildo de Gran Canaria se evitó un mal mayor al abonar este ente el capital necesario para que la conversión fuese exitosamente cumplida.
En 1996 la empresa Gerencia Deportiva integrada por varias personas vinculadas al club pasa a ser la máxima accionista colaborando con Manuel García Navarro hasta que, a consecuencia de su deficiente gestión, sumen al club amarillo en una deuda de más de setenta millones de euros en 2002 que requiere de un Concurso de Acreededores. La llegada de Miguel Ángel Ramírez supondrá una entrada de oxígeno en un mal momento económico que es paliado en parte gracias al ascenso deportivo a Segunda División al término d la temporada 05/06.
En 2015 el actual presidente Miguel Ángel Ramírez compra a Manuel García Navarro un importante paquete accionarial y pasa controlar el 30% que en 2017 aumenta al 50% y en 2018 al 80%. Bajo su mandato el club grancanario asciende a Primera División aunque dura en ella apenas dos temporadas compitiendo actualmente en Segunda División.
UNIÓN DEPORTIVA LAS PALMAS S.A.D.
Constituido el 22 de agosto de 1949 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 en un delicado momento en el cual el club grancanario acababa de descender a Segunda División, gracias a la intervención del Cabildo de Gran Canaria se evitó un mal mayor al abonar este ente el capital necesario para que la conversión fuese exitosamente cumplida.
En 1996 la empresa Gerencia Deportiva integrada por varias personas vinculadas al club pasa a ser la máxima accionista colaborando con Manuel García Navarro hasta que, a consecuencia de su deficiente gestión, sumen al club amarillo en una deuda de más de setenta millones de euros en 2002 que requiere de un Concurso de Acreededores. La llegada de Miguel Ángel Ramírez supondrá una entrada de oxígeno en un mal momento económico que es paliado en parte gracias al ascenso deportivo a Segunda División al término d la temporada 05/06.
En 2015 el actual presidente Miguel Ángel Ramírez compra a Manuel García Navarro un importante paquete accionarial y pasa controlar el 30% que en 2017 aumenta al 50% y en 2018 al 80%. Bajo su mandato el club grancanario asciende a Primera División aunque dura en ella apenas dos temporadas compitiendo actualmente en Segunda División.
CLUB DEPORTIVO LUGO S.A.D.
Constituido el 15 de junio de 1953 y transformado en S.A.D. el 26 de junio de 2013, el C.D. Lugo S.A.D. fue, hasta la presente década, una modesta sociedad que vivía a caballo entre la Tercera División y Segunda División B siendo está última su tradicional espacio natural. A raíz del ascenso a la categoría de plata al término de la temporada 11/12, los rojiblancos iniciaron el proceso de conversión en S.A.D., siendo la Diputación provincial y el ayuntamiento de la ciudad quienes más acciones adquirieron rozando casi la mitad del total.
Estabilizado el club gallego en Segunda División, en mayo de 2015 el empresario Tino Saqués adquiere, mediante una operación financiera a doble banda, el 49% de acciones que sumaban la Diputación y el ayuntamiento de Lugo consiguiendo alcanzar el 57% con lo que se convierte en el máximo accionista y el proyecto de estirar lo máximo posible su estancia entre en fútbol profesional.
MÁLAGA CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 25 de mayo de 1948 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1994 coincidiendo con un descenso a Tercera División, el club blanquiazul tuvo en Federico Beltrán a su primer máximo accionista con el 63% del capital que, en 1998, pasó a controlar el empresario Fernando Puche teniendo detrás el pulmón financiero del Grupo Bahía perteneciente al empresario barcelonés Antonio Asensio.
Con el club andaluz catapultado hasta llegar a Primera División al término de la temporada 98/99, la familia Asensio controló el club poniendo al frente a Fernando Puche y Fernando Sanz, yerno de Antonio Asensio, con diversos resultados que le llevaron a Segunda División y a salir de ella en 2008 tras dos temporadas. Sin embargo en el capítulo económico se naufragó y, con una deuda de catorce millones de euros, a finales de 2009 se buscaba urgentemente un inversor.
En junio de 2010 el jeque catarí Abdullah Bin Nasser Al-Thani adquiere el 97,03% de las acciones convirtiéndose en el máximo accionista y, de paso, saldando la deuda. Las expectativas son grandes y la ilusión invade La Rosaleda pero, tras varias campañas de grandes inversiones, el jeque recula y deja poner dinero descendiendo en 2018 a Segunda División. En la actualidad el futuro del club pende de un hilo con una deuda que supera la veintena de millones y una afición de uñas por su situación.
CLUB DEPORTIVO MIRANDÉS S.A.D.
Constituido el 3 de mayo de 1927 y transformado en S.A.D. el 30 de julio de 2013 tras su temporada de debut en Segunda División, el club burgalés tradicionalmente fue un modesto con un buen número de participaciones en Tercera División, su hábitat por entonces natural, con alguna que otra incursión en Segunda División B.
A principios de la segunda década del siglo XXI el club experimentó un cambio de paradigma con la llegada de nuevos directivos que inyectaron capital para relanzar la sociedad rojilla consiguiendo sonados éxitos en el Campeonato de España y un ascenso a Segunda División al término de la temporada 11/12. En 2013, obligado por la normativa, emprende su transformación en S.A.D. siendo Alfredo De Miguel Crespo su máximo accionista al reunir el 60% del capital social. Modesto dentro del fútbol profesional, el C.D. Mirandés S.A.D. aspira a mantenerse la máxima cantidad de años entre la élite.
CLUB DEPORTIVO NUMANCIA DE SORIA S.A.D.
Constituido el 9 de abril de 1945 y transformado en S.A.D. el 15 de junio de 1998 coincidiendo con su reestreno en Segunda División tras cuarenta y seis años de ausencia, el club rojillo venia siendo tradicionalmente un modesto que, hasta 1989, se había desenvuelto en Tercera División. Tras su ascenso a Segunda División B el club empezó a crecer y ser conocido en todo el país cogiendo carrerilla bajo la presidencia de Francisco Rubio Garcés con quien se ascendió a la categoría de plata.
Convertido en S.A.D. en 1998, Francisco Rubio adquirió algo más de la mitad de las acciones que, en posteriores etapas, fue ampliando siendo protagonista de un excelente modelo de gestión que, como ejemplo, ha sido seguido por otras sociedades. Fruto de ello y, hasta en tres ocasiones, el club asciende a Primera División militando con gran acierto entre el fútbol profesional obteniendo en la inmensa mayoría de las temporadas beneficios económicos.
En septiembre de 2018 la empresa Football Newco 18 S.L. participada a dos mitades por Moisés Israel Garzón y Francisco Velázquez de Cuéllar adquiere el 97% de las acciones del club soriano convirtiéndose así en el máximo accionista con la idea de mantenerse dentro del fútbol profesional.
SOCIEDAD DEPORTIVA PONFERRADINA S.A.D.
Constituido el 7 de junio de 1922 y transformado en S.A.D. el 9 de julio de 2008, el club berciano siempre se caracterizó por ser una sociedad de Tercera División hasta que, a finales de los años ochenta, tuvo la oportunidad de ascender a Segunda División B. Moviéndose entre el tercer y cuarto nivel nacional, en 2006 dio el gran salto a Segunda División donde permaneció una sola temporada volviendo a Segunda División.
Consciente su directiva, con José Fernández Nieto al frente, de que su futuro era transformarse en S.A.D. más tarde o pronto, pese a su descenso al tercer nivel se fraguó la conversión siendo Fernández Nieto su máximo accionista desde entonces y el principal valedor para que los blanquiazules formen parte del fútbol profesional. Desde su entrada en 2004 la S.D. Ponferradina S.A.D. se ha convertido en un pujante club dentro de su modestia y en un patrimonio para una afición que habitualmente llena el coqueto Estadio de El Toralín.
RAYO VALLECANO DE MADRID S.A.D.
Constituido el 29 de mayo de 1924 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 coincidiendo con un ascenso a Primera División, el empresario jerezano José María Ruiz Mateos fue su primer máximo accionista iniciando una larga etapa en la que, desde el punto de vista deportivo, se mantuvo al club franjirrojo entre Primera y Segunda División pero, en el aspecto económico, se cometieron muchas infracciones pasando diversos miembros de la familia por los juzgados en distintas ocasiones.
En 2011 el empresario de artes gráficas Raúl Santiago Martín Presa adquiere el 98,6% de las acciones de la familia Ruíz Mateos después de que el club estuviese amenazado por una suspensión de pagos y embargo con la caída sufrida por el consorcio Rumasa, consiguiendo tener desde entonces alternancias en Primera y Segunda División, pero siempre dentro del fútbol profesional.
REAL OVIEDO S.A.D.
Constituido el 26 de marzo de 1926, su transformación en S.A.D. quedó aprobada el 30 de junio de 1992 coincidiendo con el club en Primera División y una de las etapas más fructíferas a nivel deportivo. Sin embargo, con la rotura de su militancia entre la élite y posterior descenso a Segunda División de principios del siglo XXI, el club fue perdiendo capacidades hasta que descendió al mundo amateur de la Tercera División abriéndose una importantísima brecha económica que puso su futuro en un brete preocupando, por partes iguales, a aficionados, entidades locales como al mundo deportivo en general.
Al comenzar 2010 su camino de torció todavía más entrando el club carbayón en agonía temiéndose su liquidación en cualquier momento hasta que, en 2012, el Grupo Carso, un conglomerado industrial mexicano liderado por el multimillonario Carlos Slim, decidió apostar por los asturianos dándoles oxígeno al adquirir el 66,1% de las acciones. A base de inyecciones económicas, repartidas en varias fases, el club remontó el vuelo hasta ascender a Segunda División donde ahora milita y parece estabilizado.
REAL RACING CLUB DE SANTANDER S.A.D.
Constituido el 24 de junio de 1913 y transformado en S.A.D. el 23 de junio de 1992 en un momento en el que el club montañés acababa de ascender a Segunda División, el Gobierno Cántabro con el 53,42% del capital social fue el primer máximo accionista disfrutando en lo sucesivo de una década de esplendor en Primera División.
En 2003 el ucraniano Dmitry Piterman se hizo con el 24% de las acciones y, con el consentimiento del resto de accionistas, pasó a ser presidente ejerciendo, a la vez, de entrenador. Polémico con los accionistas y los entrenadores del fútbol nacional, un año después Abandonó el club y marchó al Deportivo Alavés, S.A.D. Con la llegada de 2005, el empresario Jacobo Montalvo adquiere el 53,42% de las acciones del Gobierno de Cantabria pasando a ser el máximo accionista.
En 2011, en medio de una gran crisis, el ciudadano indio Ahsan Ali Syed adquirió el 80% de las acciones prometiendo el oro y el moro pero, al poco tiempo, después de no abonar varias nóminas, se descubrió que su intención era comprar el club y venderlo casi de inmediato por cinco veces más lo invertido. Denunciado el caso, el Gobierno de Cantabria salió al rescate depositando dinero público para que el club no fuese liquidado destapándose un gran fraude que al club santanderino le costó, en poco tiempo, ir a parar a Segunda División B con un futuro incierto. En manos del Juzgado, en 2013 las acciones vendidas y no pagadas del indio le fueron devueltas a su anterior propietario, Jacobo Montalvo.
Tras unos años sin poder a la categoría de plata y al fútbol profesional, en julio de 2017 Alfredo Pérez, copropietario del multisectorial Grupo Pitma, adquiere el 61% de las acciones del club cántabro con la idea de satisfacer la deuda contraída con Hacienda y llevar a los montañeses a Segunda División, categoría donde con el dinero de la televisión se pretende tapar agujeros y se consigue en 2019.
REAL SPORTING DE GIJÓN S.A.D.
Constituido en julio de 1907 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 estando en medio del mejor ciclo que el club gijonés ha disfrutado en Primera División, la mayor parte del accionariado rojiblanco casi de inmediato, 1994, pasó a manos de José Fernández Álvarez quien controlaba el 52,85% del capital social. Producto de su mala gestión, el ayuntamiento local tuvo que salir al rescate en varias ocasiones parcheando agujeros con dinero público para evitar su desaparición.
Descendido a Segunda División al término de la temporada 97/98, los rojiblancos permanecieron en esta categoría diez largas temporadas hasta que consiguieron retornar a Primera División. En la élite se esperaba sanear al club con los ingresos de la televisión, pero sus intermitencias lo impidieron. Hoy en día, inmerso en Segunda División y con una gran deuda, José Fernández Álvarez posee el 73,3% del accionariado.
REAL ZARAGOZA S.A.D.
Constituido el 18 de marzo de 1932, su transformación en S.A.D. culminó el 26 de junio de 1992 cuando los maños estaban en su mejor momento histórico en medio de un largo ciclo en Primera División con Alfonso Solans Serrano al frente, dueño de 51% de las acciones. Sin embargo, una serie de malas decisiones y una negativa gestión llevaron, nada más comenzar el nuevo siglo, a perder la categoría aunque se recuperó rápidamente, hecho que se repitió en dos ocasiones más siendo el de 2013 nefasto.
Con Agapito Iglesias al frente el Real Zaragoza S.A.D. tocó fondo sumergiéndose en una importante deuda que congeló los ánimos, ya de por sí tocados, de los aficionados maños conscientes de que el retorno a Primera División se haría de rogar. El asunto fue de mal en peor y en 2014 la Fundación Zaragoza 2032 se hizo con el control del 85% de las acciones donde César Alierta era uno de los mayores inversores. En 2019 el porcentaje del expresidente de Telefónica S.A. ascendió al 49% de la cantidad gestionada por Fundación Zaragoza 2032 regateando en este transcurso de tiempo el club aragonés en varias ocasiones un amenazante descenso a Segunda División B que podría ser fatídico. El club compite en Segunda División.
CLUB DEPORTIVO TENERIFE S.A.D.
Constituido el 21 de noviembre de 1912 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1992 en una época esplendorosa en la cual el club chicharrero militaba en Primera División, al presidente Javier Pérez, en el puesto desde 1986, le tocó asumir el complicado proceso de conversión donde el accionariado quedó totalmente atomizado. Bajo su gestión se consiguió eliminar la deuda inicial heredada de la junta anterior y permanecer diez temporadas consecutivas entre la élite hasta que los malos números afloraron y se terminó descendiendo a Segunda División.
En 2002 Víctor Pérez de Ascanio, apoyado por un gran grupo de accionistas, relevó a Javier Pérez con la difícil papeleta de asumir un club en Segunda División lleno de deudas. Su gestión apenas varió y todo siguió igual propiciando en 2006 la llegada de Miguel Ángel Concepción quien, con un 10,84% de las acciones, es elegido presidente teniendo en mente la idea de minimizar una deuda aproximada a los sesenta millones de euros que, con el paso de los años, queda reducida a la mitad mientras el presidente llega a controlar, junto a unos diez accionistas, el 40% del capital social. Con su gestión el club tinerfeño ha logrado salir de una angustiosa situación económica y tener altibajos deportivos accediendo una temporada a Primera División combinada con otros periodos en Segunda División y Segunda División B. Hoy en día el C.D. Tenerife S.A.D. compite en Segunda División dentro del fútbol profesional conservando todavía el accionariado popular más del 50% de las acciones de la sociedad.
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (I Parte)
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (III Parte)
©Vicent Masiá. Noviembre 2019.
por Vicent Masiá
Cuando a finales de los años ochenta del pasado siglo los clubs de fútbol, todos por entonces sociedades deportivas propiedad de sus respectivos socios, empezaron a acumular grandes deudas con Hacienda y la Seguridad Social, amén de con los jugadores y proveedores, ante la magnitud de las cifras alcanzadas el Gobierno decidió, como medida de contención, atajar la sangría que se estaba produciendo mediante la redacción de una Ley que, correctamente aplicada, paliara en la medida fuese posible una situación que se estaba descontrolando a pasos agigantados.
La presión popular con prácticamente toda la ciudadanía preocupada por las desorbitantes cifras generadas por las deudas que, a menudo, leía en prensa o escuchaba en los informativos de radio y televisión, desde hacía años había ido creciendo en distintos foros sin encontrar respuesta hasta que el mundo político, tarde como es habitual, tomó conciencia de ello especialmente espoleteada no por el clamor de la calle, sino por el gran agujero que iba generándose en las arcas del Estado.
Evidentemente había que adoptar algún tipo de solución y el Gobierno, después de trabajar en distintos borradores, cercado el origen del problema llegó a la conclusión de que era necesario mejorar de algún modo la transparencia económica y jurídica de las sociedades deportivas que, a modo de empresa, actuaban profesionalmente en España. Llegaba el momento de las S.A.D.
Nacidas a través de la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte, las hoy en día conocidas por todo el mundo como S.A.D. eran y son un tipo especial de sociedad anónima de carácter mercantil con responsabilidad limitada cuyos titulares lo eran en virtud de una participación en el capital social mediante la adquisición en propiedad de títulos o acciones. Los accionistas, bien fuesen personas físicas o grupos de personas unidas en torno a una persona jurídica como una empresa o fundación, al tener la S.A.D. responsabilidad limitada, no responderían con su patrimonio personal, sino con el capital aportado únicamente.
Impuesta como obligatoria, coincidiendo con el momento de entrada en vigor de la Ley, a aquellas sociedades deportivas profesionales que no hubiesen tenido pérdidas en los cuatro ejercicios anteriores para dejar una puerta abierta a Real Madrid C.F., F.C. Barcelona y Athletic Club, de Bilbao, que los tres aprovecharon colándose el Club Atlético Osasuna, de Pamplona, ésta echó a rodar a principios de los años noventa afectando a todos los clubs de Primera y Segunda División de la época quienes, de repente, tuvieron que disolverse y transformarse en S.A.D. envueltos entre el desconocimiento de los hasta entonces socios quienes, sorprendidos, en la mayoría de los casos no sabía cómo actuar ni qué resultado iba a dar aquella medida
Pasadas ya cerca de tres décadas y desde la perspectiva que proporciona el paso del tiempo, aquella Ley fue un rotundo fracaso y lo que en un principio pretendía reducir una deuda estimada en 172 millones de euros, hoy en día supera los 5.000 habiéndose multiplicado por treinta su tasación inicial. Todo ha ido progresivamente a peor pero, tras su aplicación, en donde sí ha cambiado algo es en la gerencia de los clubs que se aplicaron a esta Ley gubernativa y en su modo de administrarse, dejando como herencia bastantes sociedades en manos de unos pocos, incluso en las de uno solo quien tiene toda la capacidad y derecho de hacer lo que le venga en gana.
Desde los años noventa muchos son los dirigentes que han pasado por el fútbol profesional español, con mayor o peor fortuna y numerosas son las S.A.D. que han ido cambiando de propietario propiciándose un mercadeo con distintos resultados en función del éxito o fracaso de sus gestores, pero también como consecuencia de los intereses económicos de quienes deciden adquirir un club haciéndose con la mayor parte del paquete accionarial. Y es que en el fútbol, como en cualquier otro campo, la administración de una S.A.D. no tiene porqué ir ligada al sentimentalismo, a una cultura o a la pasión por unos colores sino que, en un mundo tan globalizado como el que vivimos, la propiedad perfectamente puede recaer en una persona o grupo de personas con intereses más allá de los deportivos siendo su lugar o lugares de procedencia, incluso muy lejanos y sin raíces previas que le identifiquen con la S.A.D. que adquieren. Profundizando en este último argumento, pasemos a continuación a analizar en manos de quién está el fútbol profesional español tratando, uno a uno, los cuarenta y dos clubs que esta temporada 2019/20 participan en Primera y Segunda División.
CLUBS DE PRIMERA DIVISIÓN
ATHLETIC CLUB
Constituido en 1898, el club bilbaíno es junto a Real Madrid C.F., F.C. Barcelona y Club Atlético Osasuna uno de los que en su día fueron exentos de transformarse en S.A.D. conservando, desde el siglo XIX, su carácter de sociedad deportiva en la que corresponde a todos los socios, alrededor de cuarenta y cinco mil, la responsabilidad de proceder a su gestión.
Caracterizado por disponer en sus plantillas de jugadores nacidos o formados en Vasconia desde prácticamente sus inicios, su amplia implantación y tradición en toda Vizcaya, donde es muy popular, ha impedido cualquier atisbo de conversión en S.A.D. transcurriendo los años sin que nadie, si quiera, haya planteado un posible cambio en la forma jurídica de la sociedad. Titular en el campeonato de Liga de Primera División desde la temporada inicial 1928/29, está en manos de españoles.
CLUB DEPORTIVO LEGANÉS S.A.D.
Constituido el 23 de junio de 1928 y transformado en S.A.D. el 21 de septiembre de 1995 durante su segunda estancia en Segunda División, el empresario transportista Jesús Polo González fue su máximo accionista durante años manteniendo una excelente racha en Segunda División hasta que, en 2003, el promotor musical Daniel Grinbank adquirió el 86% de las acciones en una compra que, no se oficializó al no haber traspaso de las mismas por parte de Jesús Polo, iniciándose desde entonces un importante declive económico y deportivo.
En 2009, estando en Segunda División B, el promotor inmobiliario Felipe Moreno Romero adquiere el 51% del paquete accionarial en un momento delicado del club pepinero en el vual los jugadores no cobran sus emolumentos. La apuesta es sanear la sociedad y ascender a Segunda División, objetivo que se alcanza al término de la temporada 13/14. La exitosa gestión del club es evidente y dos temporadas más tarde se asciende a Primera División ampliando Felipe Moreno sus títulos hasta el 97,8%. El Estadio de Butarque es reformado y el club. A base de esfuerzo, sobrevive entre la élite.
CLUB ATLÉTICO DE MADRID S.A.D.
Constituido el 26 de abril de 1903 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992, Jesús Gil Gil junto a Enrique Cerezo se hicieron con el 94,5% de las acciones en un polémico proceso que terminó en los juzgados y la intervención del club hasta el año 2004 por apropiación indebida. Sin embargo, declarada prescrita al haber transcurrido dos años desde que la querella fue presentada, la Audiencia Nacional devolvió el control a Jesús Gil para controlar el 85,5% y Cerezo con el 9%.
A finales de 2017 queda redefinido el paquete accionarial conservando Miguel Ángel Marín el 50,15%, Wang Jianlin propietario de Wanda el 17% al igual que el productor Enrique Cerezo mientras que el empresario israelí Idan Offer adquiere el 15% que, poco después ascenderá hasta el 32%. En los últimos años el club colchonero ha experimentado un importante crecimiento deportivo y social llegando a disputar dos finales de Champions League, conquistar varios títulos europeos y nacionales, además de levantar un imponente nuevo estadio.
CLUB ATLÉTICO OSASUNA
Constituido en mayo de 1919, el club pamplonés fue el gran beneficiado con la exención que se aplicó a Real Madrid C.F., F.C. Barcelona y Athletic Club, de Bilbao, a la hora de aplicar la Ley del Deporte. Presionado el Gobierno por los dirigentes de Real Madrid C.F. y F.C. Barcelona para que no se les obligase a convertirse en S.A.D., el Athletic Club no quiso ser menos subiéndose al carro por lo que, para exentar a los tres, hubo que improvisar una excusa tan peregrina como el requisito de tener un balance de gastos positivo en las últimas cuatro temporadas. Tal medida permitió que el abanico se ampliase a cuatro clubs puesto que los navarros, por entonces en Primera División y con las cuentas en sintonía, cumplían con lo exigido.
Librado en aquellos tiempos de asumir la transformación en S.A.D., el club rojillo a los pocos años descendió a Segunda División donde permaneció seis temporadas hasta regresar a la élite para iniciar un nuevo ciclo de catorce temporadas, entrando en números negativos sin que ninguno de sus alrededor de trece mil socios planteasen la idoneidad de una probable conversión en S.A.D. puesto que las sociedades de fútbol pagan menos impuestos que las sociedades anónimas deportivas. En la última década el club viene alternando la Primera con la Segunda División.
DEPORTIVO ALAVÉS S.A.D.
Constituido el 1 de julio de 1920 y transformado en S.A.D. casualmente setenta y seis años después el 1 de julio de 1996 militando en Segunda División, el club vitoriano se ha movido tradicionalmente entre las categorías de plata y bronce aunque, desde que es S.A.D., ha tenido algunas incursiones en Primera División, incluso muy brillantes algunas llegando a plantarse en una final europea.
Administrado por distintas personas a lo largo de estos años, en 2011 el propietario del Saski Baskonia S.A.D., uno de los grandes referentes de la Liga A.C.B. de baloncesto, Josean Querejeta, junto a otros socios tomó el control del Deportivo Alavés S.A.D. consiguiendo en 2016 reunir bajo su poder el 83% de las acciones. Bajo su dirección el club vasco se ha instalado en Primera División, ha mejorado sus cuentas y, para el futuro, espera ampliar su estadio en cerca de ocho mil nuevas localidades para crecer todavía más.
FUTBOL CLUB BARCELONA
Constituido el 29 de noviembre de 1899, el club catalán es junto a Real Madrid C.F., Athletic Club y Club Atlético Osasuna uno de los cuatro clubs profesionales que fueron exentos de transformarse en S.A.D. La presión que azulgranas, merengues y rojiblancos ejercieron sobre el Gobierno dio sus frutos sumando, de rebote, a los navarros, contando como los citados con unas ventajas fiscales que el resto de S.A.D. no disfrutan.
Con algo más de ciento cuarenta mil socios que no caben juntos en el recinto azulgrana, el club barcelonés desde la temporada 1928/29 es junto a Real Madrid C.F. y Athletic Club uno de los tres clubs que siempre han militado en Primera División estando la sociedad en manos de españoles.
GETAFE CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 1 de septiembre de 1976 y transformado en S.A.D. el 28 de junio de 1996 cuando el club madrileño acababa de descender a Segunda División B, fue el ayuntamiento local el primer máximo accionista con el 47,7% del total de las acciones hasta que la empresa Getafe Sports. S.L., con Ángel Torres y dos socios más, se hizo con el control en 2003 al adquirir esa cantidad al consistorio y elevarla al 97,6%.
Desde entonces el club getafense experimentó un enorme crecimiento que le llevó a alcanzar la Primera División llegando, incluso, a disputar dos finales del Campeonato de España y competición europea. En el año 2011 Ángel Torres acordó la venta del club azulón a Royal Emirates Grup, consorcio que se destapó con una estafa debiendo seguir Torres al frente. Tras una accidentada temporada 15/16 en la que se descendió como colista a Segunda División, el club recuperó su plaza en la élite que sigue manteniendo hasta la fecha.
GRANADA CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 6 de abril de 1931 y transformado en S.A.D. el 2 de agosto de 2011, al Granada C.F. S.A.D. le pilló la implementación de la Ley del Deporte inmerso en Segunda División B en un periodo donde, por cuestiones económicas y deportivas, la categoría de plata le era esquiva aunque, pese a ello, en 1997 se legó bastante lejos en una frustrada conversión en S.A.D.. Iniciado el nuevo siglo la deriva deportiva empeoró y el club nazarí naufragó hasta la Tercera División donde permaneció cuatro duras temporadas hasta abandonarla en la 05/06.
Tras ascender a Segunda División al término de la temporada 09/10, en 2011 se convirtió en S.A.D. estando el 99% del paquete accionarial en manos del italiano Gino Pozzo, hijo del presidente del Udinese Calcio y Watford F.C. En junio de 2016 Pozzo vende todas sus acciones al empresario chino Juang Lizhang dedicado al marketing deportivo cambiando por completo la forma de gestionar un club muy habituado a realizar profundos cambios en su plantilla cada año.
LEVANTE UNIÓN DEPORTIVA S.A.D.
Constituido a finales de 1908 y transformado en S.A.D. el 13 de mayo de 1995, al Levante U.D. S.A.D. la aplicación inicial de la Ley del Deporte lo pilló en Segunda División B en unos años de crisis deportiva y de afición. Puesto en manos de Pedro Villarroel, con su empresa Cofiser S.L. que controlaba más de la mitad de las acciones y la cartera de jugadores, el club sobrevivió llegando incluso con el cambio de siglo a ascender a Primera División. Sin embargo, el modelo de gestión hacía agua por todas partes y a punto estuvo de desaparecer.
A finales de 2009 la Fundació Levante U.D. Cent Anys, creada para revertir la crítica situación del club granota, adquiere el 74,71 de las acciones de Villarroel iniciando un lento pero seguro camino que, en pocos años, debido a su excelente gestión, recupera la tranquilidad y el optimismo de la afición consiguiendo en los años diez asentar la sociedad en Primera División. A mediados de 2019 la Fundació Levante U.D. Cent Anys vende un importante paquete con el saldar una deuda por un préstamo con Bankia quedándose con 54,71% del capital social.
REAL BETIS BALOMPIÉ S.A.D.
Constituido el 12 de septiembre de 1908 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 militando en Segunda División, el club sevillano suele encadenar en los últimos tiempos rachas en Primera División con repentinos deslices en los que pierde la categoría para recuperarla de inmediato. Propietario del 51,34% del capital social en 1992, Manuel Ruiz de Lopera fue el máximo accionista durante casi dos décadas en las cuales, bajo su gestión, deportivamente se alcanzaron momentos de esplendor en Primera División conjugados con otros, no tan buenos, en Segunda División siendo protagonista de una tensa relación con la afición. En julio de 2010 Manuel Ruíz de Lopera vende el 51,34% de las acciones a Luis Oliver, cabeza de la sociedad Bitton Sport quien pasa a ser el nuevo máximo accionista heredando un club intervenido judicialmente y un Concurso de Acreedores.
Con una masa social considerable y un número de simpatizantes extendidos por todo el país, en 2017 se conoce el resultado de las demandas interpuestas por varias plataformas de aficionados y club contra Manuel Ruiz de Lopera por apropiación indebida y diversas irregularidades llegándose al acuerdo de devolver el 51,34% de las acciones al Real Betis Balompié S.A.D. Puestas al servicio de la afición, a partir de ese año el club verdiblanco cuenta con un reparto accionarial donde sólo dos personas, Ángel Haro y José Miguel López Catalán, suman respectivamente un 10% del total, existiendo ocho familias o particulares que poseen más de un 1% mientras que el resto, la gran mayoría, se encuentra muy atomizado. Lejos del absolutismo de otros clubs, el predominio de los minoritarios puede cambiar el Consejo de Administración en cualquier momento dependiendo de los resultados, siendo el presente próspero con la culminación de la reforma de un gran estadio.
REAL CLUB CELTA DE VIGO S.A.D.
Constituido el 10 de agosto de 1923 y transformado en S.A.D. el 30 de junio de 1992 con el club olívico recién ascendido a Primera División, la sociedad deportiva viguesa contó tradicionalmente con un nutrido reparto accionarial y unos cuantos accionistas de peso estando su vida deportiva llena de altibajos con presencias intermitentes entre Primera y Segunda División, destacando el exitoso periodo comprendido entre final y principio de nuevo siglo cuando se reunieron unas notables plantillas.
Años después, tras diversas vicisitudes, en octubre de 2014 el elegido como presidente en octubre de 2006, Carlos Mouriño, con hasta entonces el 26,72% de las acciones, adquiere el paquete de Abanca y pasa a controlar el 51,29%, manteniéndose los celestes dignamente en Primera División con resultados dispares y un estadio que, recientemente, ha sufrido una profunda remodelación y fue protagonista de fondo de una agria polémica entre el Consejo de Administración y el consistorio local.
REAL CLUB DEPORTIVO MALLORCA S.A.D.
Constituido el 27 de febrero de 1916 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1992 coincidiendo con un descenso a Segunda División, varios han sido los máximos accionistas desde entonces como Miquel Dalmau, Bartolomé Beltrán con el Grupo Zeta, Bartolomé Cursach, Vicenç Grande, Mateu Alemany y Lorenzo Serra Ferrer, todos ellos caracterizados por su brevedad al mando de un club difícil de gobernar.
En noviembre de 2010 el empresario alemán Utz Claassen adquiere el 10% del club entando en el Consejo de Administración para, en 2015, hacerse con el control de la mayoría de acciones. Su pésima gestión hace peligrar el futuro de la sociedad y, a la desesperada, en enero de 2016 el empresario estadounidense Robert Sarver adquiere el 98% de las acciones a Utz Claassen que más tarde quedarán en el 99,8%, iniciando un tortuoso camino deportivo que pronto cambia de signo ascendiendo los bermellones dos categorías hasta situarse en Primera División.
REAL MADRID CLUB DE FÚTBOL
Constituido en octubre de 1900, el considerado como mejor club del siglo XX por sus éxitos deportivos es uno de los cuatro clubs exentos, tras la implementación de la Ley del Deporte, de transformarse en S.A.D., decisión que se ha mantenido imperturbable hasta fecha de hoy.
Con algo más de noventa y nueve mil socios, el Real Madrid C.F. presenta un particular artículo en su Reglamento por el cual, para opositar a ser presidente del club, el aspirante debe ser socio con un mínimo de veinte años de alta. Presente en el campeonato de Liga de Primera División desde su creación en la temporada 1928/29, está en manos de españoles.
REAL SOCIEDAD DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 7 de septiembre de 1909 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1992, el club donostiarra desde el primer momento en saber que debía cumplir con la nueva Ley del Deporte se puso a trabajar para que sus daños colaterales fuesen los mínimos posibles y, con toda la conciencia del mundo, trazó un plan para que ningún accionista pudiera controlar más del 2% de las acciones.
Bajo esta premisa se pretendían varias cosas como, que el club no fuese controlado por una sola persona o grupo reducido en contra de una institución entendida como patrimonio de San Sebastián y, en segundo lugar, asegurar que no abandonase la ciudad ante cualquier crisis futura. Acomodado en Primera División con un traspiés a finales de la primera década del siglo XXI, el club blanquiazul logró superar brillantemente este bajón deportivo y hoy, con un magnífico estadio, goza de buena salud en la élite del fútbol nacional.
REAL VALLADOLID CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 20 de junio de 1928 y transformado en S.A.D. el 26 de junio de 1992 coincidiendo con una temporada en la que la entidad pucelana acabó descendiendo a Segunda División, después de tener sus altibajos deportivos y pasar por distintas manos con grupos accionariales que no sobrepasaban el 20%, en 2011 el exjugador de baloncesto Carlos Suárez adquirió el 58,1% de las acciones pasando a ser presidente.
Club tradicionalmente a caballo entre la Primera y Segunda División, en agosto de 2018, con los pucelanos recién ascendidos a Primera División, el exfutbolista internacional brasileño Ronaldo Luiz Nazario de Lima adquiere el 51% de las acciones pasando a ser el máximo accionista y, de paso, presidente del Consejo de Administración.
REIAL CLUB DEPORTIU ESPANYOL DE BARCELONA S.A.D.
Constituido en el mes de marzo de 1902 y transformado en S.A.D. el 1 de julio de 1992, el club barcelonés pasó por una delicadísima situación financiera inmediatamente posterior a la conversión que le llevó a finales de los años noventa a vender el Estadio de Sarriá y pasar a jugar en el Estadio Olímpico de Montjuïch hasta que en 2012, con una situación más tranquila, inauguró su nuevo y flamante estadio.
Club dotado con una gran infraestructura y cantera que le han permitido mantenerse firmemente en Primera División, la familia Lara, propietaria del Grupo Planeta, fue la que mantuvo la mayor parte del accionariado durante décadas hasta que en enero de 2016 el empresario juguetero chino Chen Yanseng se hizo con el control del 45,1% de los títulos, ampliados después hasta alcanzar el 85%. Con Yanseng, residente en China para atender todos sus negocios, el club perico ha estabilizado sus cuentas pero deportivamente anda lejos de la promesa de competir en Champions League.
SEVILLA FÚTBOL CLUB S.A.D.
Constituido el 25 de enero de 1890 y transformado en S.A.D. el 29 de junio de 1992 estando en Primera División, el club hispalense sufrió una crisis deportiva a finales de los años noventa que le condujo a Segunda División. Sobrepasada con la llegada del nuevo siglo, el Sevilla F.C. S.A.D. vive entre 2006 y 2016 diez años mágicos en los que conquista varios títulos nacionales y hasta cinco U.E.F.A. Europa League, tres de ellos consecutivos.
Acomodado en Primera División, su administración está muy repartida existiendo diversos grupos y personas a título individual que poseen importantes cantidades de acciones. Tras estos, quienes van tomando la gestión directa del club en los últimos tiempos, existe hasta un 39% de acciones que se hallan atomizadas entre la afición. A raíz de sus éxitos internacionales, que no han pasado desapercibidos para los inversionistas internacionales, el club andaluz ha recibido varias ofertas para pasar a manos extranjeras produciéndose debates a favor y en contra en este sentido.
SOCIEDAD DEPORTIVA ÉIBAR S.A.D.
Constituido el 30 de noviembre de 1940 y transformado en S.A.D. el 26 de junio de 1992 cuando el club guipuzcoano militaba en Segunda División, la azulgrana es una sociedad distinta dentro del panorama futbolístico nacional y una de las que mejor funcionan. Escrito en sus Estatutos que ningún accionista debe poseer más del 5% de los títulos, estos se hallan muy repartidos en todo el país donde tiene miles de simpatizantes, incluso en el extranjero.
Tradicionalmente acomodado en un hábitat que discurre entre la Segunda División y la Segunda División B, su excelente gestión, puesta como modelo a seguir y modo de actuar le ha llevado a escalar recientemente hasta la Primera División para lo que ha reformado íntegramente su estadio y acoplado a la perfección siendo obligado destacar que se trata del club de una localidad que no alcanza los treinta mil habitantes. En la actualidad afronta su sexta temporada consecutiva en la élite.
VALENCIA CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido el 1 de marzo de 1919 y transformado en S.A.D. el 13 de julio de 1992, el club levantino es uno de los más afectados con dicha conversión. Inicialmente muy repartidas sus acciones entre miles de aficionados, a mitad de los años noventa el empresario Paco Roig adquirió la mayoría accionarial terminando con un club muy socializado. Su posterior venta al constructor Juan Bautista Soler fue muy sonada, pero no tanto como la ineptitud de éste al implicar al club en la construcción de un faraónico estadio para el que no había liquidez.
Endeudado y con su futuro comprometido, gracias a su notable patrimonio el club fue tirando hasta que el presidente Amadeo Salvo, en una venta escasa de transparencia y repleta de oscuridad, malvendió la S.A.D. al inversor singapurense Peter Lim quien prometió el oro y el moro. Sin ejecutar sus promesas y con un negocio fallido que pretendía formar jóvenes jugadores extranjeros en el club para luego venderlos como estrellas, el empresario asiático, dueño del 80,2% del accionariado, cierra cada temporada con pérdidas granjeándose, además, un rechazo cada vez más creciente de una afición harta de sus estrafalarias decisiones.
VILLARREAL CLUB DE FÚTBOL S.A.D.
Constituido en 1942 y transformado en S.A.D. el 31 de diciembre de 1993 estando el club en Segunda División, el empresario de la cerámica Fernando Roig se hizo en 1997 con el control de la mayor parte del paquete accionarial tas conseguir el 70% de la acciones de Pascual Font de Mora, ascendiendo al término de la temporada 97/98 a Primera División. Tras una temporada mal rematada que le llevó a la categoría de plata, el club regresó rápidamente a la élite con un proyecto firme y personalizado donde predominaba la profesionalidad.
Subcampeón de Liga en la temporada 07/08, el crecimiento del club castellonense fue imparable reformando todo su estadio además de inaugurar unas magníficas instalaciones deportivas para su cantera, la mejor de todo Levante. Tras un traspiés en la temporada 11/12 subsanado de inmediato, Fernando Roig lo es casi todo en el club contando con el 98,8% de las acciones lo que le convierten en uno de los propietarios con más dominio del fútbol nacional.
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (II Parte)
» Ver ¿Quiénes son los propietarios de los clubs profesionales? (III Parte)
©Vicent Masiá. Noviembre 2019.
por Vicent Masiá
Cuando en 1990 quedó aprobada la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte y en 1991 obligada su aplicación para los clubs afectados que no habían sido arbitrariamente exonerados, el paradigma de los clubs profesionales en general cambió para siempre. Atrás quedaban los clubs deportivos de toda la vida nacidos a resultas del camino emprendido por los clubs pioneros establecidos a caballo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero atrás quedaba también una forma de gestionar unas sociedades con fines deportivos que actuaban como empresas en las que, por su bien, era imprescindible compaginar una buena administración con un buen grupo de deportistas.
En los clubs de fútbol, si la junta directiva funcionaba correctamente y el colectivo de jugadores no rendía a su misma altura, la junta recibía palos a discreción por su ineficaz gestión y, a la inversa, si los jugadores daban todo lo que podían estando lo más arriba posible y la gestión económica hacía aguas por todas partes, el resultado seguía siendo el mismo; la junta tenía la culpa. Lo ideal era, y lo sigue siendo hoy en día sea cual sea la forma jurídica escogida, equilibrar la balanza económica con la deportiva para que ningún socio pudiera echar en cara a nadie que no se había estado a la altura de las circunstancias.
Directivos y jugadores, todos sabían cómo funcionaba el mundo del fútbol y si un jugador no rendía como se esperaba, a la primera oportunidad era cedido o traspasado mientras que, en el caso de un directivo, la presión social hacía que dimitiera dando paso a un nuevo socio o conjunto de socios quienes, con un nuevo proyecto e idas, intentaban reconducir al club hacia lo que, respectivamente, la idiosincrasia de cada club demandaba según sus limitaciones o ambiciones. Este proceder, bueno o malo según se mire con sus ventajas y desventajas, duró casi cien años y estaba institucionalizado en la mente de directivos, jugadores, socios y cualquier simpatizante al que le agradara el fútbol pero, como muchas cosas en la vida, no iba a durar eternamente pese a ser válido en muchos aspectos.
El punto de ruptura lo propició definitivamente el Gobierno español a finales de los años ochenta del pasado siglo cuando, a consecuencia de la gran deuda acumulada por todos los clubs partícipes en la organización de la Fase Final del Campeonato del Mundo disputado en España en 1982 por motivo de los créditos solicitados para adecuar sus respectivos estadios tras haber prometido el propio Gobierno un financiamiento que nunca llegó, siendo el fútbol un movimiento de gran peso social en todo el Estado, el órgano legislativo tomó la decisión de poner fin a la progresiva y peligrosa escalada en la que se había entrado al contabilizarse en 1989 la cantidad de 180 millones de euros en rojo. En boca del presidente del C.S.D., Javier Gómez Navarro, durante el año 1987 se escuchaban argumentos como que: «En los clubes no había control económico de ningún tipo. Los socios no controlaban nada, solo querían ganar los domingos y si se perdía, sacaban el pañuelo para echar al presidente y ya está. Eso llevó a la presidencia de los clubes a empresarios de toda índole, inmobiliarios, o que simplemente querían medrar. Los palcos eran un lugar para conocer a los políticos y hacer negocio». Algo que, por supuesto, en nada ha cambiado y sigue vigente hoy en día.
Analizadas las causas del problema y puestas sobre la mesa distintas soluciones, los expertos consultados y políticos ocupados al respecto llegaron a la conclusión de que, según sus razonamientos, para cambiar el rumbo era necesario modificar la forma jurídica de los clubs profesionales imitando los pasos seguidos en otros países como el Reino Unido o Francia donde, desde años antes, distintos clubs habían pasado de ser asociaciones deportivas sin ánimo de lucro a empresas mercantiles.
Según la opinión de estos expertos y políticos, cambiándose la forma jurídica de un club profesional pasando de club deportivo a Sociedad Anónima Deportiva, al implicarse todos los accionistas con dinero habría una supuesta mayor vigilancia de los movimientos económicos que evitara posibles malversaciones de fondos y, con ello, endeudamientos y hasta posibles ruinas que desembocaran en desapariciones por lo que, sin profundizar en otras cuestiones, les pareció la solución idónea a seguir. Sin haberse demostrado previamente su infalibilidad y sin tener apenas datos con los que contrastar y basar la eficiencia de la medida que se deseaba implementar, el Gobierno decidió ir a hacia adelante con su proyecto dando día a día cuerpo a una nueva Ley donde se recogieran sus iniciativas. Solucionado, según ellos, el método a seguir, faltaba ver cómo llevarlo a la práctica, otra barrera en el camino. Así, visto que había una urgencia en la respuesta y dar libertad a los clubs afectados para que, según su voluntad, fuesen convirtiéndose cuando dispusieran en S.A.D. cabiendo la posibilidad de que algunos se mostrasen contrarios podía convertirse en un proceso interminable, desde el Gobierno se optó por zanjar el asunto por la vía rápida: se obligaba a todos a convertirse en S.A.D.
Para el Gobierno español, el artículo 16 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea que trata sobre la libertad de empresa y que dice así; «Se reconoce la libertad de empresa de conformidad con el Derecho comunitario y con las legislaciones y prácticas nacionales», no contaba y, además de imponerse la obligatoriedad a convertirse en S.A.D., a los clubs deportivos que venían actuando como empresas mercantiles no se les daba opción a que pudieran elegir otro tipo de forma jurídica. Centradas todas las expectativas del Gobierno en la La Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte, esta norma establecida para regular en uno de sus artículos la legislación de los clubs deportivos profesionales y, en la medida posible, evitar el endeudamiento, llegó para romper el tradicional paradigma en el que se movían los clubs deportivos y para establecer unas nuevas reglas con las cuales, como sucede en casi todo, dependiendo de su correcta aplicación podrían venir unos resultados positivos o, por lo contrario, muy negativos.
Transformar un club deportivo en una S.A.D. no fue en absoluto sencilla tarea, como tampoco lo fue convencer a decenas de miles de socios que el futuro de los clubs de fútbol profesionales pasaba primero por que estos quedasen divididos en miles de cachitos reuniéndolos, a continuación, en participaciones accionariales por las que se debía pagar una cantidad previamente estipulada de dinero. Impuesto por el C.S.D. el día 30 de junio de 1992 como fecha tope para transformarse en S.A.D., esta decisión a muchos clubs, por no decir a todos los que la sufrieron, les costó Dios y ayuda cumplirla porque, en unos casos no daba tiempo a reunir la respectiva cantidad que a cada club se le exigía para disponer de un capital social con el que empezar su andadura, en otros casos las aportaciones de los hasta entonces socios no cubrían ni la tercera parte de esa cantidad y, en otros, la precipitación, nerviosismo y desconocimiento de los dirigentes de los clubs requería de una ayuda adicional profesional para entender el mecanismo y pasos a dar con el objetivo de efectuar una conversión sin problemas desde el punto de vista legal.
En este sentido muchos clubs, con las arcas vacías o escasez de fondos para afrontar un desafío de este calibre, se vieron obligados a la siempre poco conveniente tesitura de tener que solicitar uno o varios préstamos a entidades bancarias con lo cual, si de por sí andaban endeudados o asfixiados, ahora iban a incrementar sus cuentas negativas. Otros tuvieron que echar mano de ayudas públicas a través de instituciones locales, provinciales o autonómicas para que invirtieran aunque fuese transitoriamente hasta encontrar nuevas vías de financiación, mientras que en otros se solucionó el problema con la aparición de un inversor, normalmente siempre entre la cartera de directivos, especulador u oportunista de paso, quien aportaba el dinero que hacía falta para completar el proceso.
Adaptar un club deportivo a una S.A.D. fue enormemente costoso en lo económico y en lo social, un trauma del que algunos clubs -los menos- salieron reforzados pero otros -la inmensa mayoría- muy mal parados con más problemas, incluso de mayor gravedad, de los que tenían con anterioridad pero, en donde sí coincidieron todos o más bien se vieron arrastrados, es a cambiar el paradigma que imperaba en su forma de administrarse.
Obligados a transformarse en S.A.D. y conscientes de que no había alternativa posible para sortear tal exigencia administrativa, en donde al menos quedó un resquicio de libertad -aunque no todos pudieron aprovecharla- fue en el modo de convenir qué clase de S.A.D. se iba a escoger o, más bien, cómo se iba a hacer el reparto del capital social pues, como era de esperar y así solía ser tema recurrente de conversación entre los corrillos futbolísticos, no era lo mismo que la gran mayoría de acciones de un club quedasen en manos de una minoría, incluso de una sola persona física o jurídica, que atomizadas entre miles de aficionados estableciéndose un límite accionarial, bien por cantidad, bien por porcentaje del total.
Discernir, si se podía, porque muchos clubs quedaron impedidos desde el principio al no reunirse las condiciones necesarias para reunir el capital exigido con sus propios fondos debiendo buscarse la vida en costosos préstamos bancarios, cuál era la mejor vía para transformarse en S.A.D., ocupó bastantes horas y robó el sueño a muchos dirigentes preocupados por el devenir de sus clubs inclinándose finalmente por varias opciones según sus respectivos criterios.
En 1992 hubo clubs que, pensándolo muy bien y detenidamente, temiendo que la sociedad deportiva perdiese su esencia y sus raíces yendo a manos desconocidas, cubriéndose las espaldas decidieron incluir en sus Estatutos un articulado donde se pusiera una barrera en la venta de acciones para impedir que fuesen a parar a grandes grupos empresariales, a caprichosos empresarios con grandes fortunas o, superando límites geográficos, fuera de la frontera. Ese límite podía ser desde un 1% del capital social total, un 2% o un 5% por poner algunas cifras; lo importante era poner un control como decidieron los socios de la Real Sociedad de Fútbol, de San Sebastián y el Real Club Deportivo de La Coruña o, años más tarde, la Sociedad Deportiva Éibar. A nadie, en cambio, se le ocurrió seguir el ejemplo alemán con la exitosa fórmula del 50+1 donde, por Ley, el 51% de la acciones quedan en propiedad del club dejando el resto a inversores nacionales o extranjeros con lo cual se garantiza éste no sea administrado por personas sin nada que ver con la cultura e identidad de quienes constituyeron la sociedad, así como su localidad e idiosincrasia de origen.
Una gran mayoría de clubs, sin acotar un límite accionarial, salieron con su capital social muy atomizado y repartido entre los que habían sido socios haciéndose eco la prensa de lo bueno que este resultado era por su aparente democratización, opción que, al cabo de unos años, con la compra de multitud de acciones por parte de un empresario o grupo de empresarios acaparando un alto porcentaje superior a la mitad, provocó en los mismos periodistas un sorprendente cambio de criterio al dar un giro de ciento ochenta grados en su opinión ensalzando que mejor era el control de una sola persona para tomar decisiones rápidas que no perder el tiempo en multitudinarias Juntas de Accionistas donde llegar a un acuerdo era, hasta cierto punto, tedioso.
A otros clubs, sin embargo, no les quedó otra opción que entregarse a quién más acciones manejase coincidiendo, en un elevado porcentaje, con un directivo mayormente el último que había ejercido de presidente como club deportivo, recayendo en otras ocasiones en un mirlo blanco quien, desentendido habitualmente del club, ante una llamada de desesperación de alguien de la directiva saliente, por amor a los colores y en el fondo una pizca de altruismo y vanidad a medias, sacaba el dinero del bolsillo y tapaba un hueco que no había forma de cubrir por otros cauces.
En el peor de los casos, cuando no había suficiente capital para llegar siquiera a la mitad de lo marcado por el C.S.D., tampoco un directivo con fondos, empresa o consorcio de empresas y menos aun un mirlo blanco, clubs con mucha tradición histórica tuvieron que recurrir a los ayuntamientos locales o diputaciones provinciales en busca de un soporte económico que evitase su descenso administrativo a Segunda División B, amenaza en el aire que, debido a las graves consecuencias que podía reportar en el partido político de turno en el poder, temiéndose una masiva pérdida de votos siempre terminaba en la compra, aunque fuese transitoria, de acciones para salir de tan agudo aprieto. Tapada la emergencia deportiva con dinero público, luego ya vendrían otros que lo arreglaran.
Treinta años después, el paradigma de las S.A.D. está en el punto de mira de muchos expertos habiendo opiniones para todos los gustos. Mientras unos manifiestan que las S.A.D. son las culpables de la situación a la que el fútbol ha llegado en la actualidad, otros alegan que la imposición por parte del Gobierno de la conversión obligatoria de los clubs deportivos en clubs S.A.D. fue una traición, siendo que otros las defienden pero con matices de necesaria e ineludible revisión. Sea como sea, para alguien que mantenga un criterio neutro pero a la vez crítico, las S.A.D. no fueron ni pueden ser la solución al problema de la deuda, como tampoco lo puede ser la forma jurídica que un club de fútbol pueda elegir como más apropiado para sus intereses. La solución, si se busca realmente aplacar el endeudamiento de los clubs, es preciso buscarla en otros lares con métodos contundentes y rigurosos estableciendo controles de obligado cumplimiento so pena de multa o expulsión del campeonato donde se participe para los clubs infractores siendo, también, extensibles a los miembros de los Consejos de Administración que realicen malversación de fondos o pongan en situación crítica a los clubs. Si se es laxo con los administradores como hasta la fecha, seguiremos cambiando cosas para no cambiar nada.
©Vicent Masiá. Noviembre 2019.
por Vicent Masiá
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A vueltas con el morado
A lo largo prácticamente de un siglo, el Real Madrid C.F. ha llevado en su escudo una banda cruzada de izquierda a derecha y de arriba abajo morada que un día, por no se sabe qué causa oficial, tornó en azul repentinamente y así permanece en nuestros días. El color morado, icono del madridismo durante décadas, ha sido foco de varias interpretaciones todas ellas cargadas de diversas razones sin conseguir imponerse netamente una por encima de otra; que si de origen masónico, que inspirado en el Pendón de Castilla, que si vinculado al Estandarte Real monárquico, que si implementado con el advenimiento de la Segunda República. Todo especulación y ninguna certeza.
Explicar en este artículo con total convencimiento porqué el color morado fue el elegido para maridar con el blanco es, fallecidos los socios fundadores del club hace muchísimos años atrás, algo demasiado aventurado y si ellos nunca manifestaron públicamente qué razón les motivó a tal decisión, menos voy a ser yo quien retire el tupido velo y descubra algo que la vida se llevó. Lo que sí voy a intentar hacer es romper algunos falsos mitos, exponer algunos errores que perduran demasiado y parece ser nunca desaparecen, y ampliar con más datos otras opciones que podrían tener relación con este color.
El pendón rojo carmesí del Reino de Castilla
Surgido como entidad política autónoma en el siglo IX bajo la fórmula administrativa de condado vasallo del Reino de León, según estudios llevados a cabo por la Armada Española el color inicial de los condes castellanos fue el escarlata (rojo), constando así en diversos episodios históricos de los que se conservan reseñas escritas. En 1170, con el ascenso al trono de Alfonso VIII, el Reino de Castilla que había adquirido esta consideración en el siglo XI, definió su símbolo identificativo como una bandera de rojo carmesí sobre la cual se dispondría un emblema parlante, el castillo de oro, siendo a partir de entonces la bandera castellana unívoca: castillo de oro (amarillo) almenado de tres almenas, mamposteado de sable (negro) y aclarado de azur (azul) sobre paño de gules (rojo).
El Pendón de Castilla, insignia militar que consistía en una bandera más larga que ancha y generalmente roma o con dos puntas en la pendiente, se convertirá en uno de los símbolos más recurrentes del antiguo Reino de Castilla, siendo mencionado posteriormente por eruditos, novelistas y poetas quienes evocarán tiempos pasados de gloria.
Más tarde, ya en 1230, el rey Fernando III de Castilla heredará el Reino de León, quedando ambos territorios unidos con el nombre de Corona de Castilla pero siendo respetados los derechos de ambos reinos. Para simbolizar la unificación de las dos Coronas, Fernando III reunirá las dos banderas en una sola mostrando una bandera cuartelada que, hoy en día, ostenta la Comunidad Autónoma de Castilla y León.
En la actualidad, después de transcurridos más de mil años de historia, no existe ni una sola prueba que testifique el color morado de la enseña castellana estando, al contrario, el color rojo carmesí presente en multitud de escudos policromados antiguos, en la heráldica de los sepulcros de personajes ilustres, retablos de iglesias, sellos monárquicos, códices y pendones históricos conservados en localidades pertenecientes a la vieja Castilla.
Del rojo carmesí al morado
Al margen de que una tela o paño teñido de rojo carmesí con el paso del tiempo y su normal envejecimiento a través de los siglos torne en morado pudiendo ocasionar confusión en el observador, en el siguiente capítulo veremos cuál es el origen de la atribución del morado al Pendón del Reino de Castilla, cómo se propagó un error durante siglos y cómo dicho error se convirtió en uno de los más grandes registrados en la vexilología europea que, todavía en el siglo XXI, no ha sido erradicado por completo creando apasionadas discusiones en foros futbolísticos y de cualquier índole.
Para empezar con esta confusión hay que remontarse al año 1634, fecha en la cual Felipe IV promulga el Real Decreto de 10 de septiembre por el cual se crea la Coronelía de Guardas del Rey, un tercio con una dotación entre dos mil quinientos y tres mil veteranos soldados, reenganchados y caballeros de noble cuna para poner fin a los enemigos de la Corona que seguirá al rey cuando salga de campaña militar pero, en tiempos de paz, ejercerá como tercio operativo preparado e instruido para la guerra, sirviendo de escuela de oficiales sin abandonar en cualquier caso España. Nombrado coronel Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conocido como Conde-Duque de Olivares, dicho tercio vestirá con casaca abierta en sus laterales y mangas también abiertas de color amarillo, adornada por el galoneado jaquelado en rojo y blanco. En el pecho y en la espalda, llevarán las armas de la Corona y en las mangas, la Cruz de Borgoña roja. En 1640, la Coronelía de Guardas del Rey, por orden real, adquiere el nombre de Regimiento de Guardas del Rey.
Tras el fallecimiento del Infante Baltasar Carlos en 1646, hijo de Felipe IV y heredero del trono, el tercio es disuelto y su fuerza traspasada al monarca quien se hará cargo de su mantenimiento, acompañando al rey en las campañas militares de Cataluña, región que solicita la ayuda de Francia en rebelión contra la monarquía que se resolverá con el acuerdo conocido como Paz de los Pirineos, en 1659, y en la guerra frente a Portugal que se alargará durante veintiocho años. En 1662 Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV con la actriz María Calderón, decide en plena campaña militar y con el Regimiento en Portugal, suprimir las prerrogativas de la Guardia Real y lo convierte en Tercio Ordinario de Infantería, cambiando en 1664 a Tercio de Castilla.
Considerado como el regimiento más antiguo de España, en 1664 cambia a Tercio de Castilla y en 1668, producto del traslado de su sede a tierras andaluzas, a Tercio de Infantería Provincial de Sevilla, recibiendo en 1693 el título de Tercio Morado Viejo, no por ser el color del estandarte del Conde-Duque de Olivares que en realidad fue carmesí y nunca morado como en muchas ocasiones se mantuvo erróneamente, sino al adoptar este color como predominante en su indumentaria oficial. Este cambio, aplicado en tiempos de Carlos II, el último de la Dinastía de los Austrias, será el homenaje de este tercio a un obispo de la época de Fernando III de Castilla quien se encargó de reclutar a gran parte de los soldados del rey, adoptándose el morado como color en lugar del púrpura, más apropiado, adecuado y reglamentario que caracteriza al fajín y solideo que identifica a este elevado rango eclesiástico. El color púrpura, heredado de la tradición romana que concedía una toga de dicho color a los nuevos dignatarios, en heráldica medieval significará justicia, soberanía y majestad real.
En 1707 Felipe V decreta la disolución de las tres Guardias Reales de los Austrias: la Guardia Española, la Guardia Tudesca y la Guardia Borgoñona, fusionándolas en una sola que recibe el nombre de Real Guardia de Alabarderos y hará costado a la Real Guardia de Corps creada en 1704. A la hora de adjudicar las banderas y estandartes a dichos cuerpos, el Señor de los Cameros propondrá a Felipe V que sea el morado el escogido expresándose en los siguientes términos:
“…Con la ocasión de estar ajustado el vestuario del Regimiento de Guardias Españolas y ser preciso decir al mercante los colores y señales que han de tener las banderas, yo sería de dictamen que la bandera de la Compañía Coronela fuese morada, que es color de Castilla, con un castillo en medio y flores de lis en el campo, sobre la que espero resolución de Su Majestad en este punto.”
Como vemos, el Señor de los Cameros yerra al considerar el morado como color de Castilla en cuando este fue siempre rojo carmesí, error promovido quizás por su falta de instrucción, deficiente asesoramiento o ciega confianza en las expresiones populares.
Ese mismo año de 1707, a la par que se adjudica el color morado a la bandera de la Real Guardia de Alabarderos, Felipe V decide cambiar el nombre del Tercio Morado Viejo con sede en Sevilla por el nuevo de Regimiento de Infantería de Castilla, originándose una nueva confusión como ahora veremos similar a la padecida por el Señor de los Cameros. Y es que el pueblo llano, ajeno a las correctas denominaciones, argots y simbología mantenidas por la heráldica que se ocupa de estudiar el significado de las imágenes y figuras de los escudos de armas y de la vexilología, que hace lo mismo pero con las banderas, se referirá a este antiquísimo tercio como el de los «Morados de Castilla», creándose por asociación en el imaginario colectivo el falso concepto de que el morado representa a Castilla en cuando este color simplemente fue elegido arbitrariamente por este tercio en 1693 por otros motivos antes explicados.
La Comunería y el color morado
En el mes de septiembre de 1821 se fundó, con carácter secreto, la Sociedad de los Caballeros Comuneros, conocida también como Los Hijos de Padilla, un movimiento paramasónico a espaldas del régimen monárquico dominante repleto de liberales exaltados que procedían de distintos oficios entre los que se reconocen juristas, periodistas, economistas, militares y diferentes eruditos.
Distantes en cierta medida de la masonería radicada en Francia y, sobre todo, en el Reino Unido, repleta de una sobrecargada parafernalia ritualística y simbológica con la que la mayoría de los comuneros no comulgaban, las logias comuneras, más sencillas pero no exentas de ciertos rituales de iniciación, juramentos y ritos, fueron bautizadas como «torres», existiendo en Madrid alrededor de varias decenas con algo más de diez mil miembros en su totalidad que pretendían cambiar la sociedad de la época y enterrar el absolutismo mostrado por los Habsburgo y los primeros Borbones.
Los Caballeros Comuneros, inspirado su nombre en el levantamiento armado que tuvo lugar en varias ciudades de Castilla frente al emperador Carlos I a principios del siglo XVI, mal informados, reivindicaban el morado como color de Castilla, llevando hombres y también mujeres una banda cruzada morada en el pecho durante el transcurso de sus reuniones, color distinto al azul ostentado por la masonería de la cual le separaban, además del potencial económico, muy superior el de los elitistas masones frente a la pequeña y baja burguesía de los comuneros donde también participaban estudiantes y clases populares, el secretismo, siendo rígidamente serio en el caso de los masones y anecdótico en el de los comuneros como era de esperar en una sociedad tan numerosa.
Enfrentados masones y comuneros entre sí en varias ocasiones produciéndose denuncias en un sentido y otro, en el fondo compartieron objetivos frente al absolutismo y el catolicismo, desatándose en mitad de los años treinta decimonónicos varias campañas anticlericales que dieron como resultado el asesinato de frailes, quema de iglesias y conventos, además de un enconamiento entre los sectores monárquicos y católicos frente a los masones y liberales.
Las consecuencias de esta campaña anticlerical supuso el nacimiento de sociedades secretas opuestas al liberalismo, desapareciendo la comunería hacia 1845 diluida al pasar un nutrido grupo a formar parte de los partidos políticos de corte republicano que fueron poco a poco emergiendo mientras, un grupo mucho más reducido, se integró en organizaciones ocultistas de obediencia masónica.
El estandarte real carmesí cambia a morado
El estandarte del Rey de España es la enseña personal del monarca español. Este estandarte, confeccionado en el pasado con tejido fuerte y hoy en día generalmente con fibra sintética por sus propiedades de gran resistencia, suele izarse en los Reales Sitios y habitualmente para anunciar la presencia del Rey en cuarteles de los Ejércitos de Tierra, Aire, buques y embarcaciones de la Armada.
Implementado por los Reyes Católicos por vez primera para todo el territorio nacional en el lejano siglo XV, tanto la dinastía de los Austrias como la de los Borbones en sus primeros reinados bajo Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII adoptaron como fondo de sus respectivos estándares el rojo carmesí, permaneciendo este color de forma invariable hasta la proclamación de Isabel II como Reina de España en 1833.
Durante la coronación de la nueva reina, el Estandarte Real fue modificado por los liberales del Gobierno, la mayoría de ellos masones, pasando del antiguo rojo carmesí al morado con la errónea excusa de que este último color era el del Pendón de Castilla, consiguiendo el movimiento masón con esta jugada hacer llegar su color identificativo hasta las mismas entrañas de la monarquía.
Los sucesores de Isabel II, su hijo Alfonso XII y nieto Alfonso XIII, siguieron con el Estandarte Real de color morado coincidiendo el inicio del reinado de Alfonso XIII con la legalización ante la Administración del Madrid F.C. La nueva junta directiva madridista, con personas muy valiosas, gran inteligencia y ordenada alrededor de los hermanos Padrós, aprovechó toda su influencia para granjearse la amistad de la Casa Real y catapultar, con el inestimable apoyo de su imagen, la futura vida del club hacia el éxito, congeniando con el joven rey a través de gestos tan simples como lucir el color morado del Estandarte Real en su escudo original y luego, como ya veremos, en el escudo de 1903, en la bandera del club y en los escudos diseñados a partir de 1925.
El empleo del color morado como rasgo diferencial del Madrid F.C. será una elección perfecta puesto que, dependiendo de quién lo vea, lo vinculará a su ideología interpretando que representa al color de la masonería, al color de la monarquía, al idealizado morado del Pendón de Castilla, incluso en tiempos de la Segunda República a una de las tres franjas que dan lugar a la bandera tricolor cubriendo con ello todos los espectros políticos imaginables.
El morado de la Segunda República
Cuando el martes 14 de abril de 1934 las calles y plazas de Madrid, al igual que sucedió en muchísimas otras ciudades y localidades españolas, concentraron a miles de personas movilizadas frente a la monarquía en medio de un ambiente totalmente festivo, ante la ilusionada multitud varios grupúsculos ondearon una bandera tricolor que era desconocida para la inmensa mayoría de los españoles. Aquella bandera con franjas horizontales del mismo ancho compuesta en su parte superior por el color rojo, el amarillo en el centro y el morado en el inferior, por la importancia que adquirió en aquella tan señalada fecha parecía ser la llamada a sustituir a la bicolor reconocida por Isabel II tras Real Decreto de 13 de octubre de 1843, una bandera de carácter nacional y no monárquico pues la monarquía empleaba sus propios símbolos, que tenía su origen en la bandera de guerra elegida por Carlos III mediante concurso aprobada con el Real Decreto de 28 de mayo de 1785.
Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos quarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima; y el Gallardete en las mismas tres listas y el Escudo a lo largo, sobre Quadrado amarillo en la parte superior. Y que las demás Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismo colores, debiendo ser la lista de enmedio amarilla y del ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las partes dividida en dos partes iguales encarnada y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros Pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde el primero de año de mil setecientos ochenta y seis; en la América Septentrional desde principio de julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año mil setecientos ochenta y siete. Tendréis lo entendido para su cumplimiento.
Los colores rojigualdos de la enseña nacional originada en 1785 eran los favoritos para ganar el concurso por su gran relación histórica con el Guión Real mantenido por los Reyes Católicos, rojo y el del emperador Carlos I, amarillo, coincidiendo a su vez con los representativos de las enseñas tradicionales de la Corona de Aragón formada por los reinos de Aragón, Baleares, Valencia, las Dos Sicilias (reinos de Nápoles y Sicilia) y Principado de Cataluña, pero también con los colores de las banderas de los antiguos reinos de Castilla, de castillo de oro sobre fondo carmesí y Navarra, de cadenas de oro sobre fondo rojo, con lo cual de las doce propuestas que presentó Antonio Valdés y Fernández Bazán, Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, Carlos III lo tuvo muy fácil para inclinarse por una pues la mitad cumplían con ese favoritismo.
Sabidos los colores sólo faltaba elegir su disposición, decantándose Carlos III por la rojigualda con dos fajas rojas y una en el medio amarilla para la insignia de la Armada y su gallardete que casi de inmediato, ante el temor de que en alta mar el rojo se adueñase del amarillo, fue modificada quedando la faja amarilla el doble que las rojas mientras que, para la flota mercante, era reservada la misma pero sobre fondo amarillo quedando en cinco fajas rojigualdas. La bandera de guerra, ondeante en buques, puertos y guarniciones militares, destacaba sobre el azul del mar y del cielo por su gran visibilidad por lo que, poco a poco, consiguió una gran popularidad entre marinos, marineros y personas vinculadas a los oficios del mar, pasando a todo el territorio durante la Guerra de la Independencia frente a Francia cuando fue enarbolada por el pueblo.
Convertida en bandera nacional y no sólo de guerra por Isabel II por lo cual todos los españoles al fin tenían una bandera en la que reflejarse no como hasta entonces amparados por banderas monárquicas, todas las unidades militares del reino pasaron a exhibir la rojigualda en sus respectivos pabellones alcanzándose con dichos colores la Primera República, breve periodo en el que durante los cerca de dos años que duró, 1873 y 1874, se suprimieron los símbolos monárquicos pero permaneció invariable la insignia española pese a que en algunos sectores había gran interés en introducir su bandera partidaria con faja morada.
Según Emilio Castelar, cuarto y último presidente de la Primera República tras los gobiernos de Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall y Nicolás Salmerón, la bandera con la faja morada conocida como «republicana» había nacido de forma arbitraria en la Universidad de Barcelona al fusionar los colores de tres facultades pero la falta de popularidad y consenso de la tricolor entre los propios republicanos de todo el estado, con una elevada presencia de masones contrarios a la monarquía, les impidió implementarla como nueva bandera nacional socavando la voluntad de muchas voces sectarias que la defendían a ultranza.
Salvado este primer intento de hacerla desaparecer, el uso de la bandera rojigualda se generalizó en todo el territorio en lo que restaba de siglo XIX, disponiéndose en 1908 mediante Real Decreto que en los días de Fiesta Nacional, 12 de octubre, ondease en todos los edificios públicos. A partir de ese momento los colores rojigualdos traspasaron la frontera gubernamental y se extendieron a actos lúdicos como las corridas de toros, actos deportivos y fiestas populares donde se llenaban las calles y plazas con cientos de pequeñas banderitas que colgaban de los balcones e iluminaciones. En 1927, de nuevo tras un Real Decreto, la rojigualda se impuso definitivamente en todos los frentes al suprimirse el pabellón civil de cinco fajas elegido por Carlos III para la marina mercante, ondeando desde entonces en toda clase de buques ya fueran militares, mercantes o de pesca.
Sin embargo, cuando la bandera nacional de todos los españoles parecía haberse institucionalizado hasta el último de los rincones, era de dominio público y casi todos parecían respetarla haciéndola suya, los graves errores de la monarquía apoyando la dictadura de Miguel Primo de Rivera quien disolvió las Cortes y prohibió partidos políticos y sindicatos, propiciaron el resurgimiento de movimientos de tendencia republicana tanto de izquierdas como de derechas que, de forma sigilosa pero bien orquestada, entre 1929 y 1931 fueron minando en todos los medios la confianza en Alfonso XIII causando el derrocamiento de la monarquía tras años de dura represión.
El cambio de régimen político llegaba repleto de buenas intenciones y palabras para el pueblo llano que el tiempo daría o quitaría razón, quedando claro desde el principio que había necesidad de cambiar muchas cosas y una de ellas, aunque meramente simbólica pero no exenta de importancia, según las nuevas autoridades era imponer en la bandera nacional su color, el morado.
Fracasado el intento durante la Primera República de cambiar los colores de la bandera nacional, en esta segunda ocasión no se iba a desaprovechar la oportunidad y, a pesar de que el morado era irrefutablemente partidista, no respondía a una aspiración popular porque la faja morada era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles pudiendo, además, originar conflictos dividiendo a la población, como así sucedió, al final no hubo marcha atrás y la tricolor resultó triunfante reemplazando a la bicolor.
Ahora bien, para realizar un cambio de estas proporciones con todo lo que implicaba, el Gobierno provisional republicano debió preparar el terreno concienzudamente y no cabían ni se permitían posibles fallos. Necesitado de armarse de razones y justificar el uso de la tricolor, grupos dirigidos de partidistas republicanos llenaron las calles y plazas de las principales ciudades durante la instauración de la República el 14 de abril presentándose muchos de ellos con la faja morada en sus banderas. Daba igual si la disposición era morado-rojo-amarillo o rojo-amarillo-morado, lo importante era arrastrar a las masas y mentalizarlas de que esos colores iban a representarles en la nueva enseña nacional. Tras aprovechar el impacto inicial, izar la bandera tricolor resultó más sencillo y, en el fondo, quedaba la excusa de que el morado había nacido del pueblo cuando todos sabemos perfectamente, para qué nos vamos a engañar, que el pueblo jamás pinta nada y simplemente obedece. Veamos pues cómo responsabilizó la nueva bandera el Gobierno provisional mediante decreto de 27 de abril de 1931:
«El alzamiento nacional contra la tiranía, victorioso desde el 14 de abril, ha enarbolado una enseña investida por el sentir del pueblo con la doble representación de una esperanza de libertad y de su triunfo irrevocable. Durante más de medio siglo la enseña tricolor ha designado la idea de la emancipación española mediante la República. En pocas horas, el pueblo libre, que al tomar las riendas de su propio gobierno proclamaba pacíficamente el nuevo régimen, izó por todo el territorio aquella bandera, manifestando con este acto simbólico su advenimiento al ejercicio de la soberanía. Una era comienza en la vida española. Es justo, es necesario, que otros emblemas declaren y publiquen perpetuamente a nuestros ojos la renovación del Estado. El Gobierno provisional acoge la espontánea demostración de la voluntad popular, que ya no es deseo, sino hecho consumado, y la sanciona. En todos los edificios públicos ondea la bandera tricolor. La han saludado las fuerzas de mar y tierra de la República; ha recibido de ellas los honores pertenecientes al jirón de la Patria».
Y ahora veamos cómo también desde el Gobierno provisional se añade un nuevo factor para refrendar el cambio al atribuir el origen del color morado al color tradicional de Castilla mediante redacción publicada el 28 de abril de 1931:
«Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre [en referencia a Castilla], nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España».
Bueno, llegado a este preciso punto como autor del presente artículo, declarándome totalmente neutral y limitándome a actuar como un simple observador de los hechos sin perjuicio ni beneficio, bajo mi opinión entiendo que: El color morado nació en las sociedades secretas siendo la masonería la principal y este color el elegido e identificativo para reconocerse sus miembros. El morado, como resultado de la mezcla de los colores primarios azul y rojo, sincretiza la unión política entre los bandos azul (derecha) y rojo (izquierda) de modo que, según proceda o interese, la jerarquía de esta fuerza se mostrará partidaria de un bando u otro, de los dos al unísono o contra los dos si hace falta defender un interés común.
El color morado, desconocido a principios del siglo XIX y surgido en la década de los años veinte decimonónicos, fue conquistando terreno en tierras de Castilla al tomar falsamente cuerpo de una pieza tan sensible para sus habitantes como el antiguo Pendón de Castilla cuando en realidad, y ha quedado suficientemente demostrado por expertos historiadores, siempre fue rojo o carmesí. La suplantación encubierta del rojo carmesí por el morado fue introducida lenta pero incesantemente a través de poetas, literatos, eruditos, políticos y militares quienes apoyaron sin reservas la autenticidad del morado, llegando la influencia hasta la misma corte de Isabel II quien consintió el cambio del Estandarte Real rojo de sus antepasados o antecesores en el cargo a morado.
Atribuido a los Comuneros, aquellos capitanes que se levantaron en armas entre 1520 y 1522 frente al emperador Carlos I para defender lo que ellos entendían como privilegios de la Corona de Castilla y de quienes se llegó a decir que emplearon un pendón morado como estandarte, investigaciones recientes han demostrado que las huestes de Padilla, Maldonado, Bravo, Girón, López de Ayala, etc., lucieron una cruz roja para distinguirse de la cruz blanca que llevaban las tropas imperiales, lo cual rompe otro mito.
La bandera tricolor con faja morada de la cual se dijo que se admitía como tradicional de Castilla, en realidad nunca lo había sido y este lugar le correspondía al rojo o su variante carmesí. Mucho menos esta bandera salía del pueblo, una sociedad bastante preocupada por llevar un plato caliente a casa para comer que en ocuparse de conocer el color del antiguo Pendón de Castilla del que apenas nada sabía. Pero si realmente hay algo que no cuadra en toda esta historia del morado y su presunta relación con el antiguo Reino de Castilla, éste es el escudo que se fijó en medio de la faja amarilla. Dice su descripción:
«Escudo cuartelado en cruz: primero, de gules y un castillo de oro, almenado de tres almenas, y donjonado de tres torres, la del medio mayor; cada una también con tres almenas, el todo de oro, mazonado de sable y adjurado de azur; segundo, de plata y un león de gules, coronado de oro, armado y lampasado de lo mismo; tercero, de oro y cuatro palos de gules; cuarto, de gules y una cadena de oro puesta en orla, en cruz y en sotuer: entado en punta, de plata y una granada al natural mostrando sus granos de gules, sostenida, tallada y hojada de dos hojas de sinople. Acostadas, una a cada lado, las dos columnas de Hércules, de plata, con la base y el capitel de oro, liadas con una lista de gules, cargada con el Plus ultra de oro».
Como podemos observar, el Gobierno republicano contradiciendo sus postulados y argumentos en los cuales venía manifestando que el color morado representaba al Reino de Castilla y, en base a ello, permutó la faja inferior de la bandera nacional, sorprendentemente conserva en el cuartel castellano el fondo de gules histórico en lugar de cambiarlo a morado, acción que, por su inconsistencia, pone en entredicho todo lo expresado alrededor de dicho color. Pero todavía queda más; en el cuartel que representa al Reino de León, al león se le mutila la corona real, una decisión arbitraria injustificable por cuando éste símbolo va intrínsecamente unido a la historia de este reino y, por respeto, debe como mínimo conservarse.
Sobre morados y púrpuras
La historia del Real Madrid C.F. estuvo desde su origen hasta los últimos años del siglo XX ligada en mayor o menor medida y, según distintas épocas, al morado y a los colores púrpuras siendo estas tonalidades sustituidas por el azul en un fulgurante proceso iniciado por Lorenzo Sanz y continuado por Florentino Pérez que nunca fue generoso en detalles y explicaciones. Todo lo contrario.
Sobre el morado y su vinculación con la heráldica, la vexilología y la política se ha hablado bastante, de hecho gran parte de este artículo se refiere a este color y su relación con el Real Madrid C.F. Sin embargo, debido a que la familia de los púrpuras es muy extensa y muchos son los nombres que se dan a sus distintas coloraciones en función de la luminancia recibida, creo que es necesario profundizar algo más en su conocimiento y poder así entender mejor porqué el club madrileño empleó varias tonalidades dentro de esta gama y no se limitó a una sola.
Para empezar tenemos que el púrpura, denominación introducida en España en el siglo XIII, es un color o familia de tonos que se encuentra entre el rojo y el azul, concretamente entre el violeta y el carmesí. Coloquialmente para referirse a él se emplean sinónimos como morado, violeta, lila, malva, magenta o cárdeno según la apreciación de cada persona produciéndose constantes mezclas y confusiones que, por otra parte, están suficientemente aclaradas en catálogos o libros especializados. Estas denominaciones, todas ellas con diferente etimología, han desarrollado a lo largo de los siglos un significado propio por lo que, en principio, no debería existir mezcla entre ellos.
Relacionado con culturas antiquísimas, el púrpura se remota a tiempos de hinduismo donde el Dios planetario Shani, equiparable a Saturno y regente astrológico del planeta del mismo nombre, tenía ese color y se le atribuía el sábado como su día tal cual sucedía en Tailandia donde los nacidos ese día pueden hacer del púrpura su color. De las regiones cercanas al Indo pasó siglos después a Asia Menor y al Levante Mediterráneo donde los pueblos fenicios y cananeos lo siguieron empleando como color religioso, constando en los textos bíblicos el púrpura azulado junto al púrpura rojizo, el púrpura escarlata y el dorado por mandato divino como tintes para las telas a usar en el Tabernáculo y la ceremonias.
En la misma región, el judaísmo por mandamiento de la Torá, observa que los flecos y colgantes que se emplean en los mantos para el rezo que cubren la cabeza deben teñirse de púrpura azulado como remembranza de Dios, obteniéndose el tinte de un caracol típico de la zona. De tierras palestinas, fruto de las relaciones comerciales, pasó a las tierras griegas y a las islas del Mar Egeo donde el púrpura siguió teniendo una consideración excepcional, contagiándose siglos después los romanos quienes lo reservaron en la época republicana para los más cualificados generales a quienes se les permitía llevar sus túnicas teñidas íntegramente de este color. Senadores, pretores y cónsules sólo podían lucir algunos detalles purpúreos en sus togas mientras que, ya en la época imperial, su uso quedó restringido en exclusivo al emperador.
Herederos del Imperio Romano, la Iglesia vinculó el púrpura al Papa y sus cardenales durante sus inicios hasta la caída de Constantinopla en el siglo XV, momento tras el cual la obtención de tintes devino a ser imposible pasando primero los cardenales a vestir de carmín y luego, casi un siglo después, el Papa a vestir de blanco por influencia de los dominicos. En cuanto a los arzobispos y obispos, por debajo en la escala eclesiástica, vistieron una mezcla de grana e índigo. Posteriormente, bajo el reinado de Elizabeth I durante el siglo XVI, sólo la familia real podía vestir prendas en púrpura quedando la nobleza limitada a pequeños detalles en sus indumentarias.
Procedente del latín «mōrum», es decir, mora o fruto del moral, el morado es un color púrpura o púrpura azulado, oscuro, que tuvo su entrada en España a mediados del siglo XV. Desde el punto de vista de la heráldica, el uso del morado se limitó siempre a las naciones anglófonas siendo incluso su concurso muy reservado, extraordinariamente elitista hasta que, circunstancialmente y por intereses políticos, pasó a otras naciones europeas donde tuvo diferente fortuna.
En vexilología su progresión en España fue a la par que la heráldica, infrautilizada, introduciéndose sorprendentemente en la Casa Real en tiempos de Isabel II gracias a la actuación de los partidos vinculados a la masonería de gran influencia británica. Paralelamente, su fama fue creciendo a raíz de una confusión continua como consecuencia de la observación de paños viejos y deteriorados a la intemperie de origen carmesí tal cual sucede con la leyenda en torno al Pendón morado de Castilla, enseña que llegó a trascender en la bandera de la Segunda República española donde su última faja, oficialmente morada, fue coloreada generalmente en violeta.
Influencia del color morado en otros clubs
Aunque muchos historiadores han demostrado que el color morado nunca tuvo un espacio en el histórico Pendón de Castilla, durante casi dos siglos este color sustituyó al rojo carmesí original y disfrutó de una deferencia especial en el corazón de muchos castellanos hasta el punto de conquistar un puesto preferente a la hora de representar a este pueblo peninsular. Convertido y aceptado como el color de Castilla, el morado identifica todavía hoy con gran éxito a partidos regionalistas, movimientos políticos, sociales, culturales como también deportivos siendo tomado como propio y diferenciable de otros pueblos que, bajo el formato de comunidades autónomas, emplean otros colores con suma predilección por el rojo en sus distintas tonalidades.
Implementado el fútbol dentro de todo el territorio español en plena vigencia del color morado, este deporte no se vio ajeno a su uso siendo pionero en este sentido el Madrid F.C. desde su origen pero no el único. La estela sembrada por los madridistas fue seguida por otras sociedades a posteriori, cada cual con su personalidad, aplicándose al escudo y al uniforme diversas variantes empleando rayas combinadas con otros colores o siendo simplemente monocromas donde el morado tenía el papel de protagonista en exclusivo.
En este sentido, limitándome a explorar el área geográfica que ocupan las actuales comunidades autónomas de Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha dejando al margen antiguos territorios con pasado castellano como Cantabria y La Rioja, teniendo en cuenta sólo aquellos clubs que han militado en Categoría Nacional encuentro a Real Valladolid C.F., histórico club con muchos años en la élite profesional y plaza en Primera División, al C.D. Guadalajara con reciente presencia en Segunda División y a los habituales «terceras» La Bañeza F.C., C.D. Becerril, C.D. Cristo Atlético, de Palencia y C.D. Palencia Balompié, habiendo otros clubs en activo o desaparecidos que también hacen o hicieron uso del morado como C.D. Cuenca, S.D.C. Coyanza, de Valencia de Don Juan, Castilla F.C. y Madrileño C.F., ambos de Madrid, Torrejón C.F., de Torrejón de Ardoz, C.D.F. Tres Cantos, C.Atl. Palencia, C.D. Fábrica Nacional de Palencia, C.P. Monteresma, de Palazuelos de Monteresma y los dos clásicos clubs de la capital palentina con pasado glorioso Palencia C.F. y C.F. Palencia.
El color morado, palpable igualmente en numerosos clubs de la regional castellana, sigue dando personalidad a los clubs de estas tierras y siendo recurso habitual para muchas sociedades de nuevo cuño o también como segundo uniforme si el primero, y oficial, es distinto, habiendo logrado con el paso de los años ganarse un respeto que permanecerá en el ideario colectivo muchos más.
© Vicent Masiá. Mayo 2018.
Bibliografía y hemerografía
40 años del Real Madrid C.F. 1900-1940. Manuel Rosón. Ediciones Alonso (1940).
El liberalismo exaltado: la Confederación de Comuneros españoles durante el Trienio Liberal. Marta Ruiz Jiménez. Editorial Fundamentos (2007).
http://iniciativasocialvientosdelpueblo-unionpatrioticarepublicana.over-blog.es/article-breve-historia-de-la-bandera-de-la-republica-116306820.html
http://lafutbolteca.com/guia-escudos-y-uniformes/
http://www.ejercito.mde.es/unidades/Madrid/ihycm/Actividades/Ciclos-Divulgativos/vexi-historia-bandera.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Banderas_de_Espa%C3%B1a
https://es.wikipedia.org/wiki/Morado
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Libro de oro del Real Madrid 1902-1952. Federico Carlos Sainz de Robles. Ediciones Ares (1952).
Madrid-Sport. Semanario deportivo.
Símbolos de España y de sus regiones y autonomías. Emblemática territorial española. Juan José Sánchez Badiola. Editorial Visión Libros (2010).
www.abc.es/cultura/20140202/abci-bandera-republicana-general-rojo-201402012039.html
www.asc-castilla.org/castilla/historiasup/heraldica-de-castilla/el-morado-qdeq-castilla-una-sucesion-de-confusiones/
www.ecorepublicano.es/2014/06/la-tricolor-breve-historia-de-la.html
www.hemeroteca.abc.es
por Vicent Masiá
» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (I Parte)
» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (III Parte)
De 1931 a la actualidad
El escudo madridista durante la Segunda República
Con el inicio de la década de los años treinta el Real Madrid F.C., al igual que el resto de clubs españoles, iba a experimentar muchos cambios, más por cuestiones políticas que por intereses de naturaleza deportiva. El primero de ellos se produjo de forma repentina, sin aviso y totalmente silenciosa cuando la gerencia de Luis Usera decidió en 1930 dar un sitio de preponderancia al escudo del anagrama frente al municipal quedando éste último totalmente fuera de servicio. El Real Madrid F.C., quien en su cuño, documentos y relaciones públicas venía empleando en los últimos tiempos el anagrama quedando el escudo municipal reservado sólo para las competiciones oficiales, decidió dar un giro radical a su principal logo sosteniendo como oficial a partir de la fecha el del anagrama coronado con banda cruzada morada que parecía, para muchos aficionados, disponer de más personalidad que el logo municipal.
El cambio no resultó a primera vista llamativo porque el primer equipo durante la temporada 30/31 vistió la tradicional camiseta blanca sin escudo, pero sí a nivel social dado que todos los medios de comunicación se hicieron eco de la nueva realidad y empezaron a vincular el anagrama con la imagen del club.
El estrellato de esta versión del escudo del anagrama estrenado en 1925 y único oficial del club desde 1930, sin embargo no duró demasiado y es que el mundo de la política, muy agitado en esos años, tenía reservado en breve llevar a cabo importantes cambios. Estos se produjeron de forma súbita, pero no por ello inesperada o indeseada por parte de un gran sector de la población, el 14 de abril de 1931 cuando, tras unas elecciones municipales celebradas el domingo día 12, pese a la victoria de los partidos monárquicos con la obtención de más de veintidós mil concejales frente a los cerca de seis mil republicanos, los partidos de corte republicano obtuvieron la victoria en 41 de las capitales españolas y principales ciudades entendiendo Alfonso XIII que la división entre los españoles podía ocasionar un conflicto civil dantesco. Preocupado por el cariz de los acontecimientos y su imprevisible desarrollo, Alfonso XIII emprendió rumbo al exilio esa misma noche sin renunciar a sus derechos, nombrándose un Gobierno provisional republicano que fue ratificado días más tarde.
Con el cambio de régimen y sistema político, las reminiscencias hacia el pasado reciente, títulos y símbolos monárquicos empezaron a ser mal vistos y sumar muchos detractores tomando el Gobierno republicano la decisión de promulgar la Ley de 21 de octubre de 1931, de Defensa de la República, mediante la cual en su Artículo 1º, capítulo VI, se decía que era considerado como acto de agresión a la República «La apología del Régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras».
De la noche a la mañana, si no habían realizado cambios con anterioridad a la promulgación de la Ley de 21 de octubre de 1931, de Defensa de la República, un buen número de clubs de fútbol se vieron afectados por hacer apología de la monarquía a consecuencia de llevar incorporado a su denominación el título «Real» y hacer ostentación, tanto en su emblema oficial [escudo] como en los membretes que adjuntaban en sus documentos, de la corona monárquica y el sustantivo «Real». La medida del Gobierno republicano no gustó demasiado en algunos sectores ideológicos de tinte monárquico pertenecientes a estos clubs quienes se veían privados de un título que les proporcionaba cierto caché distintivo frente al resto de asociaciones haciéndoles todas iguales y, de mala gana pero sin otra alternativa mediante, tuvieron que desprenderse de un trozo de su identidad y recomponer sus señas para cumplir con la Ley.
En lo que respecta hasta el entonces denominado Real Madrid F.C., la directiva que encabezaba Luis Usera, muy previsora y atenta a lo que venía fue, junto a otros clubs, una de las primeras en adelantarse a la nueva Ley, tomando nada más implementado el nuevo régimen político a mediados de abril dos únicas pero a la vez importantes decisiones: la primera, que afectaba a su denominación, fue pronto solucionada al prescindir del título honorífico de «Real» concedido en 1920 por Alfonso XIII, quedando el nombre de la sociedad reducido a Madrid Fútbol Club, en castellano. La segunda, más visual pero no por ello menos dolorosa, incidía de pleno en su escudo oficial el cual perdía la corona monárquica. Del resto del escudo y membretes oficiales, tanto el anagrama dorado como la banda cruzada en diagonal morada no sufrieron alteración alguna siendo respetada su composición puesto que el anagrama resultaba inofensivo políticamente para las autoridades y el color de la banda, morado como el pendón de Alfonso XIII, pero también atribuido como el representativo del Pendón de Castilla y presente en la tercera faja de la bandera republicana, coincidía con uno de los símbolos que identificaba al nuevo régimen, el color morado.
Ausente durante las temporadas 31/32 y 32/33 donde los jugadores no lucieron escudo alguno en sus camisetas, el club madrileño desde la proclamación de la República se vio bastante remiso a lucir el escudo oficial sin corona real en público admitiendo con ello, de forma velada, haber perdido parte de su identidad, una percepción que disgustaba tanto a algunos de sus gestores como aficionados pues ni todos los socios eran abiertamente republicanos ni todos, estuvieran a favor o en contra de la República, entendían por qué, aunque hubiese cambiado el régimen político, debían renunciar arbitrariamente a un símbolo concedido legalmente en el pasado. La aceptación de la realidad, aunque tardase en asumirse y no fuese en todos los encuentros ni al gusto de todos los socios, se consumó en la temporada 33/34 cuando al fin se hizo ostentación en público del escudo sin corona monárquica habiendo quedado constancia de ello en nuestros días gracias a las imágenes captadas por abnegados fotógrafos de la época donde se ve, entre otros, a jugadores de la talla de Ciriaco, Jacinto Quincoces, Luis Regueiro, Olivares o Bonet, aunque fue un hecho circunstancial, poco repetido que, en las siguientes temporadas no se volvió a ver recurriendo la entidad merengue de nuevo al uso de una camiseta blanca sin escudo.
Entre finales de 1934 y principios de 1935 muchos clubs otrora monárquicos, al sentirse huérfanos de una parte de su distintivo oficial que les había sido arrebatado por cuestiones simplemente políticas, consideraron con cierto beneplácito la opción de cubrir el hueco ocasionado mediante el empleo de una corona mural, un símbolo de amplia tradición implementado como timbre en el escudo de muchas localidades que no contravenía la Ley. Este recurso, pese a su buena intencionalidad, no tuvo el éxito esperado en la totalidad de los afectados pero sí fue tomado por algunas sociedades como Madrid Foot-ball Club, Club Deportivo Español, de Barcelona, Sporting Club de Gijón, Oviedo Foot-ball Club, Donostia Foot-ball Club, de San Sebastián o Racing Club de Santander por citar algunos ejemplos, siendo patente en el caso del Madrid F.C. que, pese a ser aprobado y oficialmente consentido su uso, nunca fue lucido en la camiseta.
Con el avance del año 1936, el levantamiento militar de julio y la posterior incautación a la cual fue sometido el Madrid F.C., el escudo de la sociedad no sufrió modificación alguna en los siguientes años continuando el club a duras penas como pudo su peregrinaje durante la Guerra Civil con el único pretexto de subsistir y, algún día, intentar volver al punto en el que se hallaba antes del inicio del conflicto armado entre hermanos.
Los años de posguerra: 1939 – 1945
Cuando a finales de marzo de 1939 las tropas del bando nacional entraron en las calles de Madrid, el Madrid F.C. era una sombra de sí mismo. Incautado por la Federación Deportiva Obrera vinculada al Frente Popular en 1936 nada más empezar la guerra, personas como Juan José Vallejo, primer presidente de este periodo junto a Pablo Hernández Coronado, Carlos Alonso Rodríguez y el teniente Antonio Ortega Gutiérrez, presidente entre 1937 y 1939 elevado más tarde a coronel, mantuvieron como pudieron el club a flote resistiendo la marcha de jugadores, la dramática reducción de ingresos y la constante degradación del Campo de Chamartín, afectado en el estado de sus gradas pero sobre todo en su terreno de juego, totalmente impracticable.
Entregada la dirección del club a un grupo de afines a la nueva situación política entre los que se encontraban Santiago Bernabéu, Luis Coppel, Luis Urquijo, Pedro Parages, López de Quesada y el políticamente ambiguo Hernández Coronado, éstos formaron en el mes de abril una junta etiquetada como de “salvación” presidida por el general Adolfo Meléndez Cadalso con la idea de, alrededor de su persona e influencia, captar rápidamente recursos sin obstáculos y así facilitar el poder arreglar la sociedad cuanto antes disponiendo de un equipo competitivo de cara a la inminente temporada 39/40 en ciernes.
Controlado absolutamente todo el deporte nacional desde el Consejo Nacional de Deportes dirigido por el general Moscardó, entre los retos de la nueva junta estaba decidir qué hacer con el escudo lucido en los últimos tiempos, cruzado por una banda morada con todas las implicaciones políticas que podía acarrear tras la guerra por lo cual, después de unos cuantos encuentros, ante el temor de que muchos aficionados y autoridades tanto políticas como militares no se vieran ofendidos por unos hechos todavía muy recientes, como medida precautoria se decidió jugar con la camisa sin escudo. Muerto el perro, se acababa la rabia.
El 27 de noviembre de 1940, ya en plena temporada 40/41, el general Meléndez Cadalso dejó la presidencia y fue sustituido por Antonio Santos Peralba cuando el club, junto a otros tantos que en similares circunstancias lo solicitaron y gracias a la mediación del C.O.E.-C.N.D., había recuperado la denominación de Real Madrid F.C. No obstante, aún con esta recuperación y la oportunidad de volver a usar la corona real como constaba en los documentos oficiales de la sociedad, los dirigentes madridistas no vieron el momento oportuno de exhibir por todos los campos el distintivo monárquico y la tradicional franja morada hallándose una sorprendente solución transitoria que no pasó desapercibida: emplear como escudo el anagrama del club inmerso en un círculo todo ello dorado.
En diciembre de 1940, recién asentado Santos Peralba en el sillón merengue y en plena era de cambios, el día 21 la F.E.F., como órgano delfín del C.O.E.-C.N.D. del que dependía, emitió una circular a todas la federaciones territoriales para que, teniendo como fecha límite el 1 de febrero de 1941, en cumplimiento de una Orden gubernativa emitida el 16 de mayo de ese año fueran prohibidos los vocablos genéricos extranjeros en todos los ámbitos. El Real Madrid Foot-ball Club, sociedad que apenas unos meses antes todavía conservaba el nombre de Madrid Foot-ball Club., sumaba su segundo cambio nominal en breve tiempo y adoptaba el todavía vigente de Real Madrid Club de Fútbol sin el menor cambio en el escudo.
Sin duda, envueltos en unos momentos difíciles donde cualquier manifestación o detalle podía ser mal interpretado y atraer problemas no deseados, los directivos madridistas se mantuvieron ocupados y preocupados por no herir susceptibilidades dando prioridad a la neutralidad por encima de todo, actitud que visto a posteriori el resultado fue positiva sumando los merengues socios poco a poco con cualquier tipo de ideología y estrato social.
El escudo neutro, sin corona real y franja morada, estuvo en activo varias temporadas teniendo repercusiones de lo más variopintas especialmente en el mundo del coleccionismo deportivo pues las editoriales, en concreto las dedicadas a la estampación de cromos para niños, anduvieron despistadas varios años acuñando estas tan perseguidas estampas por los infantes con toda clase de escudos, incluso en una misma temporada: desde el republicano sin corona real, hasta el monárquico, pasando entre medias con uno republicano al que apenas se le distinguía la franja morada siendo muy pocos los que reproducían el emblema tal cual era usado por los jugadores.
1945 – 1981. El escudo no se toca
Transcurridos los primeros años de una durísima posguerra que había sembrado muchísimos hogares de hambre y miseria, la directiva del club merengue que presidía Santiago Bernabéu desde el 15 de septiembre de 1943 empezó a partir de 1945 a mostrarse un tanto más aperturista haciendo especial empeño en recuperar parte de una simbología tradicional en la que el escudo de la sociedad con banda diagonal y corona monárquica era pieza preferente.
Descartado a finales de 1939 el uso de un morado intenso como se hizo durante los últimos años del reinado de Alfonso XIII junto a todo el periodo concerniente a la Segunda República para no herir susceptibilidades entre personas muy arrimadas al nuevo régimen político y sus autoridades, Adolfo Meléndez primero, Antonio Santos Peralba después así como el propio Santiago Bernabéu en sus primeros meses al frente del club se habían encargado celosamente de mantener una imagen distanciada con este color apoyando la exhibición de un escudo neutro sin banda y sin corona que, aunque cumplía perfectamente con su cometido, quedaba desnaturalizado respecto a lo que representaba la institución: un club monárquico y castellano.
Limitado el escudo monárquico a ser reproducido tan sólo en carnets de socio mediante grabado y en documentos oficiales a través del estampado del nuevo cuño, una vez sobrepasadas las reticencias iniciales a mostrar públicamente una franja en la pechera, Santiago Bernabéu, monárquico confeso, se las tuvo que ingeniar para restablecer un diseño adoptado en 1920, perdido en 1931 y vuelto a recuperar en 1940 como era el escudo coronado, centrando sus esfuerzos en disimular lo máximo posible un color morado que le podía acarrear problemas no deseados.
Considerado irrenunciable y deseado con todas sus fuerzas, tras darle muchas vueltas teniendo en cuenta que dicho escudo iba a ser visto en todos los campos de España y portada de muchos periódicos, Bernabéu dio con una solución complaciente casi imperceptible para muchos seguidores; el morado original pasaba a un discreto violeta oscuro, tonalidad de la misma familia de los colores púrpuras, pero más suave. La finalidad que se perseguía con este cambio totalmente calculado era doble; contentar a todos los aficionados que reclamaban el escudo oficial con corona monárquica y banda diagonal cruzada restablecido en 1940 y, por otra, no levantar suspicacias entre los sectores más enemistados con el morado.
Yendo incluso más allá, para salvar la oposición de los más radicales, desde el club se volvió a reivindicar un argumento empleado ya en los viejos tiempos como que el morado -en este caso el violeta-, era el color representativo de Castilla pese a no ser éste y sí el rojo carmesí el auténtico pero al fin y al cabo, verdadero o falso, creíble o no, lo que se pretendía era regresar a los valores y símbolos originales sin acritud, con calma y mucha determinación.
Conseguida pasar exitosamente la primera prueba de fuego como fue la temporada 45/46, pues nadie a título personal ni institucional denunció queja alguna, la nueva versión fue empleada en lo sucesivo siendo protagonista en el cartel anunciador referente al estreno del nuevo Estadio de Chamartín, gran coliseo ubicado junto al Paseo de la Castellana inaugurado el domingo 14 de diciembre de 1947 en encuentro amistoso frente al conjunto portugués C.F. Os Belenenses, de Lisboa con victoria blanca por 3-1.
Finalizada la década de los años cuarenta con escasa aportación a las vitrinas, espacio al cual sólo se sumó el Campeonato de España de 1947, los años cincuenta empezaron con la misma tendencia hasta que en 1953 se rompió definitivamente con el fichaje de Alfredo Di Stéfano, mítico jugador argentino determinante y crucial quien, con su juego, goles y aportación sobre el terreno de juego consiguiendo varios Campeonatos de Liga y cinco Campeonatos de Europa, cambió radicalmente la imagen de un club que venía desde el fin de la guerra siendo superado por C.F. Barcelona, Atlético de Bilbao, Valencia C.F. y Club Atlético de Madrid. En cuanto al escudo, nada cambió. Todo siguió igual con la imagen adoptada en 1945 predominando en la camiseta de cuello redondo o de pico merengue el escudo coronado con banda diagonal en violeta oscuro, logo que se hizo extensamente popular entre los niños de todo el país gracias al intercambio de cromos donde Di Stéfano era una de las piezas más preciadas y buscadas.
Si en los años cincuenta el Real Madrid C.F. alcanzó un gran prestigio a nivel internacional gracias a sus títulos europeos, los años sesenta además de refrendar los éxitos más allá de la frontera estuvieron protagonizados por su incuestionable dominio en la Liga española, campeonato doméstico donde se sumaron hasta ocho títulos yendo los dos restantes en litigio a parar a manos del Club Atlético de Madrid, su gran rival ciudadano. En aquellos tiempos la televisión había irrumpido en muchos hogares españoles convirtiéndose en un electrodoméstico indispensable y el fútbol, como gran acontecimiento social y cultural capaz de arrastrar a grandes masas, tuvo en la parrilla de la programación un lugar preferente emitiéndose cada fin de semana un encuentro en abierto que llegaba a todos los aficionados.
Gracias a aquel medio, millones de españoles pudieron ver a través de la pequeña pantalla las evoluciones del club merengue y del resto de clubs de la élite nacional, así como de la Selección Nacional en los torneos organizados por UEFA o FIFA, haciéndose el escudo madridista todavía más popular al ser visto en directo y no sólo en periódicos, revistas o álbumes de cromos como se había hecho tradicionalmente.
No obstante, pese a gozar de una amplia difusión en todos estos medios y no haber oficialmente variado un ápice en su colorido y diseño, la imagen del logo no se vio retratada fidedignamente en algunas parcelas siendo el mundo de los cromos, como ya sucediera en el pasado, un capítulo aparte. Y es que algunas editoriales, sin rigor alguno y con escasos medios, se encargaron inoportunamente de desvirtuar el escudo sustituyendo el anagrama dorado por tintas oscuras, preferentemente negro y de colorear la banda violácea por tonos rosados, rojos, incluso azules que llegaban a confundir a quienes lo adquirían en sus respectivas colecciones.
Años después, situados en la década de los setenta, futbolistas como Breitner, Netzer, Stielike, Amancio, Pirri, Santillana, Benito, Sol, Miguel Ángel, San José o Del Bosque participaron cada uno en su momento aportando su particular granito de arena para sumar seis Ligas y tres Campeonatos de España que ayudaron a consolidar un club ya grande por sí solo, siendo el escudo merengue el mismo que habían defendido Di Stéfano, Puskas, Gento o Zoco por citar algunos de los jugadores gloriosos que habían vestido la camiseta blanca recientemente.
En lo que respecta al mundo del coleccionismo, aunque en los años setenta mejoró sustancialmente la calidad de los cromos, el respeto en general por los colores originales de los escudos no fue por la misma senda publicándose todo tipo de imágenes y resultando el del Real Madrid C.F. una vez más perjudicado al mostrarse en muchas ocasiones una banda azul celeste que distaba de la violácea oficial que se veía cada jornada, quedando patente que a la correcta reproducción de la insignia todavía le esperaba un buen trecho.
1981 – 1998: Entrada de las marcas de ropa deportiva
Coincidiendo con la amarga derrota por 1-0 en el Parque de los Príncipes parisino frente al Liverpool F.C. durante la Final de la Copa de Campeones de Europa de 1981, la empresa alemana Adidas que venía patrocinando bajo título personal a varios jugadores madridistas, viendo la oportunidad de negocio que se le abría con el conjunto merengue decidió ofrecer una oferta en firme para patrocinar al club en los siguientes años. Por entonces el Real Madrid C.F. seguía vistiendo una marca propia sin distintivo de clase alguna y Luis De Carlos, como buen negociador, no puso objeciones a tan apetitosa entrada de ingresos con lo cual la popular marca del trébol de tres hojas estampó un contrato válido hasta 1986.
Durante las cinco temporadas en las que se mantuvo el contrato en vigor, Adidas añadió al uniforme merengue sus clásicas y personalísimas tres rayas, siendo estas moradas al igual que la banda diagonal del escudo, un cambio sustantivo en el color pero no en el diseño, que recuperaba el color lucido antes de la guerra tras décadas de mantener un suave púrpura violáceo.
En 1986 el Real Madrid C.F. no renovó su contrato con los germanos y una nueva firma del norte europeo, en este caso la danesa Hummel, estampó un contrato valedero para tres temporadas a finalizar en 1989 que sería renovado hasta 1994. Hummel mezcló azules marinos con azules oscuros y morados dando colorido al tradicional uniforme blanco pero, como ya sucediera en la etapa anterior con Adidas, el escudo siguió ofreciendo una banda morada.
El desgaste que sufrieron los daneses y la opinión de que el ciclo de esta marca había terminado abrieron en 1994 las puertas a la empresa Kelme, con sede social en Elche, quien en los años siguientes se ocupó de vestir al conjunto madrileño. Siendo fiel a su estilo, la marca de la garra introdujo su logo en las camisetas del Real Madrid C.F. empleando azules, azules muy oscuros y morados mientras el escudo conservaba la banda con una gama que giraba alrededor del morado.
1998: Adiós al morado y bienvenida al azul oscuro
En mayo de 1997, siendo presidente Lorenzo Sanz y restando todavía un año de contrato con la empresa textil ilicitana de ropa deportiva Kelme para equipar a la sociedad merengue durante cuatro años, el club madrileño estableció un convenio multimillonario con la firma alemana Adidas a iniciar en la temporada 98/99 todavía vigente hoy en día después de varias renovaciones que trajo consigo una modificación significativa en el diseño del escudo, pasando la corona a ser más pequeña y estilizada pero, sobre todo, cambiando el color de la banda que lo cruza diagonalmente de izquierda a derecha.
La tradicional franja morada, presente en la primera camisa madridista, en la bandera de sus comienzos y en el escudo madridista desde mitad de los años veinte junto con el color morado, insignia del club desde su constitución habiendo formado parte también de los distintos escudos de corte municipal lucidos hasta el establecimiento del Campeonato Nacional de Liga, pasaba sin ninguna explicación convincente a mejor vida ante la extrañeza de sus seguidores y aficionados quienes comprobaban absortos cómo un color icono de la sociedad era reemplazado sin más por uno ajeno como el azul oscuro.
Lorenzo Sanz, el hijo mayor de una humilde familia de diez hermanos que tuvo multitud de oficios llegando a gestionar la publicidad de un partido político como Fuerza Nueva, futbolista de joven con prematura retirada y hombre hecho a sí mismo capaz de levantar una fortuna con sus empresas inmobiliarias, una vez tomadas las riendas del Real Madrid C.F. deseaba por encima de todo cumplir con dos objetivos: darle al club de toda su vida un nuevo aire, como él imaginaba y acercarlo, en la medida de lo posible, a las ganancias que otros clubs sin tantos títulos y currículum estaban logrando en Europa como los ingleses Manchester United F.C. y Liverpool F.C. o los italianos A.C. Milan y Juventus F.C.
Nada simpatizante del morado y alguna de las acepciones que representa, yendo en contra de lo que uno de los estatutos del club dice en referencia a los colores del escudo, a Sanz no le faltaron minutos para sustituir caprichosamente este color purpúreo por el azul pasando a ser éste último el corporativo y predominante de la sociedad en todos los frentes, desde la principal insignia -el escudo-, pasando por rótulos, carteles, escenarios, incluso portada de la revista oficial del club.
Preguntado por tan radical cambio, Sanz nunca dio explicaciones y, sin embargo, sí se encargó de desviar la responsabilidad delegando la respuesta en la empresa de ropa deportiva germana Adidas y sus tácticas de mercadotecnia. Trasladada la misma pregunta a la empresa radicada en la localidad bávara de Herzogenaurach, sede también de la prestigiosa firma Puma, entre los motivos excusatorios esgrimidos se manejaron algunos tan vanos y faltos de contenido como que obedecía a cuestiones de ornamento y estética, no convenciendo ninguna de las dos a nadie pero siendo los únicos clavos a los que aferrarse.
Esta decisión, que en cualquier otro club hubiera sido motivo de discusión, desavenencias, incluso importante argumento para emprender un litigio contra la firma comercial por arremeter contra una seña de identidad como es el color representativo de la sociedad que le contrata en el supuesto de ser Adidas la única responsable, sin embargo no obtuvo respuesta de los dirigentes madridistas. Ni a favor, ni en contra, nada. Ni Lorenzo Sanz ni nadie de su directiva dijeron media palabra con lo cual, salvo que alguien aporte una prueba aclaratoria, se deduce que hubo total consentimiento por parte de la gerencia del club por no decir que de allí salió la iniciativa y, sin ser sometido a la voluntad de los socios, se permutó sin justificación alguna y oportuno consenso previo un valor tan sagrado como el color morado de toda la vida por uno arbitrario como el azul oscuro. El Real Madrid C.F. decía así adiós a un color que le había retratado durante prácticamente un siglo entero.
Año 1999: se implementa una imagen corporativa
La gestión de Lorenzo Sanz al frente del Real Madrid C.F., además de enviar el color morado al cajón del olvido y elevar el azul a los altares, se caracterizó por la recuperación económica del club superando unos años muy difíciles que venían arrastrándose desde el mandato de Ramón Mendoza. Conseguido el primer propósito, cambiar el escudo, restaba el segundo y más complicado, proyectar la sociedad a todo el mundo como una marca corporativa capaz de generar beneficios económicos al margen de ser un producto capaz de conquistar títulos.
Sanz, al que luego sustituyó y superó Florentino Pérez, tenía muy claro que en un mundo cada vez más globalizado donde el fútbol, dentro del ocio, presentaba un interés mediático en aumento alcanzando mayores audiencias con sus actos que cualquier otro deporte, a nivel televisivo tenía ante sí a cerca de doscientos millones de telespectadores siguiendo la máxima competición europea y en España cuatro de los cinco programas más vistos correspondían a encuentros de fútbol, se le podía extraer un extraordinario provecho si se actuaba con las ideas claras. Para Sanz y su equipo no era razonable cómo un club de su nivel, el más laureado del mundo, posteriormente considerado como el mejor de la historia y con millones de seguidores en España y en los cinco continentes, estaba siendo superado por clubs británicos como el Manchester United F.C. que le doblaba en ingresos e italianos por el mero hecho de haber explotado una marca corporativa. Si a estos clubs les iba bien y habían experimentado un gran crecimiento económico, por la misma regla de tres aplicando el mismo procedimiento al Real Madrid C.F. le debía resultar como mínimo igual.
Acostumbrados en el club a quedar reducidos a una marca producto supeditada a la obtención de victorias como única vía para generar ingresos, la necesidad de transformar esa marca producto en marca corporativa era imperiosa, vital para tomar la delantera frente a otras sociedades en España y del resto de Europa, con lo cual Sanz se encargó de poner los cimientos tomando una serie de decisiones que años más tarde se comprenderían.
Las victorias deportivas, muy efímeras en el tiempo y no siempre alcanzables pues también hay que ser precavido teniendo en cuenta la existencia de épocas de vacas flacas, no podían ser la única fuente de ingresos y crear una marca corporativa donde el liderazgo se fundamentara en la reputación de la marca producto -el Real Madrid C.F.-, el capital intelectual de las gentes que la componían y una serie de valores a transmitir como el de luchar hasta el último segundo, se convirtió en una urgencia pues si en verdad se quería competir al margen de los terrenos de juego, este camino era imprescindible tomarlo.
El Real Madrid C.F. había iniciado con sus éxitos deportivos de los años cincuenta un proceso de conversión de entidad deportiva a marca producto que permaneció invariable durante décadas, pero tocando con la yema de los dedos el inicio del siglo XXI era necesario dar un nuevo paso y rematar el trabajo convirtiéndose en marca corporativa de primer orden mundial.
Representando una serie de valores simbólicos que se extienden a la capacidad de entrega, competitividad, liderazgo, mito o leyenda y también emocionales como los recurrentes a la caballerosidad, estilo propio o respeto al adversario que trascienden lo que normalmente se entiende como un club de fútbol, el Real Madrid C.F. de Lorenzo Sanz en cumplimiento con lo que es una marca corporativa se adelantó en 1997 con la constitución de la Fundación Real Madrid, entidad social, humanitaria y formativa carente de ánimo de lucro que trabaja en favor del desarrollo cultural y social de los más desfavorecidos a través del deporte y después en 1998 con dos ilusionantes proyectos que verían la luz en 1999: disponer de un canal propio de televisión y de un logo que representara la marca corporativa del club.
Estrenado el 15 de febrero de 1999, fecha en la cual se emitió por primera vez en abierto, Real Madrid TV era un canal de televisión internacional idóneo donde el club podía informar de todos los acontecimientos relacionados con la sociedad a sus seguidores, desde la más rabiosa actualidad hasta reportajes o encuentros históricos del pasado. Cubriendo un gran hueco hasta la fecha inexplorado, la plataforma audiovisual servía de oportuna lanzadera para captar nuevos aficionados, mantener los que ya tenía y vender la imagen del club como gran atractivo al que sumarse fuese cual fuese el origen o residencia del interesado, diseñándose un logotipo específico donde aparecía una versión moderna del escudo madridista sobre fondo azul y el nombre del canal. Secundado por un amplio espectro de aficionados al fútbol, incluso muchos de ellos seguidores de otros clubs que por curiosidad se asomaban a ver qué se emitía, la televisión madridista resultó un gran éxito de amplio impacto generando audiencia e ingresos a través de publicidad y ventas de artículos relacionados con el club.
El segundo gran proyecto fue diseñar un logo corporativo para lo que se pretendía convirtiera en marca corporativa. Similar en grandes rasgos al escudo estrenado en la temporada 98/99, el nuevo logotipo corporativo repetía la imagen de la corona monárquica, aunque en un contorno más azul, mismos pasos seguidos por la circunferencia envolvente y el anagrama donde las letras doradas que lo conformaban eran revestidas por un fino trazo también de color azul. En cuanto a la disposición y tamaño de las letras, éstas eran más significativas que las del escudo de 1998, creciendo todas hasta el punto de aproximarse la «M» al arco descrito por la circunferencia. Sin embargo el cambio más evidente quedaba reservado para la banda diagonal, igualmente azul pero más corta, quedando enclavada entre los límites interior y exterior de la letra «M».
El nuevo logo corporativo madridista ocupó la portada de la revista oficial del club en octubre de 1999 tomando a partir de entonces preponderancia en los actos institucionales de la sociedad, conviviendo con toda naturalidad con el escudo del club a quien quedó reservado durante unas temporadas más el espacio propio de las camisetas de los jugadores.
2003: convergencia del escudo y el logo corporativo
En las elecciones a la presidencia del Real Madrid C.F. de 2000, Lorenzo Sanz fue derrotado en las urnas por Florentino Pérez, empresario de la construcción, presidente de una referencia mundial a nivel de infraestructuras como ACS y uno de los hombres más ricos del país. En la mentalidad de Pérez, al igual que sucediera con Sanz, estaba convertir la sociedad en la más importante del mundo dentro de su actividad y avanzar en todo lo que se pudiera hacia la transformación de la marca producto en marca corporativa, objetivo para el cual no se reparó en gastos contratando para afianzar el plan a jugadores de lo más destacado del panorama internacional.
Durante los primeros años de su presidencia, Florentino Pérez se hizo con los servicios de jugadores de renombre como Luis Figo, Zinedine Zidane y Ronaldo Nazario, todos «Balón de Oro», consiguiendo reunir una excelente plantilla para el regocijo de sus seguidores, pero en cuanto a los dos emblemas del club, tanto el escudo oficial de 1998 como el logo corporativo de 1999 siguieron caminos separados figurando el primero en la camiseta merengue mientras el segundo quedaba para otros asuntos.
Más preocupado en liquidar la deuda que el club arrastraba y en sanear las cuentas de una manera definitiva, Florentino hizo caso omiso de los cambios realizados en el escudo por su antecesor en el cargo dejando las cosas como estaban, al menos en sus primeras temporadas, siguiendo el azul como color corporativo mientras que del morado nadie se acordaba.
Coincidiendo con el inicio de la temporada 03/04, la cuarta de su mandato cuando ya acumulaba dos Ligas (00/01 y 02/03), dos Champions League (2000 y 2002), dos Supercopas de España (2001 y 2003), una Supercopa de Europa (2002) y una Copa Intercontinental (2002), la directiva merengue decidió que tanto el escudo oficial con el que se habían ganado todos estos títulos y el escudo corporativo, imagen de la marca corporativa ante el mundo, convergieran en uno solo que representara al club en todos los aspectos, bien fueran a nivel deportivo, comercial o marca decantándose por el logo corporativo, favorito entre los dos por sus estética más moderna.
La empresa Adidas, proveedora de ropa deportiva para el club, se encargó de estampar el nuevo escudo en todas las camisetas de la temporada 03/04, todo un éxito de ventas que aprovechó además la llegada de más talento como David Beckham, jugador mediático de amplio seguimiento en el Reino Unido del cual se esperaba obtener un buen rendimiento deportivo y comercial.
Con este cambio tan significativo, el último sufrido por el escudo hasta la fecha, el Real Madrid C.F. apostaba por convertirse en un club líder dentro de un mundo globalizado donde las distancias se reducían a golpe de teclado y cualquier ciudadano, por lejos que estuviera físicamente, podía convertirse en un potencial cliente o seguidor merengue. La imagen corporativa de la sociedad, cuidada al máximo, con el escudo al frente como embajador resumía todo lo que representa el club con sus éxitos deportivos e históricos que tanta mella han hecho en el fútbol español y europeo, pero al mismo tiempo también representaba una marca que transmitía un mensaje importante dando cabida preferente a unos valores sociales como la buena actitud y el esfuerzo continuo hasta el último instante ante cualquier situación que se experimenta en la vida.
La idea de lo que es el club en todo su más amplio significado, centrada en una imagen corporativa reconocible en todo el mundo permite que muchas personas, jóvenes sobre todo, quieran sumarse al Real Madrid C.F. al sentirse identificados con su proyecto, deseando formar parte de éste bien a través de la adquisición de una prenda para lucirla en la calle, objeto mercantil, souvenir o simplemente manifestando «ser del Real Madrid». De ahí la trascendencia del escudo.
Evolución histórica de los escudos madridistas
© Vicent Masiá. Mayo 2018.
Bibliografía y hemerografía
100 años del Real Madrid. Coleccionable, Diario As (2001).
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Álbum Nacional de Fútbol. Ediciones Álvarez y López (1947).
Alrededor del Mundo. Revista semanal.
Anuarios de la RFEF.
Arte y Sport. Revista decenal.
Carnets de socio del Real Madrid.
Chocolates Amatller. Cromos.
Chocolates Orthi. Cromos.
Crónica. Revista semanal.
Editorial Bruguera. Cromos.
Editorial Esfera. Cromos.
Editorial Valenciana. Cromos.
El Cardo. Semanario.
El Liberal. Diario.
El proceso de transformación del Real Madrid en marca deportiva. Luis Mañas-Vinagra. Revista Mediterránea de Comunicación (2018).
Enciclopedia cultural Chicos. Cromos.
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Foot-ball, Base-ball y Lawn-Tennis. Alejandro Barba. Editorial Sucesores de M. Soler (1912).
Gran Vida. Revista mensual.
Heraldo Deportivo. Revista decenal.
Historia básica de los principales clubs de fútbol españoles. Vicent Masià Pous (2009).
Historia y estadística del fútbol español. Vicente Martínez Calatrava. Fundación Zerumuga (2002).
La Correspondencia de España. Diario.
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Real Madrid. Revista mensual.
Revista Nueva. Revista decenal.
www.elmundodeportivo.es/hemeroteca Diario deportivo.
www.hemeroteca.abc.es Diario.
www.lavanguardia.es/hemeroteca Diario.
www.marca.com Diario deportivo.
por Vicent Masiá
» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (II Parte)
» Ver Los escudos del Real Madrid C.F. (III Parte)
Desde el origen hasta 1931
El Real Madrid C.F. es, según los entendidos y los números que lo avalan, por su largo historial y suma de títulos tanto a nivel nacional como internacional, sin duda alguna el club de fútbol más importante del mundo habiendo, además, sido declarado «Mejor Club del Siglo XX » en el año 2000 por parte de la FIFA. Nada que objetar al respecto y todo un orgullo para los españoles, sean aficionados o no al fútbol, residan en Madrid o en cualquier parte de España.
Esta consideración, categórica, forjada en buena lid deportiva frente a multitud de clubs de toda índole con los que se ha enfrentado consumiendo poco más de un siglo de vida, le otorga un merecido rango por encima del resto que, incesantemente, unos pocos privilegiados desean alcanzar siendo las distancias aún notables.
El club, consciente de su condición de líder mundial, arreglo a su potencial deportivo, económico y social se ha mantenido desde siempre, con mejores y peores épocas, muy cuidadoso con todo lo relacionado con su imagen, siendo sus presidentes, directivos, jugadores y entrenadores elegidos entre un selecto ramillete de los más destacados en sus respectivos oficios para engrandecer y hacer perdurar un proyecto, por sí solo, magnificente.
En todos estos años de grandiosidad, sin embargo, aunque parezca increíble para un club de estas características rodeado de personas tan cualificadas, bajo mi punto de vista se han descuidado dos puntos de considerable trascendencia histórica como son los concernientes a la fecha de constitución real de la sociedad, tradicionalmente confundida e identificada con la misma en la cual el club fue reconocido por el Gobierno Civil y, en segundo lugar, el relativo a sus escudos, señales de identidad lamentablemente maltratados por un colectivo profano que, pese a la mejor de sus intenciones, no ha sabido llegar hasta las raíces.
Del primer punto, referente al reconocimiento administrativo del club por parte del Estado en 1902, no voy a escribir por ser un tema que requiere por sí solo un artículo de larga extensión calzado a su medida, pero del segundo, con similar repercusión, sin ser un experto, pero con ciertas nociones, creo que es el momento de aplicar con algo de sentido común y sólida argumentación, algunos matices en unos casos, cuestionabilidad en otros y desaprobación en unos menos que, por su palpable falta de verosimilitud, merecen ser definitivamente apartados del inventario madridista.
En este estudio, de amplio y trabado recorrido en cuya introducción no quiero extenderme más a consecuencia de lo mucho que se ha de contar, por el camino trataré de romper con algunos falsos mitos que todavía hoy perduran y aclarar, con plena voluntad de corrección, el porqué de sus errores y sus probables o confirmados orígenes. Entremos en materia.
El escudo bicolor de 1902
Constituido en el otoño de 1900 como Madrid Foot-ball Club y presidido por Julián Palacios durante sus primeros pasos deportivos, entre esta fecha y mayo de 1902, mes en el que se disputa el Concurso de Madrid de Foot-ball Association -conocido también como Copa de la Coronación-, nunca fue hallada una fotografía, tanto en malas como buenas condiciones, donde se distinguiera el escudo original del club o un documento donde apareciese dibujado o simplemente descrito. Por no encontrarse, no hay ni una solo fotografía de este periodo, datándose las primeras relacionadas con el club entorno al mencionado torneo.
La importancia del evento futbolístico, con etiqueta de ámbito nacional, apoyo municipal por parte del consistorio madrileño y, sobre todo, presencia de S.M. El Rey D. Alfonso XIII, provocó que algunos de los medios periodísticos más afamados del país se interesaran por este casi desconocido deporte, enviándose reporteros a la villa y corte para redactar las crónicas de lo sucedido, además de tomarse fotografías donde se retrataban los onces de cada club, acciones del juego incluso imágenes de los entrenamientos. Para la prensa de Madrid, poco acostumbrada a estas citas, fue todo un acontecimiento, no tanto para la de Bilbao y Barcelona ambas más familiarizadas con la pelota aunque se le prestó la consideración que se merecía, siendo que en las dos localidades costeras se realizaba desde hacía unos años atrás una especial atención y seguimiento al fútbol. En cualquier caso, las imágenes tomadas en el Hipódromo de la Castellana o en los aledaños de la Plaza de Toros, habitual feudo de los merengues, resultaron de gran valor para la posteridad.
Entre estas, a las que sumamos unas pocas más sin fecha exacta de la toma, pero del mismo año, se distingue el que fue primer escudo oficial del Madrid F.C., un bordado donde se entrelazan las tres iniciales de la sociedad desconociéndose a falta de información concluyente si fue estrenado en 1902 con motivo del Concurso o si su diseño nació años antes junto con el club. Haciendo una ampliación del citado escudo e intentando ver hasta el último detalle, sorprenden de inmediato dos apreciaciones nunca antes percibidas ni reproducidas como cuán distinto es este entrelazado respecto a lo tradicionalmente aceptado como auténtico y, no menos destacable, la presencia de dos colores en las iniciales ofreciendo una de ellas una tonalidad más oscura que las otras lo que le da un gran valor cromático.
En este escudo del Madrid F.C., primera seña en su historia, la letra «M» prevalece sobre la letra «C», casi igual en tamaño y sobre la letra «F», bastante más pequeña y con menos protagonismo, dándose la circunstancia de que la «M» tiene un tono más elevado que la «C» y la «F», ambas del mismo tono pero más bajo con lo cual, a cierta distancia, la letra «M» que identifica a la ciudad de Madrid adquiere notoriedad sobre el resto viéndose con cierta facilidad desde cualquier punto por parte del observador. Pero, ¿cuáles son estos dos colores?
De morado y oro
En medio de tanta fotografía en blanco y negro y alguna coloreada por algún aficionado a este arte que no estuvo demasiado acertado a la hora de distinguir los colores de las iniciales confundiéndolas todas en una misma tonalidad y trazándolas a su capricho, averiguar los dos colores originales se presentaría en condiciones normales, es decir, de no tener ni un solo dato, como un desafío complicado de resolver, pero por fortuna indagando en la propia documentación relacionada alrededor de la constitución la sociedad obtendremos la respuesta que buscamos, al menos en uno de ellos. En cuanto al otro, quedará despejado por pura lógica.
En este sentido cobra gran fuerza un extracto publicado en 1940 por el periodista Manuel Rosón Ayuso perteneciente a su obra titulada “40 años de historia del Madrid F.C.: 1900-1940” donde el autor, haciendo alusión a la presentación de los Estatutos del club en el Gobierno Civil y a los acuerdos tomados por los socios, dice:
(…) Se estudia el uniforme del equipo. El recuerdo de los célebres Corinthians, los amateurs ingleses, admirados por los que estudiaron en Londres, prevalece, y se acuerde que sea ese precisamente el uniforme de los madrileños. Un uniforme blanco, sin mácula, que significa pureza. El artículo 18 del reglamento reza así en su apartado 3º: “Pantalón y blusa blancos, medias negras con vueltas, y cinturón con los colores nacionales, completándose con un casquete azul oscuro”. La blusa está cruzada por una ancha banda morada, representativa del austero color de Castilla, en la que figura el escudo de Madrid bordado en colores (…).
Obviamente Manuel Rosón, nacido en 1901, no fue testigo de estos hechos, ni acudió a los encuentros disputados en el Hipódromo de la Castellana en mayo de 1902 por su temprana edad, con lo cual dicha información tuvo que conseguirla de alguien muy próximo y vivencia en primera persona de lo ocurrido. Este informador, más bien informadores y ambos privilegiados añadiría yo, fueron los hermanos Juan y Carlos Padrós con quienes Rosón mantuvo una excelente amistad durante los años que les tocó convivir, proporcionándole un dato tan estimable como que, sobre la blusa blanca, cruzaba una ancha banda morada, además de otro también interesante como el bordado en colores del escudo de Madrid.
La confesión del color morado, color que se tratará más adelante indicándose su procedencia y significado, descubre uno de los dos colores del escudo original del Madrid F.C. con letras entrelazadas y también el que identificará la orla que envuelve al escudo municipal que indica Rosón, pero siendo justos y haciendo honor a la verdad, es preciso dejar bien claro dos cosas: que la prometida banda morada no tuvo visos de continuidad pese a ser declarada oficial diluyéndose en la blusa de algunos jugadores que la ostentaron durante algunos encuentros y, en segundo lugar, que el escudo municipal de Madrid no fue oficial hasta la temporada 1904/05, curso en el que se luce por primera vez con motivo de la tercera edición del Campeonato de España -1905-.
Recurriendo a los Estatutos del Madrid F.C. presentados en el Gobierno Civil en fecha 18 de marzo de 1902, se comprueba que las palabras de Rosón y los hermanos Padrós no van muy desencaminadas respecto al Artículo 18 pero, quizás obedeciendo al paso de los años y a aportes apuntados en la memoria, se mezclan momentos previos a la redacción de los Estatutos con el cierre definitivo de estos. Dice el Artículo 18:
Para tomar parte en los partidos será preciso: 1º El pago previo del mes o la cuota de entrada, según los casos; 2º Usar el uniforme reglamentario; 3° Llegar al campo de juego antes de la hora señalada para el comienzo del partido. El uniforme reglamentario será para los partidos ordinarios pantalón azul oscuro, corto y recto, blusa blanca y medias oscuras, y para los partidos extraordinarios será pantalón y blusa blancos, medias negras con vueltas y cinturón con los colores nacionales, completando este uniforme un casquete azul oscuro.
Profundizando en la banda de color morado, según el aporte de Manuel Rosón a instancias de dos de los fundadores de la sociedad como son los hermanos Juan y Carlos Padrós, queda más que demostrada la especial relación del club madrileño con este color desde su origen y no desde 1931 como la mayoría de las fuentes erróneamente interpretan y aún hoy se empeñan en mantener por desconocimiento y falta de investigación, pues ni la banda morada fue impuesta sobre el escudo en el primer año de la Segunda República, ni el Madrid F.C., un club muy vinculado y excelentemente relacionado con la Casa Real, pasó de la noche a la mañana de ser monárquico a ser republicano. En este aspecto es oportuno mencionar que la masa social del Madrid F.C., extensa con el crecimiento deportivo y como sociedad libre que era en donde había cabida para todo tipo de ideologías, estaba muy fraccionada a principios de los años treinta cohabitando personas que iban de un extremo a otro, incluso personas que, según soplaba el viento, tomaban interés por un determinado régimen.
Volviendo al cromatismo del escudo entrelazado de 1902, despejada la duda del color oscuro que identificada a la letra «M», morado, llega el turno al color más claro que identifica a las letras «F» y «C» que, como no puede ser de otro modo, corresponde al dorado, color oro que representa al Sol, fuente de vida para todos los seres del planeta Tierra. El dorado siempre irá ligado al club y se verá en el escudo de 1908, del que más adelante se hablará y en las versiones de 1920, 1925, 1931, etc., hasta nuestros tiempos.
Banda morada sí, banda morada no
Una de las grandes incógnitas que siempre ha envuelto a la sociedad madridista es saber si en alguna ocasión, tal cual se desprende de los comentarios vertidos por algunas voces relacionadas con la historia del club como Manuel Rosón Ayuso, el Madrid F.C. hizo uso oficial de una banda morada sobre su blanca camiseta. Rosón, en su obra de 1940 titulada «40 años del Real Madrid C.F. 1900-1940», después de hacer referencia al domicilio social del club en 1902 situado en el número 48 de la calle de Alcalá, citar al Corinthians F.C. británico como inspirador de sus colores y describir el uniforme titular tal cual indica el punto 3 del Artículo 18 de los Estatutos redactados en 1902, añadió de su cosecha propia una frase que, además de sembrar confusión, era incierta al mezclar años y finalidades. Decía así:
«La blusa está cruzada por una ancha banda morada, representativa del austero color de Castilla, en la que figura el escudo de Madrid bordado en colores». Dicho comentario, a pesar de su buena intencionalidad y proceder probablemente de personas que recordaban haber vestido esa combinación, fue desafortunado puesto que, como ahora comprobaremos, al menos de forma oficial nunca se llegó al caso.
Para empezar hay que rememorarse a los momentos iniciales y tener en cuenta que desde 1900 los miembros fundadores del Madrid F.C. habían renunciado al empleo de un color en su blusa que fuese distinto al blanco, renunciando al rojo como propuesta alternativa. Luego, a partir de octubre de 1901, coincidiendo con su segunda temporada y tal cual ha quedado registrado en las crónicas periodísticas de la época, en los encuentros de entrenamiento protagonizados por los señores socios, para distinguirse unos de otros se emplearon bandas de colores sobre la blusa blanca siendo las más representativas el azul y el rojo hasta el punto de dar nombre a los respectivos bandos. Sin embargo, la prueba más concluyente se halla en los propios Estatutos donde, además de no hacerse ninguna mención acerca de una probable banda morada en todo el Artículo 18 anteriormente descrito relativo a los colores de los uniformes, queda claro que el uniforme para los encuentros extraordinarios era pantalón y blusa blancos mientras que para los ordinarios se hacía servir una blusa blanca siendo el pantalón azul oscuro. Entonces, ¿de dónde sale la banda morada y para qué pudo ser empleada?
Revisadas las pocas fotografías que subsisten de aquellos tiempos, centradas alrededor de 1902 puesto que de 1900 y 1901, al parecer, no hay registros, todo indicaría a priori que el Madrid F.C. nunca vistió con banda morada como indicó Rosón en 1940 y que, a lo sumo, en las únicas donde se observa una banda cruzada ésta fue la azul o roja de los entrenamientos como se menciona en los reportajes. Sin embargo, profundizando más en el tema y rebuscando fotos poco conocidas, publicadas en octubre de 1902 por el semanario madrileño El Cardo aparecen imágenes y grabados donde se ve a dos equipos jugando tanto en las proximidades de la Plaza de Toros como en el Hipódromo de la Castellana, que sí coinciden con lo aportado por Rosón.
En ellas, cedidas algunas por uno de los hermanos Giralt, se distingue en un encuentro a un bando vistiendo blusa blanca con pantalón oscuro -azul- frente a otro con blusa blanca cruzada por una banda oscura y pantalón blanco. En el otro, la diferencia entre ambos bandos, los dos con camisa y pantalón blancos, radica en la banda oscura que luce uno de los dos contendientes. Teniendo en cuenta que las imágenes fueron publicadas antes de disputar el Madrid F.C. sus primeros encuentros de la temporada 1902/03 y que en los del Torneo de Coronación los madridistas siempre vistieron blusa y pantalón blancos, las imágenes sólo pueden corresponder a entrenamientos realizados por distintos bandos de la sociedad en las cuales, para no confundirse los jugadores, unos visten pantalón azul, otros blanco y para reafirmar las diferencias, unos añaden una banda oscura a su blusa.
Esta banda, descrita como morada por Rosón y antiguos jugadores de la sociedad, en definitivas cuentas debió quedar limitada a los entrenamientos no siendo exhibida en encuentros oficiales, consideración que explicaría por qué no fue introducida en los Estatutos y, a su vez, por qué algunos jugadores de aquella época mencionaban haber vestido este color. Para reforzar esta idea cabe incluso sumar una imagen más que no ha sido suficientemente valorada debido a la coloración manual a la que fue sometida décadas después, imagen con los hermanos Giralt y resto de jugadores entre los cuales, algunos de ellos, visten el pantalón blanco exclusivo según los Estatutos a los encuentros extraordinarios combinado con una blusa blanca atravesada por la banda morada. Lamentablemente tanto la banda morada como el escudo bicolor fueron coloreados en azul oscuro seguramente por desconocimiento, perseverando en silencio un color erróneo como el azul oscuro sobre los colores originales.
En cuanto al escudo de Madrid -el municipal se entiende- que fue bordado en colores sobre la blusa, pasados casi cuarenta años de los hechos Rosón se equivoca nuevamente pues de la banda morada sólo hay registros de 1902 y del escudo municipal se sabe, por lo que se explica a continuación, que fue implementado en la temporada 1904/05 con lo cual nunca coincidieron.
El escudo municipal de 1904
Transcurrido el torneo de Coronación de Alfonso XIII en 1902 con notable éxito deportivo y social, Carlos Padrós, presidente del Madrid F.C., decidió a finales de ese mismo año constituir una federación local para que todos los clubs que lo deseasen se sumaran a un proyecto que, por encima de todo, venía a poner orden y legislar todo lo concerniente a la organización de encuentros, reglas de juego, torneos y cuestiones relativas a los jugadores. Con asistencia de Juan Padrós, delegado por el Madrid F.C., Ángel Garrido por el New F.C., Francisco Borbón, presidente del Moncloa F.C., Enrique García Sansegundo como delegado del Club Español de Foot-ball, Julián Valls en representación del Retiro F.C. y Pedro de Velasco por The Modern F.C., el viernes 28 de noviembre quedaba fijada para el viernes siguiente 5 de diciembre la constitución de la Federación Madrileña de Clubs de Foot-ball.
Elegido como no podía ser de otra manera Juan Padrós flamante presidente de la federación local, a principios de enero de 1903 comenzó el primer torneo municipal teniendo como campeón de forma inesperada al Moderno F.C., conjunto de reciente formación que, tras haber nacido como The Modern F.C. y haber castellanizado con bastante celeridad su denominación, sorprendió a todos los concursantes y aficionados al presentar un «team» de gran fuerza.
El Madrid F.C., gran favorito al título, defraudó por su pobre juego y por quizás no tomar en serio a más de uno de sus contrincantes presentando en ocasiones alineaciones donde faltaban algunos de sus mejores jugadores pero, si en algo se coincidió, fue en exhibir en todos sus encuentros el escudo bicolor morado y dorado con las iniciales del club entrelazadas.
Juan Padrós, hombre incansable, parecía haber nacido para estos menesteres y en el mes de marzo, pocas semanas después de concluir el campeonato organizado por la federación local, andaba ya organizando las bases de lo que era su siguiente propósito: organizar un Campeonato de España para clubs de fútbol donde a principios de abril acudieran a Madrid los mejores del país. Conseguida la aprobación y patrocinio de la Casa Real a través del monarca quién se prestó a poner en disputa una copa bajo su nombre, este torneo sería considerado como el primero a nivel nacional de su rango. Acababa de nacer el Campeonato de España de Fútbol.
En su tercera edición, disputada en abril de 1905, se constató sobre el Hipódromo de la Castellana un hecho diferencial en el uniforme del Madrid F.C. como fue estrenar un nuevo escudo nunca antes visto. Y es que el club madrileño, en sus encuentros ante el San Sebastián Recreation Club donostiarra y Athletic Club, de Bilbao no se presentó con el característico escudo bicolor que los había venido identificando en los últimos tiempos, sino con una insignia donde, dentro de una gruesa circunferencia morada, figuraba el escudo municipal sin corona. Este escudo municipal, aprobado en 1859, se componía de dos cuarteles y manteladura, figurando en el cuartel derecho, sobre campo azur, un grifo de oro y en el izquierdo, dentro de una bordadura de azur con siete estrellas de oro de cinco puntas, sobre campo de plata, un madroño de sinople con frutos de gules y un oso empinado a él lenguado de gules con terrazado de sinople. En la manteladura, sobre campo de oro, una corona cívica formada por un trenzado en guirnalda de hojas de roble y una banda carmesí concedida a la villa de Madrid por las Cortes Españolas mediante un Decreto promulgado el 27 de diciembre de 1822 durante el trienio liberal.
Sobre el origen este escudo, empleado como oficial hasta 1930, se ha hablado mucho y varias son las especulaciones que se manejan siendo la más seguida por su buen respaldo una que alude a una presunta normativa de principios del siglo XX que pretendía regularizar a los clubs que representaban a Madrid en los Campeonatos de España frente a clubs de otras ciudades. De esta presunta normativa, atribuida al consistorio madrileño pero también a la Federación Madrileña de Clubs de Foot-ball para darle más validez, lo cierto es que nunca se ha encontrado nada que la avale, tratándose más de un bulo que de un hecho documentado pues resulta inconsistente por sí misma y ofrece serias dudas como ahora se verá.
Empezando por el consistorio, es poco creíble que un ayuntamiento como el de la villa tuviera tanta influencia en un deporte minoritario y de escasa tradición como el fútbol hasta el punto de obligar de algún modo a que, cualquier representante local dentro de un Campeonato de España o frente a clubs de otras localidades, llevase el escudo municipal máxime tratándose de sociedades con personalidad jurídica. Siguiendo por la Federación Madrileña de Clubs de Foot-ball, tampoco es creíble que a su representante se le impusiera lucir el escudo municipal puesto que todos tenían escudo propio y, en sus Estatutos, no se hace mención alguna a esta posibilidad. Entonces, ¿a dónde apunta el origen de este escudo?
La respuesta o quizás respuestas, sin ser categóricas porque delante de un hecho de estas características siempre hay que dejar las puertas abiertas para cualquier otra posible razón, podrían ser más sencillas de lo esperado. Siguiendo con este hilo bastaría con tener en cuenta que el Madrid F.C. (constituido en octubre de 1900) era a mediados de 1904 la sociedad más antigua de la ciudad una vez extinguidos el Sky F.C. (1897-1901) y la intermitente Association Sportive Française/Amicale (1897-1904) en sus dos épocas, adquiriendo en base a ello el rango honorífico de Decano y, por otra parte, era el único club que llevaba inserto en su denominación oficial el nombre de la capital refiriéndose el resto a barriadas de Madrid o nombres simplemente arbitrarios.
Estas dos razones, ambas de gran peso, son por sí solas suficientemente importantes para justificar el uso del escudo municipal al margen de disfrutar en paralelo de un anagrama particular con las iniciales entrelazadas en dos colores debiéndose considerar, además, que el Madrid F.C. había sido constituido para ser el club referente de la ciudad y, por ende, de todos sus habitantes, ganándose el derecho según sus gestores de ostentar la insignia municipal.
Sin embargo, existe todavía una tercera razón más poderosa si cabe: en el mes de noviembre de 1903, desde diversos ámbitos y teniendo como trasfondo el interés de algunas personas, se estimuló la unión de los clubs madrileños para tener un campeonato local más fuerte y, a ser posible, la fusión de algunos eligiendo como base uno de ellos. Este club beneficiario, como no podía ser de otro modo, era el Madrid F.C., un club derrotado en el Torneo de la Coronación de 1902 y en el primer Campeonato de España de 1903 al que se quería potenciar para tener opciones de salir victorioso en la edición de 1904 además de enfrentarlo contra sociedades deportivas del extranjero.
El primer paso en aunar jugadores no lo dio precisamente el Madrid F.C. sino un club en franca progresión como el Moderno F.C., campeón local de 1903 donde fueron a parar los más distinguidos jugadores del federado Iberia F.C. y algunos del Victoria F.C., saltando la sorpresa a mediados de diciembre cuando en prensa se anunciaba la probable fusión de dos importantes sociedades. Estas dos sociedades eran el Madrid F.C. y el Moderno F.C., fusionadas finalmente el 30 de enero de 1904 como Madrid-Moderno F.C. En las semanas posteriores se incorporaron jugadores del Moncloa F.C. (Garrido, Irigoyen, Lizárraga y Prast) y de la Association Sportive Amicale (caso de Parages) con lo cual el conjunto fusionado merengue compensaba en parte la numerosa pérdida de efectivos padecida durante el verano de 1903 marchados a las filas del Club Español de Foot-ball entre los que se encontraban Neyra, Pérez, Vallarino, Arruabarrena, Cárdenas y los hermanos Giralt. El Madrid-Moderno F.C., tras estos movimientos, se convertía de facto en la selección oficiosa de Madrid y en moral merecedor a llevar en su escudo titular detalles parciales o totales del escudo municipal.
El Madrid-Moderno F.C. -desde 1905 nuevamente Madrid F.C.-, siguió fiel a este sentimiento de privilegio no disimulado en su uniforme oficial hasta 1930, constatándose que entre 1904 y esta última fecha ningún otro club madrileño, y hubieron varios como el Español F.C. (1904 y 1909), Sociedad Gimnástica Española (1911, 1912 y 1914), Racing Club (1915 y 1919) y Athletic Club (1921, 1925 y 1928) que, siendo campeones locales de la Federación Madrileña de Clubs de Foot-ball y luego campeones de la Federación Regional del Centro de Clubs de Foot-ball, nunca tuvieron el privilegio de lucir en cualquier tipo de forma el escudo municipal.
El escudo de 1908
Demostrado que el Madrid F.C. se fusionó el 30 de enero de 1904 con el Moderno F.C. adoptando el resultante el nombre de Madrid-Moderno F.C., alcanzado este punto se hace necesario aclarar una serie de cuestiones que, en parte propiciadas por la prensa a la cual se malinterpretó y en parte originadas por aficionados que llegaron en sus investigaciones hasta donde pudieron, desde entonces vienen repitiéndose siendo inciertas. La primera de ellas afecta a la duración de la denominación Madrid-Moderno F.C., mantenida oficialmente a lo largo de la temporada 1904/05 solamente puesto que, tanto para directivos, jugadores y aficionados en general todos se referían a la sociedad como «el Madrid» y nunca como «el Madrid-Moderno», habiéndose conservado el primer apelativo hasta el día de hoy. La segunda, más confusa en sus inicios pero afortunadamente despejada en la actualidad, afecta a las fusiones realizadas por el Madrid F.C. durante sus primeros años de existencia.
Contrariamente a lo expuesto en muchas partes, el Madrid F.C. sólo se fusionó legalmente con un club, el Moderno F.C. en 1904, siendo el resto de sociedades a las que se les vincula una fusión clubs con los cuales no se materializó acuerdo alguno. Sociedades como el New F.C., Club Español de Foot-ball, Moncloa F.C. o Association Sportive Amicale nunca se fusionaron o fueron anexadas por el Madrid F.C., sino que parte de sus por entonces respectivos socios decidieron, motus propio, darse de alta como nuevos socios del club merengue. Mencionado este tema es imperativo recordar que el Madrid F.C. era el club más importante de los existentes en la corte por su brillante organización, el más numeroso en cuanto a socios y la sociedad en la que muchos deseaban jugar, extinguiéndose todos los clubs mencionados no por sumarse a la estructura blanca en algún momento de sus carreras, sino por presentar todos ellos debilidades que les hicieron retirarse al no poder competir con un club tan grande. Tan solo el Athletic Club, constituido en 1903 como una sucursal del Athletic Club bilbaíno, pudo resistir el empuje madridista.
Regresando a 1904 y a la fructífera fusión con el Moderno F.C., de la citada unión el Madrid F.C. salió reforzado al sumarse una buena cantidad de jugadores modernistas que, en poco tiempo y tras una breve adaptación, elevaron el nivel de la plantilla. Hombres y nombres como Alcalde, Álvarez, Aparici, Chapí, Chulilla, Contreras, Faccini, Hodans, Lafora, Ramos, Sanz, Seguí, Joaquín Yarza y Manuel Yarza empezaron con mayor o menor presencia a figurar en las alineaciones participando algunos de ellos en la consecución de los Campeonatos de España de 1905, 1906, 1907 y 1908, pero no iba a ser la única contribución modernista: restaba su escudo.
Conocido hoy en día a nivel nacional e internacional el escudo del Real Madrid C.F. por todos los aficionados del mundo, muy pocos saben que el origen del entrelazado de sus iniciales no nació en el club blanco, sino que fue una adaptación surgida en 1908 de la herencia recibida por parte del Moderno F.C. cuya insignia, insertada en el interior de un pentágono irregular invertido, reflejaba entrelazadas y bordadas en oro las tres iniciales de la sociedad.
Todavía en uso el escudo con heráldica municipal inscrito en una gruesa circunferencia morada para todos los encuentros oficiales, la directiva del Madrid F.C. decidió dar un nuevo aspecto a su escudo fundacional de forma interna relegando el escudo bicolor de sus primeros años por un nuevo diseño donde, aprovechando las letras doradas y entrelazadas que caracterizaron al Moderno F.C., a diferencia de éste no quedaban insertadas en un pentágono irregular invertido, sino que lo hacían en una fina circunferencia también dorada, versión que a posteriori, con nuevos elementos, sería definitiva.
La bandera del Madrid F.C
Casi todos los clubs de fútbol españoles, mayormente aquellos que tengan cierta categoría, más tarde o temprano han confeccionado tradicionalmente banderas con los colores de la sociedad llegando, muchos de ellos, a insertar en el medio su escudo como marca característica. Clubs como Sevilla F.C., Athletic Club, F.C. Barcelona o Valencia C.F. por citar algunos, han seguido este paso sintiéndose orgullosos de esta seña y, como era de esperar, el Madrid F.C. también dispuso de la suya aunque las imágenes retrospectivas que he encontrado, unas por ser demasiado pequeñas y otras por estar seccionadas, no son lo suficientemente buenas para demostrar todo su plenitud.
Donde no hay tipo alguno de dudas es en la pareja de colores elegidos con los que se pudo establecer la combinación definitiva, siendo estos según se desprende de las crónicas deportivas de la segunda década del siglo XX, blanco y morado. Sí, efectivamente, morado como la «M» presente en el anagrama de 1902, la banda diagonal que cruzaba su primera camiseta y la gruesa circunferencia que envolvía el escudo municipal de 1904.
La bandera original del Madrid F.C., hoy desaparecida y probablemente guardada en algún oscuro rincón sin nadie que se acuerde de ella, adquirió mucha popularidad tras la inauguración del Campo de O’Donnell sucedida el 31 de octubre de 1912 en encuentro disputado frente al Sporting Club, de Irún, viéndose ondear los colores blanco y morado en todos sus encuentros como local hasta el abandono de esta sede en 1923. Pendiente de un mástil de considerable altura erigido junto al margen izquierdo de la tribuna cubierta mirando desde el frente, la bandera madridista presentaba sobre un paño blanco cruzado en diagonal por una banda morada de izquierda a derecha el escudo oficial del club de esos momentos con la heráldica municipal, siendo distinguible desde cualquier punto de la instalación al carecer de competencia en altura.
En una de las tomas realizadas en la inauguración del Campo de O’Donnell, sito en una manzana delimitada por las calles O’Donnell, Narváez, Duque de Sexto y Fernán González, se puede divisar la bandera en todo su esplendor pero no es la única descripción y, al margen de la visual, hay otras de carácter literario que evocan cuán importante fue entre los socios del club. Dos de estos ejemplos los tenemos en la revista semanal Madrid-Sport publicada en la corte entre 1916 y 1924 donde en un par de artículos se la menciona. En el primero de ellos, publicado el 7 de diciembre de 1916 con motivo de un encuentro del Campeonato Regional entre el Madrid F.C. y el Racing Club, de Madrid donde, curiosamente, a los seguidores merengues todavía se les reconocía como madrileñistas y no madridistas como sucede en la actualidad, se lee que:
(…) Una mañana británica fue precursora de otra tarde que no tenía nada que envidiar a la mañana. Los elementos nos acariciaron con sus nebulosidades y sus fríos, y, sin embargo, despreciando alicientes que convidaban a permanecer en locales confortables y tibios de calefacción, una multitud de jovencitas, arrostrando las inclemencias de la temperatura -beneméritas aficionadas-, invaden el campo de los colores morado y blanco y, traspasando la barandilla del reservado de socios, colócanse en su lugar preferido: delante de la caseta (…).
El segundo de ellos, publicado el 3 de mayo de 1917 haciendo referencia a un breve resumen de lo acontecido durante la temporada, su autor nos dice:
(…) Ruda ha sido la lucha, múltiples los contratiempos, sensibles las bajas; mas fuera ello lo que quiera, el resultado ha sido favorable, y al congratularnos de ello enviamos a los paladines de Castilla un afectuoso apretón de manos, y unido a él, un vehemente deseo que la realidad corone justiciosamente sus esfuerzos otorgándoles el título de campeones de España. Una vez cumplido con el primordial deber que nos movió a coger la pluma, hemos de examinar, aunque sea muy a la ligera, la evolución de la temporada en relación con el «once» representante de la bandera blanca y morada. Comencemos por los de casa… (…).
1920: el Madrid F.C. consigue el título de Real
Cuando el 29 de junio de 1920 la directiva del Madrid F.C. recibió en su sede una carta procedente de la Mayordomía Mayor de S.M. el Rey D. Alfonso XIII, entre todos los presentes hubo una sonrisa de complicidad y un suspiro de alivio porque todos sabían de qué se trataba. Alfonso XIII, a quien le divertía el fútbol, al fin atendía la demanda de los gestores madridistas presididos por Pedro Parages (en el sillón desde 1916) y concedía al club merengue el título honorífico de «Real» que tanto se ansiaba.
Y es que en el subconsciente madridista, acostumbrado a tratar con el entorno de la Casa Real y plaza habitual donde solía acudir Alfonso XIII de vez en cuando para pasar un rato de ocio viendo al Madrid F.C. frente a otros clubs en encuentros de cualquier índole, pesaba y mucho que otras sociedades constituidas todas ellas años después de haberlo hecho los merengues, gozaran de la presidencia honoraria del rey y de un título que ellos carecían cuando para sus adentros se consideraban más merecedores que nadie.
Habituados como estaban a disfrutar de cierta proximidad con la Casa Real, sin duda más que ninguna sociedad deportiva en todo el Estado, nadie del club se había esforzado en solicitar a la Mayordomía Mayor de Su Majestad la presidencia honorífica de la sociedad con lo cual otras, más atrevidas y conscientes del estatus social que dicho título prestaba, se le habían adelantado consiguiendo preceder a la sociedad de la bandera blanca y morada en esta parcela honoraria. Veamos a continuación los beneficiados y su año de concesión: Real Club Coruña (1908), Real Fortuna F.C., de Vigo (1908), Real Club Deportivo Sala Calvet, de La Coruña (1909), Real Sociedad de Foot-ball, de San Sebastián (1910), Real Santander F.C. (1910), Real Club Deportivo Español, de Barcelona (1912), Real Sporting de Gijón (1912), Real Racing Club de Irún (1913), Real Betis F.C., de Sevilla (1914), Real Vigo Sporting Club (1914), Real Sociedad Gimnástica Española, de Madrid (1916), Real Club Recreativo de Huelva (1916) y Real Sociedad Alfonso XIII F.C., de Palma de Mallorca (1916), habiéndose fusionado algunas de ellas con otras provistas o no del título de «Real».
El título de «Real», concedido curiosamente al Madrid F.C. por los dispendios mostrados por la directiva blanca en la organización del Campeonato de España de fútbol para equipos militares de 1920 contrajo, además del cambio de nombre de la sociedad a Real Madrid Foot-ball Club, otras reformas como la de sus dos escudos, pues tanto el oficial con heráldica municipal como el privado con el anagrama entrelazado de sus iniciales, tuvieron que añadir una corona real cerrada flotante símbolo de la monarquía que varió considerablemente sus respectivos aspectos.
Así, de este modo, el escudo particular fue el que menos variación tuvo puesto que el cambio quedó limitado a superponer la corona real sobre la circunferencia donde se hallaba inscrito el anagrama dorado de la sociedad mientras que en el heráldico, un poco más complejo y con más trabajo, se redujo drásticamente el grosor de la circunferencia morada quedando ésta en una fina línea dejando todo el espacio interno en un color purpúreo para alojar una nueva versión del escudo municipal con la corona monárquica superpuesta y rodado de una corona laureada que le daba una aire totalmente diferente.
Concedido el título de «Real» al Madrid F.C., el «modus operandi» de la entidad merengue permaneció invariable tal cual se había desarrollado hasta la fecha, esto es, luciendo el escudo municipal con base morada durante los encuentros oficiales correspondientes al Campeonato Regional del Centro y, si la ocasión lo permitía, en el Campeonato de España quedando el escudo privado de la sociedad con base blanca relegado a un segundo plano.
En los años sucesivos a la concesión, sin embargo, algo sí cambió puesto que el escudo particular del club, prácticamente desconocido para los aficionados del resto de España con los cuales se enfrentaban los merengues, empezó paulatinamente a ser promovido desde la prensa insertándolo en artículos periodísticos pero también desde el mundo empresarial pues industrias dedicadas a la elaboración de chocolate, viendo la gran repercusión que tenía el fútbol entre los niños, emprendieron la iniciativa de lanzar colecciones de cromos donde cada temporada aparecían los principales ases del fútbol. En este sentido y, respectivamente, cabe destacar la labor realizada por publicaciones como Gran Vida y Madrid-Sport, ambas muy seguidas en todo el territorio y empresas como Chocolates Amatller, de Barcelona o Chocolates Piera y Brugueras, de Terrassa, quienes abrieron el camino a otras industrias también del mismo sector.
1925: se incorpora la banda morada al escudo
«El Real Madrid C.F. incorporó la franja morada de su escudo en 1931, con el advenimiento de la Segunda República». Esta es la percepción de más del noventa por cien de los seguidores madridistas por no decir de casi todos y esa es la falsa creencia que, repetida y machaconamente, leemos en decenas de páginas dedicadas al club en todo Internet desde que este medio se popularizó a principios del siglo XXI. Evidentemente la incorporación de la banda morada no fue en 1931 ni tuvo nada que ver con el advenimiento de la Segunda República, sino que se incorporó varios años antes aunque haya pasado desapercibido para muchos.
Como ya sabemos, el morado nació junto al blanco con el club madrileño, figuró en la primera camiseta de su historia en forma de franja diagonal, pasó a colorear la circunferencia que envolvió el escudo municipal empleado para los encuentros oficiales y era uno de los dos existentes en la bandera de la sociedad por lo que, tarde o temprano, era justo incorporarlo al escudo particular.
El porqué de la tardanza y los motivos que llevaron a las distintas directivas madridistas a relegar la introducción del morado en el escudo privado de la sociedad es algo que nunca sabremos a ciencia cierta, aunque tal vez el papel secundario que venía ocupando este escudo tuviera mucho que decir. Sea lo que fuere, lo cierto es que la aparición de la banda morada surgió alrededor de 1925 -no he hallado una fecha anterior- siendo presidente del club Pedro Parages y entre las razones de peso para incorporarla dos destacan sobremanera como justificación. Veámoslas:
La primera de ellas concierne a una simple cuestión de equitatividad entre los dos escudos representativos de la sociedad pues si bien el morado estaba presente en el escudo oficial y público del club en sus distintas variantes desde 1904, el grado de presencia de este color en el anagrama dorado surgido en 1908 y coronado en 1920 era totalmente nulo pareciendo cada uno identificar a dos sociedades distintas. En este aspecto, más si cabe desde el crecimiento en popularidad del anagrama en los últimos tiempos mediante prensa y colecciones de cromos que llegaban a todas partes, aproximar ambos escudos era pertinente y, aunque no fueran del todo iguales, al menos debían compartir colorido.
La segunda obedece a una cuestión de identidad. La similitud del anagrama dorado madridista inscrito en una circunferencia también dorada y rematado por una corona real era extraordinaria con el escudo de un club puntero, con gran renombre, como el Real Unión Club, de Irún por lo que diferenciarlo de alguna manera del logo de la sociedad guipuzcoana se convirtió en una urgencia si se pretendía, como finalmente sucedió, otorgarle al escudo del anagrama un carácter preferente por delante del municipal.
Si a todo esto unimos que en gran parte del país surgieron una cantidad enorme de clubs vistiendo de blanco por su económico precio y empleando como escudo anagramas sobre fondo blanco, coronados o no es lógico pensar que los gestores del club madrileño optasen por tomar una decisión al respecto pues, un club como el suyo, debía tener en su escudo rasgos diferenciables del resto para ser siempre identificado a primer golpe de vista y no causar confusión.
De entre las distintas opciones a elegir -no creo que hubiese sólo una sobre la mesa-, la directiva de Parages se inclinó por la banda diagonal morada cruzada de izquierda a derecha respetándose el resto del escudo, una decisión acertada que prestaba personalidad y, al mismo tiempo, conectaba con la idea que había en la época sobre el color del Pendón de Castilla y el color que envolvía el escudo municipal oficial por entonces. Otra opción -y esta aportada desde mi propia cosecha-, hubiera sido cambiar el grosor de la circunferencia y dotarla de color morado al estilo de lo que se hizo en los primeros años setenta con el Castilla C.F., filial madridista, pero este es un irrelevante comentario que no va a ninguna parte.
Modificado el segundo escudo del Real Madrid F.C., pocas son las fotografías que atestiguan el cambio realizado en aquella época con la banda morada debido, principalmente, a que el club compitió generalmente con el primer escudo provisto de heráldica municipal en encuentros oficiales y, en un buen número de ocasiones, hasta sin escudo quedando la segunda marca expuesta muy pocas veces. Es por ello que casi toda la información recogida pertenece a fuentes ajenas al club quienes, por diversos motivos, se preocuparon en su día de inmortalizar dicho escudo siendo algunas de ellas, como ahora veremos, pertenecientes a terrenos muy alejados del meramente deportivo.
La primera de ellas, por orden cronológico, procede de la industria del papel y tiene como protagonista a la prestigiosa firma José Laporta Valor, radicada en Alcoy, especializada en la fabricación de papel de fumar. Laporta, gran empresario y sabedor que los niños influirían en los padres y abuelos a la hora de elegir una determinada marca, lanzó al mercado en 1925 una serie de pequeñas cajitas de papel de fumar conteniendo en su interior un cromo dedicado a un jugador de fútbol. En esta colección, donde entraban los tres principales clubs valencianos de la época, Valencia F.C., Levante F.C. y Gimnástico F.C., también se dejó por cuestiones comerciales un espacio para los clubs estatales más relevantes como el Real Unión Club, de Irún, Athletic Club, de Bilbao, Sevilla F.C., F.C. Barcelona, Real Club Deportivo Español, de Barcelona y los madrileños Athletic Club y Real Madrid F.C., contando cada club con un total de cinco cromos dedicados a los jugadores más destacados.
En el caso del Real Madrid F.C., los cinco fueron el guardameta Martínez, el defensa Escobal, el medio Mejía, el interior Félix Pérez y el extremo Del Campo vistiendo los jugadores de campo con camiseta blanca sin escudo mientras que, ahí viene la sorpresa, el meta Cándido Martínez, integrante de la plantilla madridista entre las temporadas 21/22 y 27/28, figura con un reconocible escudo donde se aprecia con suma nitidez la banda morada que cruza el escudo de izquierda a derecha. Teniendo en cuenta que la imagen fue publicada en 1925, ésta podría pertenecer a la temporada 24/25 o a la 25/26 puesto que todos los jugadores aparecidos en el coleccionable integraron las plantillas de los clubs antes mencionados en ambas temporadas, pero el hecho de que los torneos regionales empezaran a finales de año tiende a hacer pensar que más bien correspondiera a la 24/25 disponiendo la papelera así de más tiempo para preparar la maquetación.
La segunda fuente procede del sector de la alimentación y en concreto de uno tan atractivo para los niños como es el chocolate. Coincidente con el papel de fumar de José Laporta y sus cromos, desde Tarragona y también en 1925 los gerentes de otra ilustre empresa con amplia tradición, Chocolates Orthí, pensaron que distribuir una baraja de cartas coleccionable con motivos futbolísticos podía aumentar sus ventas por lo que, intercalados entre los cuatro palos de la clásica baraja española compuesta por oros, copas, espadas y bastos, aparecían escudos de clubs de fútbol y jugadores de prestigio uniformados con los colores del club al que pertenecían.
En lo que respecta al Real Madrid F.C., aparecen los jugadores Monjardín, Quesada y Félix Pérez, resultando totalmente identificable el escudo madridista con la banda cruzada de color morado aunque, como se puede comprobar, este color es reflejado erróneamente en azul. Tratado este punto, para que no haya confusiones ni malinterpretaciones, es preciso hacer hincapié en un par de cuestiones: uno, los dos escudos que empleaba oficialmente el club eran en morado, no en azul y, dos, los colores aplicados a muchos de los escudos representados en esta colección lamentablemente no corresponden a los oficiales, no siendo el error cometido con la entidad merengue una excepción. A fin de cuentas lo que importa realmente sustraer de estos naipes es que ya en 1925 la franja diagonal formaba parte de uno de los dos escudos de la sociedad.
La tercera, publicada en la revista madrileña Alrededor del mundo en su número 1.490 correspondiente al 7 de enero de 1928 que analiza de forma resumida el historial de los seis clubs que van a competir en el Campeonato Regional del Centro, Real Madrid F.C., Racing Club, Unión Sporting Club, C.D. Nacional, Athletic Club y Real Sociedad Gimnástica Española, en el apartado referente al Real Madrid F.C. donde aparece el capitán Félix Quesada se observa una vez más de forma clara el escudo coronado con el anagrama del club y la banda en diagonal -morada- en una imagen reproducida en blanco y negro.
Por último y para cerrar este capítulo, en una cuarta originada también en una industria alimentaria dedicada a la fabricación de chocolate, pero en esta ocasión con sede en Barcelona, Chocolates Amatller, esta conocida empresa con amplia experiencia en acompañar sus productos con cromos para los más pequeños de la casa publicará en 1929 una serie de 50 cromos teniendo como característica común el uso de un maniquí dibujado al que, dependiendo del club que represente, irá uniformado con los respectivos colores acompañado por el escudo de la sociedad.
Como en los casos anteriormente mencionados, el cromo dedicado al Real Madrid F.C., más allá de ir el maniquí vestido de blanco, mostrará el segundo escudo madridista con el anagrama del club coronado y atravesado por una banda diagonal, en concreto de azul marino, pareciéndose en esta oportunidad algo más que sus precedentes a la banda oficial morada.
© Vicent Masiá. Mayo 2018.
Bibliografía y hemerografía
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Arte y Sport. Revista decenal.
Carnets de socio del Real Madrid.
Chocolates Amatller. Cromos.
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Crónica. Revista semanal.
Editorial Bruguera. Cromos.
Editorial Esfera. Cromos.
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El Cardo. Semanario.
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El proceso de transformación del Real Madrid en marca deportiva. Luis Mañas-Vinagra. Revista Mediterránea de Comunicación (2018).
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Enciclopedia Fútbol 1950/51. Ángel Rodríguez y Francisco Narbona (1951).
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Gran Vida. Revista mensual.
Heraldo Deportivo. Revista decenal.
Historia básica de los principales clubs de fútbol españoles. Vicent Masià Pous (2009).
Historia y estadística del fútbol español. Vicente Martínez Calatrava. Fundación Zerumuga (2002).
La Correspondencia de España. Diario.
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Libro de oro del Real Madrid 1902-1952. Federico Carlos Sainz de Robles. Ediciones Ares (1952).
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Revista Nueva. Revista decenal.
www.elmundodeportivo.es/hemeroteca Diario deportivo.
www.hemeroteca.abc.es Diario.
www.lavanguardia.es/hemeroteca Diario.
www.marca.com Diario deportivo.
por Vicent Masiá y Miguel Ángel Navarro
» Ver ¿Cuándo se constituyó el Getafe C.F., S.A.D.? (I Parte)
La constitución del Getafe C.F., S.A.D. aún a fecha de hoy -temporada 2017/18- sigue dando verdaderos quebrantos de cabeza a muchos aficionados azulones, tanto veteranos, con varias décadas a sus espaldas siguiendo al actual o al anterior club más representativo de la ciudad, como a las nuevas generaciones contemporáneas a la llegada del club titular del Coliseum Alfonso Pérez a la élite del fútbol español.
Esta paradoja, alimentada a través de los propios foros del Getafe C.F., S.A.D. y de diversos medios de comunicación los cuales, deteniéndose superficialmente en datos expuestos por el club u otros organismos sin molestarse a rascar en las profundidades llegando al verdadero fondo de la cuestión, viene apoyándose sin sólidos pilares desde hace tiempo alegando que el Club Getafe Deportivo y el Getafe C.F., S.A.D. son la misma sociedad y, por lo tanto, la misma personalidad jurídica, conclusión que, según ellos, les lleva a decir alegremente que el club azulón es de 1923. Nada más lejos de la realidad.
Al igual que sucede con otras sociedades deportivas cuyos aficionados han experimentado lamentablemente trances tan desdichados y sentimentalmente dolorosos como es la desaparición de un club en el que se habían volcado pasionalmente durante años no reconociendo que su actual club de militancia es otra sociedad y, por lo tanto, una personalidad jurídica distinta, gran parte de la afición del Getafe C.F., S.A.D. copia y sigue los dictados de otros clubs pasando por encima y obviando que un club cuando se disuelve, hablando del Club Getafe Deportivo en julio de 1983, pierde su personalidad jurídica y su sustituto, en este caso el Getafe C.F., S.A.D. originado en 1976 no es el mismo, sino otro.
Si en la Primera Parte de este extenso artículo titulado “¿Cuándo se constituyó el Getafe C.F., S.A.D.?” queda demostrado cuál es el origen irrefutable de este club, a continuación, para reafirmar todo lo descrito desde otro punto de vista, vamos a conocer de primera mano el testimonio oral de dos personas directamente implicadas en todos los acontecimientos vividos en los primeros años ochenta que, sin duda, ampliarán y confirmarán con sus respectivas respuestas lo ya aportado.
Estas dos personas, ambas conocidísimas entre la afición azulona son Antonio de Miguel Navas, fundador y primer presidente del C.F. Peña Madridista Getafe en 1976, presidente del club bajo las denominaciones C.D. Peña Getafe (1981-82), C.D. Getafe Promesas (1982-83) y Getafe C.F. (1983-92) y, por otra parte, Gregorio Serrano Romero, actual secretario y tesorero de la Asociación de Exjugadores que agrupa a exfutbolistas tanto del Club Getafe Deportivo como del Getafe C.F., S.A.D. con una dilatada carrera como jugador en varios clubs madrileños, entrenador y también gerente.
Antonio y Gregorio, Gregorio y Antonio, a quienes entrevistamos un frío y lluvioso viernes navideño en una cafetería muy céntrica situada en la calle Madrid, son la memoria viva de más de cinco décadas del fútbol getafense donde el balompié ha conocido épocas de gran esplendor, pero también otras repletas de frustración. Rondando los ochenta años cada uno y con las huellas propias que deja toda una vida dedicada al deporte, a la familia y a sus ocupaciones laborales, los recuerdos de juventud y después madurez alrededor del fútbol se apoderan de inmediato de la conversación fluyendo espontáneamente anécdotas relacionadas con este popularísimo deporte que se alargan durante más de diez minutos hasta que empezamos la entrevista propiamente dicha. En ella, Antonio y Gregorio nos desvelarán pasajes sobre la constitución del club, los duros momentos de 1983 y experiencias personales que desconocen el uno del otro en un arranque de sinceridad donde ambos, muy afectados por las situaciones que les ha tocado vivir y especialmente dolidos por el trato recibido de algunas personas que integran un club al que le dieron todo, confiesan que no acuden al Coliseum desde hace años a pesar de llevar al Getafe C.F. en su corazón.
Entrevista realizada a D. Antonio De Miguel (AdM) y a D. Gregorio Serrano (GS), Getafe a 15 de diciembre de 2017.
- ¿Cómo empezó su relación con el fútbol de Getafe?
AdM: Yo nací en Puertollano, pero me crié en Madrid y desde pequeño siempre me gustó el fútbol. Prácticamente me recorrí todos los campos de la Regional madrileña conociendo clubs que hoy no existen como el C.D. Amparo, el Gas C.F., la A.D. Chamberí, el C.D. Cuatro Caminos, todos con campos de tierra no como ahora que son de césped artificial. De vez en cuando bajaba hasta aquí, Getafe, donde el marido de una tía mía tenía una tienda de zapatos, Calzados Menéndez, inaugurándose el negocio en 1965 siendo yo uno de los trabajadores. Al poco tiempo se nos ocurrió hacer un equipo, el Calzados Menéndez, con el que fuimos campeones de Educación y Descanso.
Eran los años sesenta y por aquella entonces el club me costaba más dinero que el Getafe C.F. Pagaba desplazamientos, los bocadillos y Coca-Cola a los chavales tras los partidos. Eran muy humildes y algunos de ellos no tenían para comer. «Venga Antonio, páguele un bocadillo a mi hermano que lo ha hecho bien», me decían. Luego, a los más mayores, cuando tenían 22 o 23 años les pagaba una cerveza, claro, qué iba a hacer. Recuerdo que tenía un coche, una ranchera que olía un montón por la cantidad de ropa sudada o embarrada que llevaba cada semana a lavar.
Más tarde se nos acercó un sponsor, Auto-Getafe, del que no recuerdo qué marca de coches era concesionario, aunque estuvo poco tiempo con nosotros, no sé si llegó a una temporada. En ese momento, 1974, se funda la Peña Madridista de Getafe presidida por José Moreno Pérez junto a unos amigos, pero ojo, solo para ir a ver al Real Madrid C.F. en el Santiago Bernabéu todos los domingos.
GS: Yo llegué al Club Getafe Deportivo en 1966 procedente de la R.S.D. Alcalá, me casé aquí con la hija de una familia muy conocida en la ciudad y el 6 de septiembre de 1970, en el encuentro inaugural del Estadio de Las Margaritas, marqué el primer gol del campo en partido de Liga frente a la S.D.C. Michelín, de Lasarte-Oria. También marqué el segundo, de saque de esquina directo.
En 1971 me incorporé al C.D. Carabanchel que, por entonces, tenía un equipazo y llegamos incluso a ascender a Tercera División, una categoría más importante que ahora con muy buenos jugadores. En el fútbol getafense estuve un total de 26 años entre unas cosas y otras haciendo casi de todo: jugador, entrenador, gerente…. En el año 1995 estuve en la antigua Yugoslavia que estaba, no te lo pierdas, en plena guerra viendo jugadores para incorporarlos al Getafe C.F. que estaba en Segunda División. Uno de ellos era Stojiljkovic, que salió bueno y luego jugó en el R.C.D. Mallorca en Primera División, mientras los otros tres, Glogovac, Batrovic y Ljubicic no tuvieron suerte. En mis buenos tiempos tuve ofertas del Real Jaén C.F. y otros clubs de fuera de Madrid, pero nunca quise marcharme de aquí. Mi vida estaba en Getafe.
- Habrán vivido situaciones intensas…
GS: En un partido final donde nos jugábamos unos puntos muy valiosos para ascender a Segunda División B, contra el C.F. Calvo Sotelo, de Puertollano, nos tocó ir a jugar allí con Esquinas Torres de árbitro. No sé si conoces aquel campo, en las Instalaciones de Empetrol, pero bueno, ganamos 0-1 y desde el vestuario hasta los autocares había un buen trecho y había que salir de allí como fuera.
AdM: Hay que decir también que un jugador nuestro no se portó como debía, estuvo provocando a la afición local y se armó la de Dios.
GS: Yo les dije a mis jugadores que se preparasen para todo y se cubrieran la cabeza con los brazos y manos, que estuvieran preparados para recibir hostias por el camino y así fue. Fuimos escoltados por la policía, pero al final salimos.
AdM: Durante el pasillo hasta el autocar, lleno hasta los topes de gente que nos gritaba y decía de todo, mientras nos zarandeaban me saqué el carnet de identidad y lo tuve que ir mostrando al mismo tiempo que les decía que yo era de allí, de Puertollano, igual que ellos.
- ¿Cómo se ponen ustedes al mando del Getafe C.F.?
AdM: En el año 1983, mes de julio, se inició la historia bajo el nombre de Getafe C.F. El número de afiliación en la Federación Castellana era el del C.F. Peña Madridista Getafe.
GS: Se cogió el número de afiliación del C.F. Peña Madridista Getafe pues porque había que acogerse a algo. No había nada, había que empezar con algo y la Peña era la única solución. No había otra y, ¿qué ibas a hacer? La decisión la acordamos siete u ocho personas en un bar de aquí, de Getafe y optamos por empezar desde la Segunda Regional donde estaba la Peña Madridista que por entonces ya no se llamaba así y era, papeles en mano, C.D. Getafe Promesas desde hacía poco. La decisión, la mejor para el pueblo de Getafe, había que comunicársela a los aficionados en una Asamblea. Mira, el Club Getafe Deportivo estaba entrampado con la empresa de autobuses, entrampado con los hoteles, con los jugadores, con todo el mundo y así no se podía vivir. No acudía nadie a Las Margaritas, el campo estaba vacío, daba pena con la gente asqueada por lo que estaba pasando. ¡Bueno, si tú supieras…!
- Hay aficionados que afirman que el actual club es de 1923.
AdM: ¿De 1923? Para nada. El actual Getafe C.F. nació en 1976 como C.F. Peña Madridista Getafe y si alguien no se lo cree, que vaya a la federación. Allí se lo explicarán con detalles.
En 1983 se cambió todo el papeleo del C.F. Peña Madridista Getafe que yo mismo había inscrito personalmente en el Registro de Asociaciones Deportivas en 1980, varios años después de constituirse pagando el recibo en pesetas, ahí encima de la mesa lo tienes y, hala, a jugar como Getafe C.F.
GS: ¿Cómo le íbamos a llamar al futuro Getafe, C.F. Peña Madridista Getafe? ¿A quién le cabe en la cabeza? Había que cambiarle el nombre necesariamente. Primero lo cambiamos a C.D. Peña Getafe, para que no constase la etiqueta madridista en el nombre del club y luego, antes de desaparecer el Club Getafe Deportivo, lo volvimos a cambiar a C.D. Getafe Promesas. Todo lo demás son chorradas.
AdM: Por curiosidad. ¿Me puedes decir de dónde viene lo de 1923?
VM: Viene de la sociedad Getafe Deportivo, un club constituido por un artista que se estableció en Getafe.
AdM: ¿Un artista? ¿Qué clase artista? ¿Un cantante, un actor…?
VM: No, no, de Filiberto Montagud, periodista del ABC y en ocasiones escultor.
AdM: ¿Sabías tú algo de esto, Serrano?
GS: Del nombre no me acordaba, pero sí leí en una ocasión que el azul del club venía de los petos de trabajo que empleaban los trabajadores de Construcciones Aeronáuticas. La tela era fácil de conseguir y muchos de estos empleados jugaban al fútbol.
AdM: Yo ni tan siquiera conocí a los de 1946, después de la guerra. Serrano sí tuvo contacto con algunos.
GS: Sí. Cuando me vine a jugar con el Club Getafe Deportivo todavía quedaban algunos de los que rehicieron el equipo en 1946 después de la guerra. Recuerdo a Miranda, Corredor, Serrano, como yo y a Enrique Condés, una persona muy válida que fue el primer presidente de aquella época, pero ese club no tiene nada que ver con el actual. El de ahora viene de la Peña Madridista y quien más sabe de eso -dirigiendo la mirada a Antonio de Miguel- es ese hombre de aquí al lado.
- ¿Cómo se constituyó el C.F. Peña Madridista Getafe?
AdM: Al par de años de estar José Moreno de presidente en la Peña Madridista, un día me dijo por qué gustándome el fútbol tanto como me gustaba no fundaba un equipo para competir a nivel federado, si era lo mío. Y bueno, no tardó demasiado en convencerme pues como llevaba el gusanillo dentro y era un loco del fútbol, aún lo sigo siendo, con la ayuda de unos amigos de la Peña Madridista de Getafe así lo hice y ese nombre le pusimos. Yo me he pateado en Madrid toda la Regional. He conocido al C.D. Amparo, al…, he conocido el campo del Lazy… En 1976 federé al C.F. Peña Madridista Getafe porque era el club de fútbol de la Peña Madridista de Getafe y queríamos competir.
- En algunos anuarios federativos se indica que el C.F. Peña Madridista Getafe se constituyó en 1975…
AdM: No es cierto. El C.F. Peña Madridista Getafe se constituyó en 1976 empezando en Tercera Regional donde, además, recuerdo que fuimos campeones y ascendimos. El que sí era de un año antes era el Club Getafe Promesas, cuando la directiva de Pablo Carrillo. Unos años después, no recuerdo exactamente en qué temporada, competimos juntos en Tercera Regional Preferente, pero el Promesas era anterior a la Peña. Eso, seguro.
- Insisto. Hay aficionados que dicen que hubo una fusión en 1982 entre la Peña Madridista y el Club Getafe Promesas.
AdM: ¿Cómo? De eso nada. Es imposible. Estando yo en la directiva del Club Getafe Promesas, al margen de lo que hacía en el C.F. Peña Madridista Getafe, en 1980 el Club Getafe Deportivo se quedó sin un duro y nos dijo que no podíamos seguir y había que dar al filial de baja. Con toda la pena del mundo le vendimos los papeles del Promesas al C.F. Griñón, un club que acababa de comenzar por haber desaparecido el anterior del pueblo. ¿Cómo nos pudimos fusionar en 1982?
A mí, cuando el Club Getafe Deportivo estaba tan mal y a punto de desaparecer, vinieron unos señores a buscarme para el nuevo proyecto porque Getafe no podía quedarse sin club de fútbol. Entiende, ¿cómo un pueblo como Getafe podía quedarse sin fútbol? Yo tenía una buena amistad con Pedro Castro quien todavía no era alcalde y sí concejal, y junto a otras personas buscamos soluciones. Getafe debía tener club de fútbol. Cuando Castro fue elegido alcalde en 1983, él me puso al frente del Getafe C.F. Como tenía las ideas bastante claras, me traje a Gregorio Serrano como entrenador y…
GS: Y yo me traje a Calero, procedente de la Ag.D. Uralita, un gran club de aquí con un campo hermoso de césped, de lo mejor de Madrid. Lo traje como gerente al Getafe C.F. y en cuando me despisté, como Calero estaba acostumbrado a hacer en el equipo de donde venía lo que le daba la gana haciendo y deshaciendo a su antojo, en el Getafe C.F. quiso alinear a este u otro jugador por encima de mí, como había estado haciendo en su exequipo. Hasta ahí podíamos llegar. Me negué en rotundo. Cada uno en su parcela. Si él era bueno en lo suyo, yo en lo mío, pero no podíamos mezclarnos los papeles. Eso se lo dejé bien claro.
Para mí, cosa que nunca se la dije a De Miguel y aprovecho esta entrevista para decírselo, la idea de ellos, con Calero al frente, era echar a De Miguel de la presidencia al ver que el equipo funcionaba, tenía éxito y estaba en trayectoria ascendente. El cargo de presidente se volvió muy goloso y aparecieron varios pretendientes como sucede en estos casos. Cuando un equipo va mal, todos se esconden, pero cuando va bien y todos te dan palmaditas en la espalda, todos quieren ser presidente.
AdM: Este hombre de aquí a mi lado, Gregorio Serrano, fue criticado por personas que decían ser sus amigos, personas que se dirigieron a mí, por la espalda, para que lo echara alegando que no tenía suficiente nivel para entrenar al Getafe C.F. en Tercera División cuando lo había ascendido varias categorías y restaba por conseguir el ascenso a Segunda División B, que también consiguió. Me puse varias veces, porque no me lo dijeron una, sino unas cuantas, muy serio y les dije rotundamente que me negaba a aceptar tal proceder con un hombre que cumplía y mantenía al equipo arriba. ¿Cómo lo iba a echar?
- La envidia…
GS: Para mí, los jugadores que empezaban una temporada, la terminaban. Y punto. Eso era sagrado y no se tocaba. Casi todos eran de aquí, de Getafe, menos cuatro o cinco chavales que venían de Madrid y claro, se llenaba el campo de familiares y amigos. Así daba gusto, con Las Margaritas lleno. Eso levantó muchas envidias y enemistades entonces que no veíamos porque estábamos en la faena, ocupados con nuestro trabajo, pero estaban ahí.
Luego estaba que yo no tenía carnet de Nacional. A duras penas, y hubo que pelear bastante, conseguí entrenar en Tercera División con carnet Regional. Cuando ascendimos a Segunda División B escribí a Villar, a la Federación Madrileña, al secretario de la Española del que ahora mismo no recuerdo el nombre, bueno, a todo el mundo pidiendo revisar el caso y así poder entrenar en Segunda División B porque yo me veía capacitado. No recibí ni una sola respuesta. Nadie me dijo nada. Nada -asevera Serrano con rabia dando un golpe sobre la mesa-.
AdM: Aquello fue muy injusto. Serrano había ascendido al equipo cuatro categorías empezando por la Segunda Regional y estaba demostrado que valía de sobras para llevar el equipo en la categoría que fuera. Yo confiaba muchísimo en él, para mí era el mejor, pero por mucho que me moví, no conseguí nada. Todo eran puertas cerradas. Al final, cuando vimos que no se podía hacer nada, trajimos a Eduardo Caturla, otro gran entrenador.
- ¿Tuvo escudo el C.F. Peña Madridista Getafe?
AdM: Nunca llegamos a hacer un escudo propio. Empleábamos el sello del club para el papeleo y todas esas cosas, a lo sumo el escudo del Real Madrid C.F. en algún acto, pero escudo como tal, no. Luego, como C.D. Peña Getafe seguimos sin escudo y el año del C.D. Getafe Promesas empleamos las camisetas del Club Getafe Deportivo con el escudo de entonces. Nosotros lo que queríamos de verdad era jugar al fútbol, competir y al escudo nunca le dimos importancia.
- ¿Cómo son sus relaciones actuales con el Getafe C.F., S.A.D.?
(Antes de responder, ambos se miran el uno al otro para, a continuación, lanzar un amargo suspiro y detener su mirada en el suelo).
AdM: No voy a la tribuna porque la persona que manda no me agrada. Es la verdad y no tengo porqué mentir. Así lo siento. Yo le metí en la directiva y yo le saqué. He tenido que pelear con mucha gente, gente que quería aprovecharse… y lo dejo ahí. Luego intentaron desacreditarme a través de la radio, sobre todo un señor que ahora sale en la televisión quien me puso el mote de “El alpargatero”, en cuando yo regentaba una zapatería normal donde estuve 35 años vendiendo zapatos honradamente. Para rematar la caza, me hicieron un voto de censura en 1992. Desde que llegué al Getafe C.F., me di contra muchas paredes. A una pared le sucedía otra, y luego otra y otra.
En la actualidad no voy al campo. Al Getafe C.F. lo veo por la tele, en los partidos que echan y cada día que pasa lo tengo presente. Cuando me muera, le tengo dicho a mi mujer que me ponga una bufanda de color azul. Es mi color y así lo siento.
GS: Un día llegué a la puerta del Coliseum con mi pase de general, como estaba haciendo durante años y años y el conserje, quien me conocía, nada más dejar pasar al que iba delante de mí, me dijo: «Serrano, que sepas que no es cosa mía, pero me han dicho desde arriba que no te deje pasar». «Pues dile a ese que te lo ha dicho -le espeté muy dolido-, que si Serrano es una molestia para el club, ya no lo volverá a ser». Me di media vuelta y me fui hasta mi casa… y hasta ahora.
AdM: No sabía nada Serrano. Me acabo de enterar ahora mismo. Me dejas de piedra. ¿No me digas que tampoco vas al Coliseum? Una persona que ha dado cuatro ascensos al Getafe C.F., ¡que no pueda entrar al campo! Esto es demasiado.
GS: Aún hay más. A los pocos días, como estaba muy fastidiado, me fui hasta la sede del club y llegué hasta donde debía llegar. Allí, en el despacho, me dirigí al que manda y me saqué de la cartera el pase y, después de decirle todo lo que tenía que decirle enterándose todo el mundo, lo rompí en varios pedazos porque si Serrano era una molestia, ya no lo volvería a ser.
Fin de la entrevista.
Y hasta aquí el testimonio, en ocasiones rozando la confesión, de dos personas que llevan al Getafe C.F. en su corazón, que lo han dado todo por el club, que se han desvivido por él y, por circunstancias de la vida, a su avanzada edad se encuentran privadas de sentarse en la grada del Coliseum como jamás debería ser.
Desde La Futbolteca les damos las gracias a Antonio y Gregorio por sus palabras, las pruebas orales y documentales que nos han aportado sirviéndonos para nuestro cometido justificando, muy claramente, que el Getafe C.F. se originó en la Peña Madridista Getafe y, sobre todo, por habernos dedicado parte de su preciado tiempo.
Un fuerte abrazo para ambos.
© Vicent Masià. Diciembre 2017.
por Vicent Masiá
El pasado 21 de abril de 2016 recibimos a través de nuestro correo oficial la queja de un aficionado getafense quien, en pocas palabras, nos venía a decir que el Club Getafe Deportivo no fue constituido en 1946 como durante varias décadas se mantuvo en varios organismos haciéndose extensible a la prensa y que, en realidad, este club tenía su origen en 1923.
Puestos a repasar toda nuestra documentación y a cotejarla con la publicada tanto en la prensa de los años veinte, treinta y cuarenta como en la propia Federación de Fútbol Madrileña, responsable desde el 9 de junio de 1987 de todos los clubs asociados hasta esa fecha en la extinta Federación Castellana de Fútbol, nos dimos cuenta en poco tiempo de que, en efecto, así era y el Club Getafe Deportivo, dado de alta en la Federación Castellana el 10 de enero de 1946 y aparecido en diciembre de 1945, era en realidad la misma personalidad jurídica que el Club Getafe Deportivo constituido en 1923 y asociado desde 1928 a la antigua Federación Regional del Centro de Clubs de Foot-ball hasta su baja federativa en 1932.
CLUB GETAFE DEPORTIVO vs GETAFE FOOT-BALL CLUB
Muchos historiadores o aficionados por cuenta propia quienes han investigado alrededor de la aparición del fútbol en Getafe, tradicionalmente han diferenciado al Club Getafe Deportivo del Getafe Foot-ball Club como si de dos personalidades jurídicas distintas se trataran. Nada más lejos de la realidad; Club Getafe Deportivo y Getafe Foot-ball Club son dos denominaciones distintas que corresponden a una misma personalidad jurídica bautizada en 1923 como Club Getafe Deportivo permaneciendo con este título hasta 1930 para, después de este año, ser oficialmente reconocida como Getafe Foot-ball Club hasta su desaparición en 1932 tal cual consta en los anales de la Federación Regional del Centro de Clubs de Foot-ball.
La razón a este cambio efectuado en 1930 obedece a dos razones; una primera, debida a las confusiones originadas sobre aficionados y periodistas durante el periodo comprendido entre 1923 y el año 1930 cuando el Club Getafe Deportivo era identificado por los aficionados de la región también como Club Deportivo Getafe y simultáneamente como Getafe Foot-ball Club, y una segunda correspondiente a la actividad principal de la sociedad, reducida desde 1924 al fútbol y no a varios deportes como deseaba Filiberto Montagud, lo que acabó deparando su marcha en 1924 al no sentirse identificado con el cariz adquirido por la entidad deportiva.
EL TESTIMONIO DE LA ACTUAL FEDERACIÓN DE FÚTBOL DE MADRID
La consideración de Club Getafe Deportivo (1923-30), Getafe Foot-ball Club (1930-32) y Club Getafe Deportivo (1945-83) como una misma personalidad jurídica no es algo únicamente atribuible al trabajo realizado por el equipo de La Futbolteca, conclusión que no nos ofrece ni una sola duda y a la que llegamos analizando detenidamente todos los aspectos jurídicos protagonizados por esta sociedad durante su existencia.
Retrocediendo en el tiempo, también es la misma conclusión que alcanzaron los rectores de la antigua Federación Castellana y, posteriormente, sus homónimos de la Federación de Fútbol de Madrid cuando en su memoria titulada “FFM, 95 años de historia. 1913-2008”, publicada precisamente en esta última fecha, concedieron en su página 434 un breve espacio al historial federativo de este club describiendo someramente cuál había sido su evolución con cambios de denominación incluidos.
Si la Federación Castellana y una de sus hijuelas, la de Madrid, con toda la documentación manejada tenían bien claro que el Club Getafe Deportivo fue constituido en 1923 habiendo repartido su actividad deportiva en dos periodos, un primero desde 1923 hasta 1932 y un segundo desde 1945 hasta 1983, no íbamos nosotros con la misma documentación manejada por estas organizaciones más lo conseguido a través de apuntes hemerográficos y bibliográficos, a ser quienes dijéramos lo contrario.
Para aquellos que todo esto les suene a chino y no entiendan que un club puede abandonar su actividad y años después, bajo la misma denominación, recuperarla, decirles simplemente que, si no se ha disuelto la personalidad jurídica, como es el presente caso, la RFEF considera a todos los efectos que ambos grupos son los cabos de una misma cuerda y, por lo tanto, el mismo club -personalidad jurídica-.
CRISIS Y AGONÍA DEL CLUB GETAFE DEPORTIVO
El ascenso a Segunda División protagonizado por el Club Getafe Deportivo al término de la temporada 75/76 estando presidido por Pablo Carrillo supuso la gloria para el club azulón tocando su techo deportivo, pero también el inicio de su ocaso. Con Carrillo llegó el fútbol profesional, tener un hueco casi a diario en la prensa deportiva nacional, ser noticia y hacer que Getafe fuera conocido, además de por su base aérea militar, por su club de fútbol al margen de su importante tejido industrial con unos enormes polígonos sede de reconocidas empresas nacionales e internacionales.
Carrillo condujo la primera plantilla a la cumbre, pero como suele pasar en estas circunstancias si difícil es llegar, más lo es mantenerse. La pésima administración de los recursos económicos, siendo el Club Getafe Deportivo una sociedad modesta, trajo la bancarrota con carísimos fichajes que, lamentablemente para sus intereses, luego sobre el campo no cuajaron. En 1980, con el primer equipo en Segunda División, la caja estaba vacía y no había dinero ni para el Club Getafe Promesas, filial azulón que por aquella entonces militaba en Tercera Regional Ordinaria. Carrillo huyó ante el negro panorama que le contemplaba y dejó a la directiva entrante con un gran marrón pues, sin dinero, estos tuvieron que rascarse el bolsillo, dar de baja al filial en la por entonces Federación Castellana y confeccionar plantillas con lo poco que había.
La precariedad financiera provocó que entre 1980 y 1983 tres fueran los inquilinos del sillón presidencial, a razón de uno por temporada, siendo el primero José Luís Parejo, seguido por Eugenio Sanz, con quien se descendió deportivamente a Segunda División B y administrativamente a Tercera División, concluyendo Manuel Estepa a quien le fue reservado el trago más amargo que acabó rematando una breve Junta Gestora provisional encargada de liquidar la sociedad.
DESARROLLO DE LA TEMPORADA 1982/83
Manuel Estepa, presidente de la Junta Gestora que dirigió el Club Getafe Deportivo durante la temporada 82/83 recibió al acceder al cargo recién concluida la temporada 81/82, hablando en términos coloquiales, una patata muy, muy caliente. Con 65 millones de pesetas de deuda, 24 de los mismos pertenecientes a la RFEF en concepto de un anticipo que el seno federativo concedió en el pasado al club getafense, unas taquillas casi ridículas y un número de socios ligeramente por encima de los dos mil, el futuro pintaba exageradamente mal.
Conscientes de la normativa que podía hacer descender al primer equipo de Segunda División B, la categoría asignada tras el descenso deportivo consumado al término de la temporada 81/82, a Tercera División, la directiva getafense sabía de la dificultad de la empresa pero, como la esperanza es lo último que se pierde, confiaban en rehacerse bien fuera en Segunda División B si llegaba algo de liquidez, o en el peor de los casos en Tercera División.
Salido el calendario de Segunda División B a finales de julio con el club inscrito en el Grupo III, para el sábado 21 de agosto a las 17h debían estar obligatoriamente las deudas satisfechas. La directiva, ahogada y sin dinero, no pudo hacer nada. Ni tan siquiera acudir a la RFEF a dar un descargo. Condenados al descenso, sin embargo el lunes 23 la RFEF concedió extraordinariamente un extra de 48 horas a extinguir el miércoles 25 a las 17h; tampoco hubo respuesta azulona. El Club Getafe Deportivo, junto a Ag.D. Almería, Burgos C.F., Levante U.D. y Zamora C.F. descendían a Tercera División.
Preparados para competir en el cuarto nivel nacional, la Tercera División, el Club Getafe Deportivo todavía pudo armar una plantilla relativamente interesante a base de poner sus directivos dinero. Quintos en Liga tras meses de incertidumbre, la gran problemática financiera seguía siendo el principal obstáculo para su supervivencia. Si en agosto de 1982 se debían 65 millones de pesetas, en julio de 1983, tras una nueva auditoría, esta cifra rondaba oficialmente los 79 de los cuales 37 correspondían a cantidades entregadas por los directivos, 30 a la RFEF y 12 a jugadores. Extraoficialmente la cantidad alcanzaba los 90 millones de pesetas.
En el transcurso del campeonato la RFEF estableció el 10 de julio de 1983 como fecha límite para pagar lo adeudado estando citado el Club Getafe Deportivo como uno de los morosos. La inexistencia de alternativas que pudieran dar un mínimo de viabilidad al club hicieron que el nerviosismo se apoderara de los directivos azulones, instalándose el caos a todos los niveles con la lógica preocupación de todos los afectados: jugadores, técnicos, empleados del club y, por supuesto, de los adeudados quienes presagiaban que no iban a percibir ni una peseta.
El Ayuntamiento, quien no podía derramar más dinero de los ciudadanos en un proyecto inviable a todas luces, cerró el grifo decantando su apoyo a una iniciativa paralela que venía desde hacía un par de años gestándose ante el temor de lo que pudiera pasar con el máximo representante local, facilitando y ejerciendo de puente entre el que iba a ser su heredero, el C.D. Getafe Promesas de Antonio de Miguel y los empresarios locales quienes ofrecían su total respaldo para hacer resurgir el fútbol getafense si se empezaba casi, desde cero.
ÚLTIMAS HORAS DEL CLUB GETAFE DEPORTIVO
El mes de junio de 1983 fue caótico para el Club Getafe Deportivo; agotada una soñada ampliación del tradicional aporte económico que el consistorio prestaba a la sociedad, retirados muchos empresarios temerosos de colgar su dinero en un cuerpo inerte a punto de expirar y siendo reacios los directivos afectados a condonar sus deudas, la desaparición de la histórica entidad azulona estaba, ahora sí, más próxima que nunca.
El nerviosismo por la falta de liquidez y la comprobación en primera persona de que no había solución de ningún tipo llevó a la luchadora directiva azulona, la cual sabía haberse metido en un agujero del que se tenían esperanzas en poder salir, a de repente verlo todo oscuro. Sin más, el 21 de junio se presentó una masiva renuncia de todo el cuadro directivo en una asamblea convocada sin aviso que dejó al club sin dirección. Por si fuera poco, se pensaba enviar toda la contabilidad a la Federación Castellana. El desconocimiento de la directiva azulona para estos trámites causó el enojo del secretario federativo quien, alertado por los periodistas, puso el grito en el cielo y conminó a los getafenses a actuar según el Reglamento federativo. La solución estaba clara; convocar una Asamblea Extraordinaria a celebrar, mediante acuerdo de los todavía socios, el día que estos conviniesen para dilucidar el futuro de la sociedad.
DISOLUCIÓN DEL CLUB GETAFE DEPORTIVO
El viernes 1 de julio de 1983 fue la fecha acordada por los socios compromisarios para la Asamblea Extraordinaria, siendo los salones de la Piscina Costa de Vigo el escenario elegido para tan decisiva reunión. En el orden del día, motivo para el cual fueron convocados los asistentes, figuraban varios puntos pero un de ellos destacaba sobremanera: disolución de la sociedad Club Getafe Deportivo o continuidad de la misma. No había nada más, pero la grandiosidad y trascendencia de este punto lo cubría todo.
Antes de proceder a la votación se expusieron los pros y contras de ambas posturas para conocimiento público, la relevancia de la deuda acumulada, su imposible pago y lo que podía pasar en el caso de seguir adelante sin Junta Gestora, sin candidatos y sin prácticamente nada. El patrimonio del club en esos instantes quedaba reducido a los trofeos acumulados durante décadas y a las distintas mudas de la primera plantilla.
El único rayo esperanzador para los allí reunidos fue escuchar a Antonio de Miguel, presidente del C.D. Getafe Promesas, ofrecer el filial, un club con licencia distinta al Club Getafe Deportivo y personalidad jurídica propia constituido en 1976, como nuevo vehículo de la masa social si se votaba por la disolución. El hándicap; competir en Segunda Regional -categoría donde militaba el C.D. Getafe Promesas-, mientras lo positivo, entre comillas; no empezar desde cero por los grandes inconvenientes federativos que esta medida podía acarrear y el tiempo que se precisaría en volver, al menos, a Categoría Nacional.
Procesada toda la información por los allí reunidos, entre la resignación, la rabia y la profunda consternación de todos los asistentes de los cuales en número de 102 eran los compromisarios, llegó el momento de la verdad, el momento de actuar con la cabeza, con el corazón, dejándose arrastrar por el sentimiento o hacer de tripas corazón pensando cada uno en sus respectivos intereses y en los de aquel club que podía dejar de existir o vivir un poco de tiempo más con ventilación asistida. Fuera cual fuera la decisión final, tras el recuento de los votos no había vuelta atrás, era el todo o nada, un paso irreversible. Contabilizados todos los votos el resultado definitivo fue de 92 votos a favor de la disolución por 10 votos a favor de la continuidad. El Club Getafe Deportivo era historia.
DISOLUCIÓN, LIQUIDACIÓN Y EXTINCIÓN DE UN CLUB DEPORTIVO
La disolución de un club deportivo es, sin duda, el peor momento que atraviesa una asociación. Significa el principio de su fin, pues precede a la liquidación y, una vez completada, a la extinción de la asociación, por lo tanto, a la pérdida de la personalidad jurídica, la capacidad de obrar. La disolución-liquidación-extinción es un proceso irreversible y cuando se emprende no hay vuelta atrás. Un club extinto no puede volver a constituirse ni conservar su personalidad jurídica en lo sucesivo y cuando se adopta este paso, es para siempre.
La personalidad jurídica es aquella por la que se reconoce a una persona, entidad, asociación o empresa, con capacidad suficiente para contraer obligaciones y realizar actividades que generan plena responsabilidad jurídica, frente a sí mismos y frente a terceros. Al igual que sucede con las personas físicas, quienes nacen y mueren significando el fallecimiento la pérdida de su personalidad jurídica, con los clubs deportivos ocurre lo mismo y, una vez constituidos, tras años de actividad cuando se disuelven y posteriormente liquidan, pierden su personalidad jurídica. La personalidad jurídica es intransferible y, ciñéndonos a los clubs deportivos, ésta no puede pasar de un club a otro ni ser apropiada por un segundo como si de una misma personalidad jurídica se tratara.
Disuelta una asociación, en nuestro caso club deportivo, el siguiente paso es liquidar los bienes resultantes -patrimonio- los cuales, en el supuesto de haberlos y tratándose una asociación de un grupo de personas u organización con fines no lucrativos, sus beneficiarios serán entidades públicas o privadas que realicen actividades físico-deportivas o tengan otros fines análogos de carácter deportivo. El beneficiario, en resumidas cuentas, dependerá de lo que indiquen los estatutos.
La liquidación de una asociación, es necesario remarcarlo, tampoco será igual en todos los clubs y, dependiendo del patrimonio manejado, este trámite se extenderá más o menos en el tiempo siendo lógicamente de mayor recorrido el de aquellos clubs con mayores bienes. Por el contrario, si estos son escasos o prácticamente nulos, disolución, liquidación y extinción se darán en pocos días, incluso horas. Del mismo modo, aplicando otras variables, cada época abarcará según el legislador una serie de procedimientos que, aun siendo en el fondo todos iguales, tendrán sus particularidades no siendo exactamente igual la extinción de una sociedad de hace cuarenta, cincuenta o cien años atrás que una actual.
Disuelto y liquidado un club deportivo, éste quedará extinto.
Conozcamos a continuación algunas variantes para la disolución, liquidación y extinción de un club deportivo con normativa reciente:
Y hasta una cuarta en donde se hace referencia al Código Civil, cuerpo legal promulgado en 1889 por el cual nos hemos regido los ciudadanos españoles durante décadas:
DE LA DISOLUCIÓN DEL CLUB Y DESTINO DE SUS BIENES SECCIÓN
1ª: De la disolución del Club.
Art. 40º.- 1.- El Club se disolverá por:
a) Voluntad expresa de los socios constituidos en Asamblea General.
b) Sentencia judicial firme que lo ordene.
c) Causas determinadas en el artículo 39 del Código Civil.
2.- Por lo que se refiere al apartado a), la propuesta de disolución podrá ser efectuada por la Junta Directiva en acuerdo adoptado por unanimidad de todos sus miembros, o por solicitud dirigida al Presidente del Club de, al menos, un diez por ciento de los socios de número con derecho a voto.
3.- Producida alguna de estas causas, en el plazo de quince días se procederá por el Presidente, a la convocatoria de una Asamblea General, con este único objeto. El quórum necesario para la constitución de ésta será el de la mayoría simple de socios presentes o representados, requiriéndose mayoría cualificada, cuando los votos afirmativos superen la mitad de ellos. En el caso de que no pudiera constituirse la Asamblea por falta de quórum, se procederá por el Presidente a convocar, de nuevo, la Asamblea General, a celebrar antes de los siete días naturales siguientes. Si en esta segunda tampoco lo hubiere, la propuesta quedará desestimada y no podrá presentarse una nueva hasta transcurrido un año.
4.- Constituida la Asamblea General, el Presidente del Club o el primer firmante de la propuesta, según el caso, expondrá los motivos de la solicitud de disolución, que será sometida a debate. Cerrado éste, se procederá a votar la propuesta, siendo necesario para su aprobación el voto favorable de, al menos, la mitad de los socios de número con este derecho.
5.- Si el acuerdo fuera favorable, los miembros del órgano de representación en el momento de la disolución se convertirán en Comisión Liquidadora, o bien los que designe la Asamblea General, o el juez que, en su caso, acuerde la disolución, que determinará el destino de los bienes resultantes, siendo en todos los casos los beneficiarios entidades públicas o privadas que realicen actividades físico-deportivas o tengan otros fines análogos de carácter deportivo.
EL CÓGIGO CIVIL RESPECTO A LAS PERSONAS JURÍDICAS
Ya que se ha tocado en el ejemplo anterior, veamos pues qué nos dice el Código Civil español respecto a las personalidades jurídicas y cómo encajan los clubs deportivos dentro de este cuerpo legal como asociaciones que son:
Tal cual indica el Artículo 35, las personas jurídicas estarían subdivididas en tres grupos: uno con corporaciones, asociaciones y fundaciones de carácter público, otro con asociaciones civiles, mercantiles o industriales de carácter particular y finalmente un tercero con personas físicas las cuales, a su vez, también son personas jurídicas independientemente de que estén asociadas a una asociación. En cuanto al Artículo 39, muy empleado en el pasado y todavía aplicable en el presente, vemos cuáles son las consideraciones que el legislador aplica a corporaciones, asociaciones y fundaciones para llegar a la disolución y qué se debe hacer con sus bienes -patrimonio- una vez abierta la liquidación.
SOBRE REFUNDACIONES
Siguiendo con el Código Civil y su articulado, detengámonos ahora un momento en algunos de ellos referentes a las personas físicas donde se comprueba la analogía existente entre las personas físicas, quienes también son personas jurídicas y las personas jurídicas centrándonos en los clubs deportivos como asociaciones.
En resumidas cuentas el Código Civil nos dice que si una persona física nace, una persona jurídica se constituye y que si una persona física fallece perdiendo su personalidad civil, cuando una asociación se extingue, también lo hace su personalidad jurídica. En ambos casos la dualidad principio-fin queda manifiesta siendo en las personas físicas el equivalente a nacimiento-muerte y en las personas jurídicas constitución-extinción.
Si seguimos profundizando comprobaremos por nuestros propios ojos que el Código Civil no reconoce ni menciona en parte alguna de su extenso articulado el renacimiento o resucitación de las personas físicas, es decir, la vuelta a la vida tras el fallecimiento y, como es lógico, tampoco lo hace en términos similares con las personas jurídicas obviando mencionar el término “refundación” como vuelta a la vida de una asociación disuelta, liquidada y extinta.
Queda bien claro que si una persona física pierde su personalidad civil cuando fallece, una asociación pierde su personalidad jurídica cuando se extingue, con lo cual hablar de refundaciones, algo muy de moda en el lenguaje deportivo, no viene al cuento y es un error comúnmente aceptado que daña la legalidad y, además, tiene connotaciones que llevan al engaño de los aficionados.
DESAPARICIÓN DE UN CLUB DEPORTIVO
Si bien en el mundo jurídico, a través del Código Civil, existe la figura “desaparición” como declaración previa a la ausencia de una persona física de su domicilio sin dejar un representante legítimo o voluntario que se responsabilice de los bienes del mismo conllevando al magistrado a nombrar un representante legal, en el deporte la desaparición de un club deportivo como personalidad jurídica tiene varias acepciones.
Común es escuchar o leer a menudo noticias relacionadas con la desaparición de tal o cual club referentes a su ausencia a nivel competitivo o como asociación, sobre todo en prensa donde es habitual dar como desaparecido a un club en el momento que deja de estar inscrito en una competición donde, hasta fechas muy recientes, permanecía activo. Esta tendencia, de la cual no nos libramos ninguno, normalmente se aplica a clubs deportivos que, generalmente, a consecuencia de graves e insolucionables problemas económicos primero se disuelven, luego se liquidan y automáticamente se extinguen.
Sin embargo las desapariciones de las asociaciones deportivas no siempre son consecuencia de la extinción de un club arrastrando con ella la personalidad jurídica, sino también obedecen a otros motivos que, sin afectar a la pérdida de la personalidad jurídica, a efectos reales si son comparables con esta figura. Veamos algunos ejemplos:
Un caso típico es aquel en el cual dentro de un club en activo y con una economía más o menos saneada, la directiva en vigor llega al final de su mandato y desea no presentarse a la reelección sin haber paralelamente candidatos que aspiren a tomar el relevo. Bien esa misma junta directiva o junta gestora, convocará en el plazo de entre 15 y 30 días unas nuevas elecciones tras la cuales, sino hay continuidad, el club cesará su actividad. Cada curso que no compita federativamente irá perdiendo una categoría hasta, si se da la circunstancia, cuando se vuelva a inscribir en la federación deberá partir desde la última de las categorías (Ver Artículo 197 de Reglamento de la RFEF). El club habrá desaparecido unos años, pero no estará disuelto, ni liquidado ni extinto.
Otro caso, también común, es el ejemplo de un club que presenta deudas a la federación y no las puede satisfacer momentáneamente decidiendo su órgano directivo no inscribirse para competir la siguiente temporada. Cuando un grupo de asociados, transcurrido uno o varios años decida inscribir nuevamente al club para competir, una vez pagada la deuda podrán arrancar desde la categoría que les asigne la federación, generalmente la más baja si han transcurrido muchos años, siendo a todas luces el mismo club. Como el ejemplo anterior, el club habrá permanecido unos años desaparecido, pero sin ser disuelto, liquidado y extinto.
Después de la lectura de estos ejemplos comprobamos que una desaparición no siempre va ligada a una extinción y que ésta última figura jurídica, siempre dependerá de la decisión de sus socios o de una sentencia judicial. En cambio una desaparición puede ser transitoria o definitiva.
Artículo 197. Renuncia a participar en la competición y la cobertura de vacantes.
2. Si un equipo ya adscrito de antes a una división por haberla mantenido en razón a la puntuación obtenida en el campeonato anterior, renunciase a participar en el próximo, se le incorporará a la inmediatamente inferior y, de producirse idéntica renuncia a participar en ella, a la siguiente, y así sucesivamente.
En el supuesto de que finalmente participase en alguna, no podrá ascender a la superior hasta transcurrida una temporada.
CLUB GETAFE DEPORTIVO, ¿DESAPARECIDO O EXTINTO?
Retomando el hilo del Club Getafe Deportivo llega la hora de evaluar, considerando todo lo explicado hasta esta precisa línea de este mismo párrafo, qué sucedió con esta asociación deportiva el 1 de julio de 1983 y qué fue de ella en lo sucesivo para zanjar de una vez definitiva interpretaciones variopintas que se han dado con posterioridad fundamentadas todas ellas en equívocos, errores, una gran dosis de desconocimiento y, en algunas ocasiones, hasta una no aceptación de la realidad.
Cuando el 1 de julio de 1983 se dieron cita en los salones de la Piscina Costa de Vigo los socios compromisarios del Club Getafe Deportivo, estos no acudieron a una reunión informativa, ni a una Asamblea Ordinaria normal de las que en tantas ocasiones se habían organizado, sino a una Asamblea Extraordinaria convocada por la Junta Directiva cumpliendo a rajatabla con el Reglamento de la Federación Castellana a instancias de su secretario general en la cual, como principal punto de la convocatoria, no se debatía cambiar la denominación de la asociación o ver si se elegía una nueva junta directiva que se hiciera cargo del destino del club, sino que se procedía a realizar una votación trascendente tras conveniente y detallada exposición del estado de las cuentas financieras en la que se ponía en juego la supervivencia de la asociación.
Los 102 socios presentes en aquel salón fueron informados, una vez agotadas y frustradas todas las alternativas al alcance de la directiva, que dos eran las opciones a escoger y, dependiendo de un resultado u otro, el club tendría continuidad o, por lo contrario, una vez disuelto, iniciaba los trámites para ser liquidado y extinto.
Los motivos para llegar a este punto crítico coincidentes con el Artículo 93 del Código Civil fueron varios. Recordémoslos:
1. Imposibilidad manifiesta para realizar el objeto social; no había dinero para pagar las cantidades adeudadas a la RFEF, a los propios directivos y a los jugadores, como tampoco para afrontar la temporada venidera 83/84 en Tercera División o en la categoría que la Federación Castellana determinara con un mínimo de condiciones como pagar la licencia federativa, las fichas de los jugadores, su seguro, al equipo técnico, aprovisionamiento deportivo, los gastos arbitrales, las mudas para los jugadores y los desplazamientos para la disputa de encuentros a domicilio.
2. Por paralización de sus órganos; la Junta Directiva había dimitido en parte, nadie quería responsabilizarse de la gestión, se había hecho un amago de entrega de la documentación del club a la Federación Castellana y el club andaba sin junta directiva, incluso sin junta gestora como ordenaba el reglamento federativo para estas situaciones tan desfavorables.
Nadie obligó a votar en un sentido u otro y todos votaron ajustándose a lo que su conciencia dictaba, ofreciendo un resultado final en el cual, efectuado el recuento, 92 socios votaron a favor de la disolución y 10 votaron a favor de la continuidad. Por voluntad expresa de los socios constituidos en Asamblea General con carácter extraordinario, el Club Getafe Deportivo se auto-disolvía por mayoría absoluta. Tal balance iniciaba de inmediato la constitución de una junta liquidadora encargada de tramitar la liquidación de la asociación, quedando los bienes reducidos a los trofeos conquistados durante años y a las distintas mudas que se conservaban de la temporada anterior. El patrimonio del club, exiguo, no implicaba una liquidación complicada puesto que sin dinero que repartir y siendo el Estadio de Las Margaritas de propiedad municipal, la extinción fue rápida.
¿Qué connotaciones tuvo la extinción del Club Getafe Deportivo? En primer lugar la pérdida de la personalidad jurídica y, por lo tanto, su imposibilidad de obrar o que alguien obrara en su nombre. En segundo lugar su baja federativa y, con ello, la retirada de la licencia para competir en cualquiera de las categorías de la Federación Castellana. En tercer lugar su baja en el Registro de Asociaciones -paso que muchos clubs prescindían de realizar al serles incómodo a los gestores y por eso muchos clubs extintos no constan en los libros del Gobierno Civil- y, en cuarto lugar, la desaparición para siempre del club.
Disuelta, liquidada, extinta y definitivamente desaparecida, es necesario insistir una vez más que no está contemplado en el Código Civil que una asociación, perdida su capacidad de obrar y su personalidad jurídica, pueda ser refundada. Su personalidad jurídica sólo le pertenece a ella y nunca puede ser apropiada por otra apoderándose de su fecha de constitución e historia como si de una misma se tratase. En todo caso la extinta puede ser mencionada como antecesora, pero nada más. Aquí no hay tu tía.
EL RELEVO DEL CLUB GETAFE DEPORTIVO
La desaparición por extinción del Club Getafe Deportivo, a pesar de ser finalmente ejecutada en julio de 1983 por voluntad expresa de la Asamblea General, fue un acto legal que ninguno de los socios deseaba llegara a ocurrir nunca pero, con los pies en el suelo y conociendo de primera mano cuál era la verdadera situación económica del club, todos ellos sabían que más pronto o más tarde iba a terminar sucediendo. En realidad, llegar a este extremo era una simple cuestión de tiempo.
Una de las personas que mayor visión de futuro demostró anticipándose con suficiente antelación a lo que años después iba a ocurrir fue Antonio de Miguel Navas, socio nº44 del Club Getafe Deportivo y socio nº1 y también presidente en junio de 1983 del Club Deportivo Getafe Promesas (no confundir con el Club Getafe Promesas constituido en 1975 y disuelto en 1980), asociación la cual durante el verano de 1982 había firmado un convenio de filialidad con el Club Getafe Deportivo valedero para la temporada 82/83.
Antonio de Miguel, citado como socio compromisario en la Asamblea General del 1 de julio de 1983, expuso a todos los socios asistentes que, en el supuesto de ser disuelto el Club Getafe Deportivo ese mismo día tras la votación, dentro de la negatividad predominante en la sala quedaba un remanente positivo pues, como un atisbo de luz, cabía la posibilidad -como así sucedió- de que el Club Deportivo Getafe Promesas, asociación con personalidad jurídica propia y licencia para jugar en Segunda Regional, se convirtiera en su sustituto heredando la masa social del club extinto para que ésta no se sintiera desamparada y no tuviera que empezar desde cero constituyendo otra asociación.
De Miguel, muy bien asesorado y conocedor a fondo del entramado futbolístico y sus peculiaridades, sabía perfectamente que constituir un nuevo club podía acarrear muchas dificultades, además de ser un golpe muy duro para una ciudad de cierta importancia que contaba por aquella entonces con ciento treinta mil habitantes. Conducir y reorganizar la masa social desde un club ya constituido no era lo mismo que hacerlo desde uno nuevo, sobre todo teniendo muy en cuenta que ya se tenía un camino recorrido, pues el filial se hallaba en Segunda Regional, era el segundo club en importancia y en más alta posición deportiva tras el Club Getafe Deportivo y empezar de nuevo significaba hacerlo dos categorías atrás en Tercera Regional Ordinaria, la última categoría de la Federación Castellana con la consiguiente pérdida de, como mínimo, dos temporadas en el supuesto de que el club ascendiese al final de cada torneo.
Por si fuera poco había en el Reglamento de la RFEF varios artículos que era imperativo no pasar por alto para evitar graves errores. Veamos a qué nos referimos:
Artículo 99. Integración y afiliación en las Federaciones de ámbito autonómico.
3. La federación de ámbito autonómico a la que deba adscribirse un club de nueva creación informará puntualmente a la RFEF de la inscripción del mismo, a los fines que prevén sus disposiciones estatutarias.
Idéntica información será obligado facilitar cuando se trate de eventuales bajas de clubes especificando, en ambos casos, la composición de todos sus órganos y notificando, si los hubiere, los cambios o sustituciones que en los mismos se produzcan.
4. Los clubes de nueva creación quedarán adscritos, una vez cumplidos los requisitos que establecen los apartados anteriores, a la última de las categorías de la Federación de ámbito autonómico de su domicilio, y deberán contar con un terreno de juego que reúna las condiciones reglamentariamente señaladas como mínimas.
Artículo 100. Denominación.
La denominación del Club no podrá ser igual a la de cualquier otro ya existente, ni tan semejante que induzca a error o confusión y en ningún caso podrán ostentar el nombre de otro que hubiera sido expulsado, hasta transcurridos al menos cinco años; si la causa de tal expulsión hubiese sido la falta de pago, será preciso, desde luego, satisfacer la deuda para utilizar su denominación.
Artículo 104. Obligaciones de los Clubes.
1. Son obligaciones de los clubes.
C) Pagar, puntualmente y en su totalidad:
III. Las deudas contraídas, y vencidas a que hace méritos el artículo 192 del presente ordenamiento.
Cuando un club desaparezca o deje de competir sin liquidar las deudas antedichas, la obligación en el pago sobre el club de nueva creación que con independencia de su denominación, comparta alguna de las siguientes circunstancias con el club desaparecido o que haya dejado de competir:
-Que dispute partidos en el mismo campo o terreno de juego, incluso en el supuesto de que variara su denominación.
-Que disponga del mismo domicilio social.
-Que alguno de sus fundadores o directivos del nuevo club, lo fuera del club desaparecido.
-Que el club de nueva creación y el desaparecido tengan la misma estructura deportiva de base.
-Que utilice una equipación de juego igual o similar.
-Que utilice un escudo similar.
-En general, cualquier indicio que induzca a la confusión entre ambos clubes y cuando exista similitud o identidad objetiva y subjetiva entre ambos clubes.
Conociendo de primera mano estas premisas, Antonio de Miguel, sus asociados en el Club Deportivo Getafe Promesas y quienes desearan sumarse a la empresa de convertirse en herederos del Club Getafe Deportivo no podían ni debían arriesgarse en constituir una nueva asociación puesto que, en el caso de hacerlo, incurrían de pleno en el epígrafe III del punto C del Artículo 104 donde se decía que, habiendo desaparecido un club sin liquidar las deudas, el club de nueva creación que compartiera no todas, sino algunas de las circunstancias especificadas, tenía la obligación en el pago.
El hipotético nuevo club, de haberse constituido, obviamente no las cumplía todas, pero sí la mayoría: debía jugar en el Estadio de Las Margaritas como recinto de mayor capacidad en la localidad para albergar a la masa social, el domicilio de este recinto era la Avenida de las Ciudades, el nuevo club y el extinto habrían compartido la misma estructura deportiva de base, además de que había una posibilidad muy elevada para vestir íntegramente de azul -el color tradicional del primer club getafense- y lucir un escudo similar para no perder conexión con el extinto.
Descartada de raíz la peligrosa iniciativa de aventurarse en la constitución de un nuevo club, opción que fue calibrada profundamente con bastante anterioridad a la propia extinción del Club Getafe Deportivo, Antonio de Miguel hizo lo que, sin duda, a todos más convenía tras la disolución del Club Getafe Deportivo el 1 de julio de 1983; seguir al menos unos días más con la personalidad jurídica identificada como Club Deportivo Getafe Promesas, con plaza en Segunda Categoría y convertida por obligada aclamación popular como heredera del club azulón y, sobre todo, dejarla inscrita para competir en la temporada 83/84.
Días después, consolidada la extinción del Club Getafe Deportivo, el camino quedó expedito para ser ya el primer club local, tras lo cual, aun no fiándose de la actitud que pudiera tomar la RFEF por los artículos anteriormente citados, la directiva del Club Deportivo Getafe Promesas con Antonio de Miguel al frente decidió el 8 de julio realizar una serie de cambios con un triple propósito; atraer de un lado a la afición local, por otro borrar huellas que, a los ojos de la RFEF, les vincularan con el Club Getafe Deportivo con las consecuencias que esto podía suponer y en tercer lugar, vender la imagen de que se trataba de un club nuevo, no en el sentido literal de estar recién constituido, sino en el sentido de ser una alternativa con un futuro por forjar.
Los cambios fueron dos y muy sencillos; en primer lugar cambiar el nombre del club. La denominación Club Deportivo Getafe Promesas coincidía tres cuartas partes con la de Club Getafe Deportivo e inducía a la confusión, pero además el club ya no era una asociación para jóvenes promesas sino el máximo representante local a todos los efectos. Adoptar el nombre de Getafe Club de Fútbol era una buena opción. En segundo lugar también era imperativo cambiar la seña de identidad, es decir, el escudo. Diseñado por Gregorio Serrano y conservando la forma circular del extinto se sustituyó la bandera ondulante por el escudo municipal, un gesto calculado adecuadamente para que todos los ciudadanos no tuvieran vacilaciones para identificarse con el proyecto. El relevo quedaba consumado.
EL ORIGEN DEL GETAFE CLUB DE FÚTBOL, S.A.D.
Cuando cualquier aficionado intenta averiguar cuál es el origen del actual Getafe Club de Fútbol, S.A.D., dependiendo de la fuente consultada y de los intereses que haya tras ésta, encontraremos una información que, tras muchas vueltas, finalmente va a parar a una fecha concreta. En unos sitios aparece 1983, año en el cual surge la denominación Getafe Club de Fútbol dándose a entender equivocadamente que se trata de un nuevo club; en otros aparece 1946, en referencia al año en que fue reactivado y reinscrito en la Federación Castellana el extinto Club Getafe Deportivo como si ambos clubs fueran la misma personalidad jurídica; en algunos menos aparece un doble origen indicando que el club se fundó en 1946 y en 1983 se refundó (sic) y, por último, incluso hay quien aún quiere llegar más lejos y reivindica, con mucho atrevimiento, 1923 como fecha en la que surgió la primera asociación local que jugó al fútbol de forma organizada.
Muy pocos en cambio, y siempre con la boca pequeña, sin hacer apenas ruido, son los que aciertan y dicen la verdad cuando citan 1976 como año en el que se inició la historia del actual Getafe Club de Fútbol, S.A.D. Curiosamente se trata de medios oficiales donde reposa la documentación entregada por el club o medios oficialistas que, habiendo examinado la trayectoria, documentación y aportes hemerográficos, coinciden de pleno con esta fecha. Nosotros, sin ser precisamente oficialistas, en este caso en concreto nos sumamos a ellos. Y lo vamos a explicar.
La historia de este club se inicia indirectamente en 1974 cuando tres amigos, Antonio de Miguel Navas junto a dos amistades más, José Moreno Pérez y un amigo apellidado Barrera, todos ellos simpatizantes del Real Madrid Club de Fútbol y residentes en la localidad de Getafe, decidieron por mutuo acuerdo constituir y registrar una peña deportiva titulada Peña Madridista de Getafe dedicada en exclusiva a esta asociación con domicilio en la capital del Estado para participar de forma conjunta y compartir unos intereses comunes donde, entre otros, destacaba trasladarse hasta el Estadio Santiago Bernabéu los días de partido para ver a su equipo.
Esta peña, presidida en principio por José Moreno y a continuación por Antonio de Miguel, con el paso del tiempo fue creciendo en número de asociados hasta el punto de, llegados a 1976, tener mimbres suficientes como para constituir un club de fútbol. Pensado y hecho, la idea de disponer de un club dedicado al fútbol era una aspiración de todos, con lo cual inscribirlo el 1 de septiembre de 1976 en la por entonces Federación Castellana fue un paso que les llenó de orgullo. Con De Miguel en el cargo de presidente, el equipo fue emplazado en el Grupo II de Tercera Regional Ordinaria, la última de las categorías regionales gestionadas por la Federación Castellana, obteniendo gracias a la calidad de los muchachos que formaban la plantilla el primer puesto en la temporada 76/77 y, con ello, el ascenso de categoría.
Con una personalidad jurídica distinta a la provista por la Peña, es un error habitual confundir la personalidad jurídica Peña Madridista de Getafe con la personalidad jurídica Club de Fútbol Peña Madridista de Getafe, la asociación de fútbol disponía de unos Estatutos propios que le otorgaban autonomía, haciendo del Polideportivo de San Isidro, un recinto inaugurado en 1974, su feudo para los encuentros domésticos. Décimo en el Grupo I de Tercera Regional Preferente en la campaña 77/78, en la edición 78/79 fue tercero en el Grupo II, encontrándose en la sesión 79/80 dentro del Grupo II con el Club Getafe Promesas, asociación constituida en 1975 que actuaba como filial del Club Getafe Deportivo, el cual venía de perder su plaza en Segunda Regional. Al final, los peñistas fueron cuartos y los jóvenes del Promesas sextos, ascendiendo los peñistas finalizado el torneo al surgir una vacante en Segunda Regional.
Concluida la temporada, en el Club Getafe Deportivo afloraban ya los números rojos consecuencia de su paso por Segunda División, categoría profesional de gran exigencia donde el balance económico-deportivo no siempre cuadra. A resultas de este desequilibrio financiero, la directiva azulona se vio obligada a hacer cuentas decidiendo, en contra de su voluntad, ser pragmáticos disolviendo la junta directiva del Club Getafe Promesas a quien no podía mantener y después, dándole de baja en la Federación Castellana para acabar vendiendo su licencia federativa a un novel C.F. Griñón. Es decir, el filial azulón entraba en la categoría de los desaparecidos.
En la campaña 80/81 el Club de Fútbol Peña Madridista de Getafe se estrenó en el Grupo I de Segunda Regional con un notable séptimo puesto. La directiva peñista, que tenía su sede en el número 6 de la calle Galicia, por entonces era el tercer club en importancia dentro de la ciudad tras la Agrupación Deportiva Uralita -en Regional Preferente- y frecuente era ver cada domingo en el Polideportivo de San Isidro a multitud de aficionados apoyando a los blancos.
LOS PREPARATIVOS PARA SUSTITUIR AL CLUB GETAFE DEPORTIVO
Cuando en 1976 Antonio de Miguel y sus compañeros de la Peña Madridista de Getafe decidieron constituir un club de fútbol, ninguno de ellos, ni por asomo, imaginaba que a los pocos años iban a adquirir un papel protagonista tan relevante dentro del fútbol local. La aventura que habían emprendido era un proyecto más bien de amigos, incierto en su prolongación a lo largo del tiempo que se desconocía cuándo podía acabar, pero serio mientras durase hasta el punto de alcanzar la Segunda Categoría al término de la temporada 79/80.
La tremenda crisis instalada a bordo del Club Getafe Deportivo, no deseada pero no por ello inesperada a resultas del balance negativo que ofrecía la economía del club militante en Segunda División, fue un punto de inflexión en su historia, la historia de un club modesto de regional capaz por su magnitud de cambiar su idiosincrasia transformándose en una asociación con un fin muy diferente al establecido originalmente en su constitución. El desfallecimiento deportivo y financiero del primer club local era un hecho evidente que todos en Getafe sabían de sobra y ya en 1981, previniendo una disolución casi inminente, no era el momento de cruzar los brazos y abandonar a la masa social a su suerte. Por encima de todo, adelantándose a lo que podía ocurrir, había que tomar una solución práctica y convincente que no dejara cabos sueltos; era el momento de preparar un sustituto.
Como indica el propio Antonio de Miguel en una de sus entrevistas de 2006, como socio número 44 del Club Getafe Deportivo a la par que presidente de la Peña Madridista de Getafe y del Club Peña Madridista de Getafe “no podíamos permitir que un pueblo como este se quedara sin fútbol”, por lo que antepuso los intereses del principal club de su ciudad por delante de su amor por el Real Madrid C.F. sacrificando el club que él mismo había constituido, el de la Peña.
La sustitución del Club Getafe Deportivo, aunque próxima, se desconocía por completo en qué momento exacto podía producirse; dentro de una temporada, dos… tres, era impredecible, por lo que el primer paso era desligarse de cualquier etiqueta madridista para evitar futuras polémicas en una localidad con gran peso colchonero, superior al merengue. Concluida la temporada 80/81 se tomaba el nombre de Club Deportivo Peña Getafe, denominación reflejada en la Federación Castellana con el cual se compitió durante la campaña 81/82.
Esta temporada fue caótica para los azulones. Si en 1980 Pablo Carrillo fue sustituido en la presidencia por José Luis Parejo, harto este de poner dinero en 1981 cedió su puesto a Eugenio Sanz quien tampoco se iba a librar de rascarse el bolsillo. Por si fuera poco, víctima de las telarañas existentes en la hucha, la plantilla elegida estaba repleta de parches escogidos por obligación y no por selección por lo que, no habiendo para más, el equipo terminó descendiendo como colista a Segunda División B. Esto, deportivamente hablando. Desde el punto de vista económico fue muchísimo peor; denuncias de jugadores por impago, advertencias de perder la categoría administrativamente por parte de la RFEF al considerarlo moroso, pleitos por todas partes hacían la situación muy complicada de llevar.
En aplicación al acuerdo tomado en la Asamblea Extraordinaria del 9 de octubre de 1981 por la RFEF, aquellos clubs que no hubieran satisfecho el sábado 21 de agosto de 1982 lo adeudado tanto a sus jugadores profesionales como a la propia RFEF en concepto de préstamos percibidos en la temporada 80/81 asumidos por los clubs, perderían la categoría.
A principios de julio de 1982 había tiempo suficiente para que se produjese el milagro y, como todo en esta vida, cualquier cosa podía pasar, desde la aparición de un empresario con recursos, un trato satisfactorio con la RFEF, un anticipo por parte del ayuntamiento que presidía Jesús Prieto de la Fuente, toda especulación estaba en el horizonte pero antes que nada era no urgente, sino urgentísimo, poner los cimientos para disponer de un sustituto por si se torcían las cosas demasiado. El 10 de julio, estando el Club Getafe Deportivo presidido por Manuel Estepa y el Club Deportivo Peña Getafe por Antonio de Miguel, con conocimiento del consistorio local al intervenir en la mediación y ser parte interesada -no en balde era el propietario de terreno de juego- ambos clubs firmaban un acuerdo de filialidad valedero por una temporada (Artículo 109 del Reglamento RFEF) renovable en el futuro. Entre los puntos destacados constaban el cambio de nombre del Club Deportivo Peña Getafe a Club Deportivo Getafe Promesas, la permuta de colores del nuevo filial de íntegramente blanco a íntegramente azul y el paso de este club como nuevo inquilino del Estadio de Las Margaritas dejando atrás el Polideportivo de San Isidro.
Llegado el sábado 21 de agosto nada cambió en el Club Getafe Deportivo y, a tenor de lo acordado por la RFEF, el club debía descender a Tercera División. Reunidos el lunes 23, sin embargo la RFEF en medio de un acto paternalista, aunque su presidente Pablo Porta lo negara horas después, acordó dar una moratoria de 48 horas por lo que el miércoles 25 de agosto hasta las 17 horas había una última oportunidad. Asumiendo que la deuda era imposible de pagar, no hubo movimiento económico alguno y se consumó el descenso administrativo, el segundo tras el deportivo en una misma temporada.
La temporada 82/83 se presagiaba si cabe todavía más angustiosa para el primer equipo azulón: 24 millones de deuda a la RFEF, cuatro a varios jugadores profesionales, una cantidad de socios sensiblemente inferior a la de años pasados y un equipo sumido en una poco atractiva Tercera División. En cuanto al Club Deportivo Getafe Promesas, su papel no iba a diferir demasiado respecto a sus últimas presencias en Segunda Regional. Sin deudas y la plantilla de la temporada anterior con ligeros retoques, sólo el cambio de denominación, colores y terreno de juego rompían la monotonía mostrada por los hasta hace poco peñistas. En el horizonte, una tensa espera por lo que pudiera pasar al finalizar el campeonato.
Quintos los azulones en Tercera División y quintos los peñistas en Segunda Regional, el 1 de julio de 1983, para desesperación de sus aficionados, ya sabemos cómo acabó todo.
SOBRE LA PRETENDIDA FUSIÓN CLUB GETAFE PROMESAS – CLUB DEPORTIVO PEÑA GETAFE EN 1982
Uno de los capítulos que suelen tener cabida en cualquier artículo que haga referencia a la historia del Getafe Club de Fútbol, de hecho la misma web oficial del club lo cita, es el de una presunta fusión consumada el 10 de julio de 1982 mediante la cual las asociaciones Club Getafe Promesas y Club Deportivo Peña Getafe sellaron su unión dando como resultado al Club Deportivo Getafe Promesas. En estos artículos, generalmente copiados los unos de los otros sin investigar profundamente si el hecho tuvo lugar o no, se expone alegremente y sin fundamento que hubo un contrato entre los dos mencionados pretendiéndose dar con ello validez, sin saber exactamente con cuáles intenciones, a un pacto que, como ahora demostraremos, nunca se pudo materializar.
Como todos sabemos o deberíamos saber, para que se lleve a cabo una fusión entre una o más sociedades, es decir, un contrato por el cual estas personas jurídicas consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar un servicio (Ver Código Civil, Artículo 1254), es necesario que ambas partes estén activas -vivas- de modo que tengan capacidad para obrar. Como es obvio, a una asociación desaparecida por extinción, disuelta, sin junta directiva o sin representante legal, le será imposible obrar lo mismo que ocurre con los fallecidos. En conclusión; una persona jurídica inerte no puede formalizar un contrato.
En virtud al párrafo anterior, si volvemos en el camino hacia atrás y hacemos algo de memoria, recordaremos que en 1980 la junta directiva del Club Getafe Promesas fue disuelta y el club dado de baja en la Federación Castellana al carecer de recursos para mantenerse siendo su licencia federativa traspasada al C.F. Griñón. Siendo que para firmar un contrato, en este caso una fusión entre dos asociaciones deportivas, es imprescindible y obligatorio que ambas partes estén vivas, ¿puede alguien explicar cómo un club activo y con junta directiva, el Club Deportivo Peña Getafe, pudo fusionarse el 10 de julio de 1982 con un club inactivo -Club Getafe Promesas- desde hacía dos años atrás sin junta directiva o representación legal? ¿Puede alguien decirnos en qué día y hora de 1982 fue reorganizado el Club Getafe Promesas desaparecido en 1980 constituyendo una nueva directiva? ¿Puede alguien demostrar que el Club Getafe Promesas se dio de alta en la Federación Castellana antes del 10 de julio de 1982?
Sigamos adelante con más pruebas, ahora alejados del Código Civil y centrándonos en el Artículo 107 del Reglamento General de la RFEF, vigente desde tiempos de Maricastaña que hace referencia a las fusiones a ver qué nos dice para tener otro punto de vista, en esta ocasión relacionado con los pasos a dar por dos clubs que desean fusionarse.
En el primer punto nos damos ya de bruces; para fusionarse dos clubs es requisito indispensable que ambos pertenezcan a la misma federación de ámbito autonómico. Por sentado queda que los dos han de estar domiciliados en la misma ciudad como también federados. Si los dos o uno de los dos no lo está, lo mismo da que sean de la misma localidad, simple y llanamente no se admite a trámite. En el segundo punto, cambio de denominación al margen, queda patente que el club resultante quedará adscrito a la categoría más elevada de los dos si es que, respectivamente, cada uno tiene plaza en una distinta. Entonces, ¿qué motivos tenía supuestamente el Club Deportivo Peña Getafe para unirse a uno inactivo durante dos años el cual, según el Reglamento, debía empezar desde Tercera Regional Ordinaria? No lo piensen más, yo se lo digo: ninguno. Cero. Carece de toda lógica.
Los puntos tercero y cuarto no nos afectan en el presente caso y del quinto, tan solo decir que el club absorbente siempre conservará su personalidad jurídica pues el absorbido, al integrarse en la estructura del otro de pleno, perderá la suya al quedar extinto. El punto sexto rezuma sentido común por todas partes pues, para consensuar una fusión, es razonable que ambas partes acuerden dar este tan significativo paso mediante sus respectivas Asambleas Generales. Proceder sin la autorización de los socios no es sólo una falta de respeto, sino un acto denunciable. Inadmisible.
Por último, el punto séptimo nos indica, por si había alguna duda, qué organismo autoriza las fusiones y quién se hace depositario de toda la documentación. Es decir, por si alguien se ha perdido, no hay fusión si la RFEF no da su visto bueno y si lo da, todos los papeles han de estar bajo su custodia.
Si la RFEF se hace responsable de autorizar las fusiones y toda la documentación, como hemos leído en el Artículo 107, pasa por sus manos, quién mejor que el máximo organismo nacional en cuestiones futbolísticas para comprobar si hubo o no acuerdo el cual, como estamos verificando paso a paso, jamás tuvo lugar. Veamos pues qué club figuraba en el Anuario de 1983 donde se refleja la temporada 82/83 y si se confirma lo apuntado en todo el artículo:
De haberse consumado la fusión, el contrato que unía a ambas asociaciones, es visible y notorio que el Club Deportivo Peña Getafe habría absorbido al Club Getafe Promesas puesto que, como se ve en este extracto del Anuario de 1983, el club resultante tendría como fecha de alta federativa la del Club Deportivo Peña Getafe, o sea, 1 de septiembre de 1976 y no el 1 de septiembre de 1975, fecha de alta del Club Getafe Promesas, la asociación más antigua de las dos. No sólo eso, la razón social es el Bar Teo, sede de los peñistas con su número de teléfono habitual para gestionar la administración del club. Este club, presidente incluido es el mismo que el del Anuario de 1982, correspondiente a la temporada anterior 81/82:
Que a su vez, cuadra a la perfección por si alguien tiene alguna duda todavía, con un viejo conocido constituido en 1976 por miembros de la Peña Madridista de Getafe cuyo máximo dignatario era Antonio de Miguel Navas, presidente también del club de fútbol que solía jugar en el Polideportivo de San Isidro tal cual se ve en el Anuario de 1981 donde se resume la temporada 80/81:
Analizando las dos últimas imágenes donde en los anuarios federativos se cita a un mismo club, denominado como C.D. Peña Getafe entre 1981-82 y como C.F. Peña Madridista Getafe entre 1976-81 constituido el 1 de septiembre de 1975, es obligatorio aclarar, para que nadie se lleve a engaño, que esta fecha indicada por la RFEF en los anuarios correspondientes a los años 1981 y 1982 es errónea y, en su lugar, debió constar 1 de septiembre, pero de 1976, fecha de constitución real del C.F. Peña Madridista Getafe. Si alguien tiene dudas al respecto y cree que se trata de un amaño deliberado por parte de La Futbolteca, basta con consultar la Federación Madrileña, ver los papeles de inscripción federativa del C.F. Peña Madridista Getafe, consultar con su fundador Antonio de Miguel o bien, en el plano de resultados y clasificaciones, consultar en los archivos de la Federación Madrileña o en prensa, cómo en la temporada 1975/76 compite el Club Getafe Promesas en Tercera Categoría permaneciendo el C.F. Peña Madridista Getafe ausente de cualquier torneo al no existir y cómo, en la temporada siguiente 1976/77, el Club Getafe Promesas compite en Tercera Categoría Preferente mientras el C.F. Peña Madridista Getafe, recién constituido e inscrito en la Federación Castellana el 1-9-1976 compite en Tercera Categoría, la última de las organizadas por la Castellana.
En el anuario federativo del año 1983, donde se cita al C.D. Getafe Promesas, club anteriormente denominado originalmente C.F. Peña Madridista Getafe y luego C.D. Peña Getafe, observamos que la RFEF ya se ha percatado del error mantenido en los anuarios de 1981 y 1982, corrigiendo la fecha de constitución y dejándola en 1-9-1976, la real.
CLUB GETAFE PROMESAS Y CLUB DE FÚTBOL PEÑA MADRIDISTA GETAFE: DOS VIDAS SEPARADAS
Demostrado que Club Getafe Promesas y C.D. Getafe Promesas son dos personalidades jurídicas totalmente distintas, que en 1982 no hubo fusión entre Club Getafe Promesas y C.D. Peña Getafe y, en definitiva, el C.D. Getafe Promesas fue denominado anteriormente C.D. Peña Getafe y originado como C.F. Peña Madridista Getafe, a continuación exponemos las trayectorias deportivas de las asociaciones Club Getafe Promesas y C.F. Peña Madridista Getafe/C.D. Peña Getafe/C.D. Getafe Promesas entre las temporadas 1975/76 y 1982/83 estableciendo una comparativa donde se refleja la evolución deportiva de cada una.
Adviértase cómo el Club Getafe Promesas se inicia en la temporada 1975/76, el C.F. Peña Madridista Getafe lo hace en la temporada 1976/77 y cómo la temporada 1979/80 es la última del Club Getafe Promesas al ser disuelto. Luego, en la temporada 1980/81 el C.F. Peña Madridista Getafe conserva su denominación original, en la 1981/82 cuando el Club Getafe Deportivo empieza a mostrar alarma de colapso el C.F. Peña Madridista Getafe cambia a C.D. Peña Getafe y, finalmente, cuando el Club Getafe Deportivo agoniza, el C.D. Peña Getafe cambia e la 1982/83 a C.D. Getafe Promesas.
En la temporada 1983/84, una vez extinguido el Club Getafe Deportivo, el C.D. Getafe Promesas se convierte en el primer club de la ciudad de Getafe y, por consiguiente, en su máximo representante dentro del panorama futbolístico español, paso tras el cual y, según todo lo explicado en los párrafos anteriores, el 8 de julio de 1983 adopta el nombre de Getafe Club de Fútbol partiendo desde la última categoría ocupada bajo la denominación C.D. Getafe Promesas, es decir, la Segunda Categoría.
¿SON CLUB GETAFE DEPORTIVO Y GETAFE CLUB DE FÚTBOL EL MISMO CLUB?
Cuando el Club Getafe Deportivo entró en una insoportable agonía comenzado el año 1983, llegados al mes de junio su situación se volvió más crítica si cabe. Sin esperanzas reales de conseguir la cantidad de dinero necesaria para cancelar las deudas contraídas en el pasado, las amenazas que rondaban sobre su futuro inmediato eran varias y extremadamente complicadas pero dos de ellas, como losas colgadas a la espalda, preocupaban sobremanera y ninguna de ellas demasiado halagüeña. En manos de la RFEF como estaba, si no se pagaba el 21 de agosto se corría el riesgo de descender una nueva categoría por la vía administrativa con lo cual la Regional Preferente, un campeonato sin atractivo para una afición acostumbrada a estar deportivamente más arriba, le condenaba al ostracismo y, por otra parte, aplicándose el Artículo 49 se le podía retirar la prestación de servicios federativos, prohibirse la disputa de partidos o incluso prohibirse la expedición/renovación de licencias de futbolistas, entrenadores o cualquier técnico con lo que quedaba virtualmente paralizado para desarrollar los fines con los cuales la asociación fue constituida.
Ante tan negativo panorama, rodeado como estaba por problemas insalvables, el Club Getafe Deportivo optó por la auto-disolución concretando legalmente este definitivo paso el 1 de julio sin esperar a más y sin conceder una nueva moratoria a una vida que daba irremisiblemente las últimas bocanadas de aire. Su sustituto, el Club Deportivo Getafe Promesas estaba preparado para tomar el relevo, carecía de cuentas monetarias pendientes y, limpio de polvo y paja, disponía de una licencia en Segunda Regional que fue ofrecida como cheque en blanco por el presidente de esta asociación, Antonio de Miguel, a los socios del Club Getafe Deportivo para que aquellos quienes lo desearan, respetándose su alta como socios en el club extinto, pasaran a engrosar las filas de un modesto club con apenas unos de antigüedad y escaso repertorio de títulos donde podían mantener un vínculo asociativo truncado irremediablemente en 1983.
La migración de los que fueran socios del Club Getafe Deportivo al Club Deportivo Getafe Promesas, proceso efectuado con posterioridad al 1 de julio, junto con la herencia de trofeos y mudas otorgada por la junta liquidatoria en correspondencia al único patrimonio que le restaba al club extinto hacia el club presidido por Antonio de Miguel, incluso su himno, ha sido interpretado por parte de la afición del actual Getafe Club de Fútbol, S.A.D. como una demostración de que ambas asociaciones, extinta y heredera, eran la misma personalidad jurídica pero, como ya se ha demostrado largamente y con pruebas de todo tipo a lo largo de lo escrito anteriormente en este artículo, esta interpretación anda muy lejos de la realidad puesto queda probado suficientemente que el Getafe Club de Fútbol (nueva denominación del Club Deportivo Getafe Promesas desde el 8 de julio de 1983) no es una asociación continuadora, sin solución de continuidad de la que originalmente se constituyó en 1923, sino una continuación de la personalidad jurídica constituida en 1976 como Club Peña Madridista de Getafe que en 1981 cambió a Club Deportivo Peña Getafe y en 1982 a Club Deportivo Getafe Promesas.
Olvidan o no quieren ver algunos de los aficionados del Getafe Club de Fútbol, S.A.D., que en la Asamblea General del 1 de julio de 1983 tuvieron lugar dos actos trascendentes como son, de una parte la disolución, liquidación y extinción del Club Getafe Deportivo y, de otra, la legitimación del Club Deportivo Getafe Promesas como heredero patrimonial del club extinto ante el consenso de los asistentes. Que un club en trámite de liquidación legitime a otro club como heredero de lo que reste de su patrimonio previo a su definitiva extinción no significa, en absoluto, que ambos clubs sean la misma personalidad jurídica e interpretar lo contrario será un rotundo error fácilmente desmontable.
Resumiendo, lo sucedido en julio de 1983 no es comparable en forma, en fondo y en hechos a lo acontecido a finales de 1945 cuando un grupo de aficionados locales reorganizaron el Club Getafe Deportivo desaparecido en 1932 como Getafe Foot-ball Club y constituido en 1923 como Club Getafe Deportivo, circunstancias donde sí se pudo aplicar una voluntad continuadora, sin solución de continuidad tal cual reconoció la Federación Castellana en su momento.
PRIMEROS REGISTROS Y CLASIFICACIONES DEL GETAFE CLUB DE FÚTBOL
Continuando con la exposición de pruebas fehacientes que demuestran sin reservas y sin margen para las interpretaciones que el Getafe Club de Fútbol tiene su origen en 1976, debemos ahora considerar lo que aportan tres organismos clave en la organización y administración de competiciones donde se comprobará cómo a nivel regional, con la Federación Castellana primero y la Federación de Fútbol Madrileña después y, a nivel nacional, con la Federación Española los datos proporcionados por el propio interesado, el actual Getafe Club de Fútbol, S.A.D., son los que son y, además, irrefutables.
Para empezar daremos comienzo con el apartado registral contenido en la Real Federación Española de Fútbol y divulgado a través de los Anuarios RFEF donde este organismo recoge a nivel nacional los datos de todos los clubs asociados a través de las respectivas federaciones territoriales. A su vez, los datos contenidos en las territoriales son proporcionados por los clubs quienes están obligados a facilitar cada temporada el nombre con el cual van a competir, por si lo han modificado, el domicilio social, junta directiva, dirección del terreno de juego y medidas oficiales, colores del uniforme titular y reserva, etc. Es decir, de forma transparente cada club declarará ante su federación regional cuál es la última puesta a punto para hacerla pública en interés de sus adversarios de competición siendo obvio que ninguno modificará sus datos sin aportar documentación que los justifiquen. Para que se entienda; un club, pese a que cambie de denominación, seguirá siendo la misma personalidad jurídica y competirá en la última categoría asignada -salvo ascenso o descenso deportivo- conservando su fecha de alta federativa y, por supuesto, su fecha de constitución las cuales no se verán afectadas.
Traslademos ahora esta información a los Anuarios. En el caso del Getafe Club de Fútbol, S.A.D., poco detallado en los ejemplares de los años 1978, 1979 y 1980 al militar en muy bajas categorías (en 1977 no hubo edición del Anuario RFEF), tenemos una personalidad jurídica que se da de alta en la Federación Castellana el 1 de septiembre de 1976 bajo el nombre de Club Peña Madridista Getafe, cuyo presidente es Antonio de Miguel Navas, juega en el Polideportivo de San Isidro cuyo teléfono es el (91) 695 80 70 y un teléfono de contacto con los gestores de la asociación que es el (91) 695 42 70. Los mismos datos se emplearán en 1981 cuando esta personalidad jurídica cambie a Club Deportivo Peña Getafe siendo válidos para la temporada 81/82.
En 1982 la personalidad jurídica cambiará a Club Deportivo Getafe Promesas al establecerse un convenio de filiación con el Club Getafe Deportivo valedero por una temporada, 82/83. El Anuario RFEF de 1983 reflejará estos cambios, constatándose que el presidente de la asociación es el mismo, el teléfono de contacto con la junta invariable (91) 695 42 70 mientras que, como novedad, el domicilio social es distinto y ahora aparece localizado en el Bar Teo. Fruto del convenio de filiación con el Club Getafe Deportivo se pasará de vestir íntegramente de blanco a hacerlo de azul, posibilitando el Ayuntamiento local como propietario del terreno de juego, el uso del Estadio de Las Margaritas.
El 1 de julio de 1983, al quedar extinto el Club Getafe Deportivo, el Club Deportivo Getafe Promesas se hará cargo de su legado patrimonial, trofeos y mudas, y aquellos miembros de la masa social que lo deseen, adoptando el 8 de julio la denominación Getafe Club de Fútbol. Evidentemente no se trata de un club de nueva constitución y el Anuario RFEF de 1984 seguirá reflejando al mismo presidente electo en 1976, Antonio de Miguel Navas, su mismo teléfono de contacto, (91) 695 42 70, con la salvedad de que ahora aparece como domicilio social la Avenida de las Ciudades, sede del Estadio de Las Margaritas y adjunto el número de teléfono de este complejo deportivo, el (91) 695 96 43.
Por último, dentro de las pruebas concernientes a los Anuarios RFEF, se expone lo aparecido en el ejemplar de 1985, por si hubiera algún error-despiste en el de 1984 que como se puede observar no lo hay y, al margen, a modo de colofón, los datos del Club Getafe Deportivo en su última temporada en activo reflejada en el Anuario RFEF de 1983.
Afrontemos ahora el apartado clasificativo. Para ello nos basaremos en la mejor de las fuentes posibles; la proporcionada por la Real Federación de Fútbol de Madrid, actual denominación adquirida el 20 de enero de 2014 por el organismo constituido el 9 de junio de 1987 como Federación Madrileña de Fútbol y titulado Federación de Fútbol de Madrid con fecha 1 de diciembre de 1988. Tras la extinción de la Federación Castellana el 6 de junio de 1987 es una de las dos herederas legítimas, la otra es la Federación de Fútbol de Castilla-La Mancha, que recogieron su legado.
En el recopilatorio editado en 2008 por este organismo regional conmemorando los 95 años de fútbol castellano a nivel federado, dentro de su amplia despensa de datos, historia y anécdotas encontraremos las clasificaciones del actual Getafe Club de Fútbol, S.A.D. a lo largo de sus primeros años de existencia cuando, bajo la denominación Club Peña Madridista Getafe, a partir de la temporada 76/77 esta asociación constituida por amigos empezó a forjarse desde la Tercera Regional Ordinaria, el último nivel regional, un camino dentro de la Federación Castellana. Las clasificaciones, como estadística pura que son se muestran crudas, poco permeables y no enseñan cómo se desarrolló cada encuentro de Liga, si hubo problemas financieros o si, entre bambalinas, hubo acuerdos en la sombra para sustituir al Club Getafe Deportivo una vez desapareciera este para siempre pero, si se profundizan y se tienen un mínimo de conocimientos, nos dirán más que números y posiciones. Veamos someramente qué nos dicen las clasificaciones:
Evolutivamente la asociación deportiva constituida en 1976 vinculada a la Peña Madridista de Getafe fue ascendiendo peldaños alcanzando en primer lugar la Tercera Regional Preferente donde, en su tercera comparecencia, se encontró con el por entonces filial azulón, el Club Getafe Promesas a quien aventajó en dos puestos en la clasificación. Al final, como se observa en la imagen, el conjunto peñista ascendió a Segunda Regional mientras el filial, exprimidos los recursos económicos de los azulones, tuvo que darse se baja y con él su junta directiva desapareciendo del mapa deportivo. Con el equipo en Segunda Regional, en el verano de 1981 los peñistas presididos por Antonio de Miguel Navas, socio del Club Getafe Deportivo, asumen que deben renunciar a sus principios por debacle de los azulones y prepararse concienzudamente para liderar el panorama local en breve. En la temporada 81/82 se convierten en Club Deportivo Peña Getafe y en 1982 en Club Deportivo Getafe Promesas al firmar un contrato de filialidad con el todavía activo Club Getafe Deportivo. Ojo, no caer en la tentación de confundir al Club Getafe Promesas (1975-1980) con el Club Deportivo Getafe Promesas (1982-1983) ni, por supuesto, con el Getafe Club de Fútbol Promesas -actual Getafe Club de Fútbol “B” (desde 1983)-, puesto que son tres personalidades jurídicas totalmente distintas. El hecho de “apellidarse” Promesas los tres en diferentes épocas no justifica tal consideración, sino que los tres tienen precisamente ese papel, el de forjar jóvenes jugadores, en un momento determinado de sus trayectorias deportivas.
En la temporada 83/84 llegaremos al punto álgido que nos interesa y motivo de este trabajo; el de la sustitución del extinto Club Getafe Deportivo por el Getafe Club de Fútbol denominado previamente hasta el 8 de julio de 1983 Club Deportivo Getafe Promesas (1982-1983), antes Club Deportivo Peña Getafe (1981-1982) y originariamente Club Peña Madridista Getafe (1976-1981). En este sentido la RFFM, a través de las clasificaciones expuestas temporada a temporada en su obra titulada “FFM, 95 años de historia. 1913-2008″ pese a no hablar no puede ser más elocuente haciendo cuadrar, y ya van varias veces, el razonamiento que venimos exponiendo desde el principio. Veamos por qué.
Cuando el 1 de julio de 1983 fue disuelto el Club Getafe Deportivo, su personalidad jurídica desapareció con él. Inmediatamente, cumpliendo con los trámites de la RFEF, el club fue dado de baja en la Federación Castellana por lo que, en modo alguno, podía participar en cualquiera de las categorías del organismo federativo regional. Luego, de otro lado, en el supuesto de que el 8 de julio se hubiera constituido una nueva asociación titulada Getafe Club de Fútbol, una vez dada de alta en la Federación Castellana en aplicación del Reglamento General era obligado empezar desde la última de las categorías regionales, la Tercera Regional Ordinaria.
Si el club que hasta entonces militaba en Tercera División quedó extinto y en Tercera Regional Ordinaria no debutó un club denominado Getafe Club de Fútbol sino uno nombrado Getafe Club de Fútbol Promesas quedando primer clasificado en el Grupo II, ¿qué club podía ser el Getafe Club de Fútbol que se proclamó campeón del Grupo II de Segunda Categoría teniendo en cuenta que ya tenía plaza en esa división y no era nuevo? La respuesta es trivial y, vamos, no admite discusión: el Club Deportivo Getafe Promesas que en la temporada anterior, 82/83, había sido quinto clasificado y el 8 de julio de 1983 cambió de nombre formalizando su nueva denominación en la sede federativa regional. No hay más que decir.
» Ver ¿Cuándo se constituyó el Getafe C.F., S.A.D.? (II Parte)
© Vicent Masià. Diciembre 2017.
por Vicent Masiá
El revisionismo histórico, más que una herramienta o actitud frente a un hecho oculto tras espesas ramas, es el compromiso que adquiere una persona consigo misma cuando arrastrada por la intuición busca hasta en el último recoveco la respuesta a un hecho que le inquieta por su meridiana transparencia.
Aplicado al mundo que nos atrae, el del balón, la combinación entre alguien que le encanta el fútbol y su preocupación por discernir la verdad de la falsedad y llegar hasta la última de las consecuencias, en ocasiones puede conducir hasta derroteros sin salida pero, en algunas otras la Diosa Fortuna, de quien dicen que es ciega y al parecer rige el destino de nuestras vidas, se quita la venda de los ojos y se fija en nosotros para ilustrarnos y guiarnos en pos de encontrar lo que con tanto ahínco buscamos.
Nuestros amigos del Área de Historia del Sevilla F.C. y su embrión, Guardianes de la Memoria, nos han sorprendido recientemente con un descubrimiento que, por su incalculable trascendencia, merece desde nuestro humilde portal todo nuestro más sincero elogio y enhorabuena: reencontrar al Cricket y Foot-ball Club de Madrid; y decimos reencontrar porque ya fue encontrado en 1925 pese a que pocos le hicieron demasiado caso, tan poco que ha permanecido tapado en medio de un párrafo hasta ahora.
Pero el camino no ha sido fácil como era previsible, en absoluto. El fútbol español está en deuda con su historia, esa parte esencial para conocer de dónde venimos para entender mejor por qué somos campeones del mundo y lo que nos ha costado tanto llegar a ello pese a contar siempre con buenos mimbres. Al contrario que sucede con las primeras potencias futbolísticas de nuestro entorno europeo y también en países del hemisferio sur como Argentina y Brasil, en nuestro país la historia no tiene la atención que se merece y empezando por la Federación y terminando por el último de los aficionados, todos somos culpables de ignorar nuestros principios, un error imperdonable y trágico para conocernos mejor.
Los españoles, empecinados en ser individualistas y no trabajar en equipo, somos bastante egoístas y, en ocasiones, sentimos que solo lo nuestro, tengamos o no razón, es lo que en verdad vale. Si a esto unimos que somos resultadistas y nos interesa más el presente inmediato, por efímero que sea, que el pasado con lo extenso que puede llegar a ser, entenderemos por qué conseguimos convertir la “Historia” en “historia”.
En España, a pesar de lo que opinamos de otros vecinos, también somos chovinistas y vivamos donde lo hagamos, lo de nuestro pequeño trozo de patria será siempre lo mejor y, trasladado al fútbol, lo más antiguo y lo más esencial.
Cien años llevamos debatiendo y llenando páginas de periódicos con intensos artículos donde bilbaínos, barceloneses, onubenses, vigueses y en menor proporción, riotinteños, proclaman a los cuatro vientos ser dignas cunas del fútbol en España. Quizás todos tengan razón, pero por partes y nunca en su totalidad, una quimera ciertamente imposible de conseguir. Con sus pros y sus contras, todos han defendido que su representante fue el primer club en jugar al fútbol, estuviese refugiado tras las siglas, filosofía o nombre que fuese, pero hete ahí que la Diosa Fortuna, sí, esa que dicen es ciega, se ha quitado la venda y señalado con la punta del dedo índice de una de sus dos manos a una ciudad diferente a las tradicionalmente mencionadas que no entraba en las cábalas de ningún historiador: Madrid.
El hallazgo del primer protagonista de nuestra historia ha tardado 134 años en recuperar la luz de la que gozase un día, pues ya la vio con esplendor en 1879 y de forma tenue en 1925 como más adelante comprobaremos, un larguísimo periodo de penumbra donde otras sociedades se han repartido su papel de variopinto modo y en distintas etapas ajenas a lo que había sucedido en otra parte del país, deseosas todas ellas en ocupar un puesto de privilegio en la historia.
Como los grandes eventos y sucesos tanto de la historia antigua como de la moderna o contemporánea, la aparición del Cricket y Foot-ball Club de Madrid es un soplo de viento fresco para aquellos que nos adentramos en la historia del fútbol nacional y ansiamos conocer cómo y de qué manera surgió este deporte, además de quiénes lo hicieron posible y cuáles fueron las vicisitudes que los arroparon para constituirse en sociedades de fútbol en medio de un país donde su práctica era totalmente desconocida.
Sin embargo, tal y como sucede con muchas cosas importantes que nos acompañan día a día en nuestro tránsito por este mundo, el Cricket y Foot-ball Club de Madrid ha permanecido siempre ahí, agazapado en la página 12 del número 24 de la publicación quincenal madrileña El Campo: agricultura, jardinería y sport, una revista dirigida por el Conde de las Cinco Torres que inició su corta carrera el 1 de diciembre de 1876 y que, después de seis años de actividad, desapareció en el olvido.
El deporte español visto en España y en el extranjero
La cultura y el respeto por la práctica deportiva, no nos equivoquemos, en la España de alrededor de 1880 era un hecho habitual en según qué estrato social, siendo las capas económicamente más favorecidas quienes mejor disponibilidad mostraban hacia deportes como la caza en grupo, el tiro de pichón, la hípica y en menor medida remo y regatas, todos ellos ligados a disponer de haberes al requerir cierta inversión monetaria por los gastos que requerían.
Entre la población común, el deporte estrella era la pelota a mano, muy popular en gran parte de nuestro territorio y con diferentes reglas, medidas y finalidades según la región donde se practicase, existiendo dentro de la misma familia diversas modalidades que gozaban de gran prestigio y congregaban a muchos aficionados en torno a un frontón o calle habilitada para su uso.
Deportes como el fútbol, cricket, polo, hockey o tenis, todos ellos de procedencia británica, triunfaban en otros lares y su implantación en España a nivel general todavía tardaría unos años en producirse aunque existiesen ya lugares que, ante la presencia de ciudadanos británicos, fuesen pioneros en su introducción.
Al margen de la práctica deportiva, otro concepto es la difusión e importancia que se les daba en medios escritos. La prensa general de aquella época, siempre unida a medios influyentes como las diversas corrientes políticas y, por defecto, a personas con medios, concentraba sus miras generalmente en apuntes políticos, sociales, hechos de la calle, sucesos atmosféricos, guerras o catástrofes ocurridas en otros países, siendo las referencias deportivas casi nulas.
A pesar de ello, y siempre desde sectores acaudalados, empezaban a surgir iniciativas en forma de publicaciones quincenales donde, además de otras actividades, era costumbre tratar aspectos de la vida deportiva de la nobleza reflejando sus movimientos y habilidades con el empleo de las armas o la maestría a lomos de un caballo. De vez en cuando y con cuentagotas, se hacían constar reflejos de las experiencias que los británicos alcanzaban en su tierra, siendo a medida que transcurrían los años más frecuentes y orientados a deportes desconocidos como el fútbol, el cricket, el polo o el tenis que disfrutaban de gran prestigio en las islas.
El culto de los españoles hacia el deporte estaba todavía en pañales, incluso la definición del término “sport” no estaba claro, siendo una actividad lúdica como el acoso y derribo, muy común en Andalucía y que consistía en derribar con una garrocha a los lomos de un caballo un toro bravo por los cuartos traseros tras perseguirlo por el campo entre varios jinetes, considerado como “sport” tal y como reza en la página 6 del nº2 de El Campo: agricultura, jardinería y sport, de 1876. El deporte a marcha muy lenta iba poco a poco abriéndose hueco, nada que ver por supuesto con lo que sucedía en el Reino Unido. Este país era la primera potencia económica y militar del mundo, con tentáculos en todas partes por recónditas que fuesen, existiendo un gran interés por parte de sus ciudadanos hacia las noticias generadas por sus compatriotas en cualquier punto del globo terráqueo.
A los españoles, dada su posición de privilegio, se nos miraba al igual que muchos otros países por encima del hombro, siendo nuestras costumbres criticadas ferozmente o valoradas desde un punto de vista cargado de romanticismo según los ojos que nos viesen. O calvos o con dos pelucas. En aquellos tiempos era habitual la publicación y mención de acontecimientos relacionados con la tauromaquia, en especial las corridas taurinas, espectáculos donde la sangre derramada por los toros y caballos -por entonces sin peto- y, ocasionalmente, por los toreros, eran causa de rechazo y estupefacción a partes iguales. Del mundo taurino les causaba impacto y, por qué no decirlo, ciertos celos, ver cómo en un coso los españoles éramos capaces de reunirnos entre cinco y diez mil personas para ver una corrida, no existiendo parangón similar en las islas ni espectáculo que se le pareciese y fuese capaz de albergar tanto gentío.
Tal era la sensación que los tumultos taurinos creaban en la sociedad británica, que a principios de la década de los años noventa decimonónicos, cuando el fútbol empezaba a atraer grandes masas a los escenarios británicos, disponían de un Campeonato de Liga y surgían libros y artículos por doquier hablando sobre este deporte, Charles Edwards, entre cientos de referencias a las corridas, citaba en su obra “The New Foot-ball Mania” editado en 1892 “There is no mistake about it, the exercise is a pasion nowadays and not merely a recreation. It is much on a par with the bull fight in Spain”, es decir, “No hay que equivocarse, el ejercicio (del fútbol) es una pasión en la actualidad y no sólo una recreación. Es mucho más a la par con la corrida de toros en España”. Los británicos, al fin tenían un espectáculo a la altura de los españoles.
Si los británicos sentían una “particular” visión hacia las costumbres españolas, su actitud frente a sus compatriotas y lo que estos hacían en otros países dentro de la diáspora en la que se vieron muchos de ellos implicados, les resultaba de especial interés. Saber cómo se desenvolvían los británicos lejos de su patria les causaba fascinación, pero si además estos eran capaces de “exportar” las costumbres de aquellas tierras a otras tradicionalmente enemistadas como España, país con el cual se habían disputado el control del planeta durante los últimos tres siglos, el nivel de autoestima adquiría tintes épicos.
Constitución de un club de cricket en Madrid
Las noticias que protagonizaban los británicos en España había que contarlas y si era para transmitir una nueva “conquista”, aunque fuese un simple proyecto, daba lo mismo. Así, el 10 de mayo de 1879 aparecía publicado en el London Standard y en medio de un breve párrafo entre otros concernientes a la capital nacional, una curiosa nota haciendo referencia a la posible constitución de una sociedad de cricket en Madrid que decía lo siguiente:
“Several English residents in Madrid, and Spanish noblemen and gentlemen have decided to establish a cricket club similar to those of Seville and Xeres. King Alfonso has kindly granted the use of a capital ground at the Royal seat of Casa de Campo, and through General Echagüe, intimated that he would honor the club with his patronage”, cuya traducción sería: “Algunos ingleses residentes en Madrid, junto a nobles y caballeros españoles, han decidido constituir un club de cricket similar a los existentes en Sevilla y Jerez. El rey Alfonso ha ofrecido amablemente el uso de unos terrenos de la capital en el Real sitio de la Casa de Campo, y a través del general Echagüe, dio a entender que honraría al club con su patronazgo”.
La noticia pasó completamente desapercibida en Madrid y por extensión, en toda España, y no era de extrañar. Que un grupo de personas decidiese crear un club dedicado a un disciplina deportiva “importada” de otro país ya era motivo de escaso atractivo para los lectores de aquí, pero si además se trataba de un club en ciernes, el desinterés era aún mayor. Nada que contar. Lo que para unos -los británicos-, era noticia, para otros -los españoles-, quedaba como un chascarrillo sin importancia: una noticia, dos perspectivas, dos formas de ver el mundo, dos resultados distintos.
El campo: agricultura, jardinería y sport
El 1 de diciembre de 1876 se publicaba en Madrid el primer ejemplar de El Campo: agricultura, jardinería y sport, una muy completa revista quincenal dirigida por el Conde de las Cinco Torres dedicada a difundir ciertos aspectos culturales, botánicos, sociales y costumbristas de la alta sociedad española de los años setenta y ochenta decimonónicos, además de los más interesantes procedentes del Reino Unido, país por el que se sentía gran devoción y resto del mundo.
La revista madrileña era una reserva cultural dentro de un país con una elevada tasa de analfabetismo y con unos problemas estructurales muy significativos, convirtiéndose en una publicación pionera a la hora de reflejar cómo era la alta sociedad española de aquella época y, en la parte que nos afecta, a deleitarnos con todo lujo de detalles cómo eran los deportes que en España se practicaban.
La devoción por las artes ecuestres era notoria, máxime cuando el mundo del caballo siempre ha sido muy considerado en el país tanto por militares como por los nobles y personas con grandes fortunas, siendo los concursos hípicos y carreras de caballos seguidos con gran devoción hasta el punto de quedar reflejados casi todos sus movimientos cada dos semanas en papel escrito al convertirse en Boletín Oficial de la Sociedad de Fomento de la Cría de Caballos de España, entidad originada el 23 de abril de 1841.
Llegados al 16 de noviembre de 1879, dentro del segundo ejemplar del mes y en el número 24 de la publicación, aparece en la página 12 una noticia que hasta la fecha y, pendientes de seguir haciendo exhumaciones de documentos, es la primera constancia documentada sobre la constitución de un club de fútbol en España. Veamos pues:
(…) El Cricket, ese juego sin rival al aire libre, como el billar en el salón, en el que toman parte desde el Príncipe de Gales hasta el pordiosero del Reino Unido, ya no es para nosotros desconocido, y forma parte de la lista que llevo apuntada. Haya o no partido la iniciativa de madrileños, nada importa. El Cricket y Foot-ball de Madrid se ha constituido, y yo invito a los amantes de los ejercicios de agilidad y destreza se inscriban en sus listas, porque no hay ninguno que pueda comparársele ni remotamente.
Por mi parte felicito sinceramente a los iniciadores del pensamiento, y sólo les encarezco la necesidad de perseverar en él sin medir los obstáculos que a su desarrollo se presenten. S.M. el Rey, siempre propicio a prestar su apoyo a quien por cualquier motivo le solicita, ha permitido que del Hipódromo de la Real Casa de Campo se tome la parte necesaria para hacer un Cricket-field, que, si no podrá ser nunca lo que el Uvalo de los Lores, en Londres, con la ayuda del digno administrador Sr. Godoy será todo lo bueno que en Madrid se podía apetecer.
En la Junta general celebrada últimamente por este nuevo Club se tomaron los acuerdos siguientes: aprobar el proyecto de Reglamento y nombrar la Dirección, que quedó constituida de esta forma:
Presidente: D. José Figueroa y Torres, Vicepresidentes: Sr. Greentul y Bertrán de Lis (D. Álvaro), Directores: D. Juan White y Conde de Villanueva, Contador: Sr. D. Leonardo de Fesser, Tesorero: Sr. Velasco y Secretarios: D. Rafael de Echagüe y D. Carlos Heredia. (…)
La denominación Cricket y Foot-ball Club de Madrid
Indudablemente queda más que demostrado que el club de cricket anunciado en el periódico británico London Standard el 10 de mayo de 1879 cuya constitución era inminente y el club anunciado el 16 de noviembre de ese mismo año en el madrileño El Campo: agricultura, jardinería y sport ya oficialmente constituido, son el mismo club, puesto que las referencias empleadas para describirlos son idénticas: ciudad de Madrid, dedicación al cricket, tutelaje a cargo de S.M. el Rey D. Alfonso XII, presencia de ciudadanos británicos junto a nobles y caballeros españoles, empleo de la Casa de Campo como terreno para sus actividades y mención al General Rafael de Echagüe como intermediario para conseguir su mecenazgo. Blanco y en botella…
Imaginar algo diferente y especular sin fundamento con la existencia de dos sociedades distintas con un mismo fin se antoja casi imposible, dado que las circunstancias y vicisitudes de la época ya eran suficientemente complicadas para crear un solo club destinado a estas disciplinas deportivas, ambas desconocidas en España a nivel general y sin practicantes adiestrados cuya supervivencia, francamente, era incierta.
La sociedad deportiva de Madrid surge repentinamente en el panorama nacional y se convierte, cronológicamente, en el primer club español en llevar asociado el término “foot-ball”, término anglosajón que literalmente significa “balompié o balón a pie”, lo cual nos sugiere pensar, sin miedo a equivocarnos, que la elección del nombre iba íntimamente relacionada con la actividad promovida por la sociedad. Si además no era una actividad única y sí dos, desarrollo y difusión de “cricket” y “foot-ball” como se trata del presente caso, es perfectamente lógico y racional, además de tener mucho sentido, que el nombre elegido fuese Cricket y Foot-ball Club de Madrid y no Cricket Club de Madrid o Foot-ball Club de Madrid en el supuesto caso de que se hubiese escogido una sola disciplina.
Con la definición del nombre queda zanjada cualquier especulación en torno a las posibles actividades de esta sociedad, quedando claro que no se trata de un club recreativo, atlético o de “sports” donde tengan cabida multitud de disciplinas como los que se formarían a principios del siglo XX, pero también se allana el camino para descartar que se tratase de un club a imagen y semejanza de los británicos que ciudadanos residentes en España procedentes de aquel país solían constituir para llevar a cabo actividades culturales donde tenían cabida tanto las sociales como las deportivas, clubs surgidos estos por doquier en todo aquel lugar donde hubiese una concentración de británicos más o menos numerosa.
La presencia masiva de nobles y caballeros españoles, superior en número a la de ciudadanos británicos, además de transmitirnos qué clase de personas estaban detrás de la organización con todo lo que su status social implica, habla a las claras de que no se trataba de un “British Club”, sino de una sociedad mixta constituida por españoles y británicos para jugar al fútbol y al cricket sin más intenciones, todo ello independientemente de conocer de quiénes partió la idea.
La existencia de gran cantidad de españoles y la elección del nombre de la sociedad, aleja al club madrileño de los constituidos en Minas de Riotinto en 1878, Huelva en 1889 y Vigo en fecha a determinar, los tres con connotaciones puramente británicas donde la mezcolanza entre actividades sociales, culturales y deportivas iba intrínsecamente relacionadas con sus costumbres y en torno a una o varias empresas, mientras que lo acerca al club de fútbol de Sevilla constituido en 1890 y a los clubs de cricket y regatas surgidos tanto en Sevilla como en Jerez de La Frontera nacidos varios años con antelación donde la actividad desempeñada era la titular que denominaba al club, manteniéndose al margen otras finalidades de aspecto cultural, social o costumbrista propias de los “British Club”.
Las raíces del Cricket y Foot-ball Club de Madrid y sus protagonistas
Revisando la nómina de integrantes que conforman el Cricket y Foot-ball Club de Madrid, percibimos gran cantidad de nobles de aquellos tiempos, así como distinguidos caballeros que ocupaban cargos de importancia en la sociedad del Madrid de los años setenta. Estos, junto a ciudadanos de origen británico residentes en la capital por cualquier circunstancia, debieron mantener una especial relación hasta el punto de dedicar parte de su tiempo libre, entre otras variopintas actividades, a la práctica de “sports”.
Entender la práctica de una o dos actividades deportivas como finalidad única por parte de una serie de señores que pertenecían a la alta aristocracia y burguesía española o británica, obviamente no era un fin en sí mismo, y en el trasfondo de la cuestión existían otras premisas de corte económico como eran mantener relaciones comerciales y negocios entre todos ellos, incluso políticas, convirtiéndose la vertiente deportiva en una excusa para reunirse de vez en cuando y, a la vez que intercambiar pareceres, aprovechar el tiempo para hacer algo de ejercicio.
La elección del cricket y el fútbol como “sports” abanderados tampoco fue casual y gran parte de la culpa recayó en los éxitos que ambos deportes estaban alcanzando entre la población del Reino Unido, de gran popularidad. El cricket, entre las altas esferas, causaba furor y era muy bien visto para distraer a colectivos no muy numerosos en campo abierto bajo un tranquilo y muy sosegado ritmo que relajaba a sus protagonistas y apenas les suponía un gran esfuerzo al no requerir un excepcional estado de forma. El empleo de bate y bola demandaba gran habilidad y en las tardes de verano resultaba idóneo para pasar un buen rato, teniendo cabida en su práctica un extenso abanico de edades que le hacía especialmente atractivo para conjugar a jóvenes, no tan jóvenes y maduros con ciertos problemas de movilidad.
En cuanto al fútbol, este deporte era la gran pasión de las masas medias y también de los burgueses. El empleo de una pelota grande o balón hacía que su práctica fuese sencilla, consiguiéndose con la obtención de un tanto -algo por entonces difícil-, un éxtasis colectivo que entusiasmaba tanto a los que jugaban como a los espectadores que se solían congregar para verlos en activo. Su expansión en el Reino Unido era enorme, el de más crecimiento sin duda, logrando desbancar a otros tradicionales y ser capaz de reunir a varios miles de personas en encuentros de máximo interés. El único pero en contra era que había que correr demasiado en un sentido u otro, algo que cansaba sobremanera a sus practicantes.
El snobismo de los españoles respecto a aquellas disciplinas deportivas británicas y todo lo que allí destacaba era tal, que dicha admiración por lo británico y por sentirse dentro de la cresta provocó que, por una vez, tanto británicos como españoles coincidieran en una propuesta en común: constituir un club de cricket y fútbol, una dualidad muy de moda como los que había en el Reino Unido y, recientemente, en otros países europeos y sudamericanos donde se habían podido exportar desde las islas con inusitado éxito. La suerte estaba echada y la elección no podía defraudarles ya que se cubría toda la temporada a partes iguales: fútbol para el invierno y cricket para el verano, dos deportes compatibles entre sí y con una ciudad como Madrid, carente de un río con caudal suficiente para atreverse con otras disciplinas como las regatas, muy en boga en Jerez de La Frontera, Sevilla o Cádiz.
Entre la membresía del Cricket y Foot-ball Club de Madrid y siguiendo un orden jerárquico, distinguimos en primer orden a S.M. el Rey D. Alfonso XII, máxima autoridad nacional a quien se le ofreció el cargo de Presidente Honorífico por mediación del General D. Rafael de Echagüe, un militar con el cual mantenía una gran relación y quien se ofreció como voluntario para ganarse la tutela institucional y, aprovechando la tesitura, conseguir que el Rey les cediese el empleo del viejo Hipódromo del Real Sitio de la Casa de Campo, un recinto deportivo empleado entre 1845 y 1867 por la Sociedad de Fomento de la Cría de Caballos de España que en esos instantes estaba en desuso al contar Madrid con un nuevo hipódromo más moderno, el Hipódromo de La Castellana, inaugurado el 31 de enero de 1878 con motivo de los esponsales de S.M. el Rey D. Alfonso XII y Dª. María de las Mercedes de Orleans.
La presidencia fue concedida a D. José de Figueroa y Torres-Sotomayor, Vizconde de Irueste e hijo del Marqués de Villamejor, quien contaba con apenas 22 años siendo un muchacho con un futuro espléndido y una buena fortuna como primogénito de la familia Figueroa y Torres-Sotomayor, conseguida gracia a diferentes inversiones en minas distribuidas en toda España que les reportaban grandes beneficios. José de Figueroa, conocido por ser hermano mayor del Conde de Romanones, D. Álvaro, no estaba solo en la empresa y junto a él había otros nobles como el Vizconde de Benaesa y el Conde de Villanueva, quienes se rodearon de un amplio círculo de amistades entre los que destacaban militares y burgueses potentados con quienes compartían negocios, ocio e ideas.
La vicepresidencia del club fue compartida entre el británico Grentul y D. Álvaro Bertrán de Lis, siendo la dirección también compartida por D. Juan White y el Conde de Villanueva, mientras que el puesto de contador fue a parar a manos de D. Leonardo de Fesser. La tesorería quedaba a cargo del Sr. Velasco, repitiendo fórmula en la secretaría con la presencia de dos cargos, D. Carlos Heredia y el General D. Rafael de Echagüe y Bermingham, conocido militar y político que tuvo varios cargos de importancia en sus distintas facetas en vida y llegó a ser nombrado Conde del Serrallo.
Como se desprende del largo repertorio del cual constaba la directiva, la estructuración del Cricket y Foot-ball Club de Madrid, -Madrid Cricket & Foot-ball Club en inglés-, iba muy en serio y no había lugar para medias tintas: jerarquía de la sociedad al estilo británico con reparto de cargos, disponibilidad de un terreno de juego como era el Hipódromo de la Casa de Campo, tutelaje por parte de la Casa Real, la de más caché y una lista de miembros que se alargaba con la presencia de los españoles Guillermo Castellví, un militar que gozaba de gran amistad con el Rey, G. López, J.A. Topete, E. Elio, V.B. Chueta, G. Ruiz, G. Aguilera, A. Flores, J. Gamarra y E. Huertas, además de los británicos H.E. Harry, E. Jordan, J.A. White, G. White, Alkinson y H.A. Dalhia.
La fecha de constitución del Cricket y Foot-ball Club de Madrid
La más que completa y suculenta crónica del 16 de noviembre de 1879 publicada por El Campo: agricultura, jardinería y sport, nos refleja en unos cuantos párrafos un perfecto esbozo de cómo los deportes de origen británico causaban sensación dentro de la alta sociedad española. Sin embargo, pese a su generosidad, nos deja huérfanos de una fecha precisa y concreta en la que fue constituido el Cricket y Foot-ball Club de Madrid. Una pena.
Concentrado en la descripción del primer encuentro de cricket realizado por los miembros del club tras su constitución, el autor del artículo se recrea en las vicisitudes de los dos bandos en que se reparten los socios, el W y el H, ciñéndose a la obtención de los tantos, habilidades, incluso en el menú: un frío rost-beef típico británico y cómo no, arroz a la valenciana, siendo los postres queso de Chester y melón de Añover.
El encuentro, disputado en el Hipódromo de la Casa de Campo el 24 de octubre -la crónica fue escrita con antelación y tardó varias semanas en ser publicada-, nos indica por proximidad de fechas y por tratarse de la primera crónica de la constitución del club, que este pudo ser fundado en octubre de 1879 en fecha sin determinar, aunque el periodo de gestación se rememora como mínimo a mayo de ese mismo año según se desprende de la crónica del London Standard.
1879 – 1925: cuarenta y seis años sin noticias
Lamentablemente, la crónica del 16 de noviembre de 1879 fue la primera y última del Cricket y Foot-ball Club de Madrid: una directiva, un encuentro de cricket disputado el 24 de octubre, un terreno de juego -el del Hipódromo de la Casa de Campo- y dos alineaciones. Nada más. Muchos datos concentrados en una sola nota y muchos años sin saber absolutamente nada sobre este club con sus aventuras durante los años de reinado de S.M. el Rey D. Alfonso XII en una sociedad que fue auténticamente pionera en España, al menos desde el punto de vista futbolístico, por ser la primera en constar y quedar registrada como club de fútbol, aunque fuera en prensa y compartiendo viaje con el cricket, otra disciplina deportiva.
En los años posteriores a 1879 no se ha localizado una nota, comentario o cita referente al club madrileño, como si la tierra se lo tragase tras aquel encuentro del 24 de octubre y quedase disuelto mezclándose entre el bosque de hojas del frondoso arbolado de la Casa de Campo. Ni encuentros de cricket ni de fútbol, pero, ¿fue esto realmente así?
Especular con ello sin datos en la mano es realmente complicado pese a las pesquisas realizadas exhumando miles de páginas, pero si tomamos en cuenta la fuerte estructura del club, las molestias prestadas y la determinación con la cual aquellos hombres, todos potentados económicamente y con facultades para conducirlo durante un largo periodo afrontaron aquel proyecto, atendiendo a la razón es más que probable que prolongaran aquella aventura durante cierto tiempo porque, de no ser así, no se entendería tanta preparación para disputar un solo encuentro. Al menos, pruebas en contra no hay ni una sola, al contrario, el simple comentario de que el 24 de octubre era la fecha fijada para el inicio de la temporada y la promesa de una revancha por parte de los derrotados en el más breve plazo posible, nos hace pensar en una continuidad casi segura.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid fue una rara avis, un adelantado a su tiempo dentro de un país que desconocía el fútbol y donde las costumbres británicas, al margen del snobismo demostrado por la alta sociedad residente en Madrid, en España importaban bien poco. La capital del Estado, pese a contar con cuatrocientas mil almas, era una completa isla dentro de la piel de toro y la iniciativa aristocrática una gota de agua en medio del océano. Madrid no generó otro club de similares características capaz de presentar una sana rivalidad y con ella tirar del carro para incorporar nuevos practicantes, algo completamente necesario para la salud de cualquier iniciativa deportiva que desee mantenerse en candelero. El aislamiento de la sociedad deportiva matritense fue absoluto, tanto desde el punto de vista social entre el resto de sus convecinos al ser muy sectario y realizar su actividad en un recinto alejado del gentío de la talla del Hipódromo de la Casa de Campo como geográficamente, a una enorme distancia de otras iniciativas de similares características que empezaban a despuntar muy tímidamente en otros lugares como Vigo, Minas de Riotinto, Sevilla, Huelva y Jerez de La Frontera.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid gozó de un día de protagonismo en la prensa aristocrática y burguesa madrileña por su carácter pionero que contó con el beneplácito de un reducido sector que deseaba estar con la moda y que la ciudad estuviese a la altura de las principales ciudades británicas y europeas, un espejo al cual deseaban con toda su alma parecerse, pero la inexistencia de rivales en su entorno y las características de la sociedad española junto a la compleja situación económica, social y política de la época alfonsina fueron unos escollos insalvables que terminaron diluyéndolo a la vuelta de la esquina.
Pensar en posibles desplazamientos al suroeste peninsular para enfrentar a un grupo de nobles, militares y aristócratas con un grupo de empleados de una empresa minera en Minas de Riotinto o un grupo de directivos ligados a distintas empresas en Sevilla era algo impensable por varios motivos: ambas iniciativas no estaban en el mismo escalafón social, el desconocimiento mutuo era total, la distancia era un escollo considerable y las ocupaciones de todos los practicantes, tanto de los de Madrid como de los de las localidades andaluzas, tan dispares que en el supuesto caso de querer concertarse un encuentro este sería inviable por los respectivos compromisos que cada uno de ellos tenía inmersos en obligaciones con la Corte, el Ejército, negocios particulares y empresas.
La única salida posible para que el fútbol triunfase en Madrid era que surgieran en la villa y corte otras tentativas que abrieran una rivalidad directa o disponer de un entorno geográfico con ciudades de abundante población capaces de desarrollar una sociedad futbolística con la cual poder enfrentarse. Ni Madrid fue capaz de dar a luz un nuevo club, ni la capital estaba en un entorno como el británico donde la proliferación de ciudades medias era elevada y, gracias a su introducción en las actividades escolares y universitarias, el fútbol era un deporte que registraba cierta importancia entre la juventud surgiendo en muchas localidades clubs que, favorecidos por las cortas distancias, solían enfrentarse entre sí. Ante tales premisas, a las que es conveniente sumar la ausencia de una cantera forjada en los colegios de enseñanza, el futuro del Cricket y Foot-ball Club de Madrid estaba herido de muerte y es comprensible que no mereciese en lo sucesivo la atención de la prensa. No había nada que contar y el momento oportuno llegaría tres lustros después cuando, esta vez sí, el fútbol surgiría desde los centros educativos tras la aplicación de nuevas doctrinas que cimentaron una base que ha perdurado hasta hoy.
31 de mayo de 1925: “Blanco y Negro” rescata al gran olvidado
La situación política, social, económica y deportiva de Madrid en 1925 era muy diferente a la que encontramos en 1879. Cuarenta y seis años en la vida de un país son muchos y las circunstancias en cualquier orden son muy distintas al pasado. El país estaba dirigido por el General Miguel Primo de Rivera tras el golpe militar acaecido el 13 de septiembre de 1923, en el trono se mantenía plácidamente S.M. el Rey D. Alfonso XIII y por las calles de la capital discurrían gran cantidad de vehículos como automóviles y tranvías en medio de un gran gentío que iba, muy ocupado, de un sitio a otro.
En cuanto al fútbol se refiere, la ciudad contaba con una pléyade de sociedades muy asentadas que arrastraban a miles de aficionados a los campos, destacando sobremanera los carismáticos Real Madrid F.C., Athletic Club y Racing Club, grandes potencias que mantenían un duro pulso entre sí para ganarse el favor del público y deportivamente, para conseguir títulos a nivel regional y nacional. El país contaba con una Federación estatal, la R.F.E.F., quien organizaba un Campeonato de España que ya funcionaba perfectamente tras unos duros inicios y a nivel regional, la Federación Regional de Foot-ball del Centro de España concentraba todos los movimientos de las sociedades nacidas en el seno de las actuales comunidades autónomas de Madrid y Castilla-La Mancha junto a las provincias de Ávila y Segovia.
El fútbol era un deporte que se había convertido en un verdadero espectáculo de masas en donde recintos deportivos como Chamartín o el Metropolitano eran templos capaces de albergar durante casi dos horas a decenas de miles de espectadores, un deporte al fin y al cabo exitoso y en progresión que cada año captaba más atención tanto entre la población general como en prensa.
La prensa, vital para apoyar y engrandecer o ensombrecer cualquier movimiento, en modo alguno vivía al margen de lo que sucedía en las calles y uno de los medios de mayor divulgación en España, la popularísima revista Blanco y Negro, se ocupó brillantemente en su edición del 31 de mayo de 1925 en dedicar unas cuantas páginas a comentar de pasada en qué fechas habían sido introducidos desde el extranjero algunos deportes en la ciudad del oso y el madroño. De este modo el periodista Rubryk, quien firma el artículo, haciendo uso exhaustivo del texto publicado el 16 de noviembre de 1879 en la revista El Campo: agricultura, jardinería y sport, rescata del olvido en las páginas 82, 83 y 84 los pormenores de la Sociedad de Caza, fundada en 1851, la Sociedad de Tiro de Pichón, nacida en 1876, el lawn-tennis, surgido en 1877, el polo, introducido en 1878 y el cricket y el fútbol, cuya gestación remite a 1878.
Rubryk cita nombre a nombre todos los implicados en la directiva de octubre de 1879 en el Cricket y Foot-ball Club de Madrid, incluso la presencia de S.M. el Rey D. Alfonso XII como Presidente de Honor, pero durante su crónica comete varios deslices importantes y se permite el lujo de verter apreciaciones personales sin ningún tipo de argumento, algo prohibitivo en el buen periodismo. Repasemos: en primer lugar obvia el nombre de la sociedad, Cricket y Foot-ball Club de Madrid, apreciación vital que debe constar en un artículo imperiosamente cuando se está comentado a todo el país que en Madrid se constituyó un club dedicado al fútbol en 1879 nada más y nada menos. En segundo lugar indica que tanto el cricket como el fútbol se introdujeron en 1878. ¿En base a qué datos si la única referencia al fútbol en la ciudad es de noviembre de 1879 y al cricket en ese mismo contexto y en una nota de prensa aparecida en mayo de 1879 en el británico London Standard? En tercer y último lugar, el error más grave, cuando textualmente dice sin prueba alguna que “El Cricket y ¡¡¡el Foot-ball!!! Se introdujeron en España en 1878, aunque, en honor a la verdad, si la Sociedad tomó como título ambos nombres, sólo puso en práctica el primero”.
Como se desprende de tal crónica y tales comentarios subjetivos, aunque la intención de Rubryk es positiva inicialmente al intentar describir temporal y evolutivamente la introducción de varias disciplinas deportivas en Madrid, finalmente su artículo es enteramente deficiente en cuando comete errores significativos y, descuidadamente, obvia y manipula parte de nuestra historia.
Rubryk priva a los lectores de mayo de 1925 de conocer el nombre de la sociedad que alberga y promueve el ejercicio del cricket y el fútbol en la ciudad de Madrid en 1879, un nombre básico para iniciar cualquier investigación y apunte que debería figurar con letras de oro cuando se refleja el origen del fútbol español y sus protagonistas. Pero con este “olvido” también contribuye a no situar sobre el mapa a un club madrileño como el primero en España en jugar al fútbol, aunque no fuese su única finalidad, alimentando con ello las especulaciones y debates sobre quién fue la primera sociedad en dedicarse con plena dedicación a esta disciplina o, al menos, contar con ella entre otras tantas.
Con su comentario sobre la introducción del fútbol en España en 1878 acrecienta la confusión de modo innecesario puesto que tal fecha nunca ha sido mencionada con anterioridad por nadie. A lo sumo, Rubryk puede intuir que en esa fecha debió de gestarse el club y que quizás ya hubo practicantes en Madrid, algo lógico y en lo que llegado el caso pueda llevar parte de razón, pero sin información de primera mano el hecho de resaltar ese preciso año es ir demasiado lejos.
En el año en que fue escrito su artículo, 1925, se conocía a la perfección que el Huelva Recreation Club fue constituido el 18 de diciembre de 1889, aunque se ignoraba por completo que en 1878, según se defiende en Minas de Riotinto -sin documento que lo acredite-, los empleados de la empresa Rio Tinto Company Ltd., constituyeron un “British Club” que, al parecer, dedicaba tiempo de su ocio a la práctica de este deporte. El apunte de Rubryk sobre la introducción del fútbol en España en 1878 es perfectamente cuestionable visto desde la información que se maneja hoy en día y, aunque en realidad 1879 es la fecha correcta en cuanto a la aparición de un club cuya finalidad era la práctica de fútbol, no anda muy desencaminado a la hora de acotarla puesto que las dos citas periodísticas halladas antes de 1879: año 1870 en Jerez de La Frontera y 1876 en Vigo, son pinceladas que jamás van acompañadas de un nombre oficial a pesar de que figura el término “foot-ball”.
El gran error de Rubryk es decir con demasiada alegría que de los dos nombres que disponía el club de Madrid “sólo puso en práctica el primero”. Este comentario totalmente subjetivo es un error garrafal por parte del articulista, quien demasiado centrado en la pormenorización del encuentro de cricket del día 24 de octubre de 1879 se “olvida” por completo de que aquella puesta en largo de la sociedad inaugurando la temporada era la mitad de su actividad, la que se disputaba cuando la temperatura era elevada o templada, mientras que la otra, el fútbol, al igual que sucedía en otras latitudes y en localidades como en Sevilla y Barcelona con el remo y el fútbol, este último deporte se disputaba cuando llegaba el frío.
En un alarde de suposiciones, Rubryk descarta la práctica del fútbol por no haber encontrado una sola crónica de este club, algo improbable puesto que era el cincuenta por cien de su finalidad, pero es que además se contradice a sí mismo en grado sumo puesto que en un mismo artículo no se puede decir en un párrafo que el fútbol fue introducido en 1878 (sic) y en el siguiente que la sociedad encargada en introducirlo no lo puso en práctica. Es incoherente a todas luces.
Un club titulado y de foot-ball
Para los advenedizos o neófitos en cuestiones relacionadas con la historia del fútbol en general y del español en particular que no hayan bebido en las pautas que marca la evolución de este deporte en nuestro país, entendamos con ello a su introducción, progresión y finalmente posterior legislación antes de su expansión en masa, tomar las palabras del periodista Rubryk al pie de la letra dando un especial y marcado énfasis a su categórica y a la par inexistente argumentación que niega cualquier atisbo de práctica futbolística por parte de los socios del Cricket y Foot-ball Club de Madrid dejando completamente de lado la enorme trascendencia que engloba su contexto, indudablemente es un error grave propio de principiantes y aficionados poco duchos, además faltos de experiencia.
La importancia de la noticia de 1879 no es que no se relaten los pormenores de un encuentro de fútbol como algunos pueden ver, sino que quienes la protagonizan pertenecen a un club que practica dos disciplinas deportivas, cricket y fútbol y que aparece en el epígrafe que encabeza el artículo: Cricket y Foot-ball Club. Intentar resaltar la no disputa de un encuentro como hecho remarcable en lugar de centrar la atención en los intrínsecos (adj: que es propio o característico de una cosa por sí misma y no por causas exteriores) de los nobles y aristócratas de aquella sociedad que -por el hecho de ser nobles hacían cosas propias de los nobles y aristócratas- fue la primera en toda España en llevar labrado en su nombre el sustantivo “foot-ball”, es no ver más allá de lo que se tiene enfrente. Veamos por qué.
De todos es conocido que en el mundo actual, y también en el de hace muchas décadas y siglos atrás, para qué negarlo, el estrado empresarial ha podido desarrollarse y crecer gracias al ingenio aplicado en la investigación, el famoso I+D -Investigación y Desarrollo- que todos ahora conocemos en tiempos de crisis y que presuntamente es nuevo, aunque en realidad es más viejo que la tos y que pocos en España aplican, salvo honrosas excepciones. La investigación ha deparado tradicionalmente grandes descubrimientos, ha mejorado sustancialmente nuestra vida y cómo no, nos ha enriquecido técnica, social y culturalmente. Si somos un poco hábiles y cogemos con pinzas ambos factores, I+D, y con sumo cuidado los trasladamos al mundo de la historia del fútbol, el nuestro, por poco esfuerzo que hagamos y con un mínimo de nociones veremos cómo aplicando ambos principios somos capaces de conseguir con el tiempo descubrir cosas que apenas hace cinco años desconocíamos o habíamos pasado desapercibidas por confusión, omisión o falta de aplicación.
El título de Cricket y Foot-ball Club de Madrid, como indica Nuevavilla en El Campo: agricultura, jardinería y Sport, habla por sí mismo de qué va esta sociedad, y en perfecto castellano, para que se entienda. No merece más comentarios y no deja dudas: cricket y fútbol, o fútbol y cricket, tanto monta como monta tanto. Esta sociedad de tan explícito título, porque decir intitulada sería faltar a la verdad y sólo se podría aplicar en el caso de que fuese una sociedad sin nombre y esta lo tiene, y bastante clarito, tuvo una vida efímera y hasta nuestros tiempos, gracias a un artículo periodístico escrito en 1879 -soportado por dos más, uno en mayo del mismo 1879 y otro de 1925-, sabemos que fue constituida legalmente y gozó de junta directiva con cargos, además, bastante conocidos.
El legado histórico de su primer encuentro oficial, a pesar de con miembros del mismo club divididos en dos bandos -como solía suceder en las sociedades primigenias-, aunque fuese dedicado a la disciplina del cricket, no es en absoluto óbice para defender a ultranza que jamás practicase fútbol. Es inconcebible pensar lo contrario. Si se funda un club bajo la denominación del Cricket y Foot-ball Club, es porque la inteligencia de todos sus socios conduce a esa finalidad: jugar al cricket y al fútbol, no sólo al cricket, como tampoco solo al fútbol.
La investigación aplicada a la historia del fútbol, todos esos factores de los que hacemos uso cuando aplicamos nuestro particular I+D, por experiencia nos dice que siempre que se constituye una sociedad, siempre, previamente sus partícipes la han puesto en práctica con anterioridad. A nadie se le ocurre montar un club de fútbol sin haber jugado antes, como tampoco a nadie se le ocurre montar una panadería sin saber hacer pan, o cualquier industria, sea de la finalidad que sea, sin tener unos conocimientos previos. Es irracional.
Rubryk tergiversa lo ocurrido con esta sociedad y se arma un lío enorme cuando dice textualmente “el Cricket y el ¡¡¡Foot-ball!!! Se introdujeron en España en 1878, aunque, en honor a la verdad, si la Sociedad tomó como título ambos nombres, sólo puso en práctica el primero”. No tiene las cosas claras, o blanco o negro, o frío o calor, pero nunca gris o templado, ¡algo de cordura, por favor!
Si se dice que en 1878 se introdujo el fútbol en Madrid es porque los futuros miembros del Cricket y Foot-ball Club de Madrid fueron quienes lo pusieron en práctica, al igual que sucede con el cricket. Sólo cuando se vieron convencidos de que el asunto podía fraguar y consolidarse es cuando dieron el paso de constituirse, si no, ¿para qué? En 1879, un año después de las reuniones y prácticas es cuando se toman la molestia de implicar al Rey, con lo que ello supone, de elegir una junta directiva y de comprometerse con el monarca para que les ceda el uso de la Casa de Campo. Si no van a jugar al fútbol y tan sólo se van a interesar por el cricket, ¿para qué titular al club como de Cricket y Foot-ball?
Aferrarse a una crónica de 1879 donde se habla de forma tan transparentemente de una sociedad de cricket y de fútbol como uña y carne, inseparables, tratando de “aislar” la referencia de un partido de cricket al resto de su contexto para pretender argumentar que esta sociedad nunca jugó al fútbol es irrisorio e insostenible por más que se quiera decir lo contrario. Solo por el hecho de que no haya ninguna referencia documentada más de las encontradas respecto esta sociedad en los años posteriores no es suficiente motivo para insinuar, ni mucho menos defender rotundamente que el club madrileño no jugase al fútbol, puesto que sería darle a la prensa un papel extremadamente importante y que no le pertenece, es decir, el de actuar como notario, un calificativo extensible, por supuesto, al periodista Rubryk.
Y qué podríamos decir si hubiese ocurrido al contrario, es decir, si la nota de prensa de 1897 en lugar de documentar un encuentro de cricket lo hubiese hecho de fútbol, ¿diríamos “en honor de la verdad” que esta sociedad nunca jugó al cricket? Esto no es serio y hay que ser más profesional.
El club madrileño es uno más de los que se acogieron a la moda extendida en parte de Europa y Sudamérica a la hora de constituir sociedades mixtas donde a la par se daba rienda suelta tanto al cricket como al fútbol, sociedades casi todas ellas donde en primer lugar aparecía el nombre de la ciudad seguido a continuación de las disciplinas que ejercía, cricket y fútbol en este caso. La peculiaridad del club español es que su nombre es en castellano y no en inglés como era habitual -en algo íbamos a ser pioneros- y así nos encontramos que primero aparecen las actividades, cricket y fútbol, para luego concluir con el nombre de la localidad, Madrid. En otras partes se siguió el código británico y así lo corroboran Lima Cricket & Foot-ball Club, Genoa Cricket & Foot-ball Club, Milano Foot-ball & Cricket Club, Torino Cricket & Foot-ball Club y un largo etcétera de club constituidos en el Reino Unido y sus colonias.
Hacer uso de opiniones tan subjetivas sin ser parte presente en 1879 y hacer alusiones “en honor a la verdad” o extraer conclusiones tan taxativas como “nunca jugaron al fútbol” sin poderse corroborar o demostrar con argumentos y pruebas sólidas, es papel mojado que no se sostiene en pie. Rubryk pecó en exceso por sobrepasar con supuestos, a los que él dio carácter de categóricos, la información que manejaba y extralimitarse en sus conclusiones y, quienes hoy en día sigan esta corriente y se suban a este carro, deberán de demostrar con hechos y pruebas contundentes que aquel club nunca jugó al fútbol, porque de lo contrario, sin argumentos, serán víctimas del inmovilismo histórico y de los mismos errores que rodearon a Rubryk en 1925.
Aplicar la filosofía inmovilista en este club es un error que podría ocultar -afortunadamente no va a ser así- y dejar desapercibido para la historia una sociedad pionera -aunque breve-, tan importante como esta, una sociedad adelantada en casi dos décadas a las que le siguieron a finales del siglo XIX y, lo peor de todo, aplicando el mismo razonamiento se podría decir que el Huelva Recreation Club no jugó al fútbol durante casi una década porque no hay registros bajo este nombre, que el Sevilla Foot-ball Club tampoco jugó al fútbol a partir de 1893 por los mismos motivos y, si somos algo mezquinos, podríamos incluso pensar que los socios del Huelva Recreation Club nunca jugaron al fútbol antes del encuentro del 8 de marzo de 1890 frente al Sevilla Foot-ball Club porque en la prensa se dice que estuvieron durante semanas entrenando juntos porque nunca lo habían hecho antes, es decir, dejando entrever que desconocían las normas de este deporte y nunca lo habían practicado.
De aferrarnos con los dientes y no con el sentido común a los comentarios periodísticos como si se tratasen cual dogmas de fe, correríamos el desatinado e indeseable riesgo de convertir la Historia en historieta, algo que no recomendamos a nadie. Ese no es el camino. La historia es algo más que una crónica. El inmovilismo histórico, el gran enemigo de la investigación, ha de ser enterrado definitivamente: cierra puertas en lugar de abrirlas y condena a sus seguidores a vivir ensimismados en un mundo angosto, sin ventilación, y la falta de aire ahoga, o sea, mata, no lo olvidemos.
Los efectos del Cricket y Foot-ball Club de Madrid de 1879
El reciente redescubrimiento del Cricket y Foot-ball Club de Madrid sitúa, de momento, al club madrileño como el primero en ser constituido en España reflejando en su denominación el término “foot-ball”, un término exclusivo para aquellas sociedades que fueran creadas antaño y, entre sus estatutos, rezaba la práctica y fomento de esta disciplina deportiva. La existencia y constatación de este club supone un gran paso adelante en la búsqueda y cerca de nuestros orígenes en este deporte, un camino del cual todavía queda mucho camino por recorrer y que, en ocasiones, depara grandes frutos como el presente que se adelanta en once años, una cifra importante, al Sevilla Foot-ball Club, sociedad ésta considerada hasta la fecha como la primera registrada en lucir bajo su denominación oficial y de forma única, el referido término “foot-ball club”.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid precede también en antigüedad al Real Club Recreativo de Huelva de 1889, una década de diferencia, sociedad ésta constituida para el recreo social y deportivo de los británicos residentes en la capital onubense y que, prácticamente recién fundada, dispuso de un grupo de practicantes para jugar al fútbol tras la invitación de la que fue hecha parte en pos de realizar el primer encuentro de fútbol entre dos sociedades constituidas en suelo español allá por 1890.
El club madrileño también adelanta en el tiempo al Riotinto Balompié actual, club fundado como Riotinto Foot-ball Club que fue gestado en los intestinos del British Club surgido, supuestamente, en 1878, aunque no existe documentación del acontecimiento y todas las pruebas hacen indicar, si no se demuestra lo contrario, que su creación fue unos años posterior.
La sociedad matritense no cambia nada de lo conocido y mantenido hasta ahora pues su brevedad en el tiempo y la dualidad a la hora de practicar al unísono tanto cricket como fútbol, le confiere un carácter especial que le diferencia de las anteriormente mencionadas. El Riotinto Balompié seguirá liderando a la localidad que probablemente antes se iniciase en la práctica del fútbol en España, Minas de Riotinto, allá por los años setenta aunque sin club organizado y dudas más que razonables respecto a la fecha exacta de la constitución de su British Club, mientras que Huelva, gracias al mérito del Huelva Recreation Club, sigue siendo la localidad donde su sociedad más representativa se mantiene más tiempo en activo jugando al fútbol, desde 1889, aunque no fuese fundada con esa finalidad. Respecto al Sevilla Foot-ball Club, sigue siendo la primera sociedad deportiva creada expresamente para jugar al fútbol, 1890.
La particularidad del Cricket y Foot-ball Club de Madrid, o mejor dicho, las particularidades que alberga son varias y entre ellas recordamos las siguientes: que se trata de un club formado por mayoría de miembros de origen español y una minoría de británicos, lo contrario que sucede en instituciones coetáneas o que se formarán años después; que sus socios no pertenecen a una empresa o empresas en concreto, sino a un mundo muy exclusivo como es la alta aristocracia, burguesía y nobleza que sólo se puede concentrar en la capital del Estado como es Madrid; que su finalidad no es social, cultural ni costumbrista, sino poner en práctica una serie de deportes; que las actividades elegidas son varias y no solo una, cricket y fútbol al unísono; que es la primera en dedicarse al fútbol de manera documentada, sin tapujos; y finalmente que cuenta con el apoyo de la máxima autoridad del Estado: S.M. el Rey D. Alfonso XII, quien les tutela y ofrece el uso del Hipódromo de la Casa de Campo, todo un gesto que le implica en la operación.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid merece por sí mismo un puesto de honor en la historia del fútbol español junto a los episodios más renombrados y destacados de este deporte, no lo ignoremos como ha sucedido en estos últimos ciento treinta y cuatro años, pero también es un éxito de las nuevas tecnologías y de la capacidad de conocimiento que reúnen los archivos documentados en las hemerotecas digitales, un mundo por explorar y abierto a cualquiera que, con una preparación suficiente, desee rebuscar en el pasado y completar aquellas piezas que durante años y años han permanecido ausentes de este puzle inacabado que es la historia del fútbol español. En nuestras manos queda proseguir el trabajo.
© Vicent Masià. Septiembre 2013.




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