por Vicent Masià
Cuando el 1 de abril de 1939 el Ejército Nacional al mando del general Francisco Franco declaró cautivo y desarmado al Ejército Gubernamental, la infausta Guerra Civil había terminado. Atrás habían quedado tres años de barbarie y dura crudeza entre hermanos que iba a postergar durante varias décadas la evolución de un país entero cuando no abrir una profunda brecha social entre ciudadanos de distinta ideología política. Entre los estamentos afectados estaba el deportivo, susceptible a ser usado por uno u otro bando en pos de defender sus intereses durante el conflicto y con él el fútbol, una actividad deportiva con gran peso entre la sociedad y que con el devenir de los años se había transformado en toda una pasión por parte de las masas convirtiéndose en la más popular y practicada de todas.
Un país dividido en dos
Aupado al poder, desde el primer día de posguerra al Gobierno entrante le restaba mucho trabajo pendiente por hacer en medio de una situación en absoluto propicia para volver rápidamente a la normalidad y aún menos en un territorio como el deportivo, de valor secundario, alejado de las primeras necesidades. Sin embargo el fútbol, al ser considerado como un espectáculo capaz de reunir a un gran número de personas y con un poder mediático de grandes dimensiones, fue atendido de manera urgente y de inmediato el estado tomó sus riendas con el fin de emplearlo como estandarte de reconstrucción del país y como muestra de una sociedad sin conflictos.
La reconstrucción del fútbol tenía varios frentes abiertos que había que atender, unos eminentemente físicos como el estado de los estadios, otros estructurales como la adaptación de la FEF y clubs a los nuevos tiempos, y finalmente la depuración ideológica de todos los dirigentes federativos, de clubs, jugadores y estamentos arbitrales. La consigna era reestablecer el fútbol lo antes posible en vistas al eminente inicio liguero de otoño, pero con la salvedad de que todo debía de estar bajo control y todos debían de remar en la misma dirección que el Régimen, sin excepciones.
La España republicana acababa de desaparecer y en medio del fragor de la guerra, desde mayo de 1937 el país había estado contando con dos FEF, una la legal dirigida por Ricardo Cabot, Secretario General ubicado en Barcelona; y otra, la rebelde, ubicada en San Sebastián y creada por el presidente del Comité Olímpico Español, el general José Moscardó, un amante del fútbol quien había ordenado al teniente coronel Julián Troncoso la organización de una federación fiel a su ideología. A finales de 1937, la FEF gubernamental había cedido ante el empuje de la FEF de San Sebastián y esta desde entonces había adquirido un gran protagonismo que, arropada desde la FIFA, le convertía de forma oficiosa en la única existente. El camino lo tenía despejado a excepción del control de las federaciones castellana, catalana y valenciana que permanecían en tierras gubernamentales, aunque estas más que seguir las directrices de una FEF ya inexistente, sólo velaban por su propio interés. La castellana se mantenía inactiva casi desde el inicio del conflicto, la valenciana lo haría a finales de 1937 y la catalana subsistió a duras penas hasta finales de 1938.
Las labores de reconstrucción
Tras los primeros días de abril de 1939, la FEF del navarro teniente coronel Julián Troncoso ocupó estas federaciones; el resto ya estaban controladas y buscó en las sedes de las mismas los apoyos humanos fieles al Régimen necesarios para conseguir poner estas territoriales a su servicio. Con los clubs sucedió otro tanto e indistintamente del nivel y categoría que tuviesen, hábilmente milicianos de Falange y simpatizantes contrastados ocuparon puestos de directivos en todos ellos de forma provisional hasta una resolución definitiva. En cuanto al estado de uso en el que se encontraban los estadios y campos de fútbol sucedía algo parecido a las federaciones, los había de todos los colores, aunque es de destacar que pese a todo lo sucedido en guerra en general era satisfactorio salvo algunas excepciones. Los estadios ubicados en la zona bajo control de los nacionales estaban operativos debido a que quedaban muy alejados del frente y en su mayoría no habían sufrido percances de importancia, siendo desde 1938 empleados para la disputa de encuentros amistosos con el fin de obtener ingresos destinados al frente. Atocha y San Mamés precisaron ligeros retoques, no siendo así el caso del ovetense Buenavista que había quedado destrozado y ocasionó el aplazamiento de una temporada para su reconstrucción antes de volver su titular a competir. En la zona gubernamental los males eran mayores si bien casi todos tenían rápida solución. Los estadios valencianos de Mestalla, Camp de La Creu y Vallejo habían prestado su servicio hasta bien avanzado 1937, pero con el recrudecimiento de la guerra y los bombardeos sufridos cesaron su actividad deportiva y fueron adaptados para alojar material bélico, tal y como sucedió con el alicantino Bardín. En Barcelona tanto Las Corts como Sarriá hasta fines de 1938 estaban aún en activo y desde la entrada de las tropas nacionales quedaron habilitados para alojar igualmente material. Mientras, en Madrid la situación era diferente y Chamartín había sido incluso desprovisto de la visera de tribuna, Vallecas sobrevivía y el Metropolitano tenía serios desperfectos. La reconstrucción de los estadios fue obra fundamentalmente del Ejército y socios que trabajaron gratuitamente para su remodelación y acondicionamiento, logrando en tiempo record habilitar tanto el terreno de juego como las maltrechas gradas que habían sufrido algunos destrozos.
La depuración política del fútbol y sus estamentos
A medida que transcurría el tiempo, clubs y estadios iban alcanzando una puesta a punto ideal hasta que se celebrase bajo instancias de la Delegación Nacional de Deportes, la constitución formal del Comité de la FEF el 25 de julio. Esta asamblea era la que todos estaban esperando dada su relevante importancia y todos eran conscientes de que iba a ser determinante en el desarrollo del fútbol nacional. En efecto, esta fue concluyente y fiel a lo que se esperaba de ella desde el fin de la contienda, pues la asamblea de julio marcó un antes y después al tratarse todos los estamentos del fútbol, incluso de la vida social, traspasando unos límites que con anterioridad nunca se habían trasgredido por ser la FEF una institución deportiva ajena a influencias y dictámenes de profunda y basta carga política. De ella salieron tras varias horas de reunión los siguientes acuerdos:
- Solicitar de S.E. el Generalísimo se digne a aceptar la presidencia de honor de la Federación.
- Consignar en acta el profundo pesar del Comité por la pérdida de cuantos elementos integrantes de la Federación dieron su vida por Dios y por España; realizar las gestiones encaminadas a conocer los nombres de todo los Caídos en la Cruzada para inscribirlos en un cuadro de honor y dedicar un homenaje a su memoria, que se celebrará en la fecha y con la solemnidad que oportunamente se determinarán.
- Elevar al Consejo Nacional de Deportes el proyecto de Estatutos de la Federación para estudio y aprobación de aquel organismo.
- Nombrar la Comisión que cuidará de estudiar la reforma de los Reglamentos y elevará propuesta de redacción definitiva al pleno del Comité directivo.
- Abrir una información sobre la actuación de los elementos que ocuparon los puestos del Comité ejecutivo de la Federación a raíz del Alzamiento, así como de los que con aquellos colaboraron directa o indirectamente para determinar la responsabilidad de unos y otros, y acordar en su vista las sanciones procedentes, sin perjuicio de las que les impongan las autoridades extradeportivas.
- Confirmar en el cargo de seleccionador nacional a D. Amadeo García de Salazar.
- Reponer a D. Antonio de Cárcer y a D. Eulogio Aranguren en sus cargos directivos del Comité Central de Árbitros, de los que fueron desposeídos en agosto de 1936 por elementos del llamado Frente Popular.
- Organizar para la temporada 1939-40 las competiciones tradicionales, es decir, los Campeonatos Regionales, el Campeonato Nacional de Liga y la Copa de España, que en lo sucesivo, y como en la temporada pasada, se denominará Copa del Generalísimo.
- Solicitar de las Federaciones Regionales el inmediato envío de la relación de sus clubs, que se hallen dispuestos a participar en las competiciones oficiales de la próxima temporada.
- Declarar nulos y sin validez ni efecto alguno todas las clasificaciones establecidas y todos los compromisos contraídos a partir del 18 de julio de 1936 y retrotraer a esta fecha la situación de los clubs y jugadores, reconociendo a unos y otros los derechos y deberes recíprocos establecidos en el anterior Reglamento, sin perjuicio de las normas que se dicten para la inscripción de jugadores y la formalización de los correspondientes compromisos para la temporada venidera, así como de las restricciones circunstanciales que se señalen a los jugadores amateurs en cuanto a la libertad de acción que les atribuía la anterior reglamentación.
- Declarar terminada con carácter general y definitivo la temporada de juego en fin del mes de la fecha, y advertir a los clubs que sancionará con el máximo rigor el incumplimiento de esta disposición, que no se ha dictado antes con el objeto de facilitar a los clubs de la que fue zona roja, una actividad de la que se vieron casi absolutamente privados en el resto de la guerra.
- Prohibir hasta nuevo aviso la celebración de partidos entre clubs españoles y extranjeros, en evitación de resultados adversos, que fácilmente podrían producirse, toda vez que se desconoce de modo cierto la forma real de equipos y jugadores, por falta del necesario contraste.
- No adquirir ningún compromiso de partidos internacionales en la temporada próxima, pero sí procurar la más rápida formación de jugadores y su acoplamiento en equipos de preselección, que puedan en un próximo futuro defender con las mayores garantías el prestigio del fútbol español en el extranjero.
- El Comité estudió también todas las cuestiones planteadas por los jugadores del equipo vasco y otros que han actuado en el extranjero durante la guerra, señalando las normas a que habrá de ajustarse su depuración; resolvió diversos asuntos administrativos y de personal y dedicó atención preferentísima a la labor que se propone realizar para conseguir la más rápida repoblación futbolística de España, el resurgimiento de los clubs modestos y la creación de nuevos núcleos de afición en aquellas regiones menos pobladas y en las que con más rigor se dejaron sentir los efectos de la denominación roja.
Como se desprende tras la lectura de estos importantes acuerdos, el fútbol español a partir del 25 de julio entró en una dinámica muy distinta a la mantenida en tiempos republicanos y daba un giro radical de ciento ochenta grados. Los campeonatos mancomunados establecidos en 1934 quedaban abolidos y se volvía al arcaico sistema anterior con campeonatos regionales que habían sido rechazados previamente por la Liga y por frenar la evolución de los clubs. Los privilegios obtenidos por los jugadores profesionales con la reforma de los estatutos durante el periodo precedente y defendidos por la Unión de Clubs también desaparecieron de modo que quedaba borrado cualquier atisbo de profesionalismo. La purga a la que fueron sometidos los jugadores fue severa y en base a ella evaluados aquellos que habían colaborado en algún sentido con el Gobierno de la República o las distintas milicias surgidas en guerra. Esta solución forzó a muchos jugadores a emprender la retirada, decisión que unida a la falta de actividad de algunos de ellos tras tres años de inactividad de competición oficial y la veteranía alcanzada por otros, dejaba a los clubs con sus plantillas diezmadas. Los huecos generados fueron cubiertos por jugadores procedentes de los filiales o en su defecto de la cantera regional, presentándose el campeonato 39/40 con un nivel muy bajo y con muchas caras desconocidas que pese a todo dieron la talla e hicieron congregar en las gradas a muchos espectadores.
A nivel competitivo se dejaban sentadas las bases para organizar varios torneos a nivel nacional como el Campeonato de Liga y el de España, torneo este último que cambiaba de denominación y pasaba a ser conocido oficialmente como de S.E. el Generalísimo en sustitución de Presidente de la República, confirmando la FEF con este cambio una tendencia instaurada oficiosamente en la temporada previa.
Una puerta hacia un mundo nuevo
La limpieza más profunda sobre cualquier vestigio de la época que quedaba atrás, aparte de los jugadores que habían colaborado con la República en tiempo de guerra, fue la efectuada sobre las federaciones territoriales que habían sido fieles al Régimen anterior. Cada uno de los campeonatos y torneos que fueron organizados por las federaciones valenciana y catalana, incluidos regionales, superregionales, Liga del Mediterráneo y Copa España Libre fueron declarados nulos, sin validez clasificativa, confirmando con esta medida que no eran creaciones de los presidentes del F.C. Barcelona o Valencia F.C. como algunos se han aventurado a suponer. Esta anulación no se detuvo aquí y en lo sucesivo, durante varias décadas fueron silenciados y ocultados de la memoria histórica de los cronistas de estas zonas quienes expresamente tenían prohibida cualquier mención de estos hechos deportivos, de modo que enlazaban 1936 con 1939 dejando un hueco en medio como si nada hubiese pasado. Cualquier referencia a jugadores, dirigentes o personas que habían actuado en guerra quedaban arbitrariamente en el más absoluto anonimato.
Las cuestiones referentes a la imagen que el nuevo Régimen debía de mostrar fueron tomadas en gran consideración y se incidió especialmente en los encuentros internacionales, que tanto a nivel de clubs como de Selección Nacional podían protagonizar los españoles, quedando estos prohibidos en previsión al probable deficiente nivel que los de aquí podían dar a consecuencia de su bajo nivel de forma. A nivel interno, las directrices eran las mismas y preocupaba mucho que sobre todo en zonas tuteladas por el Ejército gubernamental hasta el final del conflicto, el fútbol quedase reprimido y en estado de abandono, por lo cual se promovía la creación de nuevos clubs y el reclamo de la afición. Así mismo se recalcaba el interés en que este deporte fuese protagonista a la hora de normalizar la situación política en todo el estado, fomentando el surgimiento de nuevas sociedades en zonas deprimidas o de escasa población.
El desarrollo de la temporada se inició con la disputa de los Campeonatos Regionales, primera competición puesta en marcha como fase previa a la llegada de la Liga. Esta fase se inició el 17 de septiembre y concluyó el 26 de noviembre, concurriendo en ella un total de sesenta y seis clubs distribuidos en grupos de seis concursantes a excepción de los vizcaíno y balear, con cinco, y andaluz con ocho. Conforme avanzaba la temporada, la FEF emitía nuevas disposiciones y así el 15 de noviembre se acordaba solicitar para los clubs de fútbol damnificados por la guerra los mismos beneficios generales que recientemente habían sido otorgados a los inmuebles dañados.
El 17 de noviembre, reunido de nuevo el Comité, quedaba definido el calendario de Liga de Primera y Segunda División que debía empezar el 3 de diciembre y concluir el 28 de abril, además de que se declinaba disputar un par de encuentros a ofrecimiento de la Federación Portuguesa, renunciándose celebrar el Torneo Ibérico con los mejores clubs españoles y portugueses. En Primera División se declaraba vacante la plaza del Oviedo F.C. ante la imposibilidad de que este tuviese acondicionado el estadio de Buenavista, siendo cubierta ésta por el vencedor a partido único entre Athletic-Aviación Club y Club Atlético Osasuna, a disputar en Valencia el 26 de noviembre. Esta decisión provocó la dimisión de Julián Troncoso al frente de la FEF, puesto que aunque nacido en Burgos había contraído matrimonio con una navarra y Pamplona había sido su primer destino, habiendo prometido una plaza en Primera División al representante pamplonés que no había finalmente podido cumplir. Luís Saura del Pan sería su sustituto. En el nuevo sistema competitivo los clubs clasificados en undécima y duodécima posición perderían la categoría y sus plazas serían ocupadas por el Oviedo F.C. y el campeón de Segunda División, disputando el décimo una promoción a partido único frente al subcampeón de la categoría de plata. El Athletic-Aviación Club se impuso en Mestalla al Club Atlético Osasuna por 3-1 y al final fue quien pudo competir en Primera División y contra todo pronóstico, adjudicársela.
© Vicent Masià. Abril 2011.